lunes, 30 de julio de 2012
Lecturas de la (última) semana
Esta semana no me he prodigado mucho con los libros, pero entre las películas de serie B, el calor y la gata demandándome latas de mousse de la nevera en lugar de sus croquetas, no he podido ponerme más al día.
Thomas Ligotti. Songs of a Dead Dreamer. Primera antología de relatos de este señor que escribe poco y sale menos, que, en su día, debió ser bastante sorprendente: aunque sus cuentos son algo más lineales que mucho de lo que escribirá después, se nota ya su particular forma de enfocar el terror, lleno de adjetivos y de situaciones que, ni mantienen lógica, ni la necesitan. Lo que más me ha sorprendido precisamente es la forma que tiene en esta antología de empezar con situaciones que intentan ser “normales”, como una fiesta de navidad, o un tipo despechado que intenta vengarse, para desarrollarse de forma que ya es habitual en su autor. Incluso llegan a aparecer personajes femeninos o tramas relacionadas con matrimonio o parejas, toda una rareza en un tipo que evita estos argumentos como la peste, o incluso piezas de encargo, realmente raras, como un relato de espada y brujería que escribió para una recopilación de fantasía que es todavía más raro de lo que me hubiera imaginado. Pero tampoco podía esperarme que un tipo como este escribiera una historieta tipo Dragonlance.
Daniel Pennac. Au bonheur des ogres. Además de parodiar en el título al Au Bonheur des Dames, de Zola, esta novela, bastante irónica y sobre todo, con un humor muy negro y marciano, no se corta un pelo. Porque la vida y familia de Benjamín Malaussène es de todo menos normal: trabaja como chivo expiatorio de unos grandes almacenes, que consiste en poner cara de pena ante los clientes que quieren reclamar por un producto defectuoso, hasta que estos retiran la protesta por pura compasión. Su compañero de trabajo es un gay bastante camp pero con mucha más mala leche de los que podrían aparecer hoy en cualquier telecomedia, que tiene a un batallón de ancianitos trabajando para él. Su familia le da mil vueltas al concepto de “disfuncional”, “monoparental” y “desestructurada”, no solo cuenta con varios hermanos de distintos matrimonios, desde una pitonisa hasta un niño aficionado a dibujar ogros, y su madre todavía es lo suficiente cabra como para añadir algún novio más a la colección. Por si fuera poco, una serie de bombas empiezan a estallar en los grandes almacenes donde trabajan, y si bien sobrevivir a la primera pudo ser cuestión de suerte, cuando la tercera vuelve a estallar a su lado, la policía empieza a considerarlo un sospechoso.
El estilo de narración es muy rápido y de capítulos cortos, usando un lenguaje muy familiar e incluso, alguna palabrilla que no se ha vuelto a utilizar desde los ochenta, que es la fecha en que se escribió el libro. Pero lo que más me llamó la atención sobre todo fue el no cortarse un pelo a la hora de narrar las aventuras de la familia Malaussène: la cantidad de marcianadas que acumulan es superior a todos los libros de Wilt de Tom Sharpe, llegan a aparecer referencias tan inesperadas como Aleister Crowley u otras mucho más cercanas a la época como las primeras compras masivas durante la campaña navideña o el miedo a los atentados. Además, la serie continúa hasta el año 99 con cinco libros más y mientras buscaba la cubierta para poner en la entrada, descubrí que se está rodando ahora una película basada en el primer libro, con Berenice Beijo.
jueves, 26 de julio de 2012
Grave Encounters (2011) Come at me, Ghost!!
Y dice usted que desde hace tres años, se dedica a buscar fotos de gatos ridículos...interesante
Desde el exitazo de El proyecto de la Bruja de Blair (y lo que ha llovido desde entonces), los productores han descubierto que una de las formas más baratas de hacer una película es grabarla en vídeo directamente y venderlo como si fueran cintas encontradas tras algún suceso macabro. Lo de hacerlo pasar por verídico ya no funciona y el personal se conforma con presentar la película, estrenarla, y a ver si funciona. La realización suele ser bastante cutre, cuando no mareante, por eso de filmar con la cámara en mano, y para qué negarlo, algunos de los estrenos son malos con avaricia, todavía peores que la segunda forma barata de hacer cine de terror: asesino chorras y adolescentes tontos. Pero como todo, y como antes de los asesinos prefiero esto del “found footage”, de vez en cuando suena la flauta y sí aparece alguna que, sin poder considerarse “buena” (con estas condiciones de rodaje, es difícil que lo sea), sí consigue funcionar y entretener al personal, que es lo que se buscaba.
