lunes, 22 de agosto de 2016

Nunca apagues la luz (2016). Fantasma vs bombillas


Generalmente no quedo muy contenta con las películas basadas en cortometrajes. En la mayoría de los casos, esa buena idea de cinco minutos acaba rodeada por un argumento y situaciones pensadas para dar soporte a una producción más larga. Mamá acabó siendo una historia desde cero en el que el propio corto se convertía en una secuencia concreta. Baskin era a ratos el tren de la bruja o una película gore de los ochenta…y cuando le tocó el turno a Lights Out, no esperaba demasiado. Ver en youtube cinco minutos de interruptores funcionando solos y un susto final muy de Halloween tenía su gracia y no habría desentonado en un film antológico. Pero, ¿daba para algo más largo? Además, en España las luces apagándose y encendiéndose solas también da miedo, pero por un motivo muy distinto: las últimas facturas dan ganas de sacar todas las bombillas y que sea lo que Dios quiera.

 


En este caso, la idea de Lights Out se ha convertido en la característica principal de la criatura que aparece en la película. Un ser que se desplaza unicamente en la oscuridad, siendo imposible verlo si no es en la penumbra, y que mata despiadadamente a sus víctimas. Este parece estar muy vinculado a la familia de Sophie, una mujer con un historial de enfermedades mentales, y a sus hijos, que desde siempre notaron una presencia extraña en la casa relacionada con el estado anímico de su madre. Cuando el miedo del más pequeño se hace evidente ante lo que habita con ellos, Becca, su hermana, comienza a investigar descubriendo lo que le sucedió a su madre durante su infancia, ingresada en un centro psiquiátrico, y a Diana, su amiga a quien conoció allí, aquejada de una extraña fotofobia y una actitud amenazadora hacia todo aquel que intentara arrebatarle a su amiga.


Con este punto de partida, la película es de las más cortas que se han estrenado recientemente, no llegando a la hora y veinte. Al menos, sirve para que en ningún momento se vayan por las ramas con tramas añadidas, como el drama familiar que sirve para introducir a los personajes, o el romance entre dos de ellos. También hace que acepten lo sobrenatural con mucha facilidad. Quizá demasiada, al contar con un personaje ajeno a este grupo familiar (el novio de la protagonista), al que parece no sorprenderle lo más mínimo que su pareja haya sido amenazada por un espectro fotofóbico. Estos dos no cuentan con una caracterización demasiado novedosa, quedándose muy justita y muy tópica: chica con problemas de confianza y aspecto de rockera para ir planteando un posible conflicto en caso de optar por la solución realista, el de convertirse en la tutora legal de su hermano. La presencia de la madre no tiene demasiado peso salvo el drama familiar, algo bastante paradójico al tener en cuenta el giro que quieren darle al guión. En el lado bueno, el papel del niño es bastante adecuado, al dotarlo de unas reacciones bastante prudentes y que en general, no suponga un estorbo para la actuación de los adultos. Y,  el más desconcertante ha sido el novio de la protagonista, un tipo que se pasa la mitad de la película sin cambiar mucho de expresión, sin más presencia que ir de un lado a otro…para al final, tener una de las reacciones más lógicas que se han debido ver en los últimos 30 años de cine de terror: se marcha y llama a la policía, situación decisiva para el desenlace. La película no será de las mejores del año, la realización es tirando a tópica con algunas excepciones…y en cambio han sido capaces de marcarse un giro con bastante sentido común. 
 
 

El mayor atractivo, al menos a nivel visual y de atmósfera, es la criatura que han diseñado para la película. Esta no tiene nada que ver con la del corto original, sino que han optado, en la mayoría de secuencias, por sugerir más que mostrar una silueta esquelética a la que unicamente se ve en las escenas en penumbra. Y que por sus características, da lugar a situaciones tan interesantes como el último tercio de la historia, filmada en el tono azul de una lámpara de luz negra que se convierte en la única forma de poder detectar sus movimientos. Y de paso, de quitarle algo de misterio, ya que se ve con más detalle. Es una lástima que el trasfondo no acompañe a un diseño tan interesante, porque se convierte en una mezcla de ideas que no quedan claras: quiere ser un fantasma, pero también un monstruo, e incluso una creación psicológica como intentan sugerir desde que establecen su conexión con uno de los personajes. Su historia refleja esta misma mezcla sin que nada resulte convincente: que si un hospital, que si una venganza, y ahí en medio, una explicación sobre poderes mentales muy cogida con pinzas, y que elimina cualquier posible ambigüedad sobre su naturaleza real o imaginaria.

Nunca apagues la luz no termina de ser una película satisfactoria: queda ante todo la sensación de haber trabajado muy bien el aspecto estético, y sobre todo, explotar el miedo no tanto a la oscuridad sino a lo que puede entreverse en la penumbra. Pero se queda en una realización y unas situaciones muy corrientes. Entretenidas, pero corrientes. Y la impresión de que esa criatura de la historia habría estado mucho mejor con un trasfondo algo más original, o incluso, el desconocer este por completo.

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