jueves, 31 de enero de 2013

Silent Hill Revelation (2012). A Sean Bean no lo matan, solo lo secuestran


No es difícil que una película de terror tenga una secuela, por muy cerrado que el guión de esta haya parecido. Lo que sí es más extraño es que pasen más de cinco años entre el primer estreno y la segunda parte, pero teniendo como título e inspiración a un videojuego tan popular como fue Silent Hill, siempre hay la posibilidad de seguir aprovechando la historia.



Seis años después de la primera película de Silent Hill aparece su segunda parte, a la que subtitulan Revelación y no se cortan en añadir al título la referencia al 3D. En este caso, continúan la historia de su predecesora, en la que una madre debe entrar en una ciudad envuelta en humo y cenizas, con la que su hija adoptiva lleva años soñando. El lugar parece ser una especie de purgatorio donde hay todo tipo de monstruos y se encuentran prisioneros el grupo de fanáticos que hace años, quemó a una niña acusándola de brujería, y de la que la hija de la protagonista es nada menos que una parte de ella. La película terminaba con un final un tanto abierto en el que ambos personajes parecían haberse quedado en esa especie de limbo, por lo que sorprende en esta segunda parte encontrarse a la hija, ya adolescente, y a su padre adoptivo, mudándose continuamente de ciudad y siendo perseguidos por miembros de una secta que intentan devolverla a la ciudad.



La explicación a esto es bastante sencillo, y se resuelve con un par de flashbacks: la historia continuaba un poco después del final de la primera parte, con la protagonista devolviendo a su hija al mundo real gracias a un artefacto (que no recuerdo si encontraban o no porque vi la película hace años) a costa de quedarse ella en Silent Hill. A los sectarios en todo este tiempo se les ha ocurrido que la mejor forma de hacer volver a la nueva protagonista a la ciudad es secuestrando a su padre, de modo que esta acabará recorriendo la ciudad, esta vez acompañada por uno de sus habitantes, y siendo perseguida por los monstruos que viven en ella y por un grupo de fanáticos que, a vista de lo que sucede por allí, ni ellos mismos deben tener bien claro lo que quieren.



Las películas de Silent Hill se ven principalmente por su estética: son de esos casos en los que la historia tiende a ser un tanto simple, centrándose en una trama de búsqueda y resolver enigmas, y siguiendo las bases del videojuego, con algo de carga dramática y muy relacionada con la imaginación y el carácter de algunos personajes. En ambas la trama principal consiste en encontrar a un ser querido y sacarlo de un lugar peligroso, y, especialmente en la primera, las criaturas y los escenarios son un reflejo de los miedos y la rabia que la parte negativa de la protagonista guarda contra los habitantes de la ciudad. No solo la ciudad está cubierta de niebla, sino que aparece en determinadas situaciones quemada hasta los cimientos, y los edificios que se mantienen en pie son manicomios o parques de atracciones siniestros (en el caso de la primera parte, una escuela primaria y un hospital, bastante malrolleros ellos). La mayoría de criaturas están sacadas del videojuego, y tanto Cabeza de Pirámide como las enfermeras zombie se reconocerán enseguida. Probablemente, el poder ver un escenario completamente enfermizo, y unos monstruos que recuerdan directamente al Hellraiser de Clive Barker, será lo más interesante y lo más disfrutable para los aficionados a la estética macabra.


Ni ella misma tiene claro lo que quiere hacer con su secta

Aún ganando por el lado de la estética, esta segunda parte parece estarse contradiciendo todo el rato. Tratándose de una continuación directa de la primera, cambian por completo la trama anterior, convirtiendo a un grupo de fanáticos religiosos que ven brujería donde no la hay, a la típica secta de película de terror, con sus sacrificios y su fijación por encontrar a su mesías. Hasta ahí, vale, pero estos sectarios no tienen mucha idea de lo que quieren hacer con sus vidas: por un lado, quieren acabar con la maldición que los tiene atrapados en una ciudad-purgatorio, pero también quieren intentar una vez más invocar a quien quiera que sea que están adorando y…llega un momento en que lo mejor es olvidarse de toda la gente y disfrutar la película por sus escenarios y bicherío.


...Y sigue sin cerrar la boca

El desarrollo también falla bastante, porque en los noventa minutos que dura, resulta un tanto atropellado: puede que se conociera ya la historia de los personajes, y que la vuelta de la protagonista a Silent Hill tenga sentido, pero la forma de incluir al segundo personaje, y especialmente, las conversaciones que ambos mantienen, son un tanto ridículas: desde ponerse a hablar nada más conocerse sobre la diferencia entre sueño y realidad, a decidir acompañarla al sitio más peligroso del mundo de golpe y porrazo. Tratándose de un personaje que realmente viene de esa ciudad no parece tan precipitado, pero la forma que tienen de incluir la explicación, sí lo es.


