jueves, 11 de junio de 2015

Lecturas de la semana. Una de cal y otra de arena


Después de haber retomado algo el género fantástico, volví a mi primer género favorito, el terror. Y al que suelo tener más aparcado, que sería la ciencia ficción. Además, ambos han acabado por representar los casos más opuestos que pueden darse en un libro: el del desastre cogido con pinzas y el de la lectura que, si bien puede gustar o no gustar de forma objetiva, es imposible no reconocer su calidad y mensaje.

 


Clive Barker. The Scarlet Gospels. Hellraiser es una de las mejores películas de terror de los ochenta, guionizada por Barker a partir de su novela The Hellbound Heart. En ella empezaban a perfilarse las constantes sobre la percepción y la modificación del cuerpo que  serían habituales en sus relatos y novelas posteriores. Quizá lo más famoso de esta película, más que en la narración original, sean los cenobitas, creados en un principio como seres amorales y convertidos después  en malos de turno gracias a las cuatro o cinco secuelas. Pero los personajes originales fueron los más populares creados por Barker, dando lugar  incluso a una franquicia de comics supervisada en algunos casos por su autor.

Después de un par de décadas, se anunció una novela en la que se recuperarían a los seres de The Hellbound Heart y a Harry D´Amour, un detective que aparecía en varios de sus relatos. Esta prometía ser algo así como un cierre a lo grande de dos elementos muy populares de su mitología, y el propio Barker hablaba de cómo iba a darle un final a esos dos personajes, al infierno, y a la mitología judeocristiana en una extensísima novela…¡Ahí es nada!

Y en nada se quedó. Porque todo lo que había prometido en un principio resultó un libro dedicado exclusivamente a acomodar su primera novela corta a la mitología de los productos derivados anteriores. Donde saltándose precisamente la primera ambientación, hace un batiburrillo entre el paraíso perdido de Milton, el infierno de Dante, y todos los excesos por los que se caracterizó la franquicia posterior. El argumento tampoco es tan ambicioso como él había asegurado: este se reduce a poner en marcha al detective protagonista con un mcguffin muy pillado, mandar aun grupo de acompañantes aleatorios de paseo por un Infierno que parece una colección de paisajes sacados de los anteriores autores, describir un par de burradas, y cerrar la trama como buenamente pueda. No llega a quedar claro por qué los personajes hacen lo que hacen, ni se molesta en caracterizar a ninguno. Exceptuando los principales, que provenían de narraciones anteriores, los secundarios se limitan a ser un grupo de tipos estrafalarios destinados a hacer bulto en los capítulos de acción.

La novela también parece haber sufrido un proceso de edición un poco errático: esta ha sido bastante más breve de lo que Barker aseguraba tener escrito, no aparecen detalles que este había prometido, y en muchos casos, parecen faltar párrafos que, pese a no ser parte principal de la trama, podrían haber aclarado algunas situaciones que carecen de bastante sentido. Pero, teniendo en cuenta el resultado final, este recorte no ha sido tan negativo: pese a todas sus pretensiones, Scarlet Gospels es una novela muy mediocre y un intento un poco ridículo de actualizar sus primeros textos con lo que escribe actualmente. No creo que hubiera aguantado el original de mil páginas.

 


J. G. Ballard. High Rise. Es difícil encuadrar a Ballard dentro de la ciencia ficción en un sentido estricto. El punto de partida de sus novelas, con situaciones muy específicas, han sido más planteadas para desarrollar los intereses del autor, como la fragilidad de las estructuras sociales, que como ficción como tal. En ese sentido podría estar más cerca de lo que escribía un Orwell que de un John Wyndham.

High Rise recurre a uno de esos escenarios. En concreto, un moderno rascacielos, donde sus habitantes, a raíz de las pequeñas inconveniencias típicas de un inmueble reciente, comienzan a enfrentarse contra los residentes de distintas plantas y a desarrollar una actitud salvaje y tribal. En otras palabras: lo que empieza con discusiones sobre el uso de la piscina, o la reparación de un ascensor, termina con bandas de ejecutivos peleándose con piedras y palos, perros de raza deambulando en manada por las escaleras y con los personajes barricados tras las puertas de sus pisos de lujo.

Lo exagerado de esta descripción es tal cual lo que sucede, porque en cuestión de cada capítulo, las relaciones sociales entre los personajes parecen deteriorarse a un ritmo vertiginoso al comienzo de cada capítulo, dándole un ritmo bastante brusco y haciendo que la actitud de los personajes resulte todavía más chocante: estos la aceptan como algo normal, llegando a negarse a llamar a la policía y siendo capaces de salir regularmente a sus lugares de trabajo.

Escrita en 1975, el planteamiento es muy deudor de los primeros problemas sociales que suponían los grandes inmuebles destinados a viviendas para las clases trabajadoras. Algo que, tanto en los Estates británicos como en las 3000 Viviendas parecía algo inevitable, pero Ballard recurre a un escenario aparentemente más civilizado donde sus personajes, desde médicos a arquitectos, pierden enseguida cualquier atisbo de civilización, dando lugar a situaciones que recuerdan muchísimo a El angel exterminador de Buñuel y especialmente, a El corazón de las tinieblas de Conrad. E incluso algunas otras situaciones que, pese a lo dramático, están cargadas de humor negro. Como una partida de perros de caza formada por caniches, salchichas y otras razas de pedigrí (si hubiera escrito hoy el libro, la temible manada contaría con bulldogs franceses y carlinos). Otras resultan más desesperanzadadoras: afortunadamente, pasa por el tema de la violencia y la crueldad animal de una forma muy somera, detalle que agradezco pero que me sigue resultando difícil de digerir. Suele serme más sencillo leer cómo un grupo de individuos se comportan como jíbaros que la posibilidad de que alguien dañe a un animal.


Además, este año se estrenaría la versión cinematográfica del libro, protagonizada por Tom Hiddleston, por lo que quizá en poco tiempo acabe apareciendo en las librerías una edición con el cartel de la película. Aunque teniendo en cuenta el contenido de la novela, ver al actor que encarnó a Loki hecho unos zorros va a resultar bastante chocante.

 
 


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