Grave Encounters junta dos grandes temas del cine y de la tv baratos en los últimos años: grabar cámara en mano y los realities de cazadores de fantasmas. Porque el título se refiere a un supuesto programa de televisión en el que un equipo se encierra en un edificio supuestamente encantado, filmando lo que pueden mientras su presentador se dedica a provocar a los fantasmas con bastantes malos modos…Efectivamente, parodian abiertamente Ghost Adventures, que aquí emiten como Buscadores de Fantasmas en el Canal Xplora, programa del que también me he aficionado: ¿Un cachas de gimnasio gritando por los pasillos vacíos y saltando cual damisela cada vez que oye un ruído? No podía perderme algo así…La parodia, eso sí, está hecha con bastante mala baba: los protagonistas no se toman en serio la situación, sino que lo ven como un programa de entretenimiento al uso y no una investigación: no dudan en untar a un jardinero para que se invente una historieta ante la cámara y el médium que los acompaña hace más teatro que otra cosa.
Joe, es que son igual, igual...
Pero, a diferencia de Ghost Adventures, los presentadores de este programa ficticio sí van a encontrar algo bastante más contundente que una psicofonía confusa y ruidos de cañería. De hecho, la película empieza con un productor explicando que las cintas corresponden al sexto programa de la serie, grabado en un manicomio abandonado, y las sesenta horas de metraje son verídicas. Con esto uno se puede imaginar que no les fue muy bien el encierro, no. De todas formas, la historia empieza como podría empezar el rodaje del programa al que parodian: repetición de algunas tomas y antecedentes del local, un centro que albergaba a miles de lunáticos, y como no podía faltar, un médico que llevaba a cabo novedosas operaciones de lobotomía ¿Es que no hay ni un cirujano que se meta a la profesión por amor al arte y la vida?
Si dicen que el manicomio era solo para locos, y no locas, ¿por qué uno de los aparecidos es chica?
Tras las primeras horas, bastante normalitas y muy parecidas a su versión real, empieza lo bueno. Y como empieza. Porque la actividad paranormal pasa de ser unos pocos ruidos y ventanas que se abren a cosas más impresionantes como la alteración del espacio y el tiempo dentro del edificio. Porque, por mucho que se empeñen los protagonistas en salir, descubren que las puertas dan lugar a pasillos interminables, los accesos al tejado aparecen sellados, y pese a que pasan las horas, e incluso varios días, según sus relojes, nadie ha venido a buscarlos y tanto ellos como el edificio se encuentran en un estado de noche perpetua. Si no fuera bastante, también hay unas cuantas apariciones, que pese a sus efectos un tanto cutres (desde manos enfundadas en guantes de goma que salen de la pared, hasta caras distorsionadas en plan photoshop), no quedan nada mal y teniendo en cuenta que el encantamiento del manicomio se ha vuelto bastante bestia, es normal que los fantasmas sean muy corpóreos y se gasten muy mala gaita. Además, las caras de estos son las típicas que aparecen en muchas fotografías siniestras de creepypasta, por lo que me han hecho el doble de gracia.
Esto lo hizo David Lynch en Inland Empire, y es arte. Lo hacen en Grave Encounters, y es una frikada
Grave Encounters no es de las mejores películas que he visto, ni por actores ni por realización, pero la película entretiene: por un lado, está la parodia de los realities, o más bien, del reality en concreto, de cazadores de fantasmas, y por otro, tiene muy en cuenta que hoy no vale lo de tener al espectador hora y media poniendo ruidos de fondo y actores haciendo como que tienen miedo. Por muy película pseudodocumental que sea, hay que darle vidilla, y esta la tiene: pasillos interminables, días que pasan uno tras otro, fantasmas agresivos, y sobre todo, una completa falta de lógica y de explicación a lo que está pasando que es lo que mejor funciona: estaba algo aburrida de encontrar cintas sutiles, de fantasmas que no aparecen o como mucho, de asesinos que salen al final de todo. Al menos aquí decidieron dar toda la caña que pudieran, y para ello, lo mismo aprovechan situaciones inquietantes, como el que los personajes se despierten con pulseras medicas atadas a la muñeca, o con sinsentidos como la dimensión paralela en la que estos acaban moviéndose a través del manicomio. Esto último intentan aclararlo un poco dando a entender que hubo algo de magia negra en el edificio, un poco como el añadido final de Rec, pero tampoco hacía mucha falta: hay fantasmas, a los protagonistas les meten caña, y encima ruedan en un manicomio abandonado ¿qué más hace falta para pasar el rato?
lunes, 23 de julio de 2012
Iron Sky (2011). Nazis en la luna y...bueno, tampoco hay mucho más.
Gato Gagarin pide permiso para aterrizar..en el cesto de la ropa limpia
Hay algunas películas, mismo de serie B, que con un pequeño trailer llaman la atención de cualquiera. Con lo sosos y corrientes que suelen ser los estrenos en cine, no me extraña, por lo que, cuando alguien presenta un extrañísimo anuncio en el que vende una historia futurista sobre una base nazi en la luna, es normal que el personal se emocione bastante.
Y por este tipo de películas, queridos niños, es por lo que la encargada de Barrilete nunca será nadie de provecho.
Este fue el caso de Iron Sky, una producción europea que apareció primero como tal, y después, fue juntando dinero para filmarse, cual artista callejero, pero con estreno. La producción no podía incluir más países: se trata nada menos que una película finlandesa-germano-australiana, lo que me recordó un poco a aquellas series europeas que emitían en TVE hace años, en la que participaban hasta tres y cuatro países del continente. También tiene su gracia el que uno de los sitios donde presentaran el trailer fuera el festival de Cannes, hogar del cine de calidad y para que negarlo, del gafapastismo..¡seguro que a Lars Von Trier le dio algo cuando lo vio!