Sean Bean, tras ver un guión en el que no se muere

Los actores son bastante competentes, y más teniendo en cuenta los que han contratado: nada menos que Malcolm McDowell haciendo un cameo, Sean Bean haciendo de padre de la protagonista (casi no lo reconozco al no llevar cota de malla) y, desde el estreno de Juego de Tronos, a Kit Harington, que sigue sin ser capaz de tener la boca cerrada en ninguna escena y que desde la última vez que lo ví al final de su serie más conocida, se ha puesto un pelín fondón.

Sin tener en cuenta que Silent Hill parecía pensada como una película sin continuación, esta secuela es bastante inferior: no solo tiene que sacarse el motivo de continuación de la manga, sino que reescribe practicamente todo lo que sucedió en la primera parte, es atropellada y depende demasiado del impacto que causen las secuencias terroríficas. Pero tampoco es mala del todo: en la hora y media que duró, es entretenida, y conociendo tanto el tema del videojuego como la película anterior, se la acaba valorando también por el trabajo que hayan invertido en la creación de escenarios y monstruos, que sí es bastante bueno.

lunes, 28 de enero de 2013

Lecturas de la semana. Escasas también, pero variadas


De nuevo la entrada sobre libros, además de breve, es bastante distinta: una novela de ciencia ficción postapocalíptica y una historia cómica. Porque ha hecho falta una gran cantidad de humor inglés para olvidarse de lo desesperanzadoras que son las ideas de la fantasía en Rusia.


Dmitry Glukhovsky. Metro 2034. Como su nombre indica, es la continuación de Metro 2033. La historia principal de este quedaba ya cerrada y de un modo muy desesperanzador, pero eso no quiere decir que el Metro en el que viven los supervivientes a un ataque nuclear no pueda sufrir nuevas amenazas. En este caso, una plaga altamente contagiosa comienza a extenderse por las distintas estaciones, y Hunter, el mercenario que aparecía como secundario en la primera parte, es el encargado de acabar con la plaga de una forma rápida, que por desgracia para los afectados, implicará un genocidio y limpieza masiva de todos ellos. El señor Glukhovsky habrá conseguido fama mundial y dinero a mansalva gracias a su novela y el videojuego que derivó de esta, pero desde luego, no se ha vendido y sigue presentando su visión pesimista de los humanos y la incapacidad de ver más allá de sus narices.

La primera parte era extensa principalmente por describir de una forma amplia un mundo subterráneo en las distintas estaciones de metro, cada una con sus ideologías. Habiendo cumplido esto, y dado que el lector conoce ya la situación y los distintos tipos de sociedades que se han desarrollado después de la bomba, esta parte se reduce al mínimo por lo que se queda con el viaje de los personajes, el mencionado Hunter, su acompañante cronista y una chica que encuentran por el camino, y las angustias de estos, especialmente en el caso de Hunter, que no parece haber salido bien parado de su encuentro con los enemigos que aparecían en el primer libro. Aunque dicen que segundas partes nunca fueron buenas, y esta no llega al nivel de su predecesora, sigue siendo entretenida y presenta un tipo de ficción postapocalíptica más deprimente y menos divertida que la que suelen ofrecer muchas novelas.

Nicholas Drayson. A Guide to the Birds of East Africa. Drayson se ha especializado en escribir novelas ambientadas en lugares más o menos lejanos (desde el descubrimiento de Australia hasta Kenia) con argumentos tirando a amables. En este caso, el tranquilo dueño de una fábrica de tabaco en Nairobi decide invitar al baile de su club a la guía de su grupo de aficionados a la ornitología. No parecía difícil hasta que un antiguo compañero de colegio suyo hace su aparición y convierte el tema de la invitación en un apuesta: el que consiga ver más especies de pájaros distintas, podrá invitar a la dama al baile.

Como debe ser en una comedia romántica, las cosas se tuercen, y aún en Nairobi el tema de la observación ornitológica se vuelve bastante difícil: al pobre protagonista, un tipo apocado y tranquilo, lo mismo le roban el coche, que tiene que ayudar a alguien que ha perdido su ropa, o corre el riesgo de meterse en un lío a causa de una columna irónica que escribe con seudónimo en el periódico local.

