viernes, 28 de junio de 2013

La torre de los siete jorobados. Modernismo y folletines.



La primera vez que oí hablar de Emilio Carrere fue en un libro de texto de literatura, donde lo mencionaban como un autor entre otros de novelas de evasión de escasa calidad literaria y al que no se le debía prestar atención, ocupados como debíamos estar los buenos estudiantes en las lecturas aprobadas por el plan de estudio. Unos años después encontré La Torre de los Siete Jorobados, su famosa novela de evasión, en una edición de bolsillo, pero no le hice mucho caso porque entonces les tenía bastante tirria a los autores españoles…Y debo reconocer que, con la pedantería y paternalismo que se gastaba el libro de literatura, no me extraña.



Con el tiempo me fui aficionando a los folletines de principio de siglo, y la novela del señor Carrere quedó como una cuenta pendiente junto a la película que basada en ella llegó a rodar Edgar Neville. Podría tener lecturas pendientes algo más serias, pero si algo aprendí gracias a las lecturas obligatorias del sistema educativo es que eso de la calidad es relativa y desde luego, el folletín sobre los subterráneos de Madrid y las absurdas aventuras ocultistas de su protagonista que echar una hora intentando sacarle las metáforas a un soneto (o peor, al extracto de una novela ¡Dios me librara de hacer comentarios de texto de prosa!).



Aparecida en 1924, durante los mismos años en los que H. P. Lovecraft empezaba a publicar sus Mitos de Cthulhu y Jean Ray Los Cuentos del Whisky (por citar a dos que me gustan horrores), cuenta la historia de Basilio, niño bien de Madrid en toda regla, aficionado a los cabarets y los casinos, tremendamente supersticioso y amigo de los jorobados por la suerte que estos dan en el juego. Su racha de mala suerte cambia tras encontrarse repetidas veces con un tipo siniestro y tuerto, a quien primero toma como el culpable de esta, y que le explica, muy tranquilo él, que no se trata de ningún gafe, sino de un espectro que, valiéndose de las cualidades de médium de Basilio, le pide ayuda para encontrar a su asesino y darle descanso a su alma.

Así de inesperado: Basilio puede ver a los fantasmas gracias a su don, y todo ese tiempo se ha pasado por las calles de Madrid saludando a personas que en realidad, no estaban por allí. Decidido a ayudar al difunto señor Catafalco, empieza su labor como detective, investigando las circunstancias que rodearon su muerte, pero no por mucho tiempo al estar más pendiente de una cantante de cabaret, a la que roban sus joyas, que del misterio en cuestión. Por suerte para él, la desaparición de estas, y el secuestro del hermano del difunto, están relacionadas con el asesinato que desde un principio debería resolver. A partir de este suceso, Basilio, un periodista conocido como El Duende de la Corte y un personaje un tanto estrafalario especialista en culturas orientales, se encontrarán con toda una trama de robos, secuestros y teorías ocultistas de lo más estrafalarias. Y con una torre, que a diferencia de muchas, no tiene por qué elevarse hacia el cielo.

Parte del argumento de La torre de los siete jorobados es deudora directa de los folletines y las novelas por entregas: hay un asesinato no resuelto, venganzas, organizaciones criminales, un par de apariciones sobrenaturales, y sobre todo, una cantidad de pasadizos subterráneos que ni una línea de metro. Esto último debe ser algo muy habitual en el género, porque Jean Ray tampoco dudaba en hacer aparecer algún culto malvado que se reunía en los subsuelos para hacer sus maldades. Precisamente el culto, organización, o lo que sea que los protagonistas descubren, está plagada de ritos cuyos personajes aseguran que es genuína magia persa. Los discursos que estos se gastan, a base de palabras orientales y la grandilocuencia de estos, acaba resultando más cómica que inquietante.

Seguramente esta era la intención de Carrere, porque su libro está plagado de humor desde el principio al final. Desde el manirroto Basilio hasta el espectro, o la descripción de uno de los personajes al que a menudo se refieren a él como “el viajero infatigable”, y que empeñado está en encontrar restos arqueológicos resultan cómicos y un tanto rídículos, aunque a la hora de soltar una frase ingeniosa, tampoco les falta inventiva. El argumento, a fuerza de incluir todo lo que una novela por entregas necesita, pasa de lo misterioso a lo imposible, sin llegar a tomarse en serio todo lo que está sucediendo y narrándolo de una forma que recuerda a otros autores se tomaron a broma su oficio, como La ciudad vampiro de Feval, o incluso al homenaje al folletín que harían varias décadas más tarde con Adèle Blanc-Sec.

La figura de Carrere empieza a reconocérsele un poco más (aunque me da que todavía no lo mencionarán bien en los libros de texto, no), y no solo por la inventiva sino también por la estilística, esa que hace algunos años decían que no tenía calidad literaria. Su estilo es muy florido, el modernismo todavía se notaba y la prosa es bastante creativa, o al menos, bastante más de lo que esperaría en un folletín. Solo por esto, y por todo el vocabulario que aparece en el texto, parte de él completamente olvidado, y otra parte, considerado en desuso y camino de desaparecer, hay que tenerlo en cuenta.

6 comentarios:

  1. Hace como treinta años le leí. Prestado. Sabes si en algún sitio lo puedo bajar?. Es fantástico.

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  2. Yo lo conseguí también en un epub cuyo link no consigo encontrar ahora, pero en http://www.exvagos.com/showthread.php?t=426304 lo tienen. Hay que registrarse pero la mayoría de enlaces están comprobados.

    En proyecto Gutenberg también de Carrere, pero solamente La copa de Verlaine. Supongo que será porque todavía está disponible en papel la edición de Valdemar.

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  3. Si quiere saber más sobre esta novela -no sé si sabe que gran parte del contenido está escrito por otro autor...-, le recomiendo la edición de Valdemar. Me entusiasma: http://www.valdemar.com/product_info.php?products_id=741&osCsid=

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  4. Leyendo La copa de Verlaine descubrí que una parte de La torre de los siete jorobados había sido reciclada, cosa que me decepcionó un poco. No sabía que parte del libro tampoco se debiera a Carrere, aunque le echaré un vistazo al prólogo de Valdemar. Además gran parte de las novelas que sacaban en El club Diógenes, además de asequibles, eran de lo más recomendables por la información que añadían.

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  5. Casi toda la novela ha sido reciclada. carrere escribió el cuento Un crimen inverosimil en 1922, lo entregó en 1923 al editor como si fuera una novela (el tío añadió papeles al azar) y este, con tal de publiacarla entrgó el material a Jesus de Aragon. ël etsudió la obra de Carrere (La cavera de Athaualpa,La copa de Verlaine, etc... ) y realiza una especie de collage muy bien construido que se ocupa de coser. Lo hace tan bien que nadie lo descubre hasta que él mismo lo escribe en una carta. Mientras tanto Carrere estaba gozando del exito de la novela... un genio!

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  6. No conocía el origen de la novela completa, pero entonces, sí, es verdad. Este hombre es un genio. Quizá un poco más de jeta que la que podía tener Jean Ray, cuando decía que se escribía una novelita de Harry Dickson en una noche entre copa y copa de ginebra, pero me ha vuelto a dar ganas de leer algo más de Carrere.

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