jueves, 12 de julio de 2012
Lecturas de la semana. Lo que me encontré en el cajón de Todo a Euro.
Aunque tengo un ebook desde hace algunos meses, y es bastante útil para las novelas de principios de siglo que han subido a la red, o en el peor de los casos, para los libros nuevos que la gata busca sin mi permiso (ejem), sigo siendo fan del papel, especialmente en dos casos:
a) Cuando en la biblioteca ponen para regalo los últimos expurgos (que por cierto, los de este mes han sido cutrísimos. Nada menos que un manual de Windows 95 y una guía para estudiar en el extranjero del año 97)
b) Cuando los encuentras a un precio absurdo, al extremo de poder salirte más caro tomar un café con leche que comprar el libro en cuestión. Además, en Internet tampoco se puede decir que esté todo de todo, y más de una vez he topado con libros que por mucho que buscara, no había copia digital por ninguna parte.
Pierre Véry. M. Marcel, el de las pompas fúnebres. Véry es uno de esos casos en los que la red parece no haber pasado por sus archivos. Hace algún tiempo había leído una de sus novelas, Goupi Manos Rojas en París, y aunque me había gustado, no ví yo que se prodigara mucho fuera del papel impreso, o incluso del cine, porque algunas de sus novelas también se han adaptado a la pantalla (dicífiles de encontrar también). La carrera de este señor empezó en los años treinta, centrándose en el tema policiaco…pero pasado por una visión muy particular: en sus novelas no hay asesinatos demasiado truculentos o dramáticos, y en muchas ocasiones, una tragedia cotidiana esconde un problema mayor, al menos para los protagonistas. Los lugares donde se mueven sus personajes suelen ser la zona de Charenta, y como mucho, Angulema, en los que describe pueblos pequeños o ciudades al extremo de lo angustioso, donde no solo todos se conocen, sino que la impresión es de haberse quedado parados en el tiempo, sin ninguna posibilidad de avanzar.
La principal diferencia de Marcel, el de las Pompas Fúnebres, es que la acción sí que transcurre en París, pero lejos del centro y de los paisajes que todos conocen, y lo primero que deja claro el autor es que los protagonistas se mueven en una zona bastante fea, mucho más cercana a Charenta que a la Ciudad de la Luz. La historia no podría empezar de una forma más típica de la novela costumbrista: un empleado municipal de pompas fúnebres (vamos, un funcionario de toda la vida. Con el plus de transcurrir en los años 30) agoniza en su casa, velado por su familia. Sus últimos estertores son una carcajada estremecedora, y durante el velatorio y el entierro, se descubrirá que se ha producido un crimen. Pero lo interesante son los personajes que se mueven en la historia, entre lo trágico, lo costumbrista, o directamente, el humor negro: no hay detective en la historia, sino un abogado medio muerto de hambre, al que no se le ocurre otra cosa que encontrar al asesino para así ofrecerle sus servicios. Y si esto no fuera lo suficientemente marciano, uno de los empleados de la funeraria es descrito como un tipo un tanto grimoso que decora su casa con coronas de flores y fotos de entierros. Seguramente la parte del velatorio parecerá la más anacrónica para los lectores de este siglo, pero seguramente los padres de estos, o incluso, algunos de nosotros, sí recordaremos de refilón lo que era organizar un velatorio en casa.
Leslie Charteris. El hombre que no podía morir. El Santo será un personaje famoso, seguramente por la serie de Roger Moore, aunque gracias a esta novela he podido conocerlo. No sé si anda por ahí disponible en castellano, pero como nunca me llegó a interesar mucho (sigo prefiriendo a los ladrones amorales franceses. O a Diabolik, como mucho), no se me ocurrió leerlo hasta que lo encontré por ahí. El estilo es muy simple, tan simple, que en este libro vienen dos historias, en las que, aunque a la policía no le haga mucha gracia, el protagonista no duda en acabar con distintos malhechores. En el primer caso, un tipo famoso por sus actividades temerarias de las que siempre sale ileso, pero que curiosamente, fallece alguien que podría comprometer sus intereses. La segunda parte es una trama sobre suplantación de identidades con una suma de dinero de por medio. Es bastánte fácil identificar enseguida a los cuatro protagonistas fijos: Simon Templar, Patricia Holm y el inspector Teal, aunque reconozco que este libro, escrito a principios de los treinta, me pareció bastante más entrañable y divertido que, por ejemplo, las aventuras del petardo de Malko Linge. Debe ser por el tema vintage de la época. O directamente, que el que sea simple, no quiere decir que esté mal escrito.