Iron Sky cuenta, a grandes rasgos, la llegada, en un futuro muy cercano, del primer astronauta negro a la luna, que, nada más pisar tierra selenita, se encuentra con que unos nazis escapados de la tierra hace cincuenta años se han construido una base y que, al ver al protagonista, casi se mueren de la impresión, además de tomarlo por un espía. Tras su llegada, estos deciden volver a la tierra, en un principio para conquistarla, pero, debido a la intención un tanto cómica de la película, esto no va a salir como esperaban.
Seguramente la parte más interesante sea la de la base lunar, especialmente por dos cosas: primero, que los realizadores conocen muy bien a su público y tanto la estética como los vestuarios es muy deudora del dieselpunk y de escenas que hoy son muy comunes en videojuegos o ilustraciones amateurs: los trajes de astronautas parecen máscaras antigás, tienen a un científico que se parece un montón a Rotwang, y esta sociedad continúa viviendo como los nacionalsocialistas en los años treinta: un poco en Babia, y bastante condicionados por la información manipulada, especialmente, la versión especial de diez minutos de El gran dictador de Chaplin, película que, para esta gente, es un homenaje a su Amado Lider (hm…creo que me acabo de equivocar de dictador).
El tema de la llegada a la tierra tiene el carácter más irónico: lo que iba a convertirse en una invasión se convierte en una herramienta de propaganda para la presidenta, que por cierto, se parece un montón a Sarah Palin, que opina que lo mejor que puede pasarle a su candidatura es una guerra para ganar más votos. De hecho, su principal ayudante es una diseñadora de modas, que lo mismo le hace un traje, le reconvierte a unos nazis en relaciones públicas, o acaba pilotando una nave espacial.
El Señor Kier, en un intento de pagar sus facturas
Entre la situación lunar, y sobre todo, la parte relativa a la política, la impresión que me ha dejado Iron Sky es un poco confusa: lo que parecía intentar ser una peliculilla de serie B con un argumento muy pulp, se reconvierte en algo que quiere ser una ironía política, tirando a cómica, que sinceramente, no terminó de hacerme reír, ni tampoco mucha gracia: si quisiera una sátira, vería La cortina de humo, que al menos se centra en el tema directamente, y los actores son infinitamente mejores. Porque esa es otra: el reparto de Iron Sky es malo con avaricia. Solo Udo Kier, en su papel de jefe de estado en funciones, se salva de la quema, porque este hombre es un todoterreno, y sobre todo, especialista en aparecer en cualquier tipo de producción europea, desde las buenas hasta las series Z. El resto es tirando a mediocre, como la imitadora de Sarah Palin o el protagonista, o directamente malo, como Gotz Otto haciendo de malvado oficial nazi: su cara-ladrillo puede dar el pego para salir de figurante, pero pasé la mitad de la película preguntándome si esos orejones (creo que son todavía más grandes que los de Christopher Eccleston) eran de verdad.
No sé si esto es de una película o del próximo videojuego de la XBox
Los efectos especiales cumplen todo lo bien que podía esperarse a día de hoy, gracias a la informática, y con lo que se debió recaudar para financiar la película: se recrean navecitas informatizadas, una base lunar y unos cuantos escenarios grandes, aunque las limitaciones se notan, y en más de una ocasión los escenarios parecen los chromas de las miniseries que emitían en grandes relatos. Personalmente no es que me hayan convencido mucho, porque soy fan de las series B de los ochenta y creo que el conseguir cualquier efecto a día de hoy es muy sencillo, pero el resultado es demasiado aséptico y da la sensación de estar viendo la intro de un videojuego actual. Hay películas de los ochenta, con muchísimos menos medios, que a base de maquetas y látex, eran capaces de recrear una historia y que, aún notándosele la falta de presupuesto, tenían un aspecto mucho más artesano y entrañable que experimentos como Iron Sky.
Con todo, parece que han tenido éxito (o es que a los creadores les gustó la idea), porque se está planeando una serie y alguna cosilla más, pero a mi en general, no me ha terminado de convencer.
miércoles, 18 de julio de 2012
The Innkeepers (2011) ¡¡Camarero, el servicio de habitaciones es horrible!! ¡Y encima hay un fantasma en mi cuarto!
El tema de los fantasmas y los sitios embrujados da para mucho: cualquier inmueble puede tener una reputación poco respetable y dar lugar a una buena historia, aunque lo más habitual en el tema son las casas encantadas. El segundo en preferencia, los hoteles. Y esto tiene su gracia, porque estos establecimientos habrán salido lo suyo en la literatura, pero técnicamente, a los protagonistas de la historia no le dan más que para una noche de apuro: uno puede tener la mala suerte de acabar en una habitación de hotel embrujado, pero si hay que librar el cuarto antes de las once, se vuelve para su casa con el susto encima, y aquí paz y después gloria. Las casas ya son harina de otro costal, porque no queda otra cosa que pasar siempre un mal rato hasta que se vaya de la casa (El fantasma o su inquilino humano. Porque todos sabemos que hay seres vivos realmente insoportables).
