jueves, 26 de octubre de 2023

Mad God (2021), de Phil Tippett. El infierno son los demás


 Cuando un proyecto viene descrito como “la obra de una vida” o “tarea titánica”, se piensa en lo exagerado de la afirmación. Nada  llega a alcanzar esa categoría sino es más bien que su autor lo percibe así. Aunque a veces no es del todo cierto, y cuando se dedica tanto tiempo como el empleado por Phil Tippet en sacar adelante una película de animación, esta es la mejor descripción posible: precedida por una de las citas bíblicas más violentas, en un escenario de miniaturas aterradoras, asistimos al trabajo desarrollado a lo largo de treinta años



Las palabras del Levítico, el único lenguaje que podrá comprenderse en toda la historia, anuncian  la llegada de una cápsula aérea que entre disparos, desciende hacia el interior de una ciudad fortificada. Ocultándose de los habitantes de esta, criaturas monstruosas, prisioneros de un laboratorio y trabajadores de una fábrica creados con la misma indiferencia con la que son destruidos, se dirige al que parece ser su objetivo: destruir el lugar mediante la detonación de una carga de explosivos. La misión, como puede esperarse desde el principio, fracasa, y lo que sucederá tras su captura es algo cuya comprensión quedará en manos del espectador.



Tippett es animador y su trabajo previo puede verse en los diseños de Star Wars o Parque Jurásico. Conocidos por todos, que enseguida a evocan el cine más familiar con el que crecimos y que queda muy lejos del escenario de pesadilla, orgánico, y la mejor palabra para describirlo, viscoso, que se muestra  en Mad DGod. Una producción desarrollada durante tres décadas mediante tiempo, cortometraje y financiación por micromecenazgo en la que experimenta distinta técnicas de animación y donde puede verse la evolución de esta. El stop motion, que ocupa gran parte del metraje, se mezcla con secuencias de actores reales, fondos superpuestos, marionetas y distintas técnicas visuales en la que  el argumento se convierte en algo secundario o es una deseas cosas en las que, o bien es necesario que su autor eche una mano a la hora de comprender lo que está pasando, o queda a juicio del espectador. Y que, en este caso, no va a ser un viaje agradable ni esperanzador.


Los escenarios y títeres empleados para la historia, parecen creados a partir de trozos de carne, materia orgánica, puro instinto y egoísmo. Estos son poco menos que animales hostiles y víctimas, o seres creados en masa desechables en todo caso. Incluso el escenario más luminoso, un terrario de colores que rozan lo lisérgico, se convierte en un lugar hostil en el que su propietario, otro de esos demiurgos que aparece en la trama, decide con indiferencia quien vive o quien muere. La figura protagonista, ese asesino sin rostro pero con figura humana, también carece de la humanidad necesaria: en la primera parte, también la más comprensible, este obcecado en su misión, desecha la posibilidad de ayudar a distintos personajes, sugiriendo posteriormente que esta falta de empatía la que lo lleva a fracasar 8en una de las secuencias posteriores, quizá en otro mundo que recrea la película, se muestra como esta tiene éxito, gracias a la participación de dos persona.). algo que el propio Tippett pone de manifiesto en alguna de las aclaraciones que proporciona.

¿Todo bien en casa?

El resto de lo que pretende narrar se desarrolla de forma muy subjetiva y a través de metáforas visuales de interpretación libre. La película carece de diálogo, siendo los únicos sonidos  que pueden escucharse gruñidos de distintos animales o gemidos de un bebé, haciendo que este entorno sea incomprensible si no  es a través de lo que pueda verse e interpretarse. Tippett, a fin de cuentas es animador y se nota en su trabajo: es una obra muy visual, en la que el hilo argumental resulta escaso, deliberadamente incomprensible y donde el cuidado en cada uno de los escenarios, por repulsivo que sea, resulta evidente. Los monstruos y las ciudades quedan muy lejos del sentido de la maravilla que podría evocarse en otros trabajos (aunque, en una muestre de humor negro, en una de las secuencias puede verse la silueta polvorienta de un R2D2), y esto hace que sea también una película de visionado muy difícil: lo que muestra no  es agradable. En algún momento se la ha comparado con un viaje al infierno de Dante, algo comprensible dada la distribución en círculos subterráneos de la ciudad adonde abunda el gore, la suciedad y una textura orgánica de las criaturas que aparecen. No es una producción para todos, y en alguno de los momentos más oscuros podría resumirse en “un videoclip de Tool dirigido por animadores de Europa del Este de los 80, y con HR Giger hasta arriba de laxante, como consultor artístico”.