Y qué portadas tan maravillosas, sobre todo la de POMPAS FÚNEBRES. Cuando veo este tipo de novelas siempre me viene a la cabeza una señora de unos cincuenta y tantos o sesenta, hace muchos años, que ante una mesa expositora del Corte Inglés en la que se ofrecían libros a muy bajo precio, entusiasmada cogía libro tras libro hasta llenarse los brazos. Asombrada la estuve observando y nunca olvidaré su cara de absoluta felicidad. La mayoría eran libros con este tipo de portadas. Yo por entonces buscaba los de Agatha Christie, los antiguos de la editorial Molino que me gustan muchísimo.
ResponderEliminarLa novela de POMPAS FÚNEBRES me parece ideal para una tarde en la piscina. Un contraste que me encanta. Tiene unos toques extraños que me atraen mucho. El empleado de la funeraria me ha recordado a unas señoras que hay en mi pueblo que van a todos los entierros, conozcan o no al fallecido o a su familia, ellas van a todos. La última vez que estuve en uno, muy a mi pesar, una amiga lo comentó y nos pusimos a mirar y, en efecto, allí estaban...
La segunda novela del Santo me ha traído también muchos recuerdos, pero me vas a dedicar ya una grosería y lo dejo para otra ocasión. Me gusta mucho lo que dices, que una novela que sea simple no significa que esté mal escrita, estoy muy muy de acuerdo!!
Por cierto, la que está leyendo el gatito debe estar genial!!
Besos!
Ana.
El libro de Pierre Véry se llama en realidad M. Marcel, el de las Pompas fúnebres. Tuve que escanear la portada porque no encontraba ninguna imagen decente, pero no salió toda, y por pura pereza, no lo repetí. Al margen del error, sí que son unos libros muy para leer en verano, cortitos pero con mucho contenido: Véry era todo un especialista en retrartar ambientes claustrofóbicos con mucho humor negro.
ResponderEliminarY a día de hoy, todavía recuerdo con nostalgia los saldos que solía organizar el Corte Inglés: desde los policiacos de Bruguera, hasta la colección de fantasía de Martinez Roca. Lástima que me perdiera en ellos verdaderas genialidades por carecer de información sobre el género fantástico, que sí tengo hoy ¡y después dicen que Internet reduce la lectura! Más bien la fomenta..
Lo de las señoras en los entierros es todo un clásico, especialmente en pueblos pequeños. Yo conozco a unas cuentas, y seguramente para la gente más joven hoy, esto les parecerá una extrañeza. A los más mayores, no tanto.
Fea fea no es la zona de Poitou-Charentes, pero el paisaje sí es un poco aburrido.
ResponderEliminarPersonalmente soy fan del papel SIEMPRE. Otra cosa es que a veces las limitaciones económicas me hagan... ¡tener que leer pdfs del ordenador!
¿El gato de la primera imagen es de verdad o es un peluche?
La imagen que da Véry de la zona es un poco de provincia cerrada llena de pueblerinos de mirada inquietante, pero siendo de los años 30 a 50, tampoco es valorable.
ResponderEliminarSi la página de la que saqué el gato no engaña, es de verdad. En este blog no usamos dobles gatunos.
Y sí, el papel tiene la ventaja de no quedarse sin batería, pero si no fuera por el ebook, no podría leer ni la mitad de Thomas Ligotti (ni varios cientos de obras magnas de la infraliteratura).