lunes, 14 de septiembre de 2015

Cassadaga (2011). Fantasmas vengativos, mediums y crímenes no resueltos.


En el cine de terror, los fantasmas pueden ser buenos o malos. O en algunos casos, pedir ayuda. Por desgracia para ellos, no son especialmente buenos a la hora de comunicarse, y antes de que cualquier personaje pueda enterarse qué demonios le está pasando, se ha llevado previamente el susto de su vida. En general siempre he preferido las películas de casas encantadas al uso, donde el fantasma tiene más claro lo que quiere hacer, que suele ser amargar a sus habitantes, pero los que buscan que los vivos resuelvan sus asuntos pendientes, quieran o no, también ha sido un recurso habitual.

Cassadaga es una ciudad de Florida, donde hay una importante comunidad de psíquicos y mediums. Es ahí donde una joven que acaba de perder a su hermana intenta rehacer su vida. Tras conseguir alojamiento en una antigua residencia universitaria, retoma sus clases, su trabajo como profesora de pintura e incluso hace nuevos amigos. Es en una velada cuando estos deciden acudir a una médium y comprobar de primera mano la existencia de lo paranormal. Y Lily, al intentar contactar con su hermana fallecida, acaba siendo acosada por un espectro desconocido, pero que parece tener una conexión con su nueva vivienda y con un asesino obsesionado con las marionetas.




Una de las mayores ventajas de la película es su protagonista, y cómo ha sido caracterizada. En esta, su minusvalía (una sordera adquirida) le supone además de un elemento de tensión añadido, un extra a la hora de marcar los elementos fantásticos: no puede oír los pasos que la siguen o incluso el tono del teléfono, algo clave en un momento de la película. Pero en cambio, puede escuchar todos los sonidos sobrenaturales, como las voces de un fantasma…aunque, por desgracia, este está muy cabreado y poco más hace que pegarle unos gritos estremecedores. Es un factor con el que han jugado muy bien y practicamente es el elemento distintivo de la película: no lo mencionan continuamente, sino que es una parte de la vida de la protagonista, y que de vez en cuando se recuerda al espectador mediante secuencias en las que no hay sonido, o en las que lo único que puede oírse es la banda sonora en lugar de los ruidos de ambiente. Además, la pérdida de algún sentido físico es algo que relacionan mucho con los poderes psíquicos: comienza a intuirse en lo relativo a la protagonista, pero se hace una alusión más evidente en cuanto aparece la comunidad de mediums, quienes todos parecen tener alguna minusvalía adquirida de forma violenta. Es una lástima que se quede más en una referencia que en algo más extenso, aunque, a favor de la ambientación, la presencia de estos, aunque breve, es muy inquietante y poco amigable.

 


Precisamente la ambientación no es algo que destaque especialmente. En realidad gran parte de los escenarios son bastante comunes, lo que contrasta precisamente con la aparición de lo sobrenatural en lugares cotidianos. Pero en cambio, se sirven mucho de los colores de Florida, de parte de su arquitectura clásica, y especialmente, de la historia de la propia ciudad. Junto a las secuencias donde aparecen los mediums, la llegada de la protagonista a la ciudad, en plena noche, y con unos personajes que parecen sacados de Dunwich es un buen ejemplo para ir introduciendo lo inquietante en la trama sin que esta tenga que tener en todo momento escenas nocturnas ni caserones siniestros. No han tenido tanta suerte con la trama del asesino, que resulta algo más corriente: decorados feístas, material de ferretería, que parece imprescindible desde que se estrenó Saw, y una motivación muy relacionada con las muñecas por aquello de que estas son un valor seguro a la hora de dar miedo y para hacer que el crimen en cuestión sea un poco más truculento, en lo que, en el fondo, es una de las partes más flojas.

 


Con una trama que en el fondo, no es otra que la de un personaje que debe resolver un crimen para que un alma en pena pueda descansar en paz, hay que contar con un guión muy bueno para que no se haga aburrida o se quede como un telefilme. Y el guión de esta se queda en correcto, más que en bueno: la hermana de la protagonista se queda en un Macguffin que se nota mucho, y tarda bastante en tener su importancia para la trama. La sesión de espiritismo que sirve como detonante, no habría resultado más forzada si uno de los secundarios dijera “vámonos a ver una médium porque lo pone el guión”, y las motivaciones del asesino, por mucho que de golpe intenten ponerle un apodo, y explotar lo macabro de su escenografía, resulta bastante superflua: perfectamente habría funcionado con algo más clásico y menos escabroso, sin que la película se resintiera. Además, es bastante sencillo sospechar quien es el asesino cuando no hay más que un par de secundarios dando vueltas por ahí.

 


Aunque en algunos momentos estos defectos se hagan muy visibles, acaba funcionando bien. En cierto modo me recordó a Gothika, una película del estilo que tenía a Hale Berry antes de Catwoman y a Penélope Cruz intentando hacer carrera en Estados Unidos, y cuya trama era muy parecida. Pero en cambio,  Cassadaga resulta mucho mejor al contar con una protagonista muy bien caracterizada, por la que el espectador simpatiza gracias a esto y al trabajo de su actriz principal, una actriz casi desconocida y de aspecto muy corriente. Y además, resulta una película muy poco ambiciosa: se limita a contar una historia, que puede funcionar mejor o peor (en general, mejor), y que en lugar de abusar de los sustos y apariciones de golpe, opta por el suspense y por todos los elementos que puedan mantenerlo.

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