jueves, 8 de marzo de 2018

Karl Hans Strobl. Lemuria. Cuidate de los idus de Berlín

 
El fantástico alemán de principios de siglo sigue siendo, además de unos textos relativamente difíciles de encontrar en castellano, un lugar donde siempre es posible encontrarse con lo inesperado y lo extraño. Las novelas y relatos de Ewers ofrecían matices y situaciones muy distintos a los que podían verse en el fantástico anglosajón y el fantastique continental. Ni mejor ni peor, pero sí muy distinto, y desde luego, más perturbador y lanzado que aquello a lo que nos habituamos en las páginas escritas en inglés. Quedaban, sin embargo, autores que no llegaron a ser objeto de publicación en España hasta mucho después, y de los que, una vez terminado el libro, la impresión que produce es la de sorpresa. Sorpresa, por lo moderno y falta de prejuicios de algunos relatos, y por el hecho de no haber sido antes objeto de traducción.
 
 
Lemuria es una antología de relatos de Karl Hans Strobl, quien abandonó su carrera como funcionario de Hacienda para dedicarse a inquietar a los lectores en lugar de a los contribuyentes, en esa época difícil que fue la Alemania de entreguerras. El título elegido para su recopilación es el de la festividad romana destinada a aplacar a los malos espíritus. Una referencia clásica que en realidad poco tiene que ver para agrupar un conjunto de relatos de lo más dispares, caracterizados por tratar temas clásicos del fantástico. El vampirismo, los espectros, la licantropía o los dobles malvados. Situaciones que se han leído durante prácticamente los últimos 200 años, pero que Strobl trata con un estilo muy particular, deteniéndose con cuidado en cada detalle morboso de las situaciones y prestando mucha atención al carácter obsesivo de sus personajes. Ya en el primer cuento describe con toda parsimonia los sucesos presenciados por un noble muerto durante la revolución francesa. O al menos, por la cabeza de este, de quien leemos detalladamente como es guillotinado, vilipendiado y paseado por las calles de Paris para descubrir que él en realidad no era el protagonista. Un comienzo que preludia unos cuentos que abarcarán, además de distintos elementos fantásticos, un campo temporal muy amplio: desde la época revolucionaria, hasta las trincheras de la Gran Guerra, pasando por la época del Romanticismo.
 
 
Al igual que Ewers, su aproximación a lo fantástico no escatima en situaciones escabrosas. Pero, lejos de lo que se podría ver décadas después, opta por sugerir más que mostrar, utilizando a menudo giros y metáforas que hoy  pueden haberse quedado bastante obsoletas (hay muchos actos perversos, indecibles y mucha pasión consumada por ahí), pero que también resulta chocante cómo muchas de las situaciones pudieron formar parte de los textos más leídos de esa década, y cómo también contaban con una total falta de prejuicios. Busi-Busi, con su tribu africana reclutada por los franceses para masacrar al banco alemán, bien mediante la guerra, bien mediante la magia, pondría los pelos de punta a cualquier partidario de lo políticamente correcto, pero también es una de las piezas más perturbadoras de la colección. Es más, la Gran Guerra está muy presente en al menos dos o tres de las narraciones, si bien ligada a la aparición de lo fantástico, pero donde es posible percibir la sensación de derrota y miseria.
 
 
Lemuria ha aparecido 100 años tarde. Pero es de esos casos en que la espera mereció la pena, y quizá, con un poco de suerte,  le siga la publicación de alguna antología más o de la novela protagonizada por Eleagabal Kuperus, el personaje de Strobl que aparece en el relato que cierra el libro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario