El cine se quedó un poco huérfano de sagas exitosas tras acabarse Crepúsculo y Harry Potter. Igual esta comparación está muy alejada, pero entre sus entregas y desde entonces, se ha intentado más de una vez sacar películas basadas en libros juveniles sin mucho éxito. Por el camino se quedaron, sin más continuación, intentos como Los seis signos de la luz o City of Ember. La que sí consiguió hacerse un hueco, y bastante merecido, ha sido Suzanne Collins con su trilogía de Los Juegos del Hambre. Desde que apareció el primer volumen en 2008 ha ido adquiriendo popularidad hasta que cuatro años después su particular visión de los futuros apocalípticos, las dictaduras y la telerrealidad dieran el salto al cine. Visto desde fuera, esta serie nunca me pareció tan popular como llegaron a serlo las anteriores: no llegó a ser, o ser convertida, en fenómeno mediático, su fandom no era excesivamente ruidoso, y sobre todo, no llegó a convertirse en un producto parodiable en todos los sentidos.
Los Juegos del Hambre adapta el primer volumen de la trilogía, con el mismo nombre. A través de Katniss Evedeen, una chica de 16 años, se va conociendo el sistema mediante el cual el estado de Panem mantiene a los doce Distritos bajo una severa dictadura. La miseria, el hambre y el mercado negro son habituales en su zona, pese a que ella consigue mantener a su familia gracias a su habilidad con el arco y sus escapadas fuera del distrito donde es posible cazar. Una de las peores medidas que Panem ha establecido son Los juegos del Hambre, a modo de represalia por una rebelión de hace décadas, por el que se exige que un chico y una chica de cada distrito sean entregados a la capital y abandonados a su suerte en algún bosque donde deben sobrevivir y matar al resto de candidatos hasta que solo quede un ganador. Todo ello, televisado para divertimento de los ciudadanos como si de un Último Superviviente pasado de rosca se tratara. Tras presentarse voluntaria para librar a su hermana de esa suerte, Katniss descubre que los Juegos del Hambre no son solo una ejeución, sino un espectáculo televisivo y como tal, una de las mejores formas de ganar es cayéndole bien al público. Peeta Mellark, su acompañante, confiesa su amor por ella en directo, y pronto los desgraciados amantes del Distrito 12 acabarán huyendo de concursantes mucho más preparados y peligrosos que ellos, enfrentándose a animales modificados genéticamente y planteándose si es posible que ambos salgan ganadores.
La adapción al cine de este libro es un blockbuster de manual: adapta una serie que ya contaba con el favor de un público bastante amplico, y cuenta con unas dos horas y veinte de metraje y un presupuesto de primera para poder mostrar con todo lujo de detalles los miserables distritos y el lujo llevado hasta el absurdo de Panem. Y hay que reconocer que como adapción, es muy buena y en algunos detalles ha llegado a gustarme más que el propio libro. Quizá el metraje se haga un poco largo, pero es por hacerle bastante concesión a las secuencias de supervivencia, y sobre todo, a la presentación del distrito de la protagonista y su llegada a la capital. De hecho, la adapción a imágenes de esta trama se hace de una forma bastante sencilla, sin recrearse en la escenografía, y sobre todo, bastante dramática: en el Distrito 12 predominan los colores grises, azules, construcciones un poco desastrosas que no parecen corresponder a nada oficial sino al que “cada uno viva como pueda”, y no faltan las pantallas gigantes que me recordaron un montón a la versión en cine de 1984 que había protagonizado John Hurt. Panem tampoco aparece especialmente bonito, exceptuando la abundancia, los colores y peinados absurdos que sus habitantes utilizan y que la protagonista no termina de entender. Es más, una de las secuencias más originales cuenta con los personajes siendo sometidos a una manicura y una cera que se les practica como si estuvieran en una sala de quirófano y no en un salón de belleza.
Si en vez de Panem fuera España, obligarían a los distritos a ver Sálvame
Otra de las mejoras de esta versión en pantalla es convertir el discurso de la novela, narrada en primera persona por la protagonista, en una narración algo más neutra y menos conflictuada de lo que era en un principio. Y si toda la trama de la declaración de Peeta era parte de los quebraderos de cabeza de Katniss, aquí se queda en una posibilidad en la que ella no tiene tiempo de pensar, por estar bastante ocupada intentando sobrevivir, y en algo bastante abierto, que no se sabe si ha sido algo real, o un truco inventado por su compañero para conseguir más posibilidades de ganar.
Aún así, se echa un poco en falta más participación de Haymitch, su mentor y uníco ganador de los Juegos del Hambre de su distrito, un personaje bastante enigmático del que en un principio no se sabe si es un borracho acabado o un genio de la supervivencia, y que aquí se han limitado a presentar como un poco de relleno y a recordar todo el tema del espectáculo y del público. Una lástima para Woody Harrelson (y el pelucón que lleva en la película) a quien un papel un poco más extenso le habría sentado mejor y cuya participación se queda en algo tan anecdótico como la de Lenny Kravitz interpretando al estilista y amigo de la protagonista. El papel protagonista recae en Jennifer Lawrence, que aunque ya tenía a sus espaldas bastantes películas independientes fue ahora cuando le llegó la fama. La chica es bastante competente, sobre todo al lado de Josh Hutchenson como Peeta, que se queda un tanto sosito él pero, teniendo en cuenta el escaso tiempo que tiene en pantalla, no molesta mucho.
El que diseñó los trajes a las fuerzas del orden no sabe que el blanco es muy manchadizo.
Con su segunda parte estrenándose en noviembre, Los juegos del hambre tiene pinta de convertirse en una serie muy disfrutable para bastante público, sobre todo después de haberla orientado hacia uno más amplio que la gente de 16 a 18 años. Eso sí, parece que la franquicia no escapa a la maldición de las adopciones recientes: por algún motivo, su tercera parte se dividirá en dos pelliculas….y aunque me haya gustado, tampoco me parece que haya tanto por contar.
A mí me gustaron los excesos de pelucas y vestuarios de Panem. Y la película se hace entretenida, puede que vea hasta la segunda parte.
ResponderEliminarEn general están bien adaptados: son completamente absurdos, pero no imposibles y sirven como contraste a la situación de los Distritos.
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