jueves, 30 de noviembre de 2023

Horror in the High Desert (2021-2023). Algo se esconde en el desierto de Nevada


 Entre los formatos que se han ido convirtiendo en algo  habitual dentro de las plataformas, y que han acabado por desarrollar una base de seguidores muy sólida, se encuentra el true crime. Un reportaje donde se sigue  y analiza algún  asesinato, o suceso especialmente sórdido, y al que se recurre a la hora de encontrar material hasta el punto en el que es habitual bromear diciendo que “en un par de años, hay miniserie de Netlix respecto de cualquier noticia de sucesos escabrosa. Esta fascinación no es nueva. La crónica negra siempre ha estado ahí (y si no, que se lo digan a los lectores de El caso),  aunque esta sea una evolución de esa crónica de sucesos. Y esa mezcla entre lo periodístico y la reconstrucción ficcionada  ha servido para dar lugar a una fusión de formatos como podría serlo con el metraje encontrado, dando lugar a una forma de falso reporta que, en muchos casos, permite que su realización sea algo más profesional mientras se mantiene dentro de los presupuestos ajustados.


Horror in the Hight Desert es la crónica de los días previos a la desaparición de Gary Hinge, aficionado al senderismo y la actividad al aire libre, cuyo rastro se perdió en 2017. Una vez abandonada su búsqueda, una periodista reactiva el caso reconstruyendo, a través de los testimonios de la hermana y compañera de piso del joven, sus circunstancias personales y ala anomalías que rodean su desaparición. Las últimas grabaciones que este llevará a cabo antes de que no volviera a saberse de él, además de la recuperación de su cámara en extrañas circunstancias, son solo los antecedentes de las desapariciones que tendrían lugar, tiempo después, en esa misma región del Alto Desierto en Nevada. Una desapariciones, que, según los testimonios de los escasos vecinos, y las grabaciones que las víctimas dejaron tras de sí, viene acompañado por circunstancias extrañas: sonidos similares a cánticos o aullidos en el medio de la noche, siluetas que merodean las casa y las tiendas de campaña de esta, sí como una ruinosa construcción en el desierto, donde se pierde la pista de Gary, parecen ser las únicas indicios disponibles.




La historia comienza con una primera película donde se narra, de manera muy lenta, siguiendo punto por punto los tópicos del true crime, al desaparición de este primera víctima. Esta se desarrolla de forma muy pausada, prestando atención a detalles como su trasfondo familiar, así como la relación con su hermana y su amigo y compañero de piso. Estas, tan pausadas y exhaustivas, casi parecen una parodia de este formato que muchas veces intenta forzar la conexión con el público y lo lacrimógeno. Un punto en contra si lo que se busca es terror sobrenatural, que no empezará a sugerirse hasta la mitad del metraje (la película es cortita, no llega a los noventa minutos), pero muy efectiva gracias a unas actuaciones sólidas, donde reflejan muy bien los testimonios propios de este formato: los personajes no interactúan entre sí, sino que  son entrevistados de forma separada y aparecen tan envarados como podría esperarse de cualquier persona no profesional ante una cámara.



Una herramienta que sirve para marcar un ritmo lento, más alejado el estilo un tanto tramposo del found footage, pero que sirve, en su desenlace, para plantear el enigma final y lo que sería una secuela: los últimos minutos de la cámara de Gary, con una figura tambaleándose en los alrededores de una casa en ruinas, actúa como desenlace, puerta hacia la secuela, y guiño hacia uno de los tics típicos del true crime: la legión de seguidores que intentan resolver el caso por su cuenta, teorizando o acercándose al lugar de los hechos.


Al fin un sitio con alquileres asequibles 

Su segunda parte, titulada Minerva Project, no es tanto una secuela  como una entrega de ese entorno extraño que se describe en la primera película. Recuperando las referencia a la desaparición de la primera víctima, y utilizando como hilo conductor y el escenario y a la periodista encargada de investigar este, la película recoge no una, sino dos nuevas desapariciones, desarrollando un poco más el entorno de esta. En este caso, no se presta tanta atención al trasfondo de los desaparecidos (una estudiante y una madre de la que solo se encuentra su vehículo), sino a los testimonios de los vecinos acerca de lo que ellos han visto o escuchado durante las noches. De nuevo, estos hablarán de siluetas, sonidos y elementos propios del relato de terror, pero en este sentido, esta secuela es más visual y lo que puede haber en el desierto aparecerá brevemente, en más de una ocasión, en forma de fotografías nocturnas o formas que, vistas y no vistas, se mueven en grabaciones de Gopro o teléfonos móviles.

En esta entrega se busca abiertamente lo extraño, pero también hace que el tiempo que dedica a esto se haga corto. En comparación a lo que se narra respecto de Minerva, la desaparecida titular, la mención a otra de las víctimas es mucho más breve, buscando más el efecto directo y mostrando durante más tiempo lo que puede estar detrás de ambos casos pero que hace que este último sea más escaso, como un añadido donde dicen “sí, que aquí esta pasando algo raro, raro, y está relacionado fijo”.

Siguiendo el hilo de desapariciones, testigo, pruebas audiovisuales, y sobre todo, el tener un lugar tan vasto y enigmático como es el desierto del Mojave, Horror in the High Desert recrea mediante falso reportaje una historia de terror, que en el fondo, es muy deudora de elementos tan clásico como el terror a la naturaleza y lo desconocido, y donde la sencillez de su realización permite una vez más plantear una posible tercera parte: el proyecto Minerva se cierra con la declaración de un youtuber que asegura haber encontrado la cabaña donde tuvieron lugar los primeros sucesos y disponer de información decisiva para poder desentrañar el misterio. Pero, con lo que dispone ya el público, es probable que Horror in the High  Desert 3 a la periodista Gal Roberts le toque hacer un reportaje sobre un youtuber del que no se han encontrado ni los restos.

jueves, 23 de noviembre de 2023

Los inmortales (1986) ¡Solo puede quedar uno!

 


Una vez más, los ochenta siguen siendo la década de referencia a la hora de buscar cine fantástico. En este caso, de lo que se denominaría fantasía urbana, donde lo sobrenatural irrumpe de algún modo en entornos reales y en la mayoría de los casos, reflejado de una forma mucho más oscura  que en otros escenarios. Nueva York, hace cuarenta años, podría resultar más peligrosa que cualquier laberinto poblado por monstruos. esta mezcla, además de convertirse en una referencia para la ficción, serviría para sacar adelante proyectos con un presupuesto limitado como serían Warlock o, en este caso, un guion primerizo, pero ambicioso, sobre el enfrentamiento de unos seres sobrehumanos a lo largo de los siglos.




Conocidos simplemente como inmortales, algunos humanos, muy pocos, tienen el don de no envejecer ni morir. Ocultos entre la sociedad durante siglos, estos han sido testigos de sus cambios, mientras mantienen una lucha entre ellos. Nadie sabe muy bien cuál es su origen ni el de sus creencias, pero todos saben que, cuando solo quede uno de ellos, puesto que estos solo mueren definitivamente al ser decapitados, este recibirá el Premio: una serie de dones sobrenaturales cuya naturaleza ignoran, pero por los que están dispuestos a luchar. Han pasado más de cuatrocientos años desde que Connor McLeod descubriera su condición de inmortal y fuera entrenado por uno de los más antiguos de su raza para poder, al menos, tener una oportunidad en el enfrentamiento que el Kurgan, un violento guerrero, busca desde hace siglos para convertirse en el único y más poderos. Ahora, bajo la identidad de Nash, un anticuario, aguarda en Nueva York la batalla de la que solo quedará uno.