Aunque el proyecto se realizara a lo largo de mucho tiempo, adaptándose a las mejoras técnicas, esta conserva un aspecto un tanto arcaico. En todo momento el stop motion, la mezcla de animación y actores reales hace recordar precisamente a la animación experimental de hace cuarenta años, donde lo importante era no tanto la coherencia sino el qué podía llegar a hacerse con los medios y la libertad artística de recrear lo que se quisiera. Un proyecto muy personal, más pensado  como lo que su autor quería hacer que como una producción para que le guste al público. Esto último, algo difícil, debido a la potencia y capacidad de sus imágenes de provocar una reacción, positiva o negativa. Estas hacen que se convierta en una película que pueda gustar o no, fascinar o repeler, pero de la que no puede apartarse la mirada  preguntarse ¿qué es lo que  querido contar? O más bien ¿Qué es lo que he entendido?

jueves, 19 de octubre de 2023

Pelìcula de terror sin nombre (2023). El muerto al hoyo y el vivo al casting

 


El metraje encontrado  como formato dentro del cine ha supuesto  varias cosas. entre ellas, el abaratamiento de la realización de muchos proyectos, donde una cámara digital se convierte en el medio  para narrar, pero también la evolución del formato paralelo a la de la tecnología  doméstica. La cámara vhs que se utilizaba como apoyo en El proyecto de la Bruja de Blair dio paso a loas  cámaras del teléfono, la gopro, y sobre todo, a las aplicaciones de videollamadas. Y es que, no solo a Rob Savag se le ocurrió mostrar una sesión de espiritismo por  zoom sino que otras producciones de pequeño tamaño optarían por reducir  no solo el encuadre, sino también la  amplitud de los escenarios, reduciéndolo a lo que  el espectador puede ver en el encuadre de una videollamada. Un recurso que  además de poder contar d historias de una manera poco ambiciosa y con cierta libertad, también permite dar el salto y romper la cuarta pared.. Y en el caso de la película dirigida por Nick  Simon, de hacer mofa  de varios de los tópicos asociados a este formato. 



Después de todo, un guion pensado para ser filmado con el móvil por los actores protagonistas es la mejor idea que se le ocurre a Kip, miembro del reparto de una serie juvenil que corre el riesgo de ser cancelada, como proyecto alternativo en caso de que estos se quedaran en la calle. El guion, improvisado y discutido  por los participantes en cada reunión de zoom, sería  lo de menos. Alguna historia sobre demonios que persiguen a los personajes y una invocación sacada de algún foro de reddit puede servir para ponerla en el mercado, y de ahí, las referencias al lenguaje cinematográfico  y los tópicos que vayan funcionando harán el resto. Con este material, la Película de terror sin título de Kip y sus compañeros se pone en marcha. pero  el conjuro que estos utilizan como referencia para recitar sus líneas también. Y las cámaras de sus móviles  grabarán hasta el último detalles de lo sucedido.

 


La película  se plantea como una comedia explotando gran parte de los tópicos del metraje encontrado más reciente: la presencia continua de las cámaras de móvil, y sobre todo, el uso de la videollamada  como medio par contar la historia. Algo  a lo que hacen referencia abiertamente  durante  todo el guion, hablando sin problemas de lo sencillo de montar un largometraje así o que "2022 es el año  del found footage", así como el exceso de referencias metacinematográficas que se emplean como parodia. Después de todo, la trama gira en torno a unos actores que quieren rodar una película de terror en ese formato...y hablando directamente de las ventajas de usar ese mismo lenguaje, buscando lo absurdo de la situación, y por qué no, la falta de esfuerzo que supone recurrir a ello de forma excesiva. 

