lunes, 20 de junio de 2016

Cell (2016). O “cómo dejé de preocuparme y me convertí en un zombie telefónico”


 
En el campo de las adaptaciones cinematográficas, Stephen King ha debido ver practicamente de todo. Desde clásicos muy dignos como fueron Carrie o El resplandor, a series B muy pobres y miniseries con menos medios. Y quizá estos ejemplos se queden un poco lejanos, pero pertenecen a la época en la que todavía leía o veía alguna cosa basada en este autor. Después, salvo la versión de La niebla, una de mis novelas cortas favoritas, le perdí la pista hasta encontrarme este año con un montón de noticias: el estreno de la miniserie 11/22/63, un piloto para La niebla, la expectación que despierta La Torre Oscura…y entre todo el formato televisivo, un largometraje sobre la primera aproximación de King al tema de los zombies.

 


Cell comienza con un día cualquiera en un lugar tan común como un aeropuerto donde los pasajeros empleando teléfonos móviles es algo de lo más común y donde el protagonista, un guionista de comics, habla con su exmujer y su hijo hasta que, por un golpe de mala suerte, se queda sin batería. Mientras intenta comunicarse de nuevo en una cabina, contempla horrorizado como todos aquellos que se encontraban al teléfono parecen enloquecer y comienzan a atacar a todos los que los rodean. Tras conseguir huir gracias a un empleado de metro, y acompañado por este y una de los pocos supervivientes, emprende un viaje entre grupos de infectados, para poder encontrar a su hijo. Durante el camino, estos descubren que los afectados por el Pulso, como han comenzado a llamar a ese fenómeno, han desarrollado una especie de mentalidad colectiva. Y que puede existir un lugar seguro, lejos de cualquier señal de telefonía. Algunos de los supervivientes lo ven como un destino en el que estarían a salvo. Otros, temen que pueda ser una trampa para ser conducidos hacia los infectados.
 

 

El libro se publicó hace diez años, y es uno de esos pocos casos en los que la década de diferencia le ha sentado muy bien: en 2006 aún se observaban los móviles con el recelo típico de una nueva tecnología y  los teléfonos de pantalla monocromo convivían con los que tenían cámara fotográfica integrada como prestación más avanzada. Precisamente por la cotidianeidad y el carácter necesario que han ido adquiriendo, es por lo que el planteamiento se ha vuelto mucho más inquietante en lugar de quedarse como una historia tecnofóbica. De hecho, todo el comportamiento de los infectados resulta muy deudor de las características de cualquier smartphone: el sonido que emiten para comunicarse o contagiar a los supervivientes, el sistema de comunicación que parecen mantener entre ellos, e incluso, en un momento lleno de humor negro, el que durante la noche hibernen mientras de sus móviles, que muchos no han soltado, y de sus propias bocas, salga una cancioncilla que en su momento fue viral: nada menos que el Trololo (en la novela era El paso del elefantito de Henry Mancini).

 


De hecho, es este planteamiento, con mucho más potencial después de este tiempo, lo máximo que ofrece la película. Porque en realidad, tanto como largometraje como adapción resulta muy atropellada: los cambios de ritmo entre una situación y otra son demasiado bruscos, de modo que no queda muy claro cual pretende ser el tono de la película: el comienzo es trepidante, y la velocidad con la que se desencadenan los hechos es muy adecuada para crear una sensación de confusión, en la que los primeros infectados, la huida milagrosa del protagonista y una conversación mínima con otros supervivientes se sucede en unos pocos minutos, tras los que posteriormente, se le da al público un respiro para que procese con los personajes lo que ha pasado. Pero a partir de este comienzo, el resto resulta demasiado caótico: en un momento parece que quieren contar todo lo que pueden en el mínimo tiempo posible, y en otro, incluyen secuencias muy lentas e intimistas que provocan que la historia parezca avanzar a trompicones. Tampoco ayuda el incluir una trama que apenas pueden desarrollar: a mitad de metraje empieza a hablarse de un personaje que parece ser el líder de los infectados, de la posibilidad de estos de enviar mensajes a los supervivientes, pero que salvo por los diálogos que estos tienen, no llega a quedar claro que es lo que hace. En realidad tampoco llega a saberse que es lo que desencadena la historia, lo que en realidad no es malo: incluso Romero, a partir de Zombie, deshechó cualquier explicación a favor de la ambigüedad y preocuparse de los personajes. Pero en este caso, simplemente, se trata de una trama que, al no poder desarrollar correctamente, deberían haberla obviado: la película habría funcionado igual sin ella.

 


La brusquedad a la hora de hacer avanzar la historia también se nota con los personajes: los papeles protagonistas le corresponden a John Cusack y Samuel L. Jackson, de los cuales, al menos el primero es creíble, y donde se aprovecha muy bien su oficio como guionista en los momentos en los que se ofrecen distintas teorías sobre lo que sucede. El segundo no tiene tanta suerte, porque más que un personaje, parece que Jackson ha sido contratado para hacer de Samuel L. Jackson: es un tipo que curiosamente, sabe de todo en el momento adecuado ¿Que hay que huir por unos tuneles? Él es un trabajador allí ¿Que hacen falta armas? Mira por donde, él fue militar…Y así, con muchos otros. Porque aunque sea sencillo meterse en la historia, sigue siendo un poco chocante que todos tengan una puntería más que notable nada más empuñar un arma.

 
 
Uno de los motivos por los que ponerse de parte de los zombies..


Cell ha resultado una película un poco desconcertante: no da la impresión de ser una mala producción. Salvo el exceso de don de la oportunidad, sus personajes están bien construidos y resultan simpáticos. Y sobre todo, el planteamiento es de lo más atractivo. Pero los cambios de tono entre una secuencia y otra son muy bruscos, y se mantiene continuamente la impresión de estar viendo una historia que avanza a saltos, que quería narrar algo más complejo pero que no pudo, o no tuvo tiempo. Y lo que es peor, en una historia sobre la carrera a contrarreloj del protagonista para salvar a sus seres queridos, vemos cómo este olvida alegremente a su gato en el piso, del que no vuelve a saberse. Para estas cosas, el Apocalipsis no cuenta: Manuel Loureiro tuvo en nómina a Lúculo durante toda una trilogía. Vergüenza debería darles.

2 comentarios:

  1. No sé si ya iba predispuesto por lo poco que me gustó el libro o qué, pero la película no me gustó. King tiene un buen puñado de buenos libros, otros reguleros y una cantidad demasiado grande de malos libros. Y con las adaptaciones sucede lo mismo. '1408', la otra adaptación de King donde participan Jackson y Cusack me gustó muchísimo más.

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  2. El libro en su momento me gustó, porque precisamente llevaba un montón de tiempo sin leer a King por acumular demasiados de los malos. Por mi parte, me quedo sin duda con lo que sacó en los ochenta, especialmente con La niebla, al que le tengo bastante cariño. La adaptación de Cell, a nivel de producción es muy correcta, y en la década de los Smartphones funciona mucho mejor. Pero a nivel de guión me parece demasiado apresurada, quieren meter todo lo que aparece en el texto original y a la velocidad que van, no se puede.

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