jueves, 27 de junio de 2024

John Langan. Bocadaver y otras autobiografías. Vidas poco corrientes

 


Aunque  todavía parezca que hace muy poco las estanterías de la sección de fantástico y terror se limitaban a  las hileras de copias de King y  Koontz (este ultimo, trasladado  a la parte de atrás de las baldas de las tiendas de segunda mano), el cambio de siglo, de  te4ndencias  narrativas y de generación de escritores se  dio hace mucho más tiempo. Laird Barron, Stephen  Jones o Paul Tremblay tienen ya suficientes novelas a sus espaldas para ser escritores consagrados.  Que fueran publicados  en España especialmente gracias a editoriales más de nicho y arriesgadas, era solo cuestión de tiempo. En gran parte, gracias a La biblioteca de Carfax,  quien no solo se encargó de traer los  slashers de Stephen  Jones sino de recuperar a Barron desde que hace  años Valdemar publicar El rito. E incluso probar, primero con la novela, y después  con una colección de relatos, con uno de sus colegas. Cuya  vida quizá no sea tan peculiar como la del señor tuerto de Alaska, pero también representativa de una hornada de terror nacida a partir del 2009,  donde la  disparidad de temas (desde  el weird hasta el costumbrismo, pasando por el horror cósmico) no impide que  gran parte de estos, habiendo comenzado en publicaciones independientes, se conozcan entre si de una forma que hace imposible  no pensar en H. P. L.  y sus colegas.  Al menos, los años veinte “malos” y las redes sociales algo positivo han aportado.


Bocadaver y otras autobiografías  es una colección de once cuentos donde Langan aborda lo monstruoso, el cuento lovecraftiano, los vampiros e incluso los fantasmas o las líneas temporales alternativas. Narraciones que, pese a lo dispara en apariencia c por sus temas, tienen en común  una inspiración  biográfica que el propio Langan reconoce y explica en el postfacio. Aunque él mismo bromea  con el hecho de que ninguna de estas fuentes de inspiración llegara a un resultado tan dramático como sus cuentos. Aún sin  las notas posteriores, sesta carga personal puede seguirse a  lo largo del libro: las referencias a la figura paterna y el trabajo de este,  la ascendencia escocesa de sus padres, que a empleará en  los cuentos con mayor componente de horror folk y  tradición celta. Ay sí como  referencias a actividades como la pesca (a a la que su hijo es aficionado) e incluso su amistad con Laird Barron, quien  aparece como protagonista, de forma muy poco  velada, en El ancla. Y el hecho de que Langan no solo se ocupara de él cuando estuvo a punto de fallecer hace varios meses sino que  lo hubiera alojado en su casa durante años, demuestra que, o bien este tipo e es el mejor amigo que uno puede tener, o  Barron lleva una racha pésima.

Esta presencia de aspectos familiares  casi comunes a la vida de cualquiera  como pueden ser recuerdos de juegos, fallecimientos de familiares, o el mero hecho de envejecer, hace que los cuentos tenga un ritmo muy pausado, pero también muy cercano, cuya emotividad  e importancia de  los retazos de la vida de sus protagonistas  hacen que el enfoque sea muy similar a l de  Stephen  King a la hora de reflejar lo cotidiano y como  puede  verse alterado en cualquier momento.

Una premisa que comienza con  Kore, en una inofensiva casa del terror  para los niños del barrio en  el que la mujer del narrador juega un papel extraño, o en la venganza sobrenatural o no, que e l protagonista  de Monstruos  caseros puede llevar a cabo  ante ese amigo un tanto nefasto que todos hemos tenido en un momento de la infancia. Esta aparición de los extraño aumenta en cada relato, donde comienza a aparecer referencia a los mitos de Cthulhu  como en Las fauces abiertas de Caribdis o  entrando de lleno en la fantasía oscura y la mitología,  inventada por él, en este caso. Es a partir de Sombra y sed, el cuento más dinámico, en el que aparecen también referencia a esa mitología propia (la ciudad  al lado de un océano negó y sus guardianes) que se repetirá en  Vigilando a los cuervos, el suplemento, y en su novela El pescador.


Lovecraft será también una de las referencias que aparecen  en los cuentos. El libro  es en realidad una colección de piezas publicadas en antologías temáticas, varias de ellas a cerca de los Mitos de Cthulhu. Pero  su interpretación del horror cósmico queda muy lejos del pastiche y resulta  una aproximación muy depurada, en la que se queda con lo esencial y reinterpreta los elementos lovecraftianos de una forma muy abstracta, como en ese Innsmouth oculto en los pliegues de la realidad o una reinterpretación  de la aportación a las criaturas de los Mitos que hiciera Ramsey Campbell con su ciclo del valle del Severn, donde la aparición de Glaaki es mucho más elaborada que la mera descripción de monstruos. Y,  que en el relato que da título a la recopilación mezclará  esa presencia del horror cósmico y las referencias a las creencias mitológicas, así como al elementos que resulta  común a gran parte de estos cuentos: la familia, o más bien, los sentimientos ligados a esta (lealtad, protección, amor o la capacidad de sacrificio).

Aunque sea esta concepción del terror algo que se convierte en el hilo principal de los cuentos, el enfoque de este es muy distinto al que podría haber tenido  en los inicios de su concepción con Lovecraft, o el que harán Ligotti, Padgett o Mark Samuels: los personajes de  Langan no son esbozos anónimos sino personas de carne y hueso, con vidas y familia  de la que preocuparse, y sobre todo, seguir luchando aunque eso suponga su sacrificio o verse condenados a repetir eternamente una confrontación que evite el avance de un final inevitable. Un enfoque que  parece absurdo en un concepto tan despiadado como el terror cósmico, pero que hace que sus personajes,  por pequeña que sea la oportunidad, decidan sacrificarse ante el morador de una torre surgida de la nada, luchar una y otra vez contra  un guardián de naturaleza mística o  frenar la encarnación debilitada de un dios que hace milenios recorría las tierras de Escocia. E incluso, plantearse si no merece la pena perderlo todo para poder atisbar lo que puedo haber sido en otra vida. Situación  que se refleja en Sombra y  sed, El ancla,  Bocadaver  o el suplemento, pero que también estarán presentes, en mayor o menor medida, en el resto de cuentos.

Bocadaver y otras autobiografías por el momento, el segundo libro   de Langan que ha publicado  La biblioteca de Carfax, es todavía una muestra pequeña de lo que  puede ofrecer. Con una novela inédita  en el país y otras tres antologías, junto a lo que todavía tiene que contar, espero que pueda verse traducido con más frecuencia.

jueves, 20 de junio de 2024

El sótano del miedo (1991). All landlords are psychos

 

Wes Craven fue junto a  Carpenter, Tobe Hooper y Raimi, un director que  acompañaría a los aficionados al cine de terror durante los ochenta y parte de los noventa.  Uno de esos  realizadores que si bien queda un poco a la sombra de su  saga  más conocida, Pesadilla en  Elm Street, y ya en los noventa, mediante la revisión de los tópicos del slasher con Scream, cuenta en su carrera con películas   tan perturbadoras, destacables o clásicas como La última casa a la izquierda, Las colinas tienen ojos o La serpiente y el arco iris. Y también alguna floja, o considerada así  en comparación a las anteriores. Y  es que tanto   La cosa del pantano (bueno, a esta hay que ponerle ganas), como Vuelo nocturno, siguen siendo  igual de divertidas e incluso, una rareza mal interpretada por el público. Como una producción que a principios de los noventa,  merece las mismas oportunidades, o más, que cualquier secuela de Scream.


El sótano del miedo, inspirada  de forma muy libre en un caso real, como ya había hecho con  Pesadilla en Elm Street, cuenta como Dexter, un niño apodado Loco en referencia a uno de los arcanos del Tarot, asiste  impotente al cercano desalojo de su familia y  a la enfermedad de su madre. Animado por uno de los vecinos del barrio,  quien necesita un cómplice que pueda pasar desapercibido a la hora de cometer un delito, se cuelan  en  la casa de sus caseros, sobre los que se circulan rumores siniestros  y de los que también se asegura que guardan en su hogar una valiosa colección de monedas antiguas. Unos propietarios, en apariencia una pareja un tanto conservadora y desconfiada del entorno que les rodea, que esconden en  su sótano algo mucho peor que el  dinero  obtenido mediante la avaricia y la explotación de los más desfavorecidos.



Según asegura  Craven, su fuente de inspiración sería una noticia donde  se revelaba la existencia de un matrimonio que había encerrado a sus hijos durante años. Quizá, algo anecdótico, porque no sería hasta un par de años después cuando  se descubriría  el sótano de los horrores de Fred y  Rosemary West, que todavía le da mil vueltas al punto de partida de su guion (después llegarían los 2010,  Kampusch, Amstetten, y ya dejamos de esperar nada bueno de la humanidad). Pero en realidad lo que está mucho más presente  es la crítica social que este a menudo incluía  en sus guiones. Este muestra los primeros efectos de la especulación, mediante un edificio ruinoso sobre el que sus propietarios no dudan en imponer cláusulas abusivas hasta que  no de más de sí y pueda ser vendido a un fondo inmobiliario. Los responsables de la situación son una pareja  caracterizada  de forma impecable con atuendos de los años cincuenta,  década primero idealizada que pasó después a representar lo peor de la  doble moral, la avaricia y la p paranoia, pero que  tras su aspecto clásico, esconde un secreto que  va más allá de la codicia. El trato a su presunta hija en los primeros minutos, los niños, robados y ocultos en el sótano, desechados al no ser lo que estos querían, algo tan propio de la mentalidad conservadora  como la tenencia de armas o ese detalle cargado de  humor negro como es el grotesco traje sadomaso que Padre, dado que nunca se da el nombre de ambos, guarda en su cuarto y  utiliza para dar caza al protagonista y  a los niños  del sótano.


Detalles que junto a otros que aportan la pareja  formada por Everett  McGill y Wendy Robie, cuentan con cierta comicidad: algunas de las persecuciones, con distintos tropiezos causados por las trampas y mecanismos escondidos en la casa, son más cercanos al cartoon que al cine de  terror al uso, y la película mantiene cierto tono humorístico en los momentos de mayor tensión que puede resultar chocante.

Otro aspecto, uqizá el que hizo que  no fuera de las producciones mejor recibidas e Craven, es  el tono de esta. Concebida más como un cuento de hadas moderno que como una  película de terror realista,  esta emplea diversas referencia a este tipo de narración. El protagonista, además de su apodo, cuenta con una hermana “bruja”, o en su versión actual, lectora de tarot. La pareja de antagonistas es descrita, y caracterizada, como  dos ogros, incluyendo el detalle de comer carne humana, tanto en su sentido metafórico (su sustento es la gente) como el literal. La distribución de la casa es similar a la de una fortaleza, incluso  con la aparición de un foso, o estanque en esta versión. Un planteamiento que si bien  está presente desde los primeros minutos del metraje, su ejecución resulta algo  torpe con un desenlace en el que  el enfrentamiento  final se soluciona mediante  una  carga  de explosivos, de nuevo, más propia del cartoon  que del tono oscuro que buscaban, y un cierre con una pieza musical  hiphop que resulta  bastante fuera de lugar en comparación a la atmósfera que habían intentado mantener hasta entonces.


