jueves, 23 de mayo de 2019

Cazafantasmas (1984) ¿A quién vas a llamar?



Nada menos que 35 años se cumplen de una de as sagas más memorables y más breves de los ochenta. Tres décadas, rumores desmentidos sobre una tercera parte y un reboot que quizá tuvo peor recibimiento del que merecía, al que ahora hay que sumar  un nuevo anuncio de esa secuela. Suficiente tiempo como para creérmelo cuando lo vea y de momento, seguir disfrutando con la pirmera.

Los cazafantasmas son un grupo de científicos, interesados en la parapsicología, que tras ser despedidos de la universidad, encuentran la oportunidad que habían estado esperando: la prueba definitiva de la existencia de los espectros, la posibilidad de capturarlos y de paso, el poder empezar un lucrativo negocio dedicándose a la expulsión de entidades sobrenaturales. Pero la actividad paranormal que se manifiesta sobre Nueva York parece ser el preludio de algo mucho peor: manifestaciones demoniacas, la proximidad del fin del mundo…y un funcionario del ayuntamiento muy cabreado además de competente.




De la película lo más recordado es su grupo protagonista: las personalidades de Bill Murray, Dan Aykroyd, Harold Ramis y Ernie Hudson que desarrollan unos personajes cínicos, asombrados, sesudamente científicos y el que podría ser el ciudadano de a pie. Quizá este último es el que menos destaque, pero también es el que fue concebido como representación del público que asistía a la película y participaba de las aventuras de estos. Los tres primeros, conocidos previamente por su papel de cómicos, se adueñan de sus personajes, sin resultar histriónicos ni limitarse a repetir gags. Es curioso que en una comedia haya un alivio cómico, pero en este caso existe y es el contable interpretado por Rick Moranis, que en una serie de apariciones secundarias aporta varios momentos humorísticos a costa de todos los clichés habidos y por haber sobre los contables (la mayor parte de ellos, infundados. Conozco a varios y son una gente francamente simpática)….y de las posesiones. Un repertorio humorístico que comparte patalla con Sigourney Weaver, cuyo personaje, más comedido y cabal resulta un contraste con el resto.

La película fue un blockbuster de su época y hoy, una de las más recordadas de los ochenta. También, una de las que resume mejor la actitud, gustos y forma de pensar de entonces. No tanto por la estética, que en realidad es un poco más neutra, y los vestuarios, muy clásicos, como correspondería a un reparto adulto y unos escenarios donde lo que tiene que brillar son los efectos especiales artesanos. Pero sí lo son los cambios iniciales de guión, a menudo motivados por razones presupuestarias muy lógicas (la infografía todavía era ciencia ficción), la actitud profundamente optimista y también rebelde y defensora del individualismo hasta el absurdo. Pocas cosas la representan tan bien como la personalidad sinvergüenza de Peter Venkman, y la caracterización de su antagonista, un funcionario empeñado en cumplir las normas y del que siempre se recordarán dos cosas: su presentación caricaturesca del burócrata enfadado, y que el público, unos años después, se da cuenta que su personaje solo se limita a hacer bien su trabajo en un entorno donde todos parecen estar divirtiendo sin pensar en las consecuencias.

Los efectos especiales, hoy más que superados, consisten en su mayoría en actores disfrazados, superposiciones en pantalla, decorados a escala y un croma que ha soportado bastante bien los años. No son, ni de lejos, impresionantes ni realistas, pero si cuidados y llenos de inventiva. A fin de cuentas, este fue el guión al que se le ocurrió utilizar un muñeco gigante como villano final.
Hoy los Cazafantasmas es, al igual que Legend, La princesa prometida y muchas otras, una de esas películas que tarde o temprano vuelven a emitirse en los canales dedicados al cine. Y que tarde o temprano, a punto de comenzar o ya por la mitad, acabamos viendo de nuevo.

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