Si las casas encantadas habían dado gracias a James Wan un tratamiento muy interesante en Insidious, Ty West opta por otra vía: los hoteles. En Innkeepers se narran los tres últimos días de un hotel, que ya ha visto mejores tiempos, antes de cerrarse para reconvertirse en un aparcamiento. Los encargados de recepción, además de no ser muy profesionales, están bastante aburridos y pasan el tiempo intentando grabar alguna psicofonía en las distintas habitaciones. Aún sin tener mucha idea, descubren que el hotel tiene su pasado siniestro, con un suicidio en una de las habitaciones, lo que deciden aprovechar para investigar un poco más, mientras aparecen algunos de los últimos huéspedes: una actriz retirada que va a una convención de mediums, y un tipo muy raro que, pese a estar el piso cerrado, insiste en alquilar la habitación donde pasó la luna de miel con su difunta mujer. Aparecen también una divorciada bastante plasta y su hijo igual de repelente, pero creo que solo los incluyeron como recurso (muy poco) cómico porque no hacen nada más.
El punto de partida está bastante bien, porque aunque ha habido muchas películas sobre hoteles que dan mal rollo, no recuerdo muchas que sean de establecimientos hosteleros embrujados. Los decorados de este son bastante bonitos, correspondiendo supuestamente, a un hotel que empezó a funcionar en los años veinte y no se ha reformado mucho desde entonces…lo que en este caso, falla un poco porque cuesta creer que ante un local de aspecto tan cuco y vintage los turistas no hagan cola para alojarse en él ¡Y si al tontaina de su dueño se le hubiera ocurrido explotar la idea de la habitación embrujada, ni te cuento! Pero lo que falla definitivamente, y lo que es peor, hace que se convierta en una película bastante aburrida, son los personajes: intentan caracterizarlos como la típica pareja estancada en un trabajo precario, del que están asqueados y que, con los huéspedes que suelen tener, tampoco les da para ser muy amables, pero por mucho que lo intenten, no consiguen caer bien: cualquiera de sus tonterías parece un remedo de Bernard Black, sin la gracia de este, y acaban dedicando demasiado tiempo a que estos aparezcan en pantalla, echándose la siesta, diciendo alguna bobada o tomando cerveza, que investigando el supuesto encantamiento.
No sé si si he alquilado un cuarto, o me he metido por error en el tren de la bruja
El tema de los fantasmas tampoco sale muy bien parado. Porque más allá de servir para que los protagonistas tengan algo en lo que interesarse, no está bien llevado: entre situación y situación chorras de los aburridos recepcionistas, aparece por ahí la historia del suicidio, la profecía siniestra de la médium sobre nosequé fantasmas malvados que hay en el sótano, y otro fantasmón por ahí a mayores que, sinceramente, parece que lo metieron para que la parte final de la película tuviera algo más de vidilla que la protagonista encerrada en el sótano. Porque esa es otra: a estas alturas estamos acostumbrados a que los personajes del cine de terror hagan muchas tonterías. Pero cuando a alguien le dicen “no bajes al sótano”, y francamente, no hay ningún motivo argumental por el que bajar, no entiendo cómo se le ocurre ir a meter las narices a la dichosa habitación. Era de esperar que el final de este personaje no fuera allá muy bueno, pero como a la hora y media de película, los dos protagonistas me caían bastante mal, no me importó mucho.
En general, a Ti West no le ha salido muy bien su película de hoteles embrujados. Insidious podía no ser el colmo de la originalidad e incluso, tener un final bastante tonto, pero al menos, se le notaba un mayor esfuerzo en el guión, y sobre todo, mucho ritmo a la hora de ir metiendo tensión en la historia. Cosa que en The Inkeepers, no hay. Ni lógica en el guión, tampoco.
jueves, 12 de julio de 2012
Lecturas de la semana. Lo que me encontré en el cajón de Todo a Euro.
Aunque tengo un ebook desde hace algunos meses, y es bastante útil para las novelas de principios de siglo que han subido a la red, o en el peor de los casos, para los libros nuevos que la gata busca sin mi permiso (ejem), sigo siendo fan del papel, especialmente en dos casos:
a) Cuando en la biblioteca ponen para regalo los últimos expurgos (que por cierto, los de este mes han sido cutrísimos. Nada menos que un manual de Windows 95 y una guía para estudiar en el extranjero del año 97)
b) Cuando los encuentras a un precio absurdo, al extremo de poder salirte más caro tomar un café con leche que comprar el libro en cuestión. Además, en Internet tampoco se puede decir que esté todo de todo, y más de una vez he topado con libros que por mucho que buscara, no había copia digital por ninguna parte.
Pierre Véry. M. Marcel, el de las pompas fúnebres. Véry es uno de esos casos en los que la red parece no haber pasado por sus archivos. Hace algún tiempo había leído una de sus novelas, Goupi Manos Rojas en París, y aunque me había gustado, no ví yo que se prodigara mucho fuera del papel impreso, o incluso del cine, porque algunas de sus novelas también se han adaptado a la pantalla (dicífiles de encontrar también). La carrera de este señor empezó en los años treinta, centrándose en el tema policiaco…pero pasado por una visión muy particular: en sus novelas no hay asesinatos demasiado truculentos o dramáticos, y en muchas ocasiones, una tragedia cotidiana esconde un problema mayor, al menos para los protagonistas. Los lugares donde se mueven sus personajes suelen ser la zona de Charenta, y como mucho, Angulema, en los que describe pueblos pequeños o ciudades al extremo de lo angustioso, donde no solo todos se conocen, sino que la impresión es de haberse quedado parados en el tiempo, sin ninguna posibilidad de avanzar.
La principal diferencia de Marcel, el de las Pompas Fúnebres, es que la acción sí que transcurre en París, pero lejos del centro y de los paisajes que todos conocen, y lo primero que deja claro el autor es que los protagonistas se mueven en una zona bastante fea, mucho más cercana a Charenta que a la Ciudad de la Luz. La historia no podría empezar de una forma más típica de la novela costumbrista: un empleado municipal de pompas fúnebres (vamos, un funcionario de toda la vida. Con el plus de transcurrir en los años 30) agoniza en su casa, velado por su familia. Sus últimos estertores son una carcajada estremecedora, y durante el velatorio y el entierro, se descubrirá que se ha producido un crimen. Pero lo interesante son los personajes que se mueven en la historia, entre lo trágico, lo costumbrista, o directamente, el humor negro: no hay detective en la historia, sino un abogado medio muerto de hambre, al que no se le ocurre otra cosa que encontrar al asesino para así ofrecerle sus servicios. Y si esto no fuera lo suficientemente marciano, uno de los empleados de la funeraria es descrito como un tipo un tanto grimoso que decora su casa con coronas de flores y fotos de entierros. Seguramente la parte del velatorio parecerá la más anacrónica para los lectores de este siglo, pero seguramente los padres de estos, o incluso, algunos de nosotros, sí recordaremos de refilón lo que era organizar un velatorio en casa.
Leslie Charteris. El hombre que no podía morir. El Santo será un personaje famoso, seguramente por la serie de Roger Moore, aunque gracias a esta novela he podido conocerlo. No sé si anda por ahí disponible en castellano, pero como nunca me llegó a interesar mucho (sigo prefiriendo a los ladrones amorales franceses. O a Diabolik, como mucho), no se me ocurrió leerlo hasta que lo encontré por ahí. El estilo es muy simple, tan simple, que en este libro vienen dos historias, en las que, aunque a la policía no le haga mucha gracia, el protagonista no duda en acabar con distintos malhechores. En el primer caso, un tipo famoso por sus actividades temerarias de las que siempre sale ileso, pero que curiosamente, fallece alguien que podría comprometer sus intereses. La segunda parte es una trama sobre suplantación de identidades con una suma de dinero de por medio. Es bastánte fácil identificar enseguida a los cuatro protagonistas fijos: Simon Templar, Patricia Holm y el inspector Teal, aunque reconozco que este libro, escrito a principios de los treinta, me pareció bastante más entrañable y divertido que, por ejemplo, las aventuras del petardo de Malko Linge. Debe ser por el tema vintage de la época. O directamente, que el que sea simple, no quiere decir que esté mal escrito.
lunes, 9 de julio de 2012
La Leyenda de la Mansión del Infierno (1972). Con este título, cualquiera alquila esa casa
Fotograma real de la película. Relacionada con la entrada al fin ¡¡Que haya regocijo!!
Lo más típico que se puede encontrar uno en una película o novela de fantasmas y casas encantadas son, además de las telarañas y los fantasmas, los propios problemas y secretos de sus protagonistas. Al menos, en las que intentan tener un poco más de profundidad (que a veces lo consiguen, y a veces no). El resto se conforman con poner a una pandilla de atontados dando vueltas hasta que se encuentren con el espectro de turno.
Por suerte, Legend of Hell House es de los primeros, y en ambos sentidos: los protagonistas vienen con su carga psicológica de serie, pero esta, al menos en la película, es bastante útil y tiene como resultado una buena historia. De entrada, es una adapción de Hell House, una novela corta de Richard Matheson (que los piratas de La factoría de Ideas publicaron con una letra a tamaño del 15 para aumentar páginas y sacarnos los cuartos) que en un principio, no se complica mucho la vida en cuanto a originalidad: un grupo de parapsicólogos de distintas ramas, desde el mas científico hasta la típica espiritista, es convocado para investigar una mansión, conocida por tener detrás una fama muy siniestra, un propietario aún peor, y ser una de las casas más embrujadas del mundo. Aunque no indaguen especialmente en esta parte, es todo un detalle que el organizador sea un millonario a punto de morir, seguramente para asegurarse que hay vida después de la muerte, o por si le toca ir al infierno de cabeza. Remordimientos de última hora, ¿eh? ¡Pues no haber sido un oligarca!
