jueves, 26 de febrero de 2015

Wyrmwood (2014). ¿Qué tendrán que ver los zombies con la velocidad?


Australia es un país lleno de cosas interesantes: de allí vienen Nick Cave y más recientemente Sia. También inauguró una moda de películas postapocalípticas tras Mad Max y es la patria de Guy Boothby, el creador del Doctor Nikola y su gato Apolyon (un científico pulp y su dignísima mascota). Y solo allí se pueden encontrar animales como el ornitorrinco, que después de los gatos, debe ser el más fabuloso que ha visto la naturaleza. Pero el cine de zombies también ha hecho su aparición por allí, hace una década con Undead, y más recientemente, con una película que mezcla un montón de elementos de serie B con otros típicamente australianos.

 

Wyrmood comienza de una forma bastante potente: un hombre cuenta cómo una noche ve una lluvia de meteoritos tras la cual, su hermano se convierte en zombie. Su compañero le responde unicamente: “esta mañana tuve que matar a mi mujer y a mi hija con una pistola de clavos. No sé como convertirlo en una historia”. Este, junto a otros dos supervivientes, se han quedado solos en un mundo donde los muertos caminan, la gasolina, por algún motivo, ya no funciona, y donde solo ellos parecen ser inmunes a la infección. A Barry, el protagonista, debe encontrar a su hermana, que desapareció poco después de avisarle que algo estaba pasando. Y puede que no le quede mucho tiempo para encontrarla, porque esta se encuentra encerrada, junto a otros supervivientes, en una sala donde un científico se encuentra bastante ocupado sacando muestras de sangre y unos cuantos cerebros a cuantos tienen la mala suerte de ir a parar a su laboratorio.




A esta película la han promocionado como Mad Max con zombies, y tampoco va mal encaminado: no recurre a la ambientación postapocalíptica de la original sino a una más cercana, pero la estética es un homenaje directo a esta: las armaduras que los personajes empiezan a lucir a los pocos minutos de metraje, los coches reconvertidos a vehículos blindados con ferretería casera, y especialmente, toda la trama de la gasolina que no funciona, que menos por lo de servir como referencia a esta película, queda un poco innecesaria.

 


Los guiños no se quedan en una sola, porque sin ser tan directos, esta se sirve de muchos arquetipos y situaciones propios de la serie B, siendo muy consciente de ello: los personajes hablan durante todo el rato de zombies tal cual, sin recurrir a los sinónimos que se oyen en series y películas serias. Y los meteoritos y los cometas han causado grandes estragos desde El día de los trífidos hasta Night of the Comet.  Las secuencias del científico loco, inquietante, absurdo y grimoso a partes iguales, sería imposible plantearlas si la historia pretendiera ser una aproximación al cine de zombies más dramática. E incluso cuenta con un par de referencias algo más serias, con una explicación sobre el término “Wyrmwood” que recuerda mucho a la dada por George Romero en Zombie, y una aproximación a uno de los personajes, que, junto a la primera aparición del protagonista, resulta menos ligera que lo que se podría esperar. Lástima que estas últimas pierdan efecto debido a la inclusión de unos cuantos momentos demasiado cómicos que no terminan de funcionar.


Es precisamente la parte cómica la que peor se lleva. La mayor parte de esta consiste en explotar tópicos australianos: además de un montón de “mates”, “oi!” casi todos los personajes cuentan con una actitud muy despreocupada hacia los zombies que intentan comérselos todo el rato que..bueno, lo cierto es que esta última sí resulta bastante graciosa. Aunque en la última parte, donde deciden explotar demasiado el tema, ralentizando el desenlace con una pelea a puñetazos que, exceptuando lo de incluir otro tópico gracioso sobre los australianos, solo sirve para que este se alargue para mal.

 


También abusan un tanto de la intención de divertir sin más y de los tópicos de la serie B para descuidar un tanto el guión. Cosa bastante errónea porque todo esto no debería implicar que no se molesten en darle un poco de coherencia interna al argumento. Este está en muchos casos muy pillado por los pelos. ¿Qué hay zombies? Es cosa de la lluvia de meteoritos ¿Qué la gasolina no funciona? Pues será cosa de los meteoritos también ¿Qué hay un tipo con pinta de desquiciado haciendo experimentos sádicos sin más objetivo que dar grima y poner en peligro a un personaje? Hm…eso no lo habíamos pensado, solo nos pareció divertido. Pues es por encontrar una vacuna. Contra algo. Se supone.

También hay que decir que han exprimido al máximo un presupuesto que se nota muy ajustado, y pese al cual, se las han arreglado para que les quede una película con una factura muy correcta y bastante profesional (aunque a ratos se notan las limitaciones. En Multiopticas venden lentillas blancas de carnaval menos cantosas que las que usaron para los zombies). El reparto sigue en el mismo estilo: este se limita a hacer lo que puede, hay momentos en que los secundarios parecen clones unos de otros por los parecidos entre sí, y practicamente el personaje de Brooke, la hermana del protagonista, es la que resulta más solvente, al menos a la hora de caracterizarla.