La película no llegaría a ser un éxito en las salas de cine pero sin que funcionaría muy bien en los videoclubs, donde el boca a boca hizo su trabajo y se convertiría en una saga que forma parte, una vez más, de todo  lo que nos hace pensar en los ochenta. Su mayor particularidad es su narración mediante flashbacks, donde el protagonista recuerda su pasado y se desarrolla un poco la mitología de esta. No mucho, en ambos casos: estas secuencias del pasado están muy dosificadas y se limitan, en su mayoría, a recrear las Highlands y la primera época de Connor Mcleod. La historia tras los inmortales también es muy breve, muy abierta a que el espectador teorice lo que quiera: se habla de los poderes que estos adquieren, que, salvo no morirse, pocos se ven, de las normas por las que se rigen y cierta mitología con un final concreto, en la que todos creen, pero que una vez explicada, se convierte en uno de los puntos más flojos.



Lo cierto es que la cinta, en muchos aspectos, no ha llegado a envejecer del todo bien. A veces, más que sugerir, parece que el guionista no tiene claro en qué consisten los poderes de sus personajes, y en más de una ocasión parecen unas cuentas ideas lanzadas en un guion que tuvo la suerte de ser filmado por un estudio importante. Algunos diálogos, en varias ocasiones, suenan ridículos, y las escenas de peleas, en más de una ocasión, sería mejor olvidarlas: el primer enfrentamiento entre Nash y Fassan, uno de los inmortales, donde una pelea ejecutada correctamente deriva en uno de los adversarios haciendo  volteretas múltiples por un parking, son un ejemplo que esta no era la mejor idea  para demostrar esas supuestas habilidades  centenarias. Incluso el atuendo icónico de Mcleod, en la actualidad, compuesto de gabardina y deportivas, hoy resulta un poco chocante. Aunque no voy a decir nada porque a ver qué opinan los chavales dentro de cuarenta años de los abrigos de vinilo negro que se popularizaron con Matrix…


En cambio, esta cuenta con muchos más aciertos. No solo el uso de los flashbacks sino las interpretaciones. Tanto  la brevísima aparición de Sean Connery como caballero español, cuyo rodaje duró solo una semana y pese a esto, se convirtió en un personaje central de la saga, como Cristopher Lambert, en el que sería su papel más conocido. Si había compensado a destacar a  partir de su tarzán en Greystoke, su actuación, primero como Connor y después como Nash, este último mucho más austero y casi inexpresivo por comparación, el particular acento de este (aprovechado para definirlo como alguien que ha vivido en muchos sitios), supondría también que este estuviera al borde del encasillamiento, y que  sus apariciones posteriores, como Mortal Kombat o Beowulf, no ayudaran. Pero de Fortaleza infernal no voy a decir nada, que me lo pasé muy bien con esa película.


Hoxe son un punk e maña xa verei..


Y, como no hay historia épica sin villano que se precie, esta sería una de las actuaciones más recordadas de Clancy Brown como el Kurgan, caracterizado primero con una armadura más propia de la fantasía que de un periodo histórico, y en la segunda parte como un violento punk (porque eran los ochenta ¿qué iba a haber más chungo que eso?). si bien su personaje sufrió cierta falta de trasfondo por algunas modificaciones de guion, este, alternando una actitud entre la de un guerrero implacable y un villano enloquecido, ero concierto sentido del humor, sería el contrapunto perfecto para el dúo protagonista formado por Lambert y Connery.
Y por supuesto, la banda sonora de Queen. Que, desde Princes of the Universe  hasta Who wants to live forever, son una parte inseparable de la saga…tanto, que es uno de estos casos en los que la música es tanto o más conocida que el largometraje al que acompaña, de una forma similar a lo que hicieron con el tema principal de Flash Gordon.
Los inmortales se convertiría con el tiempo, en un pequeño clásico. Sin el renombre de otras sagas, pero que llegaría a dar lugar a una franquicia compuesta de unas cuatro películas, no precisamente coherentes entre sí, además de una serie de televisión. Una película, que, pese a lo irregular vista a día de hoy, su influencia se notaría en El último cazador de brujas de Vin Diesel, El único de Jet Li, o incluso en el Beowulf que el propio Lambert protagonizaría años después, y que le deben, al menos en parte, algo a esta serie de inmortales en la que solo puede quedar uno.


