Los homenajes a la figura de Lovecraft no se quedó
unicamente en la literatura. Los Mitos de Cthulhu han aparecido en las viñetas
en muchas ocasiones, desde las versiones de relatos que hizo Alberto Breccia,
muy clásicas y destacables por su estilo de dibujo, hasta otras de Alan Moore
que…bueno, es Alan Moore con todo lo que ello implica. Por eso su autor no
podía faltar, y menos en un medio que da para narrar historias de una forma distinta
a la que permitiría una novela, y quizá por eso es por donde se pueden
encontrar las más peculiares, o incluso las que derivan hacia la fantasía y el
humor.
Hans Rodionoff, Keith Giffen y Enrique Breccia. Lovecraft.
Esta narración es de las más parecidas a las novelas en las que aparece H. P.
L. Se trata de una historia de terror en toda regla, en la que el escritor,
aterrorizado por pesadillas bastante reales desde niño, hereda el Necronomicón
que se encontraba en la biblioteca de su abuelo. Este libro parece estar muy
relacionado con su familia y con la muerte de su padre en un manicomio. Y sus
pesadillas no se quedan en simples malos sueños, sino que parecen ser la
habilidad de moverse entre distintos mundos.
A lo largo de su vida como escritor, el libro seguirá presente hasta que
no le quede más remedio que atravesar una vez más ese mundo poblado por
monstruos si quiere salvarse. Si Alberto
Breccia es uno de los nombres más conocidos a la hora de adaptar los Mitos al
comic, a su hijo hay que reconocerle que no tiene nada que envidiar. Quizá no sea coincidencia que uno de sus
trabajos esté relacionado con H. P. Lovecraft, pero este es excepcional: su
forma de dibujo, y el color artesano, le da una textura muy adecuada al cómic,
y su forma de dibujar un tanto grotesca no se queda limitada a los monstruos.
Breccia no se caracteriza por dibujar personajes especialmente agraciados, y su
Lovecraft, sin haber sido un personaje real muy atractivo, es sorprendentemente
feo y entrañable a la vez.
El guión, tratándose de una historia bastante clásica dentro
del tema, es bastante más equilibrado que muchos otros homenajes, al menos, a
la hora de hacer aparecer secundarios: sale el círculo más cercano, como podría
ser la madre del escritor, sus colegas y Sonia Greene, con la que a estas
alturas debe formar la pareja más incómoda de toda la historia de la
literatura. Pero, por el carácter un poco más intimista de la historia, el
resto de cameos se ven reducidos al mínimo, exceptuando uno de Houdini que tampoco
sé muy bien que pinta, quedándose con una historia de terror lovecraftiana como
pocas.
José Oliver y Bartolo Torres. El joven Lovecraft. Nacido
como un webcomic, las tiras de estos dos autores cuentan de una forma
humorística cómo sería la infancia de H. P. L…si muchas de sus invenciones
fueran ciertas. Así, el pequeño Howard no duda en invocar al Necronomicon para
deshacerse de un matón del colegio, visita la tumba de Edgar Allan Poe montado
en un Byakhee o es perseguido por un perro de Tindalos.
El guión fue mejorando a medida que los autores se iban
aclarando en lo que querían contar, especialmente en el tema del humor, un
tanto chusco al principio. Y según el personaje iba tomando fama, hasta poder
ser publicado en papel, las tramas de cada tira fueron haciéndose más complejas
e incluyendo historias más largas que la que anunciaban las primeras.
Estas versiones no son algo reciente: aunque se base más en
Alberto Breccia, a mediados de los ochenta Brocal y Segura hicieron un comic
titulado El otro necronomicón, partiendo de un supuesto manuscrito de relatos
atribuido a H. P. Lovecraft, del que adaptan varias de sus historias. En ellas,
solo una aparece Lovecraft como protagonista, muy en plan detective, pero el
resto es interesante, tanto por el dibujo, como por un par de personajes que
crean, y sobre todo, por el humor negrísimo a la hora de narrar la historia que
concierte a sus autores. El mayor defecto seguramente sea la época en la que se
escribió: como buen comic de Tountain, no pueden faltar la correspondiente
cantidad de macizas (no hay una sola chica fea. Ni plana) y unas cuantas
teticas para animar alguna que otra viñeta. Pero son cosas de la época, y este
Otro Necronomicón, es al menos, una curiosidad interesante.
El primero si lo conocía y me gusta bastante, los otros dos no, me los apunto.
ResponderEliminarEl último todavía está disponible en algún sitio de saldo, y el Joven Lovecraft se puede ir leyendo por Internet.
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