 


Lo cierto es que, a pesar de esas situaciones un poco cogidas con pinzas y con ese exceso de humor que tiene a ratos, Wyrmwood es una película muy divertida. No se ha planteado con otra intención que la de entretener, no complicarse demasiado y no dar descanso al espectador, sea a base de situaciones increíbles o de estereotipos que reconocerá cualquiera al que le guste el género. Pero a mí este Mad Max con zombies me ha hecho mucha gracia…y creo que no le puedo pedir más que eso.

 

 

 

 

 

lunes, 23 de febrero de 2015

Sinsajo, 1ª parte (2014). Estirando el guión, que se acaba el negocio.


Buttercup. Junto a Lúculo, el gato de Apocalipsis Z, los personajes favoritos de Sabela y Narnia
 
Todo lo bueno se acaba. Eso es algo que los lectores tienen asumidos y pueden quedar satisfechos con un final adecuado para sus libros favoritos. Pero  los productores de cine no lo tienen tan asumido, y mientras  buscan la siguiente franquicia, procuran estirar lo que pueden el final de la anterior. El desenlace de Harry Potter se alargó dos años de esta forma, el de Crepúsculo (porque aunque no la haya visto, ni ganas, también entra en el saco) también, y ahora a Los juegos del hambre le toca seguir el mismo tratamiento. De una forma igual de obvia que las demás, llamando a  esta entrega directamente “Sinsajo 1ª Parte”.
 

Esta vez, la situación es muy distinta a la que se planteaba en las dos películas anteriores: los juegos del hambre se han acabado con el comienzo de la revolución. Katniss, su familia, su amigo Gale  y unos pocos supervivientes de su Distrito y los últimos Juegos se encuentra ahora en el Distrito 13. Hasta ahora una leyenda, el 13 sobrevivió bajo tierra los bombardeos del Capitolio y ahora planean servirse de Katniss como la mejor arma de la que podían disponer: una figura propagandística que inspire a los rebeldes. Encerrada en un Distrito para el que la guerra aún no ha terminado, y  harta de ser parte de planes que no comprende, esta accede a ser la Sinsajo con dos condiciones: Peeta, y los demás Tributos prisioneros del Capitolio serán rescatados y perdonados públicamente. E, independientemente de la política de racionamiento, su hermana tendrá derecho a quedarse con su gato Buttercup.
 
 
Esta serie ha mantenido en todo momento una estética muy cuidada, y sobre todo, muy adecuada a cada situación. La última parte, además de no ser una excepción, confirma esto último: después de una introducción, la película comienza con un simple fundido en negro y el título en letras blancas, austero y que recuerda a un tipo de cine muy distinto, pero que a la vez va acorde con el nuevo escenario. La escenografía de lo correspondiente al Distrito 13, el vestuario de los figurantes y la actitud de los personajes recuerda mucho al cine de distopías. Más concretamente, a Metrópolis de Fritz Lang y a la versión de 1984 de John Hurt. Tras ver las secuencias de los habitantes del distrito acudiendo en masa a sus trabajos, o las hileras de estos escuchando los vídeos de propaganda y los discursos, da la impresión de que en la realización tenían muy claras las imágenes que querían imitar.
 

Durante dos películas me quejé de los uniformes de pintor escayolista. Ahora han optado por ponerles los cascos de Daft Punk
 
Comparada con las anteriores, el ritmo de esta es mucho más pausado, pero no aburrido. Han hecho un buen trabajo a la hora de trasladar el material original a la pantalla: este consistía principalmente en los miedos y apreciaciones de la protagonista. La narración subjetiva se notaba demasiado, y en este caso, han optado por compensar con más secuencias de otros personajes, intentando desarrollar más toda la trama política a través de sus secundarios. Además hicieron un trabajo bastante bueno a la hora de sintetizar determinadas situaciones, sustituyendo el papel que tenían determinados secundarios por otros personajes principales, y explayando un poco más la relación entre Katniss, su hermana, y la personalidad de la madre de estas, algo que de cara al desenlace es bastante importante. Bueno, y todas y cada una de las secuencias relativas al gato. Que por motivos evidentes considero de máxima prioridad.
 

Precisamente ese ritmo pausado sirve también para aportar más solidez a la parte dramática: varios planos de la protagonista, de otros personajes, mucho más demacrados que en las entregas anteriores, y especialmente, casi todas las secuencias de ejecuciones, bombardeos y sus consecuencias contribuyen a dar un aire más real y presentar a la protagonista como alguien muy poco heróico que sufre por momentos los efectos del estrés postraumático.
 

