"Si prefiero los gatos a los perros es porque no hay gatos policía. "J. Cocteau
Los cuentos de hadas fueron para muchos las primeras lectura y las primeras películas. Tanto de la mano de Disney, inevitablemente, como de otros estudios que recurrían a ella para producir una cinta animada (ahora mismo me estoy acordando de cintas muy flojitas, pero también de una versión de Doctor Jeckyll y Mr Hyde de lo más macabra, emitida hace muchos años en TVG). Pero las fábulas no fueron patrimonio exclusivo de la animación infantil ni mucho menos, de la productora especializada en comprar franquicias y sacar reboots de sus clásicos, sino de creadores que recurrirían a los cuentos de hadas: las enseñanzas morales que habían transmitido, en las que debían evitarse a los extraños, la inteligencia y la bondad eran recompensadas, o que la belleza estaba en el interior, se enfocaban desde una perspectiva a veces más oscura o desengañada, o queriendo recuperar esa aparente inocencia del mundo infantil. Una decisión creativa adoptada por Jean Cocteau en 1946 después de que una guerra más asolara Europa superando los horrores de la anterior. Este planteaba un cuento con el que aparentemente pretendía recuperar ese enfoque de la maravilla propio de estas historias, pero también una en que las segundas lecturas resultaban mucho mas inquietantes.
Érase una vez un comerciante con muy mala fortuna. Los negocios no marchaban, sus dos hijas exigían caprichos y su hijo era un holgazán. Solo la menor, y también la más bonita, llamada Bella, parecía ser la única preocupada por él y por encargarse del hogar. Cuando, en un desafortunado viaje de negocios este se pierde en el bosque, encuentra refugio en un palacio vacío. Allí, además de cobijo y comida encuentra lo único que podría traer de vuelta a casa: una rosa, que Bella había pedido como regalo. Pero al arrancarla, una terrible bestia aparece, enfurecida por haber traicionado su hospitalidad al atreverse a robar de su jardín. Esta, exigiendo compensación, reclama a su hija menor, que deberá acudir al palacio y ser su prisionera. A lo que Bela accede como único modo de salvar a su padre.
Sin duda lo más memorable es su recreación de ese mundo mágico donde transcurre la trama: como la Bestia explica a Bella, su palacio y lo que contiene se encuentra fuera del mundo corriente. Es un espacio al que se accede por azar, como el padre de esta, o voluntariamente, una vez admitido, como Bella. Y en el que los recursos del teatro y cierto surrealismo están presentes: los candelabros, sujetos por brazos que se mueve iluminando las estancias, las estatuas que decoran y vigilan, de las que se pueden apreciar sus ojos recorriendo el escenario o moviéndose con lentitud y los objetos que conectan con el mundo real: un espejo, a través del que la protagonista ve a los dos seres que más ama (su padre y Bestia) y un guante, aunque en el cuento era un anillo, con el que moverse entre mundos. Su primer regreso a este, atravesando una pared, así como sus primeros paso s en ese castillo similar a las piezas de un teatro, marcan la separación con los escenarios reales, más simples y costumbristas.
No he visto la película, pero me interesa lo suficiente por ese final agridulce que dices que tiene. Igual que las versiones de los hermanos Grimm de unos cuentos cautelares que no se ahorran detalle en casquería, crueldad y un sentido de lo macabro que hoy no se lleva. De la peli de Disney no recuerdo demasiado, salvo ir a verla al cine hace tropecientos años con mi abuela y que había un candelabro que hablaba xD.
ResponderEliminarTambién hay una idea de que muchas de estas historias que ha adaptado Disney son muy moñas, y de que otras adaptaciones siguen la misma línea, y existe de todo: pelis de Disney o de no Disney bastante más macabras que la idea que tenemos de ellas. El lenguaje cinematográfico y el propio género de terror han evolucionado, pero todavía hay películas viejunas capaces de ponerte la carne de gallina.
La verdad es que la versión Disney que conocemos, sobre todo las imágenes de los objetos animados, es muy deudora de la película de Cocteau (y del diseño de la Bestia, también). Y las versiones que hace la compañía, a veces era para hacérselo mirar. Mención especial para El jorobado de Notre Dame, en la que decidieron que la tragedia romántica fuera una fábula family friendly. De Pocahobntas, y su secuela, mejor no hablamos XD.
ResponderEliminarEl cine de los cuarenta, de terror o fantástico, lo tengo bastante apartado (lo mío son los ochenta, y un poco finales de los setenta), pero siendo Cocteau, y un clásico del fantastique, tenía que acabar viéndola. En cuanto a recuperar las versiones antiguas de los cuentos, me gustaron mucho las aproximaciones que hizo Angela Carter en La camara sangrienta, con una versión de Barbazul que abre la colección muy buena. Con ese cuento sí que no se ha atrevido ningún estudio de animación XD.