Fotograma real de la película. Relacionada con la entrada al fin ¡¡Que haya regocijo!!
Lo más típico que se puede encontrar uno en una película o novela de fantasmas y casas encantadas son, además de las telarañas y los fantasmas, los propios problemas y secretos de sus protagonistas. Al menos, en las que intentan tener un poco más de profundidad (que a veces lo consiguen, y a veces no). El resto se conforman con poner a una pandilla de atontados dando vueltas hasta que se encuentren con el espectro de turno.
Por suerte, Legend of Hell House es de los primeros, y en ambos sentidos: los protagonistas vienen con su carga psicológica de serie, pero esta, al menos en la película, es bastante útil y tiene como resultado una buena historia. De entrada, es una adapción de Hell House, una novela corta de Richard Matheson (que los piratas de La factoría de Ideas publicaron con una letra a tamaño del 15 para aumentar páginas y sacarnos los cuartos) que en un principio, no se complica mucho la vida en cuanto a originalidad: un grupo de parapsicólogos de distintas ramas, desde el mas científico hasta la típica espiritista, es convocado para investigar una mansión, conocida por tener detrás una fama muy siniestra, un propietario aún peor, y ser una de las casas más embrujadas del mundo. Aunque no indaguen especialmente en esta parte, es todo un detalle que el organizador sea un millonario a punto de morir, seguramente para asegurarse que hay vida después de la muerte, o por si le toca ir al infierno de cabeza. Remordimientos de última hora, ¿eh? ¡Pues no haber sido un oligarca!
En este santo blog somos fans de los carteles setenteros
Como suele pasar con esta gente, que son unos impacientes y lo quieren todo al momento, los protagonistas tienen cinco días para realizar la investigación y presentar sus conclusiones. Estos tampoco son precisamente el colmo del equilibrio mental: el doctor Barrett no cree en otra vida, sino en energías residuales, y por algún motivo, se trae a su mujer de paquete a la investigación. Florence Tanner es una espiritista un tanto inocentona empeñada en buscar empatía con los supuestos fantasmas de la casa. Y Fischer, el único superviviente de la última investigación, es un tipo que ha decidido pasar del tema y cobrar el dinero que le han ofrecido, traumatizado como está tras ser el único superviviente de la última investigación. Y es que, aunque no se vean fantasmas, la casa tiene una preocupante tendencia a partirle la crisma, a base de soltar lámparas y tirar platos, a cualquiera que suponga una amenaza. Todos, por algún u otro motivo, presentan defectos que los hacen vulnerables e incluso, no muy simpáticos para el espectador: el científico se pasa de sobrado y condescendiente, la médium de mística y el último parapsicólogo, hasta que no empieza a hablar de lo que pasó allí, da la impresión de ser un poco más cobarde que Shaggy.
En ningún momento llegan a aparecer ningún fantasma, y la historia se construye gracias a lo que los protagonistas cuentan sobre su propietario, un tipo bastante desagradable y tirando a sádico, como enfoca cada uno la investigación y cómo, a partir de esto, se van separando por sus distintas opiniones, lo que los convierte en víctimas mucho más asequibles para lo que hay en la casa. Porque lo que es seguro, es que sí hay algo, aunque los protagonistas no tienen muy claro el qué: un campo electromagnético, varios fantasmas, o uno solo, y con muy mala leche. Incluso la resolución final está filmada de una forma muy sencilla, sin aspavientos, y esta termina de una forma bastante limpia, muy adecuada al tema de la investigación paranormal con el que el guión trabaja.
El estilo de realización es el típico de la serie B de los setenta, cosa que a mí me ha gustado: unos cuantos planos exteriores de la casa, con mucha niebla (¡y un gatico!), y el resto, decorado presentando una mansión típica de un rico de los años veinte, llena de columnas, estatuas, unas cuantas telarañas, y unas habitaciones con papel pintado rojo de bastante mal gusto, que, teniendo en cuenta la mala fama de depravación y vicio que tenía la casa y su dueño, es bastante lógico. Los actores no son muy conocidos, al menos para mí, a excepción de Roddy McDowall como Fischer. Todos ellos cumplen bien, aunque como curiosidad, tiene su gracia el que la médium, un personaje bastante inocente, se gaste una dentadura completamente amarilla típica de los fumadores. Se ve que la época de las fundas de porcelana y el blanco radiactivo estaba por llegar, pero, ¿qué fumaba esta mujer? ¿Uranio?
Dominique, nique nique..
Aunque la película es una adapción muy fiel del libro, hay unas cuantas cosas que se quedan fuera, cosa que suele pasar cuando se trabaja casi siempre con el punto de vista de los personajes y es difícil adaptar sin que la duración de la película se dispare. En algunos casos, se echa de menos, como el transfondo de la mujer del físico: esta lo acompaña por su miedo patológico a quedarse sola, lo que también la convierte en una buena víctima para la casa. Pese a tener sus momentos, no habría estado mal que le dieran algo más de cancha. Algunas otras cosas se quedaron fuera seguramente por cuestiones de presupuesto (especialmente las que implicaban mostrar todas las habitaciones de la casa), pero tampoco las echo de menos porque se trataban de alucinaciones o recuerdos de algún personaje e incluso en la novela me resultaron un poco cansinos. Por lo demás, de una buena novela de terror salió una buena versión en cine. De eso no hay queja.