En este santo blog somos fans de los carteles setenteros
Como suele pasar con esta gente, que son unos impacientes y lo quieren todo al momento, los protagonistas tienen cinco días para realizar la investigación y presentar sus conclusiones. Estos tampoco son precisamente el colmo del equilibrio mental: el doctor Barrett no cree en otra vida, sino en energías residuales, y por algún motivo, se trae a su mujer de paquete a la investigación. Florence Tanner es una espiritista un tanto inocentona empeñada en buscar empatía con los supuestos fantasmas de la casa. Y Fischer, el único superviviente de la última investigación, es un tipo que ha decidido pasar del tema y cobrar el dinero que le han ofrecido, traumatizado como está tras ser el único superviviente de la última investigación. Y es que, aunque no se vean fantasmas, la casa tiene una preocupante tendencia a partirle la crisma, a base de soltar lámparas y tirar platos, a cualquiera que suponga una amenaza. Todos, por algún u otro motivo, presentan defectos que los hacen vulnerables e incluso, no muy simpáticos para el espectador: el científico se pasa de sobrado y condescendiente, la médium de mística y el último parapsicólogo, hasta que no empieza a hablar de lo que pasó allí, da la impresión de ser un poco más cobarde que Shaggy.
En ningún momento llegan a aparecer ningún fantasma, y la historia se construye gracias a lo que los protagonistas cuentan sobre su propietario, un tipo bastante desagradable y tirando a sádico, como enfoca cada uno la investigación y cómo, a partir de esto, se van separando por sus distintas opiniones, lo que los convierte en víctimas mucho más asequibles para lo que hay en la casa. Porque lo que es seguro, es que sí hay algo, aunque los protagonistas no tienen muy claro el qué: un campo electromagnético, varios fantasmas, o uno solo, y con muy mala leche. Incluso la resolución final está filmada de una forma muy sencilla, sin aspavientos, y esta termina de una forma bastante limpia, muy adecuada al tema de la investigación paranormal con el que el guión trabaja.
El estilo de realización es el típico de la serie B de los setenta, cosa que a mí me ha gustado: unos cuantos planos exteriores de la casa, con mucha niebla (¡y un gatico!), y el resto, decorado presentando una mansión típica de un rico de los años veinte, llena de columnas, estatuas, unas cuantas telarañas, y unas habitaciones con papel pintado rojo de bastante mal gusto, que, teniendo en cuenta la mala fama de depravación y vicio que tenía la casa y su dueño, es bastante lógico. Los actores no son muy conocidos, al menos para mí, a excepción de Roddy McDowall como Fischer. Todos ellos cumplen bien, aunque como curiosidad, tiene su gracia el que la médium, un personaje bastante inocente, se gaste una dentadura completamente amarilla típica de los fumadores. Se ve que la época de las fundas de porcelana y el blanco radiactivo estaba por llegar, pero, ¿qué fumaba esta mujer? ¿Uranio?
Dominique, nique nique..
Aunque la película es una adapción muy fiel del libro, hay unas cuantas cosas que se quedan fuera, cosa que suele pasar cuando se trabaja casi siempre con el punto de vista de los personajes y es difícil adaptar sin que la duración de la película se dispare. En algunos casos, se echa de menos, como el transfondo de la mujer del físico: esta lo acompaña por su miedo patológico a quedarse sola, lo que también la convierte en una buena víctima para la casa. Pese a tener sus momentos, no habría estado mal que le dieran algo más de cancha. Algunas otras cosas se quedaron fuera seguramente por cuestiones de presupuesto (especialmente las que implicaban mostrar todas las habitaciones de la casa), pero tampoco las echo de menos porque se trataban de alucinaciones o recuerdos de algún personaje e incluso en la novela me resultaron un poco cansinos. Por lo demás, de una buena novela de terror salió una buena versión en cine. De eso no hay queja.
sábado, 7 de julio de 2012
Fiestas, y celebraciones varias en Barrilete Cósmico
Menos mal que no son aficionados a la repostería, o las cosas se pondrían realmente feas
Hoy es un día muy especial para el Barrilete porque…¿echan una maratón de cine de zombies en la TDT? ¡No! ¿Están regalando yogur helado gratis? ¡Tampoco! ¿Libros, tal vez? Nada más lejos de la verdad aunque, ahora que lo pienso, estas tres posibilidades tampoco estarían mal del todo. En realidad el motivo del jolgorio de hoy es que Dalek está de aniversario. Y ojo, cuando me refiero a Dalek, estoy hablando de mi gata, un felino que, aunque no salga mucho en las fotos porque ella es así de modesta, siempre está cerca cuando me dedico a escribir. Generalmente, intentando bloquear el teclado o tirando papeles al suelo, pero creo que la tendencia a incordiar ya venía de serie con la especie.