En cambio, es imposible no preguntarse si todo esto hacía falta. La película es muy dinámica, aun siendo la más lenta y parada de las tres entregas, y también la más breve, con solo dos horas. La mayor parte del tiempo se nota que se está viendo un guión con contenido, y no algo para alargar la franquicia. Pero, teniendo en cuenta la extensión del libro original, es probable que sintetizando un poco más podría haber quedado una historia completa, cerrando la serie de una forma más concisa, en lugar de alargarla un año más con lo que seguramente sea un despliegue de medios y de unas cuantas secuencias dramáticas a mayores. Pero de momento no voy a preocuparme por lo que vendrá porque, de momento, esta parte me ha gustado tanto como las anteriores.
 
Y sin motivo aparente, un vídeo. Por algún motivo, esta canción de Queen quedaría muy bien en el Distrito 13

jueves, 19 de febrero de 2015

Horns (2014). Un asesinato, una acusación, y un demonio. O tal vez no tanto


La última película de Alexandre Aja fue una de esas películas que, sin pretender reventar taquillas, era una de las más esperadas en el género fantástico. Y tenía sus motivos, al estar basada en una novela de Joe Hill, y con nada menos que Daniel Radcliffe volviendo a protagonizar una historia sobrenatural desde La mujer de negro. Además, las fotos promocionales con este caracterizado en su papel eran de lo más prometedoras.

 

En un principio, estas parecían algo chocantes para el punto de partida de la historia: Ig Perrish es acusado de asesinar a su novia, y pese a que él asegura ser inocente, todas las pruebas parecen estar en su contra. Incluso su propia familia, que no duda en considerarlo culpable. Una mañana descubre que de su cabeza surge una cornamenta que va creciendo gradualmente. Pero no solo nadie parece sorprenderse de su presencia, sino que estos provocan que quienes los vean no duden en expresar tranquilamente sus mayores secretos e incluso llevar a cabo lo que no se hubieran atrevido. Rodeado de gente que no duda en contar las mayores barrabasadas posibles, pelearse entre ellos e incluso perder fuego a un local, Ig descubre la ventaja que supone su nueva situación: solo tiene que encontrar a quien verdaderamente asesinó a su novia y la confesión llegará sola.




Sería un error ver esta película esperando una de terror al uso. En realidad esta podría verse más como una tragedia romántica con tintes fantásticos, en la que lo sobrenatural aparece de forma inesperada: no llega a explicarse el por qué de lo que le pasa al protagonista y sus poderes, pero las referencias están claras. Las menciones al diablo, a los ángeles caídos, y a la educación cristiana de los personajes dan una idea general de lo que sucede, sin que sea necesario que esta sea coherente o suponga una explicación completa. Pero en ella siempre está presente ese componente trágico, y que recuerda un poco a algunas obras clásicas, con el protagonista que parece condenarse tras maldecir a Dios por lo que ha perdido, y, en una de las mejores secuencias de la película, rodeado de serpientes y con un tridente (o, bueno, una horca), identificado ya con la figura de un ángel caído.

 


Es imposible que no haya ciertas dosis de humor, aunque en realidad muy breves y desaparecen a medida que la trama se centra más en resolver el enigma principal. Pero las confesiones que los secundarios hacen al protagonista, donde lo mismo comentan que les gustaría quemar su negocio y cobrar el seguro, o rayar el coche de su ex, son puro humor negro. Algunas buscan más la comedia, como las del principio, pero posteriormente se vuelven mucho más interesantes al servir para mostrar elementos negativos de la sociedad y de cualquier crimen mediatizado: la persecución de los medios de comunicación, los testimonios inventados, e incluso, la falta de confianza en la propia familia.

 


Con estos componentes, la película resulta interesante, sobre todo al considerarla más un drama romántico y disfrutar con las referencias a ese tipo de literatura. Pero exceptuando estos, la forma de desarrollarla es lo que más falla. No sé como sería en el libro de Joe Hill porque no lo he leído, pero los flashbacks para presentar la infancia y relación entre los protagonistas, algo importante para comprender la trama, es, a ratos lenta, a ratos excesivamente pastelosa, y a otros ratos, parece sacada de un capítulo de Aquellos maravillosos años. Esta parece necesaria para incidir en la historia de amor de los protagonistas y como determinará los acontecimientos posteriores, pero con el resto de personajes, no ayuda demasiado. O más, bien, con el papel de la novia del protagonista: una cosa es idealizarla, y otra, que esa idealización llegue al extremo de ser Mary Sue. Ella es taaan perfecta, taaan abnegada, que la mitad de los personajes acaban enamorados de ella, a veces en los momentos más inadecuados, y que en más de una ocasión, al público le entren ganas de tirarla al río. Especialmente al comprarla con el segundo personaje femenino de la historia, que además de servir para descubrir las habilidades de los protagonistas, es uno de los que más compasión despierta…y del que me hubiera gustado que mostraran un desenlace positivo.

 


En conjunto, el planteamiento en cuanto a lo sobrenatural de la historia es interesante, y cuenta con momentos bastante buenos e incluso cómicos, pero la forma de resolverlo, y especialmente, lo excesivamente simple e idealizado de la trama romántica y dramática, hace que resulte en algunos momentos un tanto aburrida. Con todo, es una opción interesante para ver género fantástico menos ambicioso, y más simple,  lejos de todos los efectos especiales y despliegue de  medios que salieron durante ese año.  

lunes, 16 de febrero de 2015

Xenozoic Tales. Cadillacs, dinosaurios y narración pulp


Hay títulos que se venden solos. Este fue el caso de una serie de dibujos llamada Cadillacs y Dinosaurios, cuyo título no engañaba: salían coches, y dinosaurios, todos los que quisieras y hasta un futuro postapocalíptico. Juntando todo esto a una animación de lo mejor que podía verse en el 93, era imposible no quedarse delante de la pantalla. En cambio, esta no llegó a ser de mis preferidas, por parecerme demasiado episódica, y a ratos, muy para todos los públicos. Pero su contenido sí era lo bastante llamativo como para tomar nota de los comics en los que se basaba y echarles un vistazo en cuanto me los encontré en la biblioteca.

 



Xenozoic Tales es el título original de los comics (y que a día de hoy me gusta más que el de los dibujos) en el que los protagonistas viven en un mundo posterior a un desastre ecológico. Pero mientras estos se pasaron varios siglos bajo tierra, la Evolución decidió dar al botón de reset y probar suerte de nuevo con los dinosarurios. Que si no son los originales, son muy parecidos. Ahora los humanos sobreviven en medio de selvas gigantescas, desiertos y enormes reptiles, conservando escasos conocimientos mecánicos y algunas máquinas que han podido conservarse. La llegada a una de las tribus de la embajadora Hannah Dundee sirve para dar comienzo a su historia y a la de Jack Tenrec, un mecánico que ha conservado parte de estos conocimientos pero que está convencido de que cualquier intento de alterar el equilibrio de la tierra será un fracaso para animales y  humanos. Y, aunque sus primeras aventuras consistan solo en anécdotas aisladas, un cambio en la política de las tribus provocará la huída de ambos y la participación, para disgusto de Jack, en un conflicto entre poderes políticos.

 


La influencia más clara del comic es el de la novela pulp y el género de aventuras. Viendo los paisajes, las criaturas y a muchos de los personajes, es imposible que no vengan a la cabeza Doc Savage o Edgar Burroughs. De hecho, pese al arco más complejo que empieza a desarrollarse en las últimas historietas, los principales componentes de estas son la acción, algo de intriga e incluso una vía más cercana a la fantasía, con la aparición de una civilización de hombres reptil que parece sacada de los años veinte. El mismo protagonista es un claro ejemplo: en él se reúnen los arquetipos de tipo duro, de gran cazador pero también el de héroe. Al igual que Hanna, el personaje femenino principal, que en realidad es también uno de los más fuertes de todo el cómic y al que su autor en ningún momento rebaja al papel de dama en peligro.

 


El pulp es un elemento constante en toda la historia, pero esta no se queda solo como un homenaje a esta forma de narrar. Las historietas van pasando de ser autoconclusivas a formar parte de un argumento más extenso, en el que el mundo y la cultura de Xenozoic Tales va explicándose de forma progresiva, formando una mezcla muy particular entre política, mecánica y conocimientos muy unidos a la superstición y al chamanismo, especialmente en el caso de su protagonista.

 


Este es uno de esos comics en los que el dibujo es tan necesario como el guión. Mark Schultz no solo se encarga de crear una historia pulp sino un escenario y unos personajes que estén a la altura, donde en cada viñeta se crea un paisaje lleno de detalles. Si en otros comics, como Walking Dead, los dibujos acaban sirviendo para enterarse un poco de lo que hacen los personajes y no pararse mucho, en este es imposible no dedicarle el tiempo que cada página merece: un Cádillac recorriendo un páramo, un pantano lleno de bichos repulsivos, cada ciudad y sus habitantes, y especialmente, cada personaje. Todos ellos, únicos y reconocibles. Aunque la maña de su autor a la hora de dibujar no impide que el diseño de algunos evolucione, como si el carácter que van  desarrollando pidiera una caracterización distinta a la original.