jueves, 9 de noviembre de 2023

Lecturas de la semana. Entre dos décadas estás

 


Desde que dejé de preocuparme por cuestiones de espacio y logística de mudanzas, he retomado definitivamente las librerías de segunda mano y es inevitable que salga de allí con alguna compra. Esta es aleatoria y depende de lo que haya disponible, aunque si que últimamente es relativamente más fácil encontrar ejemplares que antes  era imposible de localizar, como las colecciones de fantasía de Martínez Roca o alguna edición de Círculo de Lectores. Quien también va apareciendo en más de una ocasión  es la extinta Factoría de Ideas, que salvo excepciones, su catálogo no se puede comparar con las anteriores, peor no decir  la mala fama de sus traducciones y edición, pero al menos supone  contar con alguna que otra lectura y pensar con muy poca nostalgia “madre mía las que nos colaban en los dosmiles”.



Barbara Hambly. Cazadores nocturnos. Cuando James Asher, profesor universitario y espía retirado regresa a su casa, encontrando a sus ocupantes sumidos en un profundo sueño, no imaginaba  que la existencia de  los vampiros en la Inglaterra del rey Jorge fuera algo real, y mucho menos, que  estos necesitaran su ayuda para encontrar ala asesino que  ha comenzado a destruir a todos los no muertos de Londres. Acompañado por Ysidro, un vampiro centenario, quizá el más antiguo de la ciudad, y con la promesa de que su ayuda supondrá  la salvaguarda de su esposa, recurre a sus conocimientos de antropología, así como los de espía, descubriendo la existencia de una pequeña  sociedad vampírica que vive oculta en Europa, siguiendo sus propias normas de caza y creación de nuevos pupilos, pero también que ese misterioso asesino puede ser algo similar a ellos, y más poderoso.

La novela es parte de una serie de historias autoconclusivas  donde repetiría como protagonista el trío formado por el profesor Asher, su esposa y el Vampiro Ysidro, de la que Timun Más  únicamente  publicaría  el primer tomo (corrió mejor suerte su primera trilogía del reino de Darwath, que sí fue publicada entera). Esta desarrolla una trama detectivesca  con el punto de partida de “algo está matando a los vampiros” y que si bien no es lo más rutinario del libro, con su recopilación de pistas e información, a provecha bien el salirse de la época victoriana y ofreciendo un  giro con científicos locos y alguna referencia l ambiente  prebélico que se gestaba.

Sin embargo, el libro es un tanto lento para su brevedad, dedicando más tiempo a desarrollar las características de los vampiros que, aquí se alejan mucho del estilo romántico que se estaba convirtiendo en la norma y deriva hacia unas criaturas que niegan cualquier similitud con la especie humana y se definen como cazadores, siendo su capacidad de seducción únicamente una herramienta para atraer a sus presas. La investigación de Asher lleva también a describir la organización de estos en pequeños grupos, los lazos existentes que no son amistades o el amor humano, y también algo de su biología, dejando de ser estos inmortales para estar sujetos a cierto deterioro provocado por el paso de los siglos.

Una mitología  que acaba convirtiéndose en lo verdaderamente atractivo de la historia y que, sin llegar al nivel de influencia de las crónicas vampíricas de Rice, se convertiría en un referente  posterior para el universo de vampiro la Mascarada, que no duda en incluirla como referencia bibliográfica directa…y a su vez, el juego se convertiría  también  en una referencia para gran parte de la narrativa de vampiros y la fantasía urbana de los siguientes años.