Todo esto contado desde una perspectiva cómica bastante propia de los ingleses, muy absurda y a veces increíble. Contando con unos personajes que peinan canas (muchas. Al menos, los que todavía conservan pelo), la novela tira más a la comedia más directa y a lo entrañable que a una comedia romántica en sí, cosa que se agradece. Y el autor ha acertado de pleno en una cosa: volver a encontrarse con un compañero de colegio al que no se soportaba, pasen las décadas que pasen, es todo un fastidio.

viernes, 25 de enero de 2013

American Horror Story Asylum. Igual que una botica: tiene de todo


No quedan muchas cosas de las que no se pueda disfrazar a un gato

Esta semana terminó la segunda entrega de American Horror Story, la serie de Ryan Murphy que se ha propuesto contar una historia de terror distinta, e independiente de la anterior, en cada temporada. Lo único que comparten entre sí es la temática de terror y estar ambientadas en América, aunque para qué negarlo, más que terror se basa en general mal rollo a base de las secuencias de los créditos iniciales y el que lo que se ve en muchos episodios es bastante perturbador. Bueno, y en la aparición de un grupo de actores fijos que en cada relato desempeñan papeles distintos, en los que, aunque Zachary Quinto sea una cara bastante conocida, Jessica Lange brilla con luz propia y es ella a quien conceden los papeles más memorables.


Esta serie explota mis dos grandes temores: los hospitales y las monjas ¡¡El horror!!

La primera temporada tuvo una traba bastante reconocible, la del relato de fantasmas, al que si se le retiran los elementos psicológicos y las secuencias escabrosas, podría pasar perfectamente por uno de los cuentos de M. R. James. En Asylum el guionista decide ir más lejos y visitar uno de los lugares típicos del género de terror, como serían los hospitales psiquiátricos y los asesinos en serie. Pero también decidió que no iba a quedarse ahí, y que esta segunda temporada tendría de todo: desde escenarios siniestros hasta científicos locos, pasando por posesiones y alienígenas.


Asylum empieza con la llegada de una periodista bastante trepa al psiquiátrico de Briarcriff, un manicomio dirigido por una monja un tanto retrógrada, en el que encerrarán a un asesino conocido como Bloody Face. Lana Winters, la periodista, no quiere perder la ocasión de poder hacer un reportaje sobre el asesino, y sus investigaciones la llevarán a acabar encerrada en el centro junto al presunto asesino, que jura ser inocente. Este asegura no haber matado a su mujer, sino que se la han llevado lo que parecen visitantes de otro planeta. Y si esto no fuera poco, la hermana Jude, la directora del centro, está enfrentada con el médico de este, a quien considera un carnicero y que utiliza a los internos como sujetos de sus experimentos. Lo que resulta ser cierto.

A lo largo de 13 episodios se irá viendo lo que sucedió en el sanatorio de Briarcriff hasta su cierre, y como los asesinatos de Bloody Face parecen continuar en el presente con la muerte de una pareja, bastante insufrible ella, que decide visitar las ruinas del manicomio. Y, durante los diez primeros, la historia irá haciéndose cada vez más grande y más increible: en Briarcriff, todo eso del asesino en serie debe ser lo menos malo que está pasando, porque los alienígenas de los que hablan en un principio parecen ser ciertos, y están empeñados en abducir a las mujeres de Kit Walker, el presunto Bloody Face. El Doctor Arden, el médico, lleva a cabo extraños experimentos que suelen acabar con sus pacientes convertidos en monstruos, o al menos, en criaturas un poco asilvestrados. Y encima, hay un exorcismo, que termina con la posesión demoniáca de una de las monjas. Y de vez en cuando, la propia Parca, encarnada en una mujer a la que solo los moribundos pueden ver, se acerca por ahí a llevarse a quienes les llega la hora.


A la izquierda, el hermano soso de Ralph Fiennes. A la derecha, el entrañable granjero de Babe, el cerdito valiente, reconvertido a médico sin escrúpulos

En Asylum no ha debido quedar un solo palo sin tocar: seguramente Ryan Murphy decidió que aparecerían muchos de los tópicos y escenarios del cine de terror de hace varias décadas, y poco le ha faltado por incluir porque ha salido de todo. Pero la serie no funciona solamente para la acumulación de tópicos sino para darle una visión bastante siniestra a la realidad: si en la primera temporada tiraba más al drama familiar y a las situaciones psicológicas, aquí no se corta mencionando lo peor de los años sesenta, que va desde la segregación racial hasta la homofobia. Y sobretodo, las praxis de una psiquiatría en pañales y que todavía consideraba que el electroshock y la lobotomía eran prácticas aceptables.


Los primeros siete u ocho episodios mantienen mucho el interés, aunque solo sea por esperar cómo se resolverán los misterios que van incluyendo (especialmente, el tema de los alienígenas y los experimentos médicos). Pero por desgracia, es a partir de este momento cuando toda la trama empieza a perderse: dice el refrán que, quien mucho abarca, poco aprieta, y es imposible que en trece episodios puedan resolver todo lo que han incluido. De modo que no queda otra que empezar a matar personajes para terminar con las tramas que corresponden, librándose de toda la historia de los experimentos, de la posesión y hasta de los alienígenas gracias a estas defunciones, y en el último caso, olvidarse de explicar cualquier motivo que pudiera tener el tema de los alienígenas y las abducciones. Y es una de esas situaciones en las que, más que final abierto, da la sensación de que los guionistas no sabían cómo salir del lío en el que se habían metido.


Lo único que parece ser importante para esta Historia de Horror Americana es todo el tema del asesino en serie, tanto el original como el del presente, la periodista que lo investiga, y finalmente, el destino de algunos personajes. Además, aunque en la primera temporada el enfoque más psicológico y sórdido fuera novedoso y, pese a lo escabroso en algunos casos, fuera aceptable, en este llega a ser excesivo y se nota en muchos casos que quieren recurrir al shock value para captar la atención del espectador, por lo que no se cortan en mostrar que cualquier tiempo pasado fue bastante malo, a base de lobotomías varias, secuencias desagradables relacionadas con la ideología de la época, y sobre todo, monjas tiránicas.

Aún con un final decepcionante y unas tramas que se iban descolgando por el camino, su primera mitad fue divertida y al menos, un final adecuado, aunque solo sea por el hecho de bajar un poco el nivel oscuro y agresivo de la serie y darle a un par de personajes, el final más o menos feliz que se habían ganado. Ahora se ha anunciado la tercera temporada, de la que Ryan Murphy jura y perjura que esta será mucho más divertida, pero no soy capaz de imaginarme qué se planteará para esa próxima.

lunes, 21 de enero de 2013

Lecturas de la semana. Escaso pero con enjundia


Esta debe ser la primera entrada sobre libros del año (la anterior no contaba, era sobre los regalos de navidad), aunque han sido un poco menos de lo habitual.


George Simenon. 45º à l´ombre. Hay libros capaces de crear una historia sin que en sus páginas llegue a pasar nada. Según dicen, La montaña mágica de Mann es uno de ellos, y salvando las distancias en cuanto a género y fama literaria, esta novela del creador de Maigret, es otro ejemplo.

Lejos del tema policiaco, 45º a la sombra narra un viaje cualquiera durante los años 30, del barco que cubría el trayecto del Congo a Burdeos, visto a través de Donadieu, el médico de a bordo. Este, indiferente a casi todo y aficionado al opio, se encarga de tratar las enfermedades de los marineros chinos del barco, que mueren rapidamente y sin mucho interés por el resto de la tripulación, y de distintos pasajeros que este va conociendo y que parecen ser un reflejo de la realidad colonial de la época: un potentado malencarado y prepotente, una mujer casada dispuesta a tener un affaire, un médico retirado, repatriado tras haberse vuelto loco, y un funcionario que es trasladado del camarote de segunda clase al de primera debido a la enfermedad de su hijo de pocos meses. Precisamente este será el desencadenante al final de un conflicto, por la desaparición de un maletín con dinero, que en realidad no llega a resolverse claramente.

Lo más interesante es la aparición de los personajes y su situación que vista hoy, parece lejana: se hace referencia a funcionarios coloniales y empleados de grandes compañías, de grupos de gente separados por las distintas categorías de los pasajes y de situaciones que debido a la climatología tropical y a un viaje de varias semanas provocaba más conflictos que amistades.


Manel Loureiro. Apocalipsis Z. La ira de los Justos. Último tomo de la que debió ser la primera trilogía zombie en España, y que abandona el estilo de diario a favor de combinar la primera persona del protagonista y la tercera para el resto de los personajes (con la de zombies que hay, es muy difícil que este pudiera escribir nada).

El estilo es muchísimo más serie B que los anteriores, porque los protagonistas abandonan España para llegar, gracias a un barco, a Estados Unidos donde la última ciudad que parece estar a salvo es un estado fanático religioso. Es de esperar que esto no dure mucho gracias a los personajes y al grupo de la resistencia correspondiente. Pero no solo habrá peleas, explosiones y sociedades postapocalípticas absurdas, sino que el autor no se corta y se inventa un final para la epidemia zombie, un antídoto al alcance de cualquiera…y hasta un grupo de norcoreanos dando vueltas por el país. Porque otra cosa no, pero el Amado Lider y sus fronteras cerradas fueron muy útiles a la hora de mantener el país a salvo (de los zombies, no de Kim Jong Un).

