Durante este año estuve con unos cuantos libros de esos que
son clásicos infantiles y que, por su cantidad de versiones, animadas o no, y
de adaptaciones como textos más sencillos, se han quedado como personajes
populares pero de los que es menos habitual conocer el original. Puede hacerse
un poco extraño el leer libros que tienen más que nunca la etiqueta “para
niños”, pero el ebook ayuda a jugar un poco al despiste y, tras un par de estos
clásicos he comprobado, que, en su mayor parte, tiene más que ofrecer que las
mil adaptaciones que conocimos. Salvo quizá en el caso de la obra de Johanna
Spyri. En ese caso es mejor la Heidi de Miyazaki.
Carlo Collodi. Pinocho. Si las versiones de Peter Pan y
Alicia han hecho a sus personajes más conocidos que el propio libro del que
vienen, en el caso de Pinocho, el libro de Collodi se ha quedado todavía más a
la sombra. También es cierto que su versión de Disney es muy fiel a este,
especialmente en partes que resultan muy siniestras para la idea que se tiene
de esta productora.
Pero, al igual que en Peter Pan, muchos de los elementos
originales se han quedado fuera: la historia del muñeco que quería ser un niño
de verdad, y de cómo vence sus defectos para convertirse en un buen hijo para
Gepetto es también un cuento que comenzó siendo publicado por entregas, muy
anárquico, y con un contenido moral que, en principio, su autor presentó de una
forma muy drástica y que posteriormente, le fue impuesto de una forma más
paternalista por sus editores. Pinocho, el del libro, comienza siendo malo como
el diablo: huye de su casa, es capaz de hacer quedar a Gepetto como un
maltratador (y hacer que de con sus huesos en la cárcel) y no duda en exigirle
todo tipo de cosas con la promesa de ser bueno…vamos, que poca diferencia hay
entre este y los chavales que podemos ver en algún reality de la tele. La
presencia del grillo es casi anecdótica, y el Hada Azul toma su nombre de, en
principio, el color de un cadáver reciente, ya que su procedencia parece ser
más bien la de un alma en pena. Los peligros que sufre su protagonista también
harían palidecer a cualquier pedagogo de hoy: ahorcado por dos timadores,
convertido en asno y rebozado en harina…castigos ejemplares muy cercanos a los
pasajes que pueden encontrarse en los cuentos clásicos si se miran sus fuentes
iniciales, pero que, en el fondo, son difíciles de tomar en serio porque este
protagonista, tal y como se plantea, es muy difícil de redimir y casi
desarrollan su carácter a base de palos.
La estructura del libro también es propia de un cuento para
niños, pero de la que hoy se ha perdido: además de frases breves, donde prima
el contar lo que pasa y no cómo pasa o qué aspecto tiene todo, y donde esto no
tiene por qué tener sentido: los perros hablan porque sí. Igual que los títeres
y los burros, y donde nadie se extraña que una marioneta a medio hacer salga
corriendo de un altillo (seguramente a Thomas Ligotti le encantaría esto), y precisamente
este mundo propio de un cuento, sin necesidad de lógica ni explicación
obligatoria lo convierte en algo único.
En cambio, se nota en su estructura por entregas los tirones
de orejas que le podían ir dando al autor: las aventuras de Pinocho terminaban
con su protagonista, sin redimirse ni conseguir su sueño de ser un niño,
asesinado por dos timadores y con la recomendación para sus lectores, muy
irónica, de no seguir el mal camino y acabar como él. Esta, tan exagerada que
era un poco difícil tomarlo como cuento moral, y lo bastante drástica como para
que su editor solicitara un final mejor para el cuento. Y, si bien durante
varios capítulos sus aventuras continuaban de una forma similar, es en el
último donde se produce el cambio más evidente y el personaje cambia por
completo. Tanto, que da la impresión de que la enumeración final de trabajo
duro y abnegación que empieza a presentar su protagonista, es un desenlace
impuesto, o cuando menos, determinado por exigencias exteriores.
Seguramente por ese final sea por lo que Pinocho haya podido
ser versionado una y mil veces, sin
necesidad de grandes cambios, y pasado a ser un personaje que permaneció junto
a los niños de los dos últimos siglos y con cuya narración el tiempo ha sido
muy generoso. Algo que, con su falta de prejuicios, su fantasía y su forma de
narrar una historia, tan loca y a la vez lógica como puede serlo la imaginación
de un niño, se ha ganado perfectamente.
Supongo que será porque en el colegio nos hicieron leer 'Pinocho' y 'Peter Pan', desde entonces les tengo una manía... No son de mis libros infantiles preferidos. Un saludo.
ResponderEliminarEl caso de "Pinocho" es aún más extremo que los de Peter Pan y Alicia, cuyos libros originales, aunque no tan conocidos como las películas de Disney, sí lo son en mucho mayor grado. De ahí la increíble sorpresa de su descubrimiento y de todos esos elementos que en absoluto parecen propios de un libro infantil: el del ahorcamiento es alucinante, pero también es un impacto descubrir que Gepetto no es el entrañable viejecito que uno espera o que el grillo es eliminado por Pinocho a los pocos momentos de que empiece a desgranar sus enseñanzas morales. Collodi, de hecho, no era un autor para niños, al menos hasta que el éxito de su novela por entregas hizo que, en los capítulos finales, rebajara mucho el tono y lo aproximara a lo que se esperaba de él. Problemas de escribir relatos protagonizados por personajes infantiles y fantásticos: lo que se espera de ellos es algo infantil. Disney respetó mucho de su letra pero cambió bastante su espíritu, dotándolo de más blandura y sentimentalismo. No me parece mal, porque en esa línea es otra obra maestra. Y porque así complementa de modo genial la maravilla que es la novela.
ResponderEliminarAnacrusa: ahí tienes razón. Es muy difícil a veces disfrutar de una lectura obligatoria, aunque sean estas, por la forma en la que a menudo se las enfoca en los colegios. De todas formas, te recomiendo una segunda lectura de Peter Pan, aunque también reconozco que algunos de sus temas (especialmente, todo lo relativo a Wendy), ha envejecido muy mal.
ResponderEliminarJosé Miguel García de Fórmica-Corsi: efectivamente, Gepetto tiene mucho de sufrido pero muy poco de viejecito entrañable, pero también Pinocho es un personaje en sus comienzos, con muy mal fondo, prácticamente tiene todas las características de un niño sin educar tal y como se lo podría ver entonces. Por eso, la escena del ahorcamiento puede parecer chocante en comparación con sus versiones, pero no tanto tras conocer a los personajes iniciales de Collodi. Es mucho más extraña la tendencia moralizante del final, donde esos capítulos cargados de consejos sobre el trabajo duro poco tienen que ver con lo anárquico de sus primeras páginas.
La versión de Disney, pese a lo distinta, también es una de las mejores: es un enfoque, mucho más amable y pensado para los niños, pero donde se conservan perfectamente los elementos más macabros que esta obra contenía.