El año anterior no me dio tiempo a celebrar o anunciar nada, por lo que este sería su segundo cumpleaños. Lo que, según dicen, equivale a 25 años humanos. Y teniendo en cuenta que una de sus aficiones esporádicas sigue siendo perseguirse su propia cola, empiezo a sospechar que mantiene la misma madurez y sentido común que la dueña. Por lo pronto, y visto que los gatos son bastante apañados con los regalos (con una caja vacía se entretienen), Dalek dedicará el día a otra de sus actividades favoritas:
¿Dormir? No, en realidad está representando la metáfora de la Serpiente Uróboros
Además, acabo de ver en la tele que encima, están emitiendo El gato que vino del espacio, aunque no sé si le interesará verlo. Y es que hay animales con suerte…
Sospecho que en realidad todos los gatos vienen de otro planeta
jueves, 5 de julio de 2012
Lecturas (francesas) de la semana. Que ya tardaban
Para comunicarse, con mover los bigotes les llega. Pero para pedir comida, vaya si aprenden idiomas
Ultimamente no ha habido muchas entradas dedicadas a los libros de nuestros amigos los franceses, al no conseguir juntar las suficientes para organizarlas por tema. Si lo llego a saber, hubiera retrasado esperado hasta hoy para poder incluir las setenteras aventuras de SAS.
Theodore Sturgeon. Cristal qui songe. Hay una explicación muy buena para leerse en francés el libro de un escritor americano…y es que buscarlos en un mercadillo es un poco como intentar protestar a los padres por la cena: tú te comes lo que haya, y punto. Además, al no ser una gran lectora de ciencia ficción clásica, poco sabía de este tipo y sus novelas. En el caso de Los Cristales Soñadores, la estructura es un tanto peculiar, porque pese a estar encuadrada en un género tan concreto, con esa trama sobre la existencia de unos cristales capaces de crear nuevas formas de vida, esta es más cercana a la fantasía, e incluso tiene un punto de partida más típico de una novela para niños: el protagonista es un chaval que se escapa de unos padrastros bastante malas bestias y se une a un circo de fenómenos. Allí conocerá a sus amigos, enanitos en su mayoría, y al dueño del negocio apodado El caníbal. Un tipo que, con semejante apodo, no va a esconder nada bueno. Durante los años que el protagonista pasa en el circo, se irán descubriendo que este tiene un poder bastante particular, y la existencia de los susodichos cristales, con los que el dueño del circo está obsesionado.
El conjunto, sobre todo en cuanto a los personajes y la forma de resolver la historia principal, es un poco simplota: algunos malos tienden a ser malos porque sí, el transfondo del protagonista parece un poco improvisado, y aparece una dama en peligro que poco más hace que perder la memoria y desmayarse a ratos. En este sentido, falla un poco: ¿Es una novela de ciencia ficción al uso, con sus formas de vida cristal y la creación de nuevos seres? ¿Es una fábula, con su protagonista huyendo de casa y encontrándose un circo lleno de personajes extraños? Difícil de decir, aunque reconozco que el tema de la feria ambulante es algo que, desde Something Wicked This Way Comes me parece bastante interesante.
Jean Ray. Malpertuis. Este señor belga es uno de esos escritores de terror, o más bien, de fantastique, poco conocidos, al menos últimamente: se lo publicó bastante en España, pero a día de hoy no deben quedar muestras ni en las tiendas de segunda mano (entre otras cosas, porque es donde conseguí sus libros). Aunque escribió sobre todo relatos, por aquello de trabajar para revistas populares, Malpertuis es su novela más conocida, y probablemente, la más cuidada en cuanto a narración y desarrollo de personajes. Lo mejor que se puede decir de ella es que su argumento es muy especialito, y sobre todo, original: ¿de qué otra forma podría explicarse un libro en el que se mezclan ladrones, piratas, casas encantadas, mitología clásica, y hasta un hombre lobo, y que todo ello tenga sentido? Su único defecto no es precisamente parte de la novela, sino que hay en la trama un giro final del que no es conveniente hablar, en parte porque es un golpe de efecto, y por otro lado, porque hay mucho talibán del spoiler suelto. Lo que sigue sin convencerme porque leí el libro conociéndolo y eso no evitó que lo disfrutara, sino al contrario: fue mucho más divertido irme fijando en los detalles que aparecían y en los que yo reparaba más al conocer el truco de la historia.
De todas formas, como el secretillo me lo guardo, queda el argumento: un grupo de personas se trasladan a vivir en una casa tras la muerte de su propietario, un familiar lejano de estos, por la última voluntad del moribundo: sus herederos deben vivir allí si quieren tener derecho a los bienes, y los últimos supervivientes deben contraer matrimonio. Empiezan a producirse fenómenos extraños y asesinatos todavía más extraños, pero si esto puede parecer la típica historia de suspense o de casa encantada…no lo es. La gracia de Malpertuis no es solo su historia, sus sorpresas..sino todo: el ambiente opresivo con el que se describe la casa, la impresión de irrealidad de la historia, de cada lugar que se describe, la presencia de elementos como el destino, las creencias antiguas, la fé y la superstición como parte de la narración, y sobre todo, la posibilidad que abre el autor, un poco en broma, de que la presunta mansión esté por ahí en alguna parte. Y si esto último fuera cierto, yo me mudaba pero ya.