El sótano del miedo, más que una película fallida, es una producción menor de Craven. Hoy, todavía más recuperable al plantear  temas  que se utilizarían  en el terror moderno, de forma muy similar a Barbarian, aunque con un enfoque este último más realista. Aunque, a estas alturas, todos odiamos a los especuladores inmobiliarios ¡no hace falta que nos convenzan con el añadido tenebrista!

jueves, 13 de junio de 2024

Mariana Enriquez. Un lugar soleado para gente sombría. Ningún sitio es seguro

 


Mariana Enríquez ha demostrado el merecer la fama como una de las escritoras argentinas más influyentes de los últimos años, además de la principal representándote del fantástico que varias escritoras  han venido desarrollando desde el continente. Este, influenciado por el terror foráneo (definitivamente, si hay un sitio donde pueda haber una colonia de profundos, será en un meandro del Paraná, y no en una localidad costeara explotada hasta la saciedad), la historia de inestabilidad política, incertidumbre y la visión desde el punto de vista femenino, más vulnerable en muchos sentidos, pero también más agudo, supone una evolución del “realismo mágico” que supuestamente caracterizaba a una parte de la literatura sudamericana. Y una visión también muy distinta al fantástico anglosajón y continental. Escenarios que producen una extraña sensación de familiaridad y desconocimiento, la  atmósfera de inseguridad  permanente como algo cotidiano y la introducción de los fantástico de una forma tan sutil que parece que siempre ha estado ahí  se convierten en el  tono con el que Enríquez  empezaría a hacerse  notar ante el público  mayoritario hasta el punto de ser una de las escritoras  de una editorial tan seria como Anagrama). Con sus dos colecciones de relatos al que seguiría una obra tan ambiciosa como extensa, Nuestra parte de noche, su crónica familiar de ocultismo e historia de Argentina, en su  siguiente libro regresa a los textos cortos de sus primeras obras. Esta vez, en lugar de tener al fuego como título,  como sería en Los peligros de fumar en la cama y Las cosas que perdimos en el fuego,  lo hace mediante referencias a la luz y sombras.



Un lugar soleado para gente sombría es el relato que da título a una colección de doce cuentos en los que escenarios ya familiares para sus lectores, como los barrios de Buenos Aires, se desplazan a momentos y lugares más recientes. En este, caso, el hotel Cecil y la muerte de Elisa Lam, ahora convertido en centro de reunión para creyentes en lo paranormal, sirve de trasfondo para la historia de su protagonista sobre el regreso a su pasado, el rencuentro con amigos, recuerdos dolorosos, y la presencia de lo sobrenatural  en una ciudad como Los Ángeles.

Las referencia a fenómenos recientes también tienen su lugar en Chicos de ojos negros, el último relato que, de vuelta a Buenos Aires, desarrolla su propia versión de aquel curioso fenómeno del que hace varios años, se habló en internet:  la presencia de dos niños, cuyos globos oculares son de color totalmente negro, y que en el medio de la noche  piden a los testigos poder entrar en casa o su vehículo. En este caso, Enríquez sugiere lo que puede pasar si alguno es tan imprudente como para permitir el paso.


Algunos aspectos de la cultura argentina, real o mitológica, aparecen de nuevo. La dictadura y sus consecuencias, con un país lidiando todavía con su memoria histórica, vuelven como fantasma en Los himnos de las hienas, un relato que toma el aspecto más clásico del cuento de fantasmas para regresar a los centros de detención y lo que queda de ellos.  Incluso criaturas de la mitología como  el silbón tienen su aparición, en La desgracia en la casa. Y con este, también lo hace uno de los temas recurrentes de Mariana: la familia como trasfondo último de problemas o desgracias.

Esto será  algo que aparece en mayor o menor medida en su narrativa, y en esta colección tiene un mayor peso: toda referencia a la maternidad será algo negativo, marcada por la locura de los progenitores, especialmente, los trastornos de la figura materna, por los hijos vistos como desgracia o fuente de problemas económicos (algo que  es uno de los temas principales de Julia) e incluso las relaciones de pareja parecen condenados al fracaso o a la tragedia.  El vínculo de los protagonista de Los himnos de las hienas quedará marcado por lo que sucede en ese cuento, un viaje de pareja, aparentemente bien avenida,  provoca que los protagonistas de Un artista local acaben viviendo una situación lovecraftiana en un pueblo perdido. E incluso la más positiva, quizá porque todavía se refleja solo  el comienzo, es la de los personajes de Chicos de ojos negros, a los que un encuentro con la muerte los llevará a acabar juntos.

En gran parte de los cuentos de esta colección, lo sobrenatural aparece de forma directa, duendes como ese silbón, criaturas monstruosas deudoras de los mitos de Cthulhu o  monstruos más modernos surgidos de los testimonios de internet, junto con la presencia de los fantasmas en distintas facetas. A menudo, como ecos de un pasado condenado a repetirse, a veces, como un simple añadido a un barrio que ya es lo bastante peligroso, como algo que puede afectar a la vida de sus vecinos. Estos, sin embargo, parecen descritos como una parte  más de un entorno que, aún sin ellos, sería lo bastante deprimente pero que sus personajes optan por encogerse de hombros y seguir con sus vidas. Y que son solo una parte de lo que puede encontrarse en esa docena de cuentos, que, sin llegar al nivel que alcanzó con Las cosas que perdimos en el fuego, demuestra que el ámbito en el que mejor se defiende la autora es en el relato corto. Aunque, entre esa descripción de Argentina y las noticias recientes, hacen pensar que esta señora en realidad, puede con todo. Y que ese presidente que habla con su perro va a ser parcialmente responsable de los horrores que refleje en su próximo libro.

jueves, 6 de junio de 2024

Barbarian (2022). Las viviendas turísticas, esa pésima idea

 


Si el fantástico refleja de forma fiel las preocupaciones e intereses de cada época, el terror hace lo mismo con gran parte de las situaciones y emociones (negativas, casi siempre) predominantes en cada generación. El uso de cámaras y dispositivos domésticos sirvieron para narrar otras historias o hacerlo desde un punto de vista distinto. La crisis económica atrajo una mayor carga social y un saludable odio a los oligarcas. Y al hilo de esto último, modelos de negocio nuevos, aportaron también escenarios: ahora cualquier personaje ficticio tiene algo más que tener que el pasar la noche en un hotel embrujado. Como puede serlo ese entorno tan despojado de su finalidad original, el ser un hogar, como lo es una vivienda de uso turístico.


Es precisamente una casa en Barbary Street, Detroit, destinada a tal fin, el lugar en el que acaba Tess, una joven a la que una entrevista de trabajo la lleva a buscar alojamiento en una casa de alquiler temporal, perdida en las ruinas del peor vecindario de la ciudad, cuando descubre que esta se encuentra ocupada por otro inquilino, que asegura haberla reservado en la misma fecha. Sin otra opción que compartir el alojamiento ambos, todavía recelosos de la situación, deciden pasar loa noche en una casa que salvo por su localización hace que solo parezca una opción para alguien desesperado por conseguir alojamiento, resulta normal e incluso acogedora. Pero como Keith, el compañero accidental de Tess comenta durante su primera conversación, hoy es lógico desconfiar incluso de aquello, y de quienes, parecen inofensivos y normales.


La cinta utiliza a su favor muchos elementos modernos. Es probable que, salvo el Covid, aparezcan casi todas las cuestiones que preocupan al público en los últimos años: el deterioro del casco urbano, la especulación, la violencia contra las mujeres como algo intrínseco a la sociedad, e incluso, las atrocidades ocultas, pero tan cerca que podrían estar a la vista, en un entorno cotidiano. Es probable que hace unos años a nadie se le hubiera ocurrid o plantear una historia en un escenario tan particular como un airbnb, y mucho menos, tan adaptado a la situación reciente como sus consecuencias especulativas (la casa, como se sabe  a posteriori, fue adquirida como inversión,  y su propietario no tiene ni idea de donde se encuentra). Esta, con su aspecto inmaculado e impersonal, destaca en un escenario ruinoso que la protagonista   puede apreciar con detalle más adelante. Del mismo modo, la sensación de amenaza que esta parece sentir en todo momento proviene tanto de una situación anómala, con ese desconocido que se encuentra en la misma casa y cuyos esfuerzos por ser amables ella sigue considerando sospechosos, como de una mucho más corriente. Esta acaba de terminar una relación, probablemente abusiva, donde su libertad se había ido reduciendo, y que acabará reproduciéndose de una forma mucho más violenta más adelante. Una sensación que no solo recae sobre la protagonista sino sobre otros personajes que son parte de la trama pero que se mantienen fuera de cámara: otras mujeres que residieron en la casa o una de las compañeras de trabajo  que, tras haber denunciado por violación al propietario de la casa, lo llevan a tener que volver allí en un intento de liquidar propiedades y obtener dinero para los gastos jurídicos.