El material original de Xenozoic Tales no es demasiado extenso. Schultz se encargó de 14 números que gustaron lo bastante como para dar lugar a una adapción a videojuego además de la serie de televisión. Serie gracias a la cual pude conocer este cómic…y de paso comprobar que, por suerte, los animales favoritos de este blog también tienen su hueco en la era xenozoica:

 

  

jueves, 12 de febrero de 2015

Lecturas de la semana. En Galicia


Hay algunos libros por los que desde hace años paso por alto: la lengua gallega también tiene tradición en el género fantástico, y de hace varias décadas. Desde la ironía y la amargura de Memorias dun esquelete de Castelao, hasta O caso que lle aconteceu ó doutor Alveiros de Vicente Risco, muchos de ellos se quedaron en el cajón desde que las clases obligatorias de literatura se terminaron. Estos se fueron quedando como algo pendiente, que debería leer, y que seguramente, me gustaría mucho más sin las normas impuestas por un plan de estudio. Y, a base de pasar por delante de varios estantes de la biblioteca, volví a acordarme de un par de escritores, ambos con libros de relatos muy breves, de los que me había olvidado.


 
Anxel Fole. Á lus do candil. El título es bastante adecuado para las historias que recoge: la mayoría de ellas, ambientadas en pueblos pequeños, en los caminos del bosque, y en muy pocas ocasiones, en alguna ciudad, hablan de las historias que los tratantes se contaban en las posadas, las anécdotas de los pueblos recitadas una y otra vez, todas planteadas de una forma muy verbal, más narrada a una audiencia que un lector. Este empieza con un texto describiendo la sierra y el valle del Courel (tiene su gracia que describan Quiroga como un sitio de clima benigno porque cuando se pone a hacer frío, lo hace de verdad…¡Cómo será la sierra!), y cuenta con alguno humorístico que también consiguió sacarme una sonrisa por su espontaneidad y ese aire de ser algo que perfectamente podría haber pasado.
 
Pero la mayoría de los cuentos, y los mejores, son las historias cercanas a lo sobrenatural, o a esa parte del mundo en el que lo real y lo fantástico están muy cerca: puede ser un relato sobre los lobos que deambulan por la sierra, sobre aparecidos, o incluso, sobre una maldición que, sin ser demasiado grave, se cumple inesperadamente. Estas, aún entrando en el terreno de lo fantástico, o del cuento popular, son las que más cercanas resultan, por la sencillez con las que las narra y por el empleo de un lenguaje y de unas descripciones que para los sus lectores todavía resultan conocidas.

 


Rafael Dieste. Dos arquivos do trasno. Además de un título muy bonito, los relatos de este libro también parecen sacados de ese cajón: entre ellos es posible encontrar historias, no de terror, pero sí un tanto desconcertantes, algunas donde juegan un poco con lo sobrenatural, otras llenas de melancolía y fatalismo y algunas, las menos, con un toque de humor. No hay ninguna temática específica, y en ellas se mezclan el relato planteado de una forma más objetiva, con otros, escritos en primera persona, a modo de recuerdos de su narrador. Aunque, si hubiera que encontrar un rasgo común entre ellos, sería, al menos, la importancia de las coincidencias en el desenlace de estos, y especialmente, la subjetividad del narrador. El componente fantástico viene por la poca fiabilidad en la memoria de quien lo cuenta: ¿Había realmente alguien tras la puerta? ¿Los niños vieron a alguien que los vigilaba? Es imposible de saber, y el narrador siempre recurre a esa poca fiabilidad para que las cuestiones queden en el aire…aunque esto precisamente es lo que las hace mucho más creíbles y memorables.

lunes, 9 de febrero de 2015

En la boca del miedo (1995). H. P. Lovecraft sin Lovecraft


Hasta hace muy poco tiempo, la obra de Lovecraft no había tenido suerte con el cine, quedándose casi siempre en el terreno de la serie B cutre. Y aún a día de hoy las versiones más libres respecto al argumento son las más fieles a las ideas originales. Pero fue en los noventa cuando a John Carpenter se le ocurrió lo inesperado: una película sobre las obras de H. P. L. Sobre sus obras pero sin mencionar ninguna en concreto. Ya lo había conseguido con su versión de La cosa, mucho más similar a los horrores lovecraftianos que a la película que remakeaba, y unos años después daba un paso adelante adaptando, a través de analogías, el mundo completo del autor. 



In the Mouth of Madness es toda una referencia al título de la novela más conocida de H. P. L. (y que a este paso, nunca veremos en cine). Pero la referencia En las montañas de la locura no se queda ahí, sino que es también el nombre del último libro de Sutter Cane, un escritor de novelas de terror que mueve a millones de lectores. Este ha desaparecido justo antes de que su nuevo libro sea publicado. John Trent, un detective de seguros, es contratado para encontrarlo. Aunque él cree que todo es una herramienta publicitaria de cara al lanzamiento, un viaje acompañado por su agente los llevará a Hobb´s End, un pueblo cuyo nombre coincide con el imaginado con el autor. Pero que, más allá de la casualidad, en este suceden las mismas cosas extrañas que su equivalente ficticio. A partir de entonces, la realidad que conocía el detective se irá transformando en una pesadilla donde un libro es capaz de desencadenar el fin del mundo.
 



Las referencias a H. P. L. son bastante evidentes…bueno, evidentes si conoces al autor. Porque ví la película unos años antes de leer El horror de Dunwich y aunque sabía que hablaban de alguien en concreto, no sabía quien, llegando a sospechar de Stephen King también. Aunque tampoco iba desencaminada. Entonces me había parecido una película inquietante, que lo era: ya en su primera mitad empieza a introducir el componente sobrenatural de una forma muy directa, ante la perspectiva de un detective acostumbrado a descubrir engaños. Lo cierto es que la caracterización previa de este es muy concisa, apenas con unas secuencias para presentar sus casos previos, dar información sobre la premisa de la historia, y enviarlo a pasarlo mal. Algo que además de agradecer, recuerda bastante al cine negro clásico, donde las secuencias dedicadas a la presentación de personajes y ambientación se economizaban mucho.

 


Toda la trama sobrenatural se plantea de una forma muy directa: no escatima en la aparición de monstruos, además de contar con unos Primigenios creados de la forma más artesanal posible: marionetas y plástico de toda la vida, acompañados de planos cortos para que funcione, cosa que hace a la perfección. Hoy es muy fácil plantar a un Cthulhu en la pantalla, pero conseguir sacar en el 95 a una criatura lovecraftiana en una producción de presupuesto limitado, era todo un logro. Pero esta, además de contar con elementos terroríficos bastante típicos, empleados en realidad para caracterizar las intenciones del personaje de Cane, aparece entrelazada con una más sutil, de terror más psicológico: la segunda mitad de esta se basa en las percepciones de su protagonista y su conocimiento de lo sobrenatural, para avanzar hacia una situación mucho más retorcida, llegando a jugar con el espectador y plantear un desenlace muy paranoico incluso sobre la propia película que este está viendo.

 


Un primigenio noventero

Esta oposición entre dos tipos de terror a la hora de plantear la historia también tiene su importancia: Lovecraft no es el único al que se reconoce, porque en realidad toda la trama sobre el libro, las historias de terror, y el interés de los lectores, es una referencia al mundo de los best sellers y la pasión que despiertan en el público. En escenas como las colas de gente esperando para comprar En la boca del miedo es imposible no acordarse de la época en la que Stephen King era practicamente el único escritor de terror conocido y leído por todo el mundo, y donde cada nueva novela suya era un acontecimiento. Incluso el tipo de terror que dan a entender que Sutter Cane escribe es bastante acertado: pueblos donde suceden cosas horribles, monstruos, y por lo que dicen, bastante casquería y poca calidad. Algo que también sirve para darle un buen repaso a lo que por desgracia, era el género de terror mayoritario en aquella década. Y que, entre que lo que más vendía eran King, Dean Koontz y Anne Rice, no se puede decir que eche de menos la literatura de los noventa, no.

 

Es imposible salir en algo de los Mitos de Cthulhu y no acabar en el manicomio

Los actores que interpretan a los personajes principales son caras bastante conocidas. Sam Neill es el detective protagonista, y Jürgen Prochnow el escritor. Ambos, con carreras bastante variadas donde alternaban algún que otro éxito en taquilla con películas más pequeñas, resultan una elección muy adecuada para los papeles, aunque Neill empieza muy bien como detective de vuelta de todo, y durante una parte, resulta difícil creérmelo del todo mientras se asusta al encontrar un horror tras otro, por suerte hacia el desenlace recupera el punto de personaje.

 Aunque en los últimos años lo de la mala suerte de Lovecraft ha ido cambiando, al menos en cuanto a presupuestos y calidad de realización, En la boca del miedo sigue siendo una de las pocas producciones que realmente están a la altura de lo que se merece el autor y, aún sin tomar ningún relato en concreto, consiguen algo muy difícil: crear un guión original y que este sea, tanto una buena pelílcula de terror como una versión de los Mitos de Cthulhu en condiciones.

 

jueves, 5 de febrero de 2015

Lecturas de la semana. Para niños, no tan niños y menos niños.


Los libros fuera de la edad para la que estaban pensados son  bastante paradójicos. A veces uno puede quejarse de que son demasiado simples, quedarse con cara de tonto por protestar por  algo que en principio, tiene que ser así…y en otros casos, quedarse también con la misma cara, pero por motivos distintos: ¿Cómo es posible que algo destinado a lectores tan pequeños pueda tener semejantes matices? Este último es el caso de estos dos libros. No son demasiado recientes, y en el caso de uno de ellos, es directamente un clásico. Pero ambos han conseguido saltarse a la torera la franja de lectura, y de paso, hacer que los aprecie mucho más en este momento.