Además, la edición belga es una maravilla, y me ha recordado un poco a las sesudas obras clásicas que publica la editorial Cátedra: tiene un formato en bolsillo y un precio muy asequible, pero incluye un análisis del libro al final de este (que es cuando realmente tienes ganas de leer una interpretación, y no que te calcen cincuenta páginas al principio) que incluye también una referencia a la versión en cine que hicieron en los setenta. Pero lo más interesante es que este, además de ser un ensayo escrito en un estilo muy asequible y nada pedante, analiza muy minuciosamente las constantes en la obra de un señor que, presuntamente, por su profesión de escritor de entretenimiento, nadie esperaría que fueran tan complejas.
lunes, 2 de julio de 2012
La novia del Diablo (1968). Christopher Lee contra el Mal
¿Qué terrible invocación estarán realizando los mininos?
Dicen que las mejores películas de la Hammer fueron las de la década de los sesenta, aproximadamente cuando terminaron de hacer sus versiones de monstruos que hasta entonces, eran patrimonio exclusivo de la Universal. Aunque en esta época aparecieron las secuelas de Frankenstein, la Momia, y varias decenas de Drácula, una de sus mejores películas no tiene nada que ver con ninguno de ellos.
Cuando los carteles de cine eran todo un arte..
The Devil Rides Out está basada en una novela de los años 30 de Dennis Wheatley, un escritor de la época especializado en sacar librillos de suspense y misterio. Esta en concreto circula por Internet y ya la tengo guardada para ratos muertos, que para eso se inventaron los ebooks. Cuenta la historia de un noble, interpretado por Christopher Lee en uno de sus pocos papeles de héroe, que debe salvar al hijo de un amigo de una secta satánica. Aunque el acompañante del protagonista crea que su fundador no es más que un timador, está bastante equivocado, y Mocata, el líder, además de tener un nombre bastante ridículo, se gasta unos poderes mágicos bastante peligrosos para los protagonistas. A partir de entonces, estos tendrán que ocuparse no solo del incauto chaval, sino de otra víctima de la secta e incluso salvar a la hija de unos familiares por el camino. Ya nos podemos imaginar que las sectas malvadas son bastante aficionadas a sacrificar infantes…
El argumento, visto a día de hoy, es muy clásico: está ambientado en los años 30, igual que el propio libro, y aprovecha bastante bien los escenarios que ofrece el campo inglés y sus mansiones. La novela está adaptada todo lo bien que se pudo con un presupuesto limitado, porque por lo visto, había una parte del libro que incluía una persecución por Europa y que era un poco difícil de representar a golpe de decorados. El estilo es también el de las novelas de aventuras populares de la época: los personajes son todos gente bien, el protagonista es un ocultista aficionado que lo mismo sabe de sectas, que organiza un ritual para defenderse de los adoradores de Satán. Y los personajes, aunque estereotipados, cumplen muy bien su papel en un guión de suspense: un par de chavales en peligro, familiares cercanos, y el amigo del protagonista, un hombre más de acción que este último que sin embargo, no pone en duda ninguno de los métodos de este. Tal y como lo llevan, no es nada malo, porque el resultado es una buena película de terror, quizá para los cánones de hoy muy descafeinada, pero para los que nos gusta la Hammer, es de lo mejorcito. Y eso que no sale Peter Cushing, cosa que para mí le resta puntos.
A nivel de realización, también cumple, aunque hay que tener en cuenta las limitaciones y el tema de efectos especiales: teniendo como antagonista a un tipo con poderes, no queda otra que demostrarlo, cosa que algunas veces consiguen bastante bien, a base de trucos muy sutiles, como el que este sea capaz de invocar una niebla o volver opaco el cristal de un coche. A otras escenas, en cambio, se le notan más los efectos especiales artesanales, como el juego de tamaños para hacer aparecer una araña gigante, o en el peor de los casos, la ceremonia satánica con la aparición de un Baphomet un poco de atrezzo. Hay quien considera esto pobretón, pero teniendo en cuenta la película, el año, y sobre todo, la aparición de grandes como Christopher Lee o Charles Gray, que llenan la pantalla, a mí me parece hasta entrañable.
¡Somos una secta!
Quizá el detalle que ha envejecido peor es el tema de la magia negra enfocado desde el punto de vista del satanismo: a día de hoy, por mucho que se empeñen, un tipo invocando al demonio y otro deteniéndolo a base de crucifijos no da mucho miedo. Quizá sea porque en estos tiempos quedan más inquietantes los bichos de Lovecraft, que si nos ponemos puristas, no hay símbolo que los pare, o que el demonio y la iglesia dejó de dar miedo en los setenta. Y probablemente, lo más cómico de esto sean los trajes ceremoniales de la secta: en los sesenta tendrían su pase, pero hoy es muy difícil que nadie pueda ver a un tipo con una túnica hasta los pies de color morado sin recordar el chiste de la Batamanta.