jueves, 3 de diciembre de 2015

Carlo Collodi y Pinocho. El muñeco que quería ser un niño. Pero que tampoco le preocupaba tanto.



Durante este año estuve con unos cuantos libros de esos que son clásicos infantiles y que, por su cantidad de versiones, animadas o no, y de adaptaciones como textos más sencillos, se han quedado como personajes populares pero de los que es menos habitual conocer el original. Puede hacerse un poco extraño el leer libros que tienen más que nunca la etiqueta “para niños”, pero el ebook ayuda a jugar un poco al despiste y, tras un par de estos clásicos he comprobado, que, en su mayor parte, tiene más que ofrecer que las mil adaptaciones que conocimos. Salvo quizá en el caso de la obra de Johanna Spyri. En ese caso es mejor la Heidi de Miyazaki.



Carlo Collodi. Pinocho. Si las versiones de Peter Pan y Alicia han hecho a sus personajes más conocidos que el propio libro del que vienen, en el caso de Pinocho, el libro de Collodi se ha quedado todavía más a la sombra. También es cierto que su versión de Disney es muy fiel a este, especialmente en partes que resultan muy siniestras para la idea que se tiene de esta productora.



Pero, al igual que en Peter Pan, muchos de los elementos originales se han quedado fuera: la historia del muñeco que quería ser un niño de verdad, y de cómo vence sus defectos para convertirse en un buen hijo para Gepetto es también un cuento que comenzó siendo publicado por entregas, muy anárquico, y con un contenido moral que, en principio, su autor presentó de una forma muy drástica y que posteriormente, le fue impuesto de una forma más paternalista por sus editores. Pinocho, el del libro, comienza siendo malo como el diablo: huye de su casa, es capaz de hacer quedar a Gepetto como un maltratador (y hacer que de con sus huesos en la cárcel) y no duda en exigirle todo tipo de cosas con la promesa de ser bueno…vamos, que poca diferencia hay entre este y los chavales que podemos ver en algún reality de la tele. La presencia del grillo es casi anecdótica, y el Hada Azul toma su nombre de, en principio, el color de un cadáver reciente, ya que su procedencia parece ser más bien la de un alma en pena. Los peligros que sufre su protagonista también harían palidecer a cualquier pedagogo de hoy: ahorcado por dos timadores, convertido en asno y rebozado en harina…castigos ejemplares muy cercanos a los pasajes que pueden encontrarse en los cuentos clásicos si se miran sus fuentes iniciales, pero que, en el fondo, son difíciles de tomar en serio porque este protagonista, tal y como se plantea, es muy difícil de redimir y casi desarrollan su carácter a base de palos.



La estructura del libro también es propia de un cuento para niños, pero de la que hoy se ha perdido: además de frases breves, donde prima el contar lo que pasa y no cómo pasa o qué aspecto tiene todo, y donde esto no tiene por qué tener sentido: los perros hablan porque sí. Igual que los títeres y los burros, y donde nadie se extraña que una marioneta a medio hacer salga corriendo de un altillo (seguramente a Thomas Ligotti le encantaría esto), y precisamente este mundo propio de un cuento, sin necesidad de lógica ni explicación obligatoria lo convierte en algo único.


A Pinocho se lo lleva la Guardia Civil.. 

En cambio, se nota en su estructura por entregas los tirones de orejas que le podían ir dando al autor: las aventuras de Pinocho terminaban con su protagonista, sin redimirse ni conseguir su sueño de ser un niño, asesinado por dos timadores y con la recomendación para sus lectores, muy irónica, de no seguir el mal camino y acabar como él. Esta, tan exagerada que era un poco difícil tomarlo como cuento moral, y lo bastante drástica como para que su editor solicitara un final mejor para el cuento. Y, si bien durante varios capítulos sus aventuras continuaban de una forma similar, es en el último donde se produce el cambio más evidente y el personaje cambia por completo. Tanto, que da la impresión de que la enumeración final de trabajo duro y abnegación que empieza a presentar su protagonista, es un desenlace impuesto, o cuando menos, determinado por exigencias exteriores.


Seguramente por ese final sea por lo que Pinocho haya podido ser versionado una y  mil veces, sin necesidad de grandes cambios, y pasado a ser un personaje que permaneció junto a los niños de los dos últimos siglos y con cuya narración el tiempo ha sido muy generoso. Algo que, con su falta de prejuicios, su fantasía y su forma de narrar una historia, tan loca y a la vez lógica como puede serlo la imaginación de un niño, se ha ganado perfectamente. 

3 comentarios:

  1. Supongo que será porque en el colegio nos hicieron leer 'Pinocho' y 'Peter Pan', desde entonces les tengo una manía... No son de mis libros infantiles preferidos. Un saludo.

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  2. El caso de "Pinocho" es aún más extremo que los de Peter Pan y Alicia, cuyos libros originales, aunque no tan conocidos como las películas de Disney, sí lo son en mucho mayor grado. De ahí la increíble sorpresa de su descubrimiento y de todos esos elementos que en absoluto parecen propios de un libro infantil: el del ahorcamiento es alucinante, pero también es un impacto descubrir que Gepetto no es el entrañable viejecito que uno espera o que el grillo es eliminado por Pinocho a los pocos momentos de que empiece a desgranar sus enseñanzas morales. Collodi, de hecho, no era un autor para niños, al menos hasta que el éxito de su novela por entregas hizo que, en los capítulos finales, rebajara mucho el tono y lo aproximara a lo que se esperaba de él. Problemas de escribir relatos protagonizados por personajes infantiles y fantásticos: lo que se espera de ellos es algo infantil. Disney respetó mucho de su letra pero cambió bastante su espíritu, dotándolo de más blandura y sentimentalismo. No me parece mal, porque en esa línea es otra obra maestra. Y porque así complementa de modo genial la maravilla que es la novela.

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  3. Anacrusa: ahí tienes razón. Es muy difícil a veces disfrutar de una lectura obligatoria, aunque sean estas, por la forma en la que a menudo se las enfoca en los colegios. De todas formas, te recomiendo una segunda lectura de Peter Pan, aunque también reconozco que algunos de sus temas (especialmente, todo lo relativo a Wendy), ha envejecido muy mal.

    José Miguel García de Fórmica-Corsi: efectivamente, Gepetto tiene mucho de sufrido pero muy poco de viejecito entrañable, pero también Pinocho es un personaje en sus comienzos, con muy mal fondo, prácticamente tiene todas las características de un niño sin educar tal y como se lo podría ver entonces. Por eso, la escena del ahorcamiento puede parecer chocante en comparación con sus versiones, pero no tanto tras conocer a los personajes iniciales de Collodi. Es mucho más extraña la tendencia moralizante del final, donde esos capítulos cargados de consejos sobre el trabajo duro poco tienen que ver con lo anárquico de sus primeras páginas.
    La versión de Disney, pese a lo distinta, también es una de las mejores: es un enfoque, mucho más amable y pensado para los niños, pero donde se conservan perfectamente los elementos más macabros que esta obra contenía.

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