En la cantidad de películas que ha salido Roddy McDowall.
ResponderEliminar¡El cartel de la peli es clavaíco al de la Mansión de los Cthulhu! Y en fin, niños, así es como el género de casas encantadas ha derivado de pelis con encanto como estas a bodrios del nuevo milenio como 13 Fantasmas o The Haunting.
ResponderEliminarParece que el autor de la novela es también el encargado de la adaptación del guión. Eso suele ser una señal inmejorable. ¿En el libro se resalta también la ambigüedad sobre si lo que hay son fantasmas u otro fenómeno?
ResponderEliminarHoy echaban en la sexta3 otra de casas encantadas, Darkness. Los efectos muy manidos y torpes, pero hacia el final la peli toma su propia personalidad y se salva, aparte de ser razonablemente desasosegadora que debe ser uno de los fines últimos de las pelis de fantasmas.
Satrian: Se ve que de hambre no moría, no.
ResponderEliminarNof Low: a mí La mansión de Cthulhu me despertaba curiosidad por el título...después me enteré de qué iba y decidí no verla.
Y, bueno, 13 Fantasmas tiene gracia si tienes 12 años y te gustan los monstruos cosa mala, porque para otra cosa no sirve. La versión nueva de the Haunting es de juzgado de guarda y la antigua...bueno, igual me arriesgo a lapidación pública, pero me gusta más Hell House que la de Robert Wise. Debe ser que tiene más vidilla que una neurótica atormentándose todo el rato.
Ex Nihilo: no, en el libro está claro que lo que hay es un encantamiento como la copa de un pino. Otra cosa es que los investigadores ni tienen ni idea de cuantos fantasmas o cuales.
Darkness la vi en cine, la idea está bien pero me pareció una resolución un poco mareante: ¡venga grito!¡venga cámara zumbona! Estuve a punto de salir mareada y asqueada..
Y voy a tener que aclararme un poco con La sexta 3 porque antes los martes era la noche del cine de terror (repetido hasta la saciedad, pero terror al fin y al cabo).
Pues anunciaron que los martes es la noche de la Espada y Brujería y creo que por tanto hoy echan "El Señor de las Bestias" (la entrañable peli de Don Coscarelli con Marc Singer y los hurones como "familiares").
ResponderEliminarExacto, lo malo de Darkness son los efectos epilépticos y también, para mí, que no sale de los clichés del género (con los niños en el pasillo y tal pascuala). Ya al final, pues crea su identidad (¡aunque durante 2 minutos la película tome ritmo de thriller! :O). ¡Y además sale Iain Glen!
ResponderEliminarPor otra parte había muchos planos de detalle (grifos, columpios en slow motion...) que a mí, en una peli de fantasmas clásica ni me van ni me vienen mucho. Más propios del terror japonés.
Darkness tenía el punto bueno de que en la época, parecía una película un poco distinta de las plastas que solían llegar a los cines. Lo malo, claro, los efectos de sonido y el mareo generalizado.
ResponderEliminarLa de El señor de las bestias ya había tomado nota. Cuando les da a los de la Sexta por hacer estas sesiones de cine ochentero/frikoso, no les hago ascos.
Me la apunto!!! Tiene una estética maravillosa y este actor Roddy McDowall, es verdad que ha salido en infinidad de películas y series sobre crímenes. Tengo que reconocer que no sabía su nombre, pero a él lo recuerdo muy bien. Es curioso, pero hay algunos actores que siempre están y me parece lo ideal, no les falta trabajo, pero tampoco parecen sufrir los inconvenientes de ser perseguidos por la prensa. Hacen lo que les gusta, pero sin sus inconvenientes. Bueno, en principio parece así, luego habrá de todo, claro.
ResponderEliminarY con el gatito negro!! Aunque no me gusta que los saquen violentos. Si ellos si los dejas en paz son tan divinos y tranquilitos.
Besos!
Ana.
Lo que me gustó de la película es que salían todos actores muy poco reconocibles, de esos que a lo mejor de hartas de ver en un montón de cosas de los setenta y no reparan. Lo cierto es que cumplen todos muy bien, y este tipo de películas no suelen pedir caras conocidas ni estrellas (cuando salen, pasan cosas como la versión nueva de The Haunting. Dios mío).
ResponderEliminarLa escena que corresponde al gato negro, vista hoy, me resultó un poco cómica: no solo entra en la habitación con toda su placidez gatuna (despacito, y con el rabo en punta, como suelen ir), sino que lo sustituyen por un muñeco que la actriz se dedica a menear como si fuera un fiero animal poseído. Yo es que a los gatos diabólicos no soy capaz de creérmelos.