Esta semana se confirmó la cancelación de Penny Dreadful,
una serie que desde hace tres años se emite durante las primeras semanas de
verano. Un detalle importante porque implica que sus temporadas se caracterizaban
por ser muy breves, no más de diez episodios en todo caso. En realidad no era
solo el periodo de emisión el que justificaba esa brevedad, sino que se trataba
más bien de una de esas producciones que son toda una obra de arte en el
formato televisivo.
Antes de nada, ¿qué es eso de Penny Dreadful? En principio,
no parece estar relacionado con la historia sino con la época: este es el
nombre que se le daba a ciertas publicaciones disponibles en la era victoriana,
destinadas a un público popular y caracterizadas por su temática de aventuras,
sobrenatural, y quizá su tendencia a lo escabroso, donde lo mismo se narraban
las andanzas de Dick Turpin que, en el caso más popular, de Varney el vampiro
(nombre que siempre me pareció un poco de andar por casa para un señor no muerto). Como los folletines continentales
y las revistas pulp del siglo próximo. Un título muy adecuado para una serie
donde precisamente, no falta ninguno de estos elementos, aunque con una mayor
carga psicológica y donde se refleja con mayor profundidad la complejidad de
los personajes y las contradicciones morales de la Inglaterra del siglo XIX.
Todo comenzaría como una potencial historia de aventuras:
Chandler, un pistolero, es contratado por Malcolm Murray, quien intenta
encontrar a su hija con la ayuda de Vanessa Ives, su amiga de la infancia. Pero
esta parece tener un problema mayor: desde niña se ha visto amenazada por una
presencia que la reclama, quien ella identifica con el diablo y que la llevará
a alejarse de su familia e incluso de acabar en un manicomio. Vanessa, como
clave en una batalla sobrenatural entre ángeles caídos, se convierte en el hilo
conductor de una narración donde en cualquier callejón de Londres acechan los
vampiros, las brujas y el diablo son una amenaza real y donde personajes como
Dorian Gray, un dandy caprichoso e inmortal puede cruzarse con los
protagonistas e incluso con Victor Frankenstein, atormentado por la primera
criatura a quien resucitó y que ahora, rechazada por el mundo y sin recuerdos
de su vida anterior, oscila entre el deseo de venganza y el de ser aceptado por
alguien.
La serie recrea a la perfección la estética de la época:
tanto visualmente, donde los escenarios y vestuarios más lujosos conviven con
el aspecto más miserable de las fábricas, como a nivel de contenido. Todas las
secuencias mantienen una tonalidad muy gris, con muy pocos colores vivos, e
incluso una mansión señorial como la de
los Murray, aparece cerrada y
polvorienta, donde apenas se utilizan unas pocas habitaciones para los
personajes que habitan en ella. No falta tampoco, en cierto modo, reflejando la
doble moral y también la psicología de los protagonistas, los escenarios más
oscuros: el teatro del Grand Guignol, los fumaderos de opio, las fabricas y sus
condiciones inhumanas, e incluso los bosques y las aldeas muestran un aspecto
amenazador.
Más que estar a la altura, el reparto es el responsable del
nivel de la producción. Si hubiera que dar solo un nombre, sería el de Eva
Green, quien practicamente lleva sobre sus hombros toda la trama. A ratos
podría decirse que es una serie hecha a su medida: su personaje pasa de dama a
mujer fatal e incluso a víctima con gran facilidad, y supera el que podría
haber sido el mayor obstáculo: tener una protagonista a la que literalmente, la
persigue todo lo que se mueve, y que parece ser un personaje clave para el
mundo, sin que esta se convierta en una Mary Sue consciente de su importancia.
Más bien al contrario, siendo uno de los más atormentados en un grupo al que
precisamente no le va muy bien la vida. Lo más sorprendente es la química que
mantiene con Rory Kinnear, quien hace de criatura de Frankenstein, en las
escasas escenas que tienen juntos, donde sus personajes muestran una gran
ternura. Pocas secuencias, hasta el cuarto episodio de la última temporada,
donde ellos dos llevan el peso de todo el guión en un solo escenario. Hasta
entonces, pensaba que lo de “duelo interpretativo” era una frase que los
críticos escribían porque hacía bonito. Por comparación, entre el Malcolm Murray
de Timothy Dalton, o el Victor Frankenstein de Harry Treadway, Josh Hartnett se
queda un poco pequeño: simplemente, su personaje es directo, adecuado a su
carácter, y sin demasiadas florituras.
En un principio se la comparó con La liga de los caballeros
extraordinarios, el comic de Alan Moore, y se decía un poco en broma que era la
adapción que este merecía, en lugar de la película del 2003. Seguramente, por
lo de emplear personajes literarios de la época para contar una historia con
bastantes referencias a esta, y también, con un poco más contenido que la
narración de aventuras sin más. En realidad el parecido se queda aquí, porque
Penny Dreadful no puede calificarse como serie de acción: al contrario, resulta
sorprendentemente pausada, mucho más centrada en los personajes, su carácter, y
las consecuencias que los sucesos tienen en estos. Tanto, que pese a la calidad
de los episodios, las dos primeras temporadas fueron un poco irregulares: salvo
el primer y último capítulo donde resolvían la trama a velocidad de vértigo,
algunos de ellos parecían limitarse a mostrar unos cuantos exteriores, a los
protagonistas paseando por ellos, y unas cuantas escenas aleatorias de desnudos
para recordarle al público que ante todo, es una serie muy seria y muy de mayores.
Un defecto que se corrigió en la tercera temporada, que resultó mucho más
fluida y donde los momentos pausados se combinaban mucho mejor con la trama
principal y las escenas de acción, que también había. Y en la que, pese a la
cancelación posterior, se fueron introduciendo indicios sobre lo que podría
pasar en la siguiente temporada: referencias a Egipto, la tumba de Im-ho-tep y
la aparición de un nuevo personaje, quien parecía ser una posible sustituta de
Vanessa Ives que, curiosamente, no me convencía nada: su papel de especialista
en ritos funerarios, su vestuario y el moverse por el Londres Victoriano
portando una espada era más propio de un videojuego o de una novela Steampunk
que de los personajes femeninos que habían podido verse, y del tono de la
propia serie.
Pese a su excesiva lentitud en algunos casos, Penny Dreadful
consiguió, bien por guiños, o bien por incorporarlas a su mitología, hacer
aparecer practicamente a todos los monstruos clásicos: el demonio, las brujas,
el conde Drácula e incluso al hombre lobo, a falta de esa momia que se quedó en
un simple guiño. Que estos, en lugar de quedarse en una colección de
referencias, formaran parte de algo propio, mas dramático que lo que podía
esperarse al principio, y que compitieran con unos personajes inolvidables.
Además de ser uno de esos casos en los que la cancelación no evita que se le de
un cierre más que digno a una gran serie, pese a que por una vez, me hubiera
gustado contar con una temporada más.
Simplemente, yo también la echaré de menos.
ResponderEliminarYo también. Su creador asegura que este era el final planteado, pero se nota demasiado que incluso en esta temporada quedan cabos sueltos: la desaparición súbita de Drácula, Mister Hyde...El desenlace llegó demasiado pronto.
ResponderEliminarAún no la he visto. Me llama muchísimo la época victoriana y Eva Green me encanta, peeero todo el mundo me dice que es una serie sin argumento, así que la he ido aplazando.
ResponderEliminarAhí acertaron: tarda mucho en desarrollar trama y puede considerarse más una serie de personajes y ambientes que de una historia concreta. Pero la tercera temporada lo compensa.
ResponderEliminarAdemás Eva Greene sale en El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares.