jueves, 4 de septiembre de 2014

Los mercenarios 3. La nueva generación…o algo parecido


Aún sin gustarme las películas de acción, Los mercenarios de Stallone me divirtió mucho. Era una vuelta sin complejos al cine de tiros y explosiones de los ochenta, de esos donde se ahorraban un montón en guionistas…y ese punto que mantenía entre las explosiones y la parodia funcionaba muy bien. Tan bien que contó con secuela donde se apuntaban unos cuantos actores del ramo más, hasta Chuck Norris con Norris Facts incluídos. Y al igual que podía pasar en la época con Rambo, la franquicia continúa en otra entrega donde una de las gracias principales parece ser el incluír a más gente. Aunque estos no estén especialmente ligados a ese cine de acción tan específico, como Harrison Ford o Antonio Banderas.



Esta vez, Barney y su grupo de mercenarios, tras rescatar a un antiguo compañero de una prisión (haciéndola explotar de paso), descubren que el traficante de armas que deben eliminar como nuevo objetivo no es otro que un antiguo aliado, que además de ser Mel Gibson, habían dado por muerto. La misión es un fracaso, y el personaje interpretado por Stallone se plantea si no será la hora de retirarse. Pero esta misión se ha convertido en algo personal, y a pesar de las quejas de sus compañeros, prescinde de ellos para formar un nuevo grupo formado por agentes, más jóvenes, con nuevos talentos, y también con la falta de experiencia que los llevará a fracasar. Y si quiere salvarlos, deberá contar de nuevo con sus anteriores aliados. Y con un nuevo miembro, muy entusiasta por encontrar trabajo en su banda.






Si la primera película era un homenaje al cine en el que se habían curtido sus actores, y la segunda rizaba un poco el rizo sacando al resto de caras conocidas, esta nueva entrega parece querer tener una trama distinta: la del relevo generacional, y especialmente, las crisis de madurez. Estas, vistas entre explosiones por tíos muy machotes, que no lloran, no se conflictúan ni se compran un coche nuevo. Vamos, que en realidad se plantea desde el punto de vista de que si los personajes se ven demasiado viejos para irse infiltrando por ahí en países en conflicto y haciendo acrobacias. Pero como era de esperar, la respuesta es no: crisis generacional la justita, y a los diez minutos de película, se sabe que ese nuevo grupo de mercenarios con tantas habilidades informáticas no les va a durar hasta el entreacto. En realidad son una excusa para dar un giro al guión y ofrecer un conflicto distinto a los personajes, además de un nuevo motivo por el que permanecer más tiempo en activo. Y probablemente, sacando más entregas.




Se nota demasiado que esta parte estaba pensada unicamente por el motivo de consolidar al reparto original, porque es sin duda la más aburrida (imperdonable en una película donde nada debe ser aburrido), y sus secuencias de infiltración en edificios de alta seguridad y de hackeo informático recuerdan demasiado al cine de acción hecho a partir del 2000, que directamente no me gustaba. Aunque si en realidad la idea era hacer un guiño a la diferencia de estereotipos entre una y otra generación, lo han clavado..Además, también se agradecen mucho algunos guiños en relación con el personaje femenino: durante parte de la película se menciona que algún protagonista tiene una hija de su edad, o que se haga referencia en más de una ocasión a los treinta años de diferencia entre un grupo de mercenarios y otros. Lo que resulta una forma bastante hábil de indicar que el guión tiene muy en cuenta la edad de sus protagonistas y que ahí solo han ido para eliminar terroristas.

En un principio parecía que la cantidad de caras conocidas del reparto eran demasiadas, aunque en realidad muchas de ellas tienen papeles muy breves y sus apariciones están justificadas, o bien dosificadas. Pero quizá el personaje nuevo es el que sale más perjudicado. Porque el papel de Antonio Banderas es sin duda, el peor de todos. Concebido como el alivio cómico de la película, parece un cruce raro entre las locuras de Murdock del Equipo A y el estereotipo de latino gracioso y seductor. Aunque por desgracia, no le sale ni una cosa ni otra: es chillón, poco cómico, tirando a patético y a menudo rompe mucho el ritmo de las secuencias. Porque, por mucho que se pongan, este no era precisamente un guión donde los diálogos brillen por su genialidad y por la caracterización de personajes. Si repite en un posible Mercenarios 4, espero que tomen nota y sea algo menos insufrible. Y si no, que lo despidan dramáticamente en la primera explosión.


Sentido, sensibilidad y cosas que explotan

En un principio, no llegó a divertirme tanto como pudo hacerlo las dos primeras entregas. Quizá por esperar algo similar a lo enterior, y sobre todo, por la parte central, que me resultó mucho más aburrida a causa de sus nuevos personajes. Pero el desenlace supera este defecto y se dedica a ofrecer lo que el espectador quería: una traca final de las de toda la vida, donde sin saber de donde, empiezan a aparecer tanques, sicarios armados hasta los dientes, motos de cross sin venir a cuento y auténticas frases lapidarias como las que recordaba de Comando o Rambo 2. Esto viniendo de alguien que reconoce que no era aficionada a este tipo de cine (sí, en el fondo empecé Los mercenarios por nostalgia de os ochenta) dice muchísimo a su favor: son secuencias muy redondas, planteadas especialmente para que todo resulte imposible, excesivo, y muy divertido. Además de acabar con un sorprendente guiño final que en un principio no me esperaba, después me desconcertó bastante, y finalmente, me hizo muchísima gracia por todo el tono de broma que sigue manteniendo. Y es que, hasta los héroes más machotes también tienen su parte sensible. 

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