Desde el verano
llevaba bastante sin leer relatos cortos, y, si cuento desde entonces,
todavía más. Al menos, es lo que ha pasado con las que consisten en
recopilaciones con autores variados (porque en realidad, de gente como Thomas
Ligotti o Lovecraft apenas tienen algo más que no se considere cuentos). Pero
esta semana estaba, además de con ganas de leer algo de terror, con morriña de
una década concreta. Por eso acabé con
un par de antologías que tienen un par de cosas en común: ambas son del año 89,
época en la que era muy difícil ser más famoso que Stephen King y en que gran parte de esta narrativa
era tan o más serie B que las películas. Y ninguna de las dos tiene un
contenido común salvo el ser lo que el recopilador consideraba lo mejor del
género. Lo que en algunos casos va un poco con lo que gustaba en la década, y
otros, un tanto arbitrario.
The Mammoth
Book of Best New Horror. Esta antología con lo mejor del terror se edita
cada año desde el 89. Es bastante extensa, alcanzando unos 25 o 26 relatos, y
lo mismo ocupa dos páginas que incluso
lo que podría considerarse una novela corta. Gracias a esta idea de querer
juntar lo más sobresaliente del año, y su periodicidad, es bastante fácil ir viendo
cómo han cambiado los tópicos en el género, y de paso, qué autores se han
acabado haciendo un nombre y cuales se han quedado en solo un relleno. Además,
incluye un artículo sobre lo más reseñable que ha sucedido en el género
fantástico durante cada edición y una lista con los fallecimientos de autores y
cineastas, por lo que además de los cuentos, estos tomos son todo un anuario y
siempre resultan minimamente entretenidos.
Una vez leída, y comparada con las posteriores, como las de
principios del 2000, esta resulta bastante irregular: la mejor aportación es la
de Ligotti, junto a un relato largo de Karl Edward Wagner, quien escribió
varias novelas de Conan, que parece el comienzo de una novela de fantasía
urbana. El resto se quedan un poco entre la anécdota, lo olvidable, o en el
caso de Richard Laymon, en un texto malo con avaricia, pero por suerte,
bastante más corto que las novelas de este hombre.
El festín de las máscaras. La colección de terror de
Martinez Roca contaba al menos en un tercio con antologías de diverso origen y
de las que traducían sus títulos un poco como les daba la gana (los otros dos
tercios eran novelas que oscilaban entre lo entretenido y el taco para calzar
mesas). El típico ejemplo era la serie Horror, que podían ser recopilaciones
específicas o de alguna revista como Twilight Zone. El festín de las máscaras
es en realidad el tercer volumen de Masques, una antología de J. N. Williamson
sin demasiada periodicidad que llegó hasta mediados del 2000.
En general esta resulta bastante mejor comparada con la
anterior. Esta se ha distribuido en distintos aspectos, separando entre los
relatos de corte más clásico, los que tratan miedos y aspectos más modernos y
el terror psicológico. Y la gran parte de estos resultan bastante divertidos.
Algunos por lo original y por su humor extraño, como un concurso de deletreo
llevado al extremo en el de Adobe James y otros por conseguir una situación
realmente angustiosa sin un solo elemento sobrenatural, como El cráneo de Diane
Taylor. Hay una parte a la que solo se le puede reconocer que son flojos, y
donde parece que el autor tiene que hacer aparece un monstruo como sea. Esta
última parte por desgracia aún es abundante, aunque la mayoría, leídos hoy,
tienen hasta un punto gracioso y todo, por esa intención tan evidente de ser un
relato de terror al uso cuando en realidad, no pasan de ser una anécdota. Pero
al menos una anécdota simpática.
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