jueves, 28 de julio de 2016

Dead Rising: Endgame (2016). Zombies, inyecciones y bricolaje, volumen II.


Hace más o menos un año me eché la siesta con una películade zombies, que acabó sorprendiéndome bastante. Primero, porque me pareció bastante correcta y fácil de seguir incluso para los que ni conocíamos el videojuego que adaptaba, y segundo, porque debió de funcionar lo bastante bien como para que doce meses después tuviera una secuela recién salida del horno, donde seguían la historia anterior e incluso conservaban a parte de los actores de la primera.

 


Endgame continúa dos años después de la epidemia que arrasó con una parte de la ciudad y que provocó que se implantara un nuevo sistema para tratar a los infectados del virus zombie que la provocó: un chip que libera regularmente la dosis necesaria para evitar que estos se conviertan y puedan llevar una vida normal. O tan  normal como la víctima de cualquier enfermedad altamente contagiosa. Pero Chase, el reportero que descubrió el objetivo que los militares escondían, ha descubierto una situación más peligrosa para todos ellos: todos los que saben demasiado desaparecen, se habla de nuevas cepas del virus y un plan definitivo para acabar con todos los infectados, ahora controlados mediante los chips. La única manera de salvarlos será regresar a la zona de la antigua cuarentena, ahora convertida en laboratorio, y bloquear el programa que en unas horas, eliminará a todos aquellos que dependen de una medicación para no convertirse en zombies.

 



El guión recurre directamente al desenlace de la anterior entrega. Del que ponen al día al público con algunas secuencias de esta, unas voces en off, y lo justo para que cualquiera que no la haya visto pueda enterarse de lo que pasa. Que, al tratarse de una historia muy sencilla y que  después procura plantear otras tramas, no presenta problemas. También parece algo más alejada de los guiños al videojuego que pudieron verse antes: los vestuarios parecen menos reconocibles, no sacados de ninguna imagen promocional o intro de un juego, y en general mantiene un aspecto más de película de acción en lugar de querer recordar al material original. Salvo por el guiño de las armas fabricadas, que aquí se mantiene, pero más como una anécdota e incluso menos machacona de lo que pudo verse antes.

 


La realización sigue siendo muy correcta, no tiene el presupuesto de un estreno de cine, pero sí el suficiente como para no parecer un telefilme. Aunque el montaje parece un poco desganado, como si se hubieran limitado a preparar una cinta genérica sin complicarse mucho. Entre escena y escena de acción, diálogo y secuencia de movimiento, se marcan unos fundidos en negro tan largos que hasta resultan un tanto bruscos..y que en más de una ocasión me pregunté si se habría estropeado la cinta o la tele. Y quizá han corrido demasiado a la hora de sacar la segunda parte, porque las caracterizaciones de los zombies son bastante más pobres. Si en la primera había un trabajo de maquillaje más o menos bueno, aquí se han limitado en muchos casos a ponerles a todos los figurantes un traje gris, una máscara completa, y a correr. Y lo de correr, literalmente, porque en este caso, también aparecen zombies velocistas. No sé si por aquello de meter variedad en los bichos, o intentando que no se note demasiado el trabajo un poco chapucero. Creo que desde Z Nation y las de Lucio Fulci no veía tanto calvo por metro cuadrado.

 


La primera mitad en general, es igual de entretenida que su predecesora: en este caso, usan un recurso tan sencillo como el de meter a los personajes en un sitio con obstáculos varios, del que tienen que salir en un tiempo limitado. Suficiente como para pasar el rato. En cambio, el desenlace acaba perdiéndose entre tópicos del género y situaciones sin mucho sentido, como el hacer aparecer a un científico al que parece darle bastante igual que se hayan colado unos saboteadores en un complejo de alta seguridad. Billy Zane (el actor más reconocible en este caso. Y también bastante más calvo y relleno desde su último papel protagonista) sigue a lo suyo, que es poner inyecciones y dar el discurso estándar de los científicos poco éticos. Tanta parsimonia después de haber visto una carrera contrarreloj y a los protagonistas superando obstáculos resulta bastante chocante.

De Endgame, a grandes rasgos, no se pueden decir muchas cosas malas. Es una película con todo lo necesario para pasar una tarde: personajes con rasgos reconocibles pero no memorables, un poco de acción, algo de tópico, y mucho entretenimiento. Es probable que en unos días me olvide de lo que contaba, pero durante esos noventa minutos no faltaron zombies ni armas caseras, que era lo que ofrecía desde un principio.

 

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