 
J. M. Barrie. Peter Pan. Junto a Alicia es uno de los personajes emblemáticos de la literatura infantil clásica que ha tenido más adapciones, siendo la más conocida la de Disney. Esta es la historia del niño que no quiso crecer, de los hijos de la familia Darling y su viaje a Nunca Jamás, donde se encuentran las aventuras, y su regreso al hogar. Historia que, además de versiones, ha dado lugar a muchas interpretaciones. E incluso a un síndrome en psiquiatría.
Con el  texto original, no es extraño que sirviera para tantos trabajos posteriores: pese a su forma de narrar simple, precisamente pensada para los niños, cuenta con un trasfondo mucho más complejo, y a ratos inquietante. Hoy es imposible no entender la relación entre el Capitán Garfio y el miedo que le produce escuchar el sonido de un reloj, ni el enfrentamiento con su antagonista. Pero también sorprende por este último: lejos de las versiones amables del personaje y de sus aventuras, la caracterización de Peter Pan es mucho más amoral y negativa que la de un niño sin más. No solo se lo presenta como alguien egoísta e inconsciente, sino que el narrador cuenta con toda ligereza cómo él mismo se encarga de matar a los niños perdidos que crecen o le llevan la contraria. Caracterización que, por el momento, solo he llegado a ver en su aparición en la cuarta temporada de Érase una vez.
El argumento, como tal, resulta igual de anárquico que sus personajes: se compone principalmente de aventuras sueltas, apenas descritas en muchos casos, que los niños tienen en la isla junto a los indios o enfrentándose a los piratas, hasta llegar al capítulo que sirve de desenlace. Pero es el epílogo lo más interesante y lo que aporta más matices, aunque a menudo se quede fuera: los niños regresando, excepto Peter, que solo regresará esporádicamente para visitar, según pasa el tiempo, y sin darse cuenta de ello, a las descendientes de Wendy Darling.
Aunque a algunos de sus matices se les nota también el paso del tiempo, especialmente en lo relativo a los papeles de algunos personajes, es la forma de reflejar la actitud infantil, o más bien, su trama en torno al paso a la madurez, lo que la convierte en un libro que hoy es más comprensible para los lectores adultos.
 

Lois Lowry. El dador. Esta autora lleva varias décadas escribiendo para niños y jóvenes, y aunque cuenta con algunas novelas que, como Quien cuenta las estrellas,  sí son conocidas, o incluso recomendadas en los colegios, no había llegado a sonar tanto para el público hasta que una de sus obras se llevó al cine. El dador presenta un mundo sin enfermedades ni sufrimiento. Pero también sin sentimientos, color ni posibilidad de cambio. La única forma de mantener este sistema es gracias a la figura del Receptor, quien conserva en su memoria los recuerdos de toda la humanidad. O lo que es lo mismo, la sabiduría y la capacidad de aprender de los errores. Jonas es el niño elegido como próximo receptor, y a medida que recibe la memoria de los colores y de la felicidad, pero también del dolor y la muerte, empieza a plantearse que su Comunidad, sus unidades familiares y lo que había vivido hasta entonces no es tan perfecto ni correcto como pensaba.

Si hoy no es una rareza encontrar series sobre futuros distópicos, esta, publicada un par de décadas antes, es una de las más originales y profundas. En ella se plantean temas como la eutanasia, la manipulación o la necesidad de un lenguaje complejo como medio de expresión, reflejando este último elemento de una forma muy sutil al principio, pero que adquirirá una importancia decisiva con la evolución del personaje.

Junto a la complejidad de las cuestiones que trata, se aprecia también un detalle, sobre todo en comparación con las publicaciones actuales: la ausencia de trama romántica, cosa que, dado el contenido del libro, se agradece y que solo hubiera servido para lastrarlo. Aunque el protagonista sea un niño de doce años, al que empiecen a gustarle las chicas, esto es solo un elemento más de su caracterización, además del de la sociedad en el que vive. Porque por suerte no va a haber interés romántico, ni triángulo amoroso ni nada con lo que ganar lectores fácilmente o dar dramatismo absurdo. Por supuesto, también es una historia de amor. Pero de amor a la familia, a los amigos y la incapacidad o capacidad de expresarlo, cosa que el protagonista va recuperando según avanza en su papel como Receptor.

Si se considera una historia de ciencia ficción, habría bastante que decir: que si el mundo no está lo suficientemente desarrollado, que si se salta a la torera la explicación relativa a la recepción de memorias…Pero lo cierto es que no hace falta. Porque es imposible fijarse en cosas como esas cuando lo más importante son los personajes, lo que sienten y cómo varía la percepción del mundo en el que viven. Un mundo que, según avanza la historia, va volviéndose más gris y menos perfecto.