David Morrell. Allanadores. Aunque el término más habitual para los personajes de este libro sea el de explorador  urbano, el grupo que un periodista de investigación contacta para llevar a cabo un reportaje sobre esta actividad se denomina a si mismo  allanadores (creepers en el original, aunque tampoco está demasiado bien traido): personas  lo bastante audaces como para saltarse la prohibición y las normas de seguridad de lugares ruinosos,  pero con valor histórico, y que exploran su interior  con una norma clara: no puede alterarse nada, ni llevarse nada. Estos, un profesor de universidad a punto de retirarse y tres antiguos alumnos acompañan al periodista al hotel Paragon, construido por un millonario recluso en la época  dorada de Jersey  y actualmente abandonado sin más medidas de seguridad que una exigua vigilancia. La historia de su fundador, su particular miedo a salir al exterior y su obsesión por observar las vidas de sus huéspedes, así como su pasado como uno de los escondites de un gangster de los años veinte, hace sospechar que este oculta mucho más que antigüedades  y pertenencias de sus clientes. Pero, al igual que el hotel, los allanadores que atraviesan los túneles de entrada del hotel, no son lo que parece.

De nuevo, el libro es en realidad  el primero de una serie, cuyo protagonista, antiguo detective y ex marine, está más cercano al thriller que se estilaba en la década del dos mil que al terror. Y aunque la portada anuncia que ganó el premio Stoker en 2006, su lectura hace pensar que como debía estar entonces la cosa  para que le dieran un premio a esto: lo mejor que se puede decir  es su similaridad con una película d sus pensé de la época, donde es muy fácil imaginarla como un largometraje de no más de noventa minutos, actores más o menos populares y algo de infografía (no sé si Morrell tendría lo mismo en la cabeza, porque se nota a la legua), y  quien espere una resolución sobrenatural se va a ir decepcionado. Esta, después de ir descartando varias posibilidades a base de giros sorpresa,  en el que el siniestro propietario hace  suponer una presencia espectral, los gatos mutantes albinos  sugieren la existencia de criaturas monstruosas viviendo en un ecosistema cerrado, y la revelación de que ese reportero no  es otro que un ex marine  contratado para recuperar los lingotes de  oro ocultos en el hotel, todo acaba con un asesino en serie  con una motivación  cuyo origen se encuentra en el pasado del edificio. Parece que el truco de Morrell consistía en ir incluyendo giros inesperados que descartaban de un modo a otro lo narrado previamente, hasta el desenlace donde decide prescindir del elemento sorpresa y recurrir al otro tópico de la literatura de kiosco: las explosiones. Porque no vas a tener a un protagonistas con experiencia militar si no haces que escape con la chica en el último momento de un edificio que va explotando e inundándose por partes.

Todo ello, con un estilo muy de novela de bolsillo, recurriendo a escenarios que se han visto previamente, desde Relic a el coleccionista, y donde, la posible diversión que podría ofrecer se desvanece al recurrir a un desenlace típico del thriller. Y  en el que cualquier fantasma, habitante del subsuelo, o posible tópico de la serie B resultaría mucho más creíble que un desfile de mercenarios y asesinos en serie por la costa de Jersey.

jueves, 2 de noviembre de 2023

Michelle Recuerda. Michelle Smith y Lawrence Pazder MD. El satanista de la puerta de al lado

 


El término caza de brujas se utiliza actualmente para definir cualquier persecución  infundada por motivos ideológicos, políticos o religiosos. Su significado implica cierta irracionalidad y odio ciego al objeto de esta, similar  a la idea sugerida en buscar algo que evidentemente, no existe. Sin embargo, durante  finales de los setenta y principios de los ochenta tuvo lugar una ola de pánico muy similar a esta. Aunque  se extendería posteriormente a Estados Unidos (que, si no se buscan enemigos imaginarios, se aburren), esta, conocida como el Satanic Panic, tuvo su origen en la localidad canadiense de Victoria, cuando un psiquiatra, en una sesión de terapia regresiva practicada a una de sus pacientes, descubre que esta fue víctima en su infancia de todo tipo de maltrato por parte de …nada menos que una secta satánica que actuaba con impunidad en la ciudad.  


Michelle recuerda, escrito por Lawrende Pazder en colaboración con su paciente Michelle Smith, recopila estas sesiones en las que Michelle rememora la ordalía (definida así por su psiquiatra) a la que fue sometida durante una año de su infancia. Los recuerdos reprimidos salen a la luz y Michelle, a través de la terapia regresiva, recrea como fue entregada por su madre a una secta satánica oculta en la ciudad de Victoria, como fue víctima y testigo de sus rituales donde eran sacrificados por igual niños y animales, para ser finalmente repudiada por el culto y devuelta a su familia. Este periodo es desenterrado por el doctor de la mano del subconsciente de Michelle, que regresando a los cinco años, describe las sesiones que presenció.

El libro, todo un éxito de ventas, tiene hoy el dudoso honor de haber sido el instigador de la ola de pánico moral que sacudiría Norteamérica, y su valor actual  es únicamente el ser el reflejo de esa paranoia compartida. Porque el contenido, en realidad, podría resumirse en una  colección de despropósitos en los que cada página el lector actual encontrará una situación que, o bien no tiene sentido,  o en la  que el psiquiatra titular sobrepasa descaradamente los límites de la relación entre paciente y terapeuta…no sorprende descubrir que posteriormente ambos abandonarían a sus respectivas parejas para irse juntos. A lo largo de este, se describe como las sesiones se desarrollan con la paciente apoyando la cabeza sobre el hombro de su doctor “por su comodidad”, como este, conmovido ante el sufrimiento de esta, recita una oración o se la lleva a la iglesia, recomendando bautizarla, y como las sesiones van ocupando cada vez más tiempo en su vida diaria de una forma en la que empieza a verse un poco esa especie de delirio compartido y excusa para mantenerse juntos el mayor tiempo posible.


A medida que avanza la narración de la terapia, por llamarla de algún modo, esta acaba por abandonar cualquier pretensión de credibilidad para lanzarse de cabeza a un escenario que parece sacado de una serie B. Desde la foto, incluida en el libro, donde presuntamente aparece la Virgen y el niño al lado de una hoguera donde queman un símbolo satánico, o el enfrentamiento final de la, ahora sí, protagonista, contra el mismo Lucifer, que se manifiesta en una misa negra y en la que de nuevo, participa también Jesús y la Virgen. Además de un ritual que entre sacrificio y sacrificio, se dedican a recitar una serie de canciones sobre el mal y la oscuridad que parecen sacadas de un libro de poemas para niños.

Con este contenido, salvo el factor de comedia involuntaria que pueda encontrar el lector, resulta muy difícil comprender como alguien pudo tomárselo en serio, e incluso a que al Doctor Pazder  se le consultara en temas de ocultismo y sectas. Ya entonces muchas voces señalaban las incongruencias del testimonio de Michelle, y no solo por el desvarío final, sino por los registros disponibles: no constan ausencias escolares durante el año que esta fue presuntamente víctima de la secta, ni registros del accidente de tráfico que esta asegura haber sufrido (porque ser satanista no está reñido con tener vehículo propio) o la total omisión a sus hermanos, con los que actualmente, no tiene contacto. Todo termina de poner en evidencia un libro que, salvo  su papel  en una de las olas de pánico moral recientes más influyentes de la cultura popular, carece de valor. El  estilo es básico, no es una obra de divulgación ni una, al menos intencionadamente, de ficción. La transcripción de los testimonios de la paciente, que en sus supuesta regresión habla como una niña de cinco años, resultan repetitivos y su desenlace cae en el ridículo más absoluto. Ayuda en su lectura su vocación de texto para todos, que hace que su lectura sea rápida. Pero no es un libro recomendable para nadie salvo que esté muy interesando en el satanic pánic tenga el sentido del humor necesario para afrontar todos esos capítulos como una curiosidad.

Sin más propósito que este, Michelle recuerda es una curiosidad macabra, un reflejo de que la histeria colectiva solo necesita una pequeña chispa para encenderse y una buen complemento a la hora de acercarse al contexto del documental Satan Wants you, pendiente de estreno y donde se describe el caso, o para conocer un poco más las raíces de las olas de histeria colectiva que, de la mano de Q anon y del Pizzagate, llegarían décadas después.