Wes Craven fue junto a Carpenter, Tobe Hooper y Raimi, un director que acompañaría a los aficionados al cine de terror durante los ochenta y parte de los noventa. Uno de esos realizadores que si bien queda un poco a la sombra de su saga más conocida, Pesadilla en Elm Street, y ya en los noventa, mediante la revisión de los tópicos del slasher con Scream, cuenta en su carrera con películas tan perturbadoras, destacables o clásicas como La última casa a la izquierda, Las colinas tienen ojos o La serpiente y el arco iris. Y también alguna floja, o considerada así en comparación a las anteriores. Y es que tanto La cosa del pantano (bueno, a esta hay que ponerle ganas), como Vuelo nocturno, siguen siendo igual de divertidas e incluso, una rareza mal interpretada por el público. Como una producción que a principios de los noventa, merece las mismas oportunidades, o más, que cualquier secuela de Scream.
El sótano del miedo, inspirada de forma muy libre en un caso real, como ya había hecho con Pesadilla en Elm Street, cuenta como Dexter, un niño apodado Loco en referencia a uno de los arcanos del Tarot, asiste impotente al cercano desalojo de su familia y a la enfermedad de su madre. Animado por uno de los vecinos del barrio, quien necesita un cómplice que pueda pasar desapercibido a la hora de cometer un delito, se cuelan en la casa de sus caseros, sobre los que se circulan rumores siniestros y de los que también se asegura que guardan en su hogar una valiosa colección de monedas antiguas. Unos propietarios, en apariencia una pareja un tanto conservadora y desconfiada del entorno que les rodea, que esconden en su sótano algo mucho peor que el dinero obtenido mediante la avaricia y la explotación de los más desfavorecidos.
Según asegura Craven, su fuente de inspiración sería una noticia donde se revelaba la existencia de un matrimonio que había encerrado a sus hijos durante años. Quizá, algo anecdótico, porque no sería hasta un par de años después cuando se descubriría el sótano de los horrores de Fred y Rosemary West, que todavía le da mil vueltas al punto de partida de su guion (después llegarían los 2010, Kampusch, Amstetten, y ya dejamos de esperar nada bueno de la humanidad). Pero en realidad lo que está mucho más presente es la crítica social que este a menudo incluía en sus guiones. Este muestra los primeros efectos de la especulación, mediante un edificio ruinoso sobre el que sus propietarios no dudan en imponer cláusulas abusivas hasta que no de más de sí y pueda ser vendido a un fondo inmobiliario. Los responsables de la situación son una pareja caracterizada de forma impecable con atuendos de los años cincuenta, década primero idealizada que pasó después a representar lo peor de la doble moral, la avaricia y la p paranoia, pero que tras su aspecto clásico, esconde un secreto que va más allá de la codicia. El trato a su presunta hija en los primeros minutos, los niños, robados y ocultos en el sótano, desechados al no ser lo que estos querían, algo tan propio de la mentalidad conservadora como la tenencia de armas o ese detalle cargado de humor negro como es el grotesco traje sadomaso que Padre, dado que nunca se da el nombre de ambos, guarda en su cuarto y utiliza para dar caza al protagonista y a los niños del sótano.
Otro aspecto, uqizá el que hizo que no fuera de las producciones mejor recibidas e Craven, es el tono de esta. Concebida más como un cuento de hadas moderno que como una película de terror realista, esta emplea diversas referencia a este tipo de narración. El protagonista, además de su apodo, cuenta con una hermana “bruja”, o en su versión actual, lectora de tarot. La pareja de antagonistas es descrita, y caracterizada, como dos ogros, incluyendo el detalle de comer carne humana, tanto en su sentido metafórico (su sustento es la gente) como el literal. La distribución de la casa es similar a la de una fortaleza, incluso con la aparición de un foso, o estanque en esta versión. Un planteamiento que si bien está presente desde los primeros minutos del metraje, su ejecución resulta algo torpe con un desenlace en el que el enfrentamiento final se soluciona mediante una carga de explosivos, de nuevo, más propia del cartoon que del tono oscuro que buscaban, y un cierre con una pieza musical hiphop que resulta bastante fuera de lugar en comparación a la atmósfera que habían intentado mantener hasta entonces.
El sótano del miedo, más que una película fallida, es una producción menor de Craven. Hoy, todavía más recuperable al plantear temas que se utilizarían en el terror moderno, de forma muy similar a Barbarian, aunque con un enfoque este último más realista. Aunque, a estas alturas, todos odiamos a los especuladores inmobiliarios ¡no hace falta que nos convenzan con el añadido tenebrista!
Hace ya bastantes años que la vi y no recuerdo demasiado de ella salvo la sensación de estar ante una obra menor de Craven. Un poco en la línea de Shocker, 100.000 voltios de terror y Amiga mortal, pelis que no están mal y que son entretenidas pero que tampoco se las puede considerar obras maestras. La serpiente y el arco iris sigue siendo mi favorita del director y por culpa de Aguas Turbias siempre la asocio con El corazón del ángel.
ResponderEliminarCandyman ya nos enseñó a odiar la gentrificación. Ahora falta un nuevo movimiento en España contra la masificación turística. El único guiri bueno es el que se queda en casa xD.
Aunque fuera flojita, a todos nos hizo gracia Veneciafrenia por lo hasta arriba que estamos ya del modelo turístico. O empezamos a tirar un poco de recibirlos con folk horror, o nos comen XD .
ResponderEliminarAunque es una película menor, esta me gustó mucho por como la había enfocado a modo de cuento. La verdad es que le tengo más aprecio que a toda la saga de Scream, por mucho que se hiciera famosa por los juegos referenciales.