 

lunes, 2 de febrero de 2015

El regreso de los muertos vivientes (1985). Cereeebros..


Es imposible pensar en las películas de zombies tal y como las conocemos hoy sin pensar en dos sagas. Una es la de Romero, que planteó el género como tal, y la otra, con el curioso título de El regreso de los muertos vivientes, no solo se gana su puesto por méritos propios, sino que podría considerarse deudora de La noche de los muertos vivientes original, hasta el punto de que esta le sirve como punto de partida.


Cartelazo de la película
 
Con un título que parece una secuela, un homenaje, o si nos ponemos picajosos, una parodia, esta comienza proponiendo una idea un poco descabellada: ¿Y si los sucesos de La noche de los muertos vivientes hubieran sido ciertos? Y que esto, para no alarmar a la población, se hubiera hecho pasar por una película, mientras el ejército se encargaba de hacer desaparecer a los cadáveres vivientes. O, al menos, encerrarlos en bidones herméticos para evitar que el gas que los reanima volviera a salir, o para tener a mano futuros experimentos. Pero esto no resulta muy efectivo cuando uno de ellos se abre accidentalmente…al lado de un cementerio. Lo que no solo afectará a los pobres diablos que estaban presentes, sino a todos los que habían sido enterrados allí, y que ahora han regresado. Y quieren cerebros.



El planteamiento inicial es el de una comedia. En esa década se hicieron muchas producciones donde mezclaban el humor con el género terrorífico, y esta contiene y explota muchos elementos cómicos: los personajes son bastante ridículos. Desde empleados pringados, punks, adolescentes horteras y hasta un empleado de funeraria, que teniendo en cuenta el escenario, no podía faltar. Tanto su caracterización como muchas de sus situaciones y diálogos están pensados para que no se los tome uno demasiado en serio…aunque eso no quiere decir que sean planos o mal desarrollados. Hacen gracia, que es su cometido, pero también despiertan simpatía y preocupación por lo que pueda pasarles, hasta el punto de que estos lleguen a protagonizar secuencias sorprendentemente trágicas para una historia que se había planteado como un entretenimiento, un poco macabro quizá, pero humorístico a fin de cuentas.

 



Pero además, la parte cómica más importante es que los zombies hablan. Y esto aporta el mayor componente humorístico de la película. Este el origen de la famosa frase “¡Cereeebroos….!” Que se ha asociado a los zombies en muchas parodias. Y de momentos humorísticos geniales como el de un zombie utilizando la radio de un coche y pidiéndo más patrullas, una y otra vez. Porque lo cierto es que el humor, como debe ser en una historia que incluye cementerios y muertos vivientes, es muy negro, y pensado para que el espectador también se divierta a costa de las diversas muertes y persecuciones que sufren los supervivientes.

 

Este estilo de humor, mucho más alejado de otras producciones más ligeras de la década, es muy adecuado: se trata de una comedia de terror, y esta última parte también se la han tomado muy en serio. De entrada, optan por presentar unos zombies practicamente indestructibles, inmunes a los disparos, a ser troceados, y a los que incinerarlos solo hace que la infección se extienda por el aire. Además, llegan a plantear su propia explicación al comportamiento de estos, tan inquietante como la alternativa de Romero sobre el infierno lleno, que había planteado en Zombie.



 También cuenta con un diseño de lo más variado para los muertos vivientes: desde los típicos recientes hasta los que parecen sacados de un comic de Cuentos de la cripta. Pero si hay uno inolvidable es el que tiene su primera aparición y al que los fans bautizaron como Tarman: una cadáver podrido cubierto de brea, que entre su aspecto y sus movimientos extraños, es de esos monstruos que debió provocar pesadillas a más de un niño en los ochenta. Y que, al igual que toda la película, funciona igual de bien que toda la película: da miedo, es grotesco, pero también es imposible no reírse con sus secuencias.

 

Es lunes. Toca nightmare fuel
 
El desenlace es tan adecuado para una comedia negra como para una película de terror: no solo resulta exagerado y corta por lo sano de una forma bastante inesperada, sino que también da lugar a un final abierto que da a entender que algo podría ir peor…y que también podría haber secuelas. Que las hubo. Y aunque estas conservaron la mayoría de los aportes interesantes de El regreso de los muertos vivientes, no llegaron a ser tan buenas como la original: la segunda parte se estrenó en España como La divertida noche de los zombies, y es ya una comedia abiertamente, en la que el humor es mucho más tontorrón y alocado. Y una tercera parte, a la que aquí llamaron Mortal Zombie a saber dios por qué, opta por un argumento más serio…y una falta de medios bastante evidente, donde la realización es un tanto torpe. Quizá no fuera como para preguntarse cómo pudieron salir unas secuelas tan flojas, pero sí para plantearse en qué piensan a la hora de traducir algunos títulos.