El conjunto, y olvidándose del estilo anterior, es sorprendentemente divertido y alocado, hasta el extremo de que el gato del protagonista acabe siendo un superviviente más (por suerte para los lectores), aunque lo lastra mucho uno de los personajes principales. Si bien en el primer tomo Lucía, la chica del protagonista aparecía solo al final, aquí llega a ser la responsable de todo lo que sucede para mal, cometiendo todo tipo de estupideces como escaparse a una zona no vigilada, o llamar racistas a un grupo de fanáticos armados hasta los dientes. Vamos, de esos personajes capaces de hacer que abandones un libro solo por lo insoportable y absurdo que resulta.

jueves, 17 de enero de 2013

La hora más oscura (2013). Señores de corbata persiguen a señores con chilaba


Gatico de operaciones especiales, en plena faena

Acaba de terminar la entrega de los Globos de Oro y empieza el calentamiento para los Oscars. No soy muy seguidora de estos premios, ni de ningún otro, por aquello del tipo de cine que me gusta, que suele ser bastante errático, pero teniendo a mano una entrada con descuento, y por decisión de Hewl, al que le gustan mucho esto de las nominaciones, fuimos a ver una de las candidatas a Mejor Película.

 

La hora más oscura, o Zero Dark Thirty, hace referencia a la hora en la que exactamente, los servicios secretos entraron en la presunta casa de Bin Laden, con nocturnidad y alevosía, para acabar con el cerebro detrás de los atentados del 11 de septiembre. En resumen, que la película cuenta punto por punto, la investigación que se llevó a cabo, durante varios años, para acabar con las distintas células de Al Qaeda y atajar los distintos atentados terroristas que se produjeron los años siguientes a las Torres Gemelas.


Diez años en el desierto y no ha conseguido ponerse morena

La historia empieza con la llegada de Maya, una agente nueva, al trabajo de campo fuera de Estados Unidos, que está lejos de los interrogatorios asépticos y del papeleo. Las torturas, y los intentos de los agentes de romper psicológicamente a los terroristas, son evidentes desde un principio, al igual que los contraataques de estos mediante atentados en los que llegan a morir algunos de los personajes principales. De hecho, el tratamiento que se hace del conflicto intenta ser objetivo e incluso, aséptico: ninguno de los métodos que se están utilizando son éticos, pero ambos bandos consideran que están en guerra y estos se limitan a cumplir con lo que es necesario para defender sus respectivos países.



El guión es más una crónica periodística que una narración al uso: sigue punto por punto lo que supuestamente pasó durante las investigaciones, y los personajes actúan en todo momento como profesionales. La personalidad de estos queda practicamente fuera de la historia, y no es hasta la segunda mitad de la película, en uno de los atentados, en el que la investigación se vuelve más personal para la protagonista hasta el extremo de dedicarse exclusivamente a seguir una sola pista. Si estos están quemados del trabajo, tienen familia, o se llevan mal, apenas llega a saberse si no es por los diálogos o alguna referencia de pasada. Solo en el caso de la protagonista, que seguirá la investigación y dirigirá la operación de búsqueda de Bin Laden hasta el final, aparece en el último momento algo más afectado por todo lo que ha sucedido.


No sé si son un equipo antiterrorista o están jugando al Call of Duty

Al estar tratando una historia tan oficial y documentada, no se puede hacer otra cosa que confiar en el ritmo de la narración para hacer que funcione. Y en esto cumple. Porque las dos horas y media de metraje que en un principio me amedrentaban cosa mala, fueron sorprendentemente llevaderas y en ningún momento llegaron a aburrirme. Es más, aún sabiendo por motivos obvios cómo iba a acabar la película, no se puede evitar que determinadas situaciones lleguen por sorpresa o incluso sentir simpatía por unos personajes de los que apenas se sabe algo que no sea la forma de llevar su trabajo.

Algunas situaciones chirrían un poco, como los escasos obstáculos que se encuentra la protagonista a la hora de seguir con la investigación de la forma que ella quiere, que apenas haya errores y en cierto modo, que exceptuando algunas malas pistas, todo funcione bien y que hasta los soldados confíen plenamente en la protagonista sin demostrar ninguna duda o miedo. Aún así, mantiene muy buen nivel precisamente por la forma de narrar y que en ningún momento resulte plomiza, algo que, en un tema que me atraía tan poco como este, no me esperaba.

lunes, 14 de enero de 2013

The Man with The Iron Fists (2012). Raperos, señores de hojalata y chinos con peluca


Los gatos. Primeros inventores de las artes marciales

Nunca entendí muy bien la relación que hay a menudo entre el rap y la estética de artes marciales, porque para visto por alguien desde fuera, no debe haber dos cosas más distintas entre sí. Después aparecen animes como Samurai Champloo o Afro Samurai para llevar la contraria.




Precisamente fue un rapero, RZA, el encargado de ponerle música al anime que protagonizaba Samuel L. Jackson, y se ve que esto de las películas de artes marciales le ha debido de gustar, o mismamente, ha decidido variar de los samurais a los guerreros chinos, porque no solo protagoniza, sino que también guioniza y dirige El Hombre de los Puños de Acero.



La historia intenta ser un homenaje a las películas de kung fu de los setenta, tanto a sus guiones como su estética. Eso quiere decir que no solo va a haber peleas sino que estas van a ser tal cual las de la época: coreografías imposibles y un tanto forzadas, caracterizaciones exageradas, actores sobreactuados y todo el personal buscando venganza. El protagonista es el herrero de un pueblo regido por varios clanes con nombres de animal (el Clan del Gato, por desgracia, no aparece. Seguramente porque se estaban echando la siesta) al que el gobernador envía un cargamento de oro que el Clan de los Leones debe proteger…Pero la avaricia rompe el saco, y el lugarteniente de este decide ascender y de paso, quedarse con los lingotes. Esto llevará a que el hijo del jefe vaya al pueblo a buscar venganza, el traidor contrate a un asesino a sueldo que se convierte en hombre de metal a voluntad y un occidental con intenciones poco claras llegue al pueblo ¿Y el protagonista? Pues en un principio tenía pensado marcharse de allí con su chica (una trabajadora de la casa de mala nota local), pero tras perder los brazos a manos de los malvados sicarios del León, decide vengarse también.


Eso rojo que sale en la foto no son pétalos de cereza precisamente

El punto de partida es una excusa para que todos los personajes se pongan a andar, o más bien, a repartir leña, pero esta es una de esas películas que tampoco necesita un argumento complejo: que sea básico, pero que funcione bien, y el resto se disfruta por su estética. Porque está pensada como una actualización del cine de kung fu visto por los occidentales, y ya los créditos de entrada dan fe de ello. Las peleas están pensadas para resultar imposibles y exageradas, pero a la vez, que se noten completamente irreales y que en los movimientos se noten que están controlados por cable, como en las películas más cutres de la época. Tampoco faltan escenas sangrientas, que no son especialmente bestias pero sí salen unas cuantas amputaciones y lluvias de sangre en pantalla.


Las caracterizaciones, otro tanto: pelucas cantosas, actores jóvenes con cejas blancas y, como se nota cual es el público objetivo de la película, unos cuantos trajes sugerentes para las mujeres luchadoras (que, aunque sus compañeros vayan con coraza, ellas con un corpiñito y unos shorts se arreglan), aunque también me ha sonado un poco, y muy de lejos, a la estética steampunk. O al menos, a cómo sería esta de haberse dado en China. El pueblo, en cambio, recuerda un poco a la típica ciudad del cine del oeste, con su ausencia de ley, el obligatorio burdel dirigido por la madame astuta, Lucy Liu en este caso. Todo ello montado con música rap y en el caso de las primeras secuencias, con la voz en off del protagonista explicando la situación. Por eso más vale que guste este tipo de música, o al menos, que se tolere, o de lo contrario, no hay mucho que hacer durante la hora y media que dura.


Mucha cara de estar luchando a muerte no tiene, no

Las interpretaciones son un poco limitadas: las escenas de acción recaen en los actores chinos que saben hacer lo que hacen (vamos, repartir estopa y poner cara de palo o de estreñido). A estas alturas Lucy Liu no falla cuando necesitan incluir a una actriz asiática haciendo de mujer malvada o voluntariosa, que lo de las artes marciales ya se soluciona a base de dobles. Rusell Crowe cumple pero está asombrosamente fanegas, y el rapero protagonista…bueno, es una suerte que la película sea bastante coral y que él acabe saliendo menos de lo que habla durante el metraje, porque pocas veces he visto a nadie tan inexpresivo sin contar a Kristen Stewart. Ah, y también aparece Dave Bautista como asesino con cuerpo metálico bastante resultón, pero él viene de la lucha libre por lo que experiencia en hacer teatro ya tenía.

Es extraño que una película de este estilo me guste, y más con las actuaciones un tanto cutres, pero tiene a favor cosas como una duración muy ajustada y un buen montaje. Es artificioso, exagerado e irreal, pero…algo tendría porque no me aburrí.

miércoles, 9 de enero de 2013

El cuarto aniversario de Barrilete Cósmico.


Hoy el blog cumple cuatro años. Si fuera un niño, estaría pintando cartulinas en parvulitos y si fuera un gato (el escenario más probable), dormiría una media de 16 horas al día. Pero como no lo es, y aún así me gusta celebrar que, poco a poco, va acumulando meses encima sin que la pereza o la falta de tiempo hagan que se quede aparcado. Lo que a fin de cuentas, es el ciclo vital de cualquier página, pero mientras cuente con esas dos variables, dará para rato.

