No hagas caso de lo que dice el ratón, que son una raza muy falsa
Willard, o La revolución de las ratas (en España otra cosa no, pero hacer títulos molones sí que sabemos), es una película de los setenta, hoy un poco olvidada, que volvió a sonar por el remake que se hizo en 2003. Aunque se englobe dentro del cine de terror, por la ambientación un tanto a lo Psicosis y el tema de las ratas, resulta un poco más difícil de clasificar una vez vista.
Un tipo con aspecto de El pueblo de los malditos sostiene en su hombro a una rata bizca. Y después hablan de los cartelistas polacos
La historia empieza con su protagonista, un Bruce Davidson que oscila entre lo frikito y lo mono, saliendo de su deprimente trabajo para llegar a su todavía más deprimente casa. Y es que el chico no es muy afortunado precisamente: el socio de su padre le levanta el negocio, obligándolo a trabajar como oficinista por caridad. Vive en la casa familiar, que se cae a pedazos, su jefe intenta malcomprársela y tiene la espada de Hacienda (o su equivalente americano) pendiendo sobre su tejado. Su madre es una figura decrépita y un tanto posesiva, y los amigos de sus padres, aficionados a dar consejos y arreglar la vida de los demás, son lo más desagradable que nadie podría encontrar en su casa. En resumen, el protagonista es un pringado en toda regla, pero de esos que acaban cayendo simpáticos por las circunstancias que los sobrepasan.
No es de extrañar que, tras un día particularmente malo, acabe sintiendo simpatía por la rata a la que tenía que matar, llegando a tenerla como mascota. A partir de este cambio, el número de ratas se irá multiplicando, mientras que el protagonista les enseña distintos trucos y traba especial amistad con Sócrates y Ben, dos ratas blancas y negras, más inteligentes que la media. Al aumentar el número de faenas que el protagonista tiene que soportar, este decide utilizar las ratas para fines malvados, empezando por fastidiar una fiesta de su jefe, entrar a robar, e incluso, ordenarles que maten a alguien, aunque no por convertirse en un personaje negativo, sino por venganza.
Si tuviera un gatico, no le pasarían estas cosas
La película me resultó un tanto rara: no me llega a parecer una de terror al uso, ni de monstruos, por las ratas, ni de locos, por el protagonista, que se presenta en todo momento digno de simpatía, frente a los desplantes y abusos que sufre sin poder hacer nada. Algunas de las mejores secuencias son las correspondientes a la casa, la madre de Willard (Elsa Lanchester ¡¡La novia de Frankenstein!!), y sobre todo, los amigos de la familia, que en el poco tiempo que tienen en pantalla, consiguen escenas tan siniestras como la fiesta de cumpleaños de Willard o el velatorio de su madre, que funcionan mucho mejor como elemento negativo que las propias ratas.
Como decían en El Informal: ¡¡Inquietante!!
Con el argumento un poco escaso del Willard original, el remake del 2003 optó por hacer una película con más ambientación, recreando una casa familiar más victoriana y decrépita, y una oficina anticuada y un tanto siniestra. Frente a un Willard mucho más normal y apocado, optaron por Crispin Glover, dándole un aspecto bastante más siniestro e intemporal, tirando de corbatas, abrigos y kilos de gomina. Los amigos de la familia desaparecen y Laura Elena Harling hace una aparición como la chica de la oficina. La idea habría sido volver la historia mucho más claustrofóbica y centrarse más en la soledad del protagonista, pero no funciona muy bien: el personaje de Crispin Glover es más pringado que inquietante, y pese a toda la ambientación interesante, la película se queda muy coja respecto a lo que quieren contar.