Esta impresión de hostilidad del entorno, no solo para la protagonista, sino para todas las mujeres (como ella misma comenta, de haberse encontrado en la situación inversa, no habría permitido que su compañero  Keith entrase en la casa) se mantiene en todo momento y se hace todavía mayor cuando empieza a desarrollarse la trama, revelando  lo que esconde la casa y el pasado de esta…un pasado que su propietario, ignora completamente y que acabará actuando una vez más del mismo  modo mezquino que se había entrevisto previamente. codicia, lujuria e instinto de supervivencia que lo llevará a convertirse en una antagonista más, y de la peor condición posible: aquel que podría encontrarse cualquiera en una situación cotidiana.

Con esto no especula ni Blackstone

Los actores elegidos para esta tarea cumplen con creces. Si Georgina Campbell como Tess es una buena elección para el papel d superviviente, en el sentido figurado y literal, el resto de actores, secundarios por el tiempo en pantalla un poco , por su tipo de carrera profesional, destacan por su elección. Bill Skarsgard  hace que resulta tan difícil como lo es para la protagonista confiar en él hasta pasado un p buen rato de caracterización de su personaje. Justin Long, cuya carrera oscila entre el terror (recibiendo más palos que una estera, lo que aquí no es una excepción, y en este caso, merecida), y la comedia, presenta a un tercer protagonista capaz de ofrecer la misma impresión de falsa confianza que de traición, convirtiéndose en uno de esos  personajes mezquinos que acaban provocando más daño que un auténtico villano. Y Richard  Brake en un papel muy breve que…bueno,  he visto suficiente cine fantástico para saber que  si este señor aparece, va a hacer algo rematadamente malo. Y  su paso por la casa de Barbary Street no es una excepción.


Los elementos que maneja y la construcción de los personajes hace que los primeros 80 minutos del metraje sean una excelente muestra de terror moderno. Y en los últimos veinte, las concesiones a los tópicos del terror comercial estropean todo lo que habían desarrollado. Si la trama hasta entonces había transcurrido  por esa fina línea entre el horror y la realidad, esta se olvida de repente haciendo que el desenlace dependa de una criatura monstruosa cuya fuerza sobrehumana  y capacidad  invencible resulta  incoherente  teniendo en cuenta  la naturaleza y el trasfondo de esta, así como la capacidad d supervivencia de la protagonista, forzada hasta  el absurdo con el objetivo de asegurarse la presencia de una final girl y un final “feliz”  que con las decisiones tomadas en esos últimos veinte minutos, resulta más que improbables.  Y lo que podría haber sido una película de terror realista, donde las referencias al monstruo de Amstetten o al caso de Natascha  Kampusch podrían haberse utilizado de manera mucho más sabia, se convierte en una serie de persecuciones que  pueden resumirse en “La niña Medeiros vive de okupa en un barrio de mala muerte, y reza para que no te encuentre”.

Barbarian acaba sufriendo el mismo problema que No tengas miedo a la oscuridad y otras producciones recientes: una buena idea ejecutada de manera brillante en su primera parte, pero que cede en su desenlace, a los típicos del terror que ni resultan adecuados para la historia, y que deberán haberse desechado hace mucho. Al menos, quedan esa primera hora y cuarto de terror real e inquietantemente cercano.