La radio es un medio que siempre me ha quedado a desmano.
Tardé en aficionarme a la música, al menos, a lo que emitían las emisoras
musicales como tal. Los programas que podrían haberme gustado se emitían a un
horario prohibitivo y solo pude escucharlos años después, gracias a los
podcast, gracias a los cuales es por los que ahora escucho muchos más programas
de los que hubiera pensado. Pero la radio como tal eran voces que iban por un
lado, y mis aficiones, por otro.
Por eso es un poco raro que me fijara en un libro que
resumiera aspectos importantes de este medio, de no ser por su título:
Radiografía española se describía en su portada como “Una historia de la radio
que mola”: con semejante apunte, se anuncia solo. Además, en su contenido
indicaba que no se centraría en la época de Matías Prats ni de la radionovela,
sino de Encarna Sanchez, y desde la SER hasta las emisoras musicales de
creación reciente. Ahí me pudo el interés, porque sí apelaba a cosas más
cercanas. La radio no sería nada mío, pero sí lo eran mis abuelos escuchando a
Gabilondo, quedándose dormidos con Hablar por Hablar, o incluso indignándose
con las opiniones de Jiménez Losantos, sí.
El libro de Vera es, además de una guía a grandes rasgos de
las emisoras actuales, de su nacimiento, transformación, y de la evolución y
características de los programas según los horarios, un ensayo donde no faltan
apuntes sobre estos temas muy ligados a anécdotas personales. Los capítulos
sobre la programación de madrugada, las tertulias o las emisiones de primera
hora hacen referencia a cosas como escuchar un programa durante una siesta de
verano, encontrarse con Carlos Pumares o discutir con una compañera de clase
sobre Losantos (que, o lo amas, o lo odias. Pero siempre se lo oye en algún
momento). Anécdotas que hacen el texto mucho más cercano y más complice, y que
en cierto modo, siempre son un inciso acertado cuando algún capítulo se hace
demasiado extenso en cuanto a información.
Porque información no falta, tratándose de una historia de
la radio. Y para un lector ajeno, al que solo le suenen los nombres de los
locutores conocidos, toda una guía sobre cómo se han ido configurando las
parrillas de emisión, los cambios de emisoras y carreras en general de sus
profesionales, e incluso de cómo la figura del locutor ha ido evolucionando en
cadenas temáticas como pueden serlo las emisoras musicales, en uno de los
capítulos más extensos de todo el libro.
Pese a los aportes personales en algunas ocasiones, y el
tratarse en principio de una historia muy informal, de no cortarse en incluir
una introducción algo poética o filosofar un poco en el encabezamiento de cada
capítulo, este también sorprende por su imparcialidad. El autor se queda muy al
margen en cuanto empieza la parte informativa, y salvo ocasiones muy contadas,
no hay opiniones sobre la calidad de tal programa o el estilo de cual locutor,
sino que en su lugar hay información objetiva, sobre la audiencia, años o cambios
en la política de una emisora. De nuevo, algo muy de agradecer para el lector,
que se encuentra con un tema muy bien articulado, y no unicamente con lo que su
autor piensa.
De todos los temas a los que se les dedica un capítulo, el
más interesante y amplio es el de las emisoras musicales. También es el más
agradecido de leer porque de algún modo u otro, siempre se acaba escuchando una
de estas y en el que es posible seguir la pista un poco a los cambios de estilo
en cadenas como Los 40 principales, la vida y clausura de las creadas como
secundarias de otras emisoras, y especialmente, de la competencia entre estas y
de las tendencias en cuanto a presencia
o ausencia de los locutores. Aunque en este último tema sí que incluya algo más
de opinión, no supone un contraste con el resto de capítulos y resulta bastante
entretenido. Especialmente al recordar
la época en la que no había algo que repateara más que el presentador se
pusiera a decir cualquier cosa en medio de tu canción favorita.
Radiografía española era en apariencia un libro sobre el
último tema que podría interesarme. En cambio, lo que iba a ser una lectura por
cuestiones nostálgica resulta ser un ensayo muy ameno que, gracias a esto
último, sirve tanto para los oyentes habituales como para los que no hemos
encendido una radio en mucho tiempo.
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