El resultado, más que una comedia de terror,  es una visión muy irónica de todos los tópicos más actuales y explotados del género. Se muestra, con bastante sorna, la inexistencia de los guiones, improvisados de un día para otro y  donde solo se busca llamar la atención, el uso de lo meta como excusa para ocultar la falta de creatividad y sobre todo, la sausencia de talento de sus protagonistas. EStos son caracterizados de la forma menos amable posible y cada uno de ellos parodia un perfil determinado: la joven promesa con problemas de alcohol, la veterana,  con algo, muy poco, de talento en comparación al resto, la tontorrona ,la pragmática, el aspirante a actor  y el guionista en ciernes al que no sería difícil imaginarlo recurriendo a chatgpt. Ninguno de ellos despierta la más mínima simpatía y están pensados para que su final  provoque una carcajada por parte del espectador que un mínimo de pena. Unos personajes que no dudan en alegrarse de que su proyecto haya sido adquirido por Neflix  aún cuando acaban de presenciar la muerte en directo de una de sus compañeros, que no dudan en pasar la maldición a alguien de su entorno a que esto salga mal de una forma que recuerda  a los comics con moraleja de la EC y  donde no importa mucho porque  todos son igual o peor que ellos. Sin   duda lo más divertido d ela película es la parodia que llevan a  cabo, metiendose tanto con lo barato y repetitivo del formato, con el enfoque de la creación audiovisual como un producto destinado a la venta o las referencias a las decisiones de las plataformas de  streaming. 


Esto acaba funcionando más como parodia que como comedia de terror, porque en realidad el argumento es tan flojo como los tópicos de los que se burlan. Este no es más que un grupo de gente  bastante horrible a la que le pasan cosas igual de horribles, y que solo que da reírse de ellos, siendo conscientes de cómo una y otra vez, emplean los mismo tópicos de los que hacen mofa. Pero queda muy lejos  de la originalidad de Host de Rob Savage e incluso  del nivel de locura que consiguió alcanzar con Dashcam. Si se debe hablar de cine de pandemia ,estas serían  los más indicados, y Película de terror sin nombre se limita a  recoger el testigo,  poner en la mesa los defectos más evidentes de este tipo de producciones y decir, un poco entre risas "bueno, esto es lo que hay, a ver si nos movemos un poco que  de aquí no hay nada más que sacar". 

Esta película de terror  sin nombre es tan poco original como las producciones a las que pretende parodiar. No  puede aportar gran cosa, pero compensa esa imposibilidad con con un enfoque muy ácido y centrándose en el humor negro, sin explayarse, por suerte, en lo poco que tiene que contar. 


jueves, 5 de octubre de 2023

El hombre del saco (2023). No subestimes a unos chavales en bici

 


Todas las culturas tienen a sus  asustaniños. Esas criaturas abstractas que actúan  a modo de control, pero a la vez, de herramienta de protección. Si salen solos durante la noche, juegan cerca de un estanque profundo, deambulan por los caminos… puede pasarles algo malo, pero es más sencillo aglutinar ese conjunto de peligros en una sola figura dispuesta a llevarse a aquellos que desobedecen estas normas. Pero que también sirven para mantener un poco de orden entre los más revoltosos: una de las tareas de estos seres será hacer desaparecer a aquellos que se porten mal. El boogeyman, el coco, o una criatura con un trasfondo  posiblemente real como  el que Javier Prado recu8iladba en su libro Monstruos ibérico y que  sirve a Ángel Gomez Hernandez para hacer una versión nacional, más orientada al público joven, de ese  encargado de deshacerse de todos los niños que desafían a sus padres.  


A principios de siglo, el pueblo de Gador tuvo a su propio monstruo de la crónica negra: un curandero, aquejado de tuberculosis, creía que la grasa de niño era el mejor remedio para una enfermedad mortal, y no dudo en procurarse materia prime para una cura. Capturado poco después, y sentenciado al garrote vil, su leyenda fue extendiéndose con el paso de los años para convertirse en el hombre del caso con el que   se ha amenazado más de una vez a los niños de todo el país. Los que han nacido en el pueblo, todavía conocen el origen de esta historia, de la que hacen partícipe a los recién llegados: tres hermanos, que acaban de perder a su padre, trasladados con su madre buscando un cambio de aires. Aunque el pueblo al que llegan dista mucho de ser un lugar apacible: una serie de desapariciones de niños que ha comenzado hace pocos días, tiene al borde de la desesperación a todos los padres de la comarca. Aunque algunos están convencidos que el responsable de las desapariciones tiene su origen en esa ejecución del asesino, que, antes de morir, juró que volvería para vengarse.



La película sigue la estela de una parte del cine de terror producido en España y del que es fácil encontrar su origen en el estreno de Verónica: una trama sobrenatural, con la aparición de un espectro o monstruo, protagonistas jóvenes o adolescentes , que enfrentan un trauma, y una ambientación situada  en el pasado o bien que busca la atemporalidad, donde cualquier secuencia puede recordar a los noventa que al 2020. La principal diferencia es que este hombre del saco está mucho más orientada al público juvenil que las anteriores. En este caso,  el protagonismo recae sobre un grupo de cinco chavales  de distintas edades, siendo la presencia de los adultos secundaria y prácticamente destinada a  resultar un obstáculo o desatar la aparición del monstruo. El tono  también es más suave y más cercano al terror   juvenil del que podría existir en Malasaña 32 o en La niña de la comunión. Y, en este caso, los tópicos y situaciones son la principal referencia. Especialmente de la estética que trajo consigo Stranger Things, y a la que aquí se recurre hasta extremos que rozan la imitación. 


En este caso, la figura de los niños recorriendo en bici  los parajes locales se traslada al único escenario en el  que últimamente, esto es posible, como seria un pueblo en el que estos disponen de cierta  seguridad y libertad de movimiento. Pero este, junto con el trasfondo  de leyenda local, será el único aporte original con el que cuentan. El resto es mucho, quizá demasiado deudor de la serie de Netflix, hasta el extremo de emplear una banda sonora de sintetizadores que recuerda mucho a esta, pero poco tiene que ver con el escenario en e que se desarrolla el guion. E incluso la caracterización monstruosa del hombre del saco es muy parecido al Vecna que tuvo en vilo al público el verano pasado, así cómo el limbo en el que descansa, muy parecido también al mundo del revés. De este modo, el pueblo malagueño de la historia se queda en un escenario meramente reconocible (las dehesas, los  chalés abandonados, el centro del pueblo) e  el que se mueven unos personaje en situaciones, y con actitudes, muy genéricas, llenas de de tópicos que se han convertido en algo habitual dada vez que  se quiere rodar una historia de terror protagonizada por niños. 

Javier Botet con un gatete. Que de fantoche ya lo tenemos muy visto


La actuación de estos está dentro de lo aceptable salvo situaciones en los que  les cuesta resultar creíbles, rozando ese estilo un tanto repelente en el que  por desgracia, caen muchos niños actores en sus primeros papeles. Las caras más reconocibles son las de Macarena Gomez, que lleva haciendo de persona nerviosa aproximadamente desde 2012, aunque al menos, es buena en lo que hace, y sobre todo, Javier Botet,  que pese a haber pasado toda su carrera cubierto de maquillaje y prótesis, se ha convertido en el monstruo más reconocible de nuestro cine, y que  aquí interpreta a la versión sobrenatural  del hombre del saco. Aunque, quizá por el tono juvenil de la historia, su presencia no es todo lo que se hubiera esperado para tratarse de uno de los nombres principales. 

El hombre del saco se queda, en el mejor de los casos, en un Stranger Things trasladado a la actualidad donde  usan al máximo todos los tópicos de este, desde el monstruo titular hasta piezas de la banda sonora. Sin llegar al extremo de La niña de la comunión, este se salva como una producción juvenil que entretiene, pero se pierde  en la falta de originalidad y que no hace justicia al potencial  que podría sacarse de la mitología local.