Como suele pasar de año en año, al repasar la pestaña de entradas me he fijado que estas han variado un poco respecto al anterior, y en algunos casos, no tengo queja:



Si el precio del cine sube y yo veo más películas. Es un poco raro, pero este 2012 coincidió de ir por las salas muchísimo más que el anterior, y no solo al cineclub sino a estrenos grandes como fueron Los Vengadores, El caballero Oscuro o Prometheus. Incluso el Hobbit, al que le tenía un miedo atroz no solo por estrenarse tras la subida del IVA, sino por mi poca paciencia con las salas llenas y un público cada vez más maleducado. La gracia no ha sido ir a tantas sino que encima me gustaran casi todas. No hay un criterio concreto a la hora de escribir sobre cine: practicamente puedo hablar de la película que estuvieron emitiendo en Neox por la noche, o cualquiera que haya encontrado por casualidad, si esta me anima para hacer una reseña entretenida. Aunque tampoco se pueda decir que sea una selección muy variada de temas porque en esto me sigue gustando más el fantástico que a un tonto un lápiz.

Las lecturas francófonas. El nombre de la etiqueta viene, precisamente, por los libros escritos en francés, idioma que estudié prácticamente solo un poco antes de nacer el blog y que, según el papelito oficial que me dieron, he terminado de aprender (no estoy yo muy segura de esto). Tuve la suerte de contar con una profesora a la que le gustaba su materia, por lo que no faltaron todo tipo de novelas clásicas y modernas…eso sí, de ciencia ficción, nada de nada. Pero como me dijo Hewl una vez, así no me queda otro remedio que leer cosas diferentes.


El cumpleaños de Dalek. La gata de nombre unisex hizo su segundo aniversario en julio, pero como todo lo que suele pasar a su alrededor, no le hizo mucho caso.

En total, han sido 102 entradas, repartidas a partes iguales entre cine, libros, y unas poquitas para alguna serie, que cada vez aparecen menos. Nos vemos en 2014, si la profecía milenarista de turno no lo impide.

lunes, 7 de enero de 2013

Fin de Navidades, lecturas y otras minucias



Exactamento lo mismo que hace mi gata

Se han acabado las fiestas, y este año las he pasado sin hacer ninguna referencia a ellas. Ni comidas ni turrón ni reg…estos últimos si que no faltan. En el fondo, el materialismo me puede y si viene envuelto en papeles de llamativos colores, todavía más. Los libros siguen siendo un clásico, porque el que yo no compre más por aquello de tener ebook no quiere decir que no me los puedan regalar. Además, últimamente mi estantería está demonstrando ser toda una Tardis siendo capaz de almacenar más tomos de los que le corresponderían por sus medidas.




Thomas Ligotti. Noctuario. Este señor empieza a ser un habitual en el blog, pero libro suyo que encuentro, libro que acabo leyendo. Y a la (escasa) velocidad que escribe sus cuentos, me temo que dentro de muy poco me voy a quedar con las ganas. Tratándose de recopilaciones de relatos, es lo único que escribe practicamente, es difícil hablar de Noctuario en conjunto, aunque sí se nota la diferencia con otros libros como Songs of a Dead Dreamer: si bien sus cuentos tienden bastante a presentar situaciones extrañas, olvidarse de los personajes y trabajar sobre todo con escenarios e ideas, los de Noctuario se llevan la palma. Algunos de ellos son más cercanos al ensayo filosófico o al poema en prosa que al relato de terror al uso, y no faltan las teorías del autor sobre la existencia, la muerte y el absurdo del universo (es que no es un tío muy alegre, no). De los más tradicionales, posiblemente los mejores sean El ángel de la señora Rinaldi y El Tsalal, en el que le da una vuelta a su manera a los temas lovecraftianos. El resto son igual de buenos pero si alguien quiere empezar con el autor, sigo recomendando La fábrica de pesadillas.



Terry Pratchett. A Blink of the Screen. Es una selección de relatos cortos del autor de mundo disco, y como tal, es muy probable que la disfruten más los aficionados a Pratchett que alguien que quiera empezar con él. Y es que, no es solo por variada, sino que se incluye, aunque a modo de broma y seguramente, bastante corregido, el primer relato que publicó con 13 años (bastante mejor que lo que escriben muchos superventas, francamente), cuentos que servirían después para novelas como El éxodo de los Gnomos o incluso alguna de Mundodisco, aportaciones para antologías temáticas e incluso algún cuento pensado como ciencia ficción seria en la que no puede evitar incluir su particular sello y hacer aparecer un grupo de terroristas que intentan conseguir la independencia de Francia en todos los universos posibles.

Todavía tengo mucho de Pratchett por leer, porque además de haber empezado con Mundodisco tarde, fue un escritor bastante prolífico, pero me temo que debido a su enfermedad, lo que tenga disponible se irá haciendo cada vez más pequeño. Pero seguramente los Auditores de la Realidad estarán satisfechos con lo que ha pasado.


Manel Loureiro. Apocalipsis Z. El principio del fin. Antes de que se pusieran de moda y hubiera zombies hasta en la sopa, pero un poco después de que empezaran a hacerse populares entre los aficionados al género, un escritor aficionado se le ocurrió comenzar un blog en el que contaba sus desventuras como superviviente de una epidemia zombie, huyendo de su casa de Galicia con su gato y atravesando el país en busca de un refugio seguro. La historia se habría visto mil veces, pero tenía una cosa a su favor: acercaba un tema tan típico de la ficción anglosajona como la supervivencia a un ambiente conocido y en el que faltaban los clichés propios del tema como el manejo de armas de fuego y que el protagonista se moviera por sitios conocidos, como el Xeral Cíes de Vigo o por Canarias.

Tampoco faltaban sus cosas propias de la ficción, porque a fin de cuentas, es de lo que se trataba el libro, como su compañero, un piloto de helicópteros ucraniano, parte de la trama correspondiente al barco y a un misterioso maletín, y la maña del protagonista defendiéndose de un arpón de pesca. Seguramente es lo más divertido, porque el principal desastre, y que en las siguientes entregas se hará más evidente, es incluir a un personaje femenino que, por mucho que se empeñen en presentarlo como un superviviente igual de válido, su único objetivo parece ser estar en peligro y servir de preocupación al protagonista. Por suerte, en el primer libro tarda en aparecer y a mí, con tal de que siga salvándose el gato que lo acompaña, me conformo.

La novela por entregas tuvo un éxito sorprendente y unos años después apareció publicada en papel, en una edición que extiende algunas cosas de la historia y corrige algunos fallos debidos a su carácter de composición amateur, y después de haber leído más novelas de zombies de las recomendables, puedo asegurar que al menos, este primer tomo, está en el conjunto de las buenas.


Nicholas Drayson. A Guide to the Birds of East Africa. Las críticas lo comparan con los libros de Alexander McCall Smith, y se refieren a ella como una simpática historia romántica…No me fío un pelo de las citas que aparecen en los libros, que son capaces de hacer quedar a Crepúsculo como la nueva Jane Austen, aunque el resumen de la portada sí me interesó: una historia tirando a entrañable y un tanto cómica, ambientada en África, lo que es toda una novedad en lo que suelo leer solo por tratarse de algo no fantástico/policiaco/altamente raro. Pero como este fue el último en llegar, y aún no lo he empezado, queda para la próxima entrada sobre libros.

No todo iba a ser papel impreso...hay que vestirse con estilo y tampoco faltó la correspondiente camiseta extraña:


Con esta y la de Army of Darkness, tengo para toda la temporada

jueves, 3 de enero de 2013

El alucinante mundo de Norman (2012). No hay nada tan navideño como los zombies



Las películas de animación en Navidad son un clásico. No tienen por qué ser con duendecillos y lucecitas varias, temática que cada vez se ve menos durante estas fechas, pero al menos alguna que no sea de imagen real hay que estrenar. Hoy, con lo que se ha abaratado la infografía, lo extraño es encontrarse una película realizada en el stop motion que muchos recordamos todavía, pero todavía más extraño es cuando la película en cuestión es de zombies.
ç


Esto tiene truco, porque los zombies no son navideños ni aunque los camufles con varios kilos de espumillón, pero en realidad El Alucinante Mundo de Norman (Paranormal) se estrenó en Estados Unidos en agosto, reservándose en España para diciembre por aquello de acumular oferta para el público infantil. Un poco a destiempo, porque la historia hacía mucho mejor juego con octubre y Halloween que con las vacaciones, sean de verano o Navidad.



Norman parece un niño normal, o más bien no. El chaval es un tanto friki y disfruta viendo películas de zombies, muy cutres ellas, y sin tomárselas demasiado en serio, cosa que demuestra la secuencia de presentación donde aparece la película que él y su abuela ven tranquilamente. Esto no sería muy extraño si no fuera porque el chaval, además, puede ver a los muertos y hablar con ellos, lo que lo convierte en un marginado peor que la empollona o el gordo de la clase. Aunque su don parece ser necesario para hacer frente a la maldición que hay en su ciudad, en la que una bruja condenó a sus habitantes a regresar como muertos vivientes, y que Norman deberá detener antes de que unos cuantos zombies de la época colonial aparezcan por ahí.




Con este argumento se sabe que va a haber unas cuantas secuencias terroríficas, zombies, y que los personajes van a tener que correr bastante, pero el guión va más lejos y ofrece algo más interesante que los zombies y una bruja malvada embrujando un pueblo. En realidad nada es lo que parece, y aunque el miedo es un tema muy presente en la historia, por su temática, también lo es por los personajes