lunes, 26 de mayo de 2014

Buen viaje, Dalek



Hay ciertos hechos en la vida que cuando convives con una gata que no llega a los cuatro años, completamente sana, parecen imposibles y muy lejanos en el tiempo. Pero a veces llegan más pronto de lo que nos imaginamos.

Hace unos pocos días, perdí a Dalek. Fue algo muy repentino y doloroso como saben los que han compartido su vida con animales. Pero en cierto modo, me considero afortunada de que esto hubiera sucedido al encontrarme yo en casa, a su lado, y no habérmelo encontrado al volver, sin poder hacer nada.



Dalek era una gata negra de pelo muy suave, ojos amarillos un tanto siniestros y una expresión muy particular que parecía abonada permanentemente al término “Indiferencia felina”. Era capaz de pasar horas sentada en una mesa como una esfinge, y de subirse en una manta y amasarla lo que hiciera falta. Nunca entendí muy bien esto último, pero esta actividad se convirtió con el tiempo en su marca particular. Y cuando no aparecía, lo más probable es que estuviera sobre un cobertor azul. También era capaz de abrir puertas y entrar a donde quisiera, pero para mi desgracia, nunca fue capaz de cerrarlas. Durante sus primeros meses, era habitual que se paseara por el teclado escribiendo lo que decidieran sus patas, aunque luego la escritura fue interesándole menos, por suerte para mis documentos. Y aunque al principio no parecía muy contenta con la llegada de Sabela, su hermana adoptiva, en unos pocos meses se acostumbró a su presencia y las persecuciones, los manotazos gatunos, los acicalados y las siestas las dos juntas se hicieron algo habitual. Ahora se queda Sabela, pero también una gata que recorre la casa incansablemente intentando seguir el rastro de una compañera que no puede volver a encontrar.





H. P. Lovecraft, quien apreciaba profundamente a los gatos, llegó a escribir un poema a alguno especialmente querido. Thomas Ligotti, que siempre ha sido más depresivo y lacónico, se ha limitado a decir que “siempre es una ocasión triste cuando un gato muere”. Yo me conformo con agradecerle a mi compañera casi cuatro años maravillosos. 

2 comentarios:

  1. Lo siento muchísimo :(.
    Duele mucho perder a un animal con el que hemos convivido y que nos ha dado su cariño.
    Ha sido un placer conocer a Dalek a través de tus palabras y las fotos que has compartido con nosotros, era realmente una gata preciosa, con unos ojos que te atrapan.

    Un abrazo muy fuerte

    PD. A mi gato también le apasiona amasar mantas. Me acordaré de Dalek cada vez que le vea hacerlo.

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  2. Muchas gracias por tus palabras.
    Nunca pensé que sería así perder a un animal que convive contigo. Antes había tenido gatos, pero Dalek fue, y siempre será, Mi gata.
    Lo de las mantas es algo muy curioso, casi tan particular como el ronroneo, pero que no todos los gatos hacen. A mí me parecía muy divertido esa concentración con la que se dedicaba a hacer más cómoda una manta.

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