jueves, 27 de octubre de 2016

Before I wake (2016). De lo que están hechos los sueños. Y las pesadillas


Con solo dos películas, Mike Flanagan es un guionista que me ha convencido sobre su buen hacer en el cine de terror. Si bien en Absentia era evidente la falta de medios, lo compensaba con unos personajes tridimensionales más importantes que la trama sobrenatural que sustentaban. En Oculus, además de seguir manteniendo ese logro, contaba con un mayor presupuesto y un guión basado en un elemento tan enigmático como los espejos. Este tratamiento de lo irreal también apareció de nuevo en su siguiente producción, pero en este caso, con un medio distinto pero igual de fascinante: los sueños, la memoria y sobre todo, las pesadillas.



Before I wake comienza con todo el aspecto de un drama de sobremesa: un matrimonio que ha perdido a su hijo se presentan como candidatos a familia de acogida. El niño en cuestión, Cody, es inteligente, amable y muy tranquilo. Pero a pesar de ello acarrea un historial de abandonos de sus anteriores tutores. En una película de las de echarse la siesta habría por ahí algún trauma escondido o algún asesino de última hora, pero la historia de Cody es muy distinta: tiene el don de traer al mundo real todo aquello con lo que sueña. Para quien ha perdido un niño, supone la oportunidad de , al menos durante unas horas, reencontrarse con él. Pero este no deja de ser una imagen de lo que le han contado a su hijo adoptivo durante el día. Y si sus sueños pueden convertirse en algo tangible, también pueden hacerlo sus pesadillas infantiles.



El principio resulta muy engañoso, apareciendo situaciones que serían inevitables en cualquier telefilme: el matrimonio con un trauma, un niño huérfano, un misterio, y hasta una asistente social moviendo papeles. Estas hacen temer lo primero en el peor de los casos, y una película más centrada en el suspense y en lo emotivo en el mejor. Pero su desarrollo es muy distinto: tras unos primeros minutos un tanto tópicos, la trama sobrenatural se desarrolla con una gran rapidez, siendo aceptada por los personajes al ser algo a lo que se enfrentan directamente, y para la que lo irracional es la explicación más viable. En cambio, el planteamiento de lo fantástico se ciñe unicamente a los personajes principales: si bien se intuye que va a haber un monstruo por ahí, y este aparece un par de veces, su función en ningún momento es la de ir eliminando secundarios y extras. Su función es más bien la de ser una de las consecuencias del don del protagonista. Que, siendo este tan ligado al concepto de los sueños, también lo estará a cómo el subconsciente interpreta las vivencias.



En realidad , y quizá por eso el guión no es tanto de terror como fantástico, lo importante es la figura de la familia, en concreto, de esos padres que no han superado una pérdida y que convierten a su hijo adoptivo en un mero instrumento. Un tema que se va planteando de forma pareja a las primeras apariciones de una criatura y que llevará a un desenlace mucho más cercano al terror, donde los elementos anteriores se emplean para recrear un escenario propio de las pesadillas. Y, aunque este se hace esperar un poco, su desarrollo, y el cuidado que se dedica a caracterizar a los personajes previamente, hace que la historia se disfrute en su vertiente menos terrorífica: los personajes son cercanos, hay una situación irreal y de la que se intuye un doble filo que los protagonistas aún no han visto. Ya llegará lo macabro en su momento.



Un acierto a la hora de tratar estos temas ha sido la simbología: si en Oculus recurría a los espejos como entrada a lo sobrenatural, aquí le corresponde a las mariposas, muy ligadas a lo irreal y también a la metamorfosis, y que aquí tienen una presencia continua. Con un truco tan simple como convertirlas en el hobby de su protagonista, combinan secuencias entre las más vistosas y su vertiente más siniestra, donde unos insectos similares a polillas anuncian la llegada de las pesadillas.



El papel del protagonista era un tanto complicado: no tenía que parecer, ni lo hace, un niño siniestro. Pero tampoco parece uno continuamente asustado como podría estarlo en una película de monstruos. Aunque la idea sería el caracterizarlo como alguien más maduro, o darle un aspecto más especial y consciente de sus características, es una decisión que seguramente funcione más en literatura que en pantalla: el actor que lo interpreta se defiende bien en la mayoría de los casos, pero en otros parece muy perdido y repite de una forma bastante sosa sus líneas de diálogo.



Before I wake despista al empezar como un drama de familia, pero su idea principal y desarrollo es muy distinto: no es una película de terror, ni una pensada para explotar la emotividad del público, sino más bien una fábula fantástica con toques de suspense.

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