A principios de los noventa, Disney
tuvo algo parecido a una segunda edad de oro: en realidad muchas
productoras querrían estar en sus mejores tiempos como lo estaba
esta en los peores, pero durante varias Navidades el estreno de La
Sirenita, Aladdin o El rey león eran todo un evento para los más
pequeños. Las producciones de esa década son sin duda las más
recordadas, y también las más rentables, recurriendo a reestrenos
conmemorativos o incluso versiones musicales. Y, con unos medios que
hoy consiguen lo que antes era impensable (y para qué negarlo, los
que ayer fuimos al estreno andamos hoy con la morriña subida. Cosas
de vivir en la Gran Depresión), las versiones en imagen real de los
guiones animados también es una fuente de ingresos.
La Bella y la Bestia ha sido una
apuesta segura en este caso: se trata de una traslación punto por
punto del original en dibujos, al que además de alguna canción a
mayores, se le añaden un par de tramas extra que en principio,
darían algo más de trasfondo al cuento en que se basó. Bella sigue
siendo una joven aldeada amante de los libros, algo muy raro en un
pueblo donde toda chica aspira a casarse y donde alguien como Gastón,
el cazador más fanfarrón y descerebrado, les parece el mejor
partido. Salvo a Bella, que para disgusto de este último, ni el
matrimonio ni sus fanfarronadas le atraen lo más mínimo. Su vida
cambia cuando, para salvar a su padre, se ofrece como prisionera en
el castillo habitado por una horrenda bestia que...y ahora es cuando
me pregunto por qué estoy malgastando un párrafo en resumir una
historia, que, bien por la propia Disney, bien por el propio cuento,
todos conocemos. Y si no, la versión de Cocteau (que también sirvió
de inspiración para los dibujos) es una buena forma de descubrirla.
Nunca terminaron de convencerme estos
intentos de convertir clásicos de animación en imagen real,
principalmente, porque el original funcionaba, lo conocía de sobra,
y estas no aportaban más que contar lo mismo en otro formato. Pero
al menos para la productora es una apuesta más segura que la de
contar la historia desde otra perspectiva, como hacían con
Maleficent. Y, si el 101 dálmatas de los noventa acabé viéndolo en
casa, lo mismo ha pasado con La Bella y la Bestia. Es un trasvase
punto por punto de lo que vimos en los cines en el 91. Uno muy
correcto, bien ejecutado y que entretiene tanto como lo hizo la
anterior. Pero que no tiene más novedad, salvo el contar con
personajes que antes solo habrían sido posibles mediante la
animación, como Lumière, Dindon, Chip, que hoy aparecen como un
candelabro, un reloj y una taza digitales, entre otros, que conviven
con los actores reales en el mismo escenario. Cosa que pueden llevar
a cabo sin problemas a nivel infográfico, pero en los que parece que
se ha perdido algo: la expresividad de algunos de estos objetos queda
muy lejos de la que podía dar, por ejemplo, la animación
tradicional a una familia formada por una tetera y una tacita, que
aquí resultan algo más planos.
El cambio de formato, y también de la
forma de producir blockbusters, se nota aquí en un aumento en el
metraje: los noventa minutos que entonces eran habituales se estiran
ahora a una media hora más, que se cubre con algunos números
musicales nuevos (de los que no hay queja, porque actores como Ewan
McGregor han demostrado ya defenderse muy bien en este género) o
algunas tramas que se incluyen para darle un toque más oscuro en
algunos casos, o más cercano a un público adulto que conoce la
historia, en algunos momentos. El primer caso no funciona demasiado
bien: el trasfondo sobre la infancia de la protagonista no aporta
nada novedoso al guión, salvo alargarlo un poco y añadir efectos
especiales. El segundo, en cambio, aporta un poco de chispa
ofreciendo unos diálogos entre una Bella y Bestia menos ñoños, con
más puntos en común con el desarrollo de una pareja en una comedia
romántica que la que sería en un cuento de hadas.
Aunque la estética ofrece todo lo que
se esperaba, y la mezcla entre los colores más luminososo propios de
la animación, y las secuencias más oscuras es efectiva, el reparto
se queda como mucho, en cumplidor: aquellos que interpretan a los
sirvientes del castillo se limitan a poner su voz como podrían
haberlo hecho en la versión de dibujos, y la pareja principal acaba
resultando un tanto sosa: es un poco difícil transmitir algo cuando
la bestia se pasa toda la película bajo una capa de infografía, y
hace añorar aquella peculiar versión en la que Ron Perlman se las
apañaba más que bien con un montón de prótesis y maquillaje
encima. A Emma Watson, como Bella, no consigo terminar de verla: sus
gestos, su actitud y la forma en que lleva al personaje parecen más
adecuados para una comedia romántica moderna que para una fábula de
fantasía. Sus levantamientos de ceja quedarían bien en la adapción
cinematográfica de una novela de Rainbow Rowell, pero el intento de
alejarse de la ñoñería de la Bella de los noventa no funciona
bien. Se salva en cambio Luke Evans como Gastón el cazador, que sin
sobreactuar ni aportar nada especial, sí que hace un personaje más
creibe y con más presencia física que el resto.
Para bien o para mal, La bella y la
bestia funciona. Algo que se esperaba cuando se cuenta con un guión
de eficacia probada, las adapciones necesarias para atraer al público
moderno y un reparto que va a gustarle. Se ve, entretiene, pero
permanece esa sensación de que esta versión no era necesaria.
Me temo que nos espera (mientras la cosa dé dinero) un aluvión de reactualizaciones a imagen "real" (nótese la ironía) del catálogo en dibujos animados de la Disney. Como no soy un purista, y además me encanta que una misma historia ofrezca diferentes versiones, en principio me parece algo a aplaudir. Lo malo es que las películas de modelo a mí ya me parecieron flojas en su día (el renacer Disney de los 90, con "La sirenita", "La bella y la bestia", "Aladdín", "Mulan", etc.), y por otro lado, a juzgar por el presente film, no parece que pretendan realizar ninguna aportación nueva al original, salvo banalidades para estar en la nueva onda de corrección moral (como hacer aquí que Lefou salga del armario y "apuntalar" la psicología de los personajes con alguna atención a su pasado, que siempre lo explica todo...). De todos modos, por afición o por masoquismo, estaré atento.
ResponderEliminarEl verano pasado precisamente lo intentaron con una película que hoy no es tan recordada como La bruja novata o Mary Poppins, que fue Pedro y el dragón, pero se oyó poco de ella. Y el fallo más evidente de esta Bella y Bestia es esa vocación de no querer ofender a nadie: unos habitantes del pueblo muy modernos salvo por los defectos que mostrar lo avanzada que es su protagonista, un desarrollo de la relación entre los protagonista propia de una comedia romántica moderna...Entretiene, pero juega mucho con la nostalia y tirar de un público que ahora la ve como adultos.
ResponderEliminarNo podría opinar a nivel de crítica de la mayoría de películas de la Disney de los noventa, por ser parte de una época en la que cada extremo despertaba expectación cada navidades (creo que fue a partir de Pocahontas cuando empezó cierto declive) y practicamente todas eran "buenas". En cambio, una de las últimas que sacó la productora en animacion, Tiana y el sapo, me divirtió mucho: me recordaba, precisamente, a las de la época que recordaba.
¡Hola! Estoy de acuerdo en que aportar, no aporta nada. Pero a mí me gustó bastante. La vi en V.O. y creo que eso también ayudó; con el trío Emma Thompson-Ian McKellen-Ewan McGregor me lo pasé pipa, y Luke Evans me encantó de Gastón (aunque Luke me encanta siempre).
ResponderEliminarYo soy la primera que huye de estas nuevas entregas, pero La bella y la bestia es mi película de Disney favorita y había que probar. Y bien. Tampoco me convencieron los protas, la Bestia especialmente me pareció demasiado "cuqui". Pero me entretuvo y en varios momentos me llevó totalmente a la infancia.
La que sí me pareció muy interesante de está tanda de adaptaciones fue El libro de la selva. Incluye muchas cosas de la novela que no salían en la original.
Luke Evan es de lejos lo mejor de la película, que le da mucho mejor punto frente a un dúo protagonista que no me convence nada. También la ví una tarde porque en su día la versión en dibujos me había gustado, y sabía que al menos ahora irían sobre seguro. Aunque tampoco estoy muy convencida de lo de hacer una versión en imagen real de Aladdin porque va a pasar igual que con esta: nos van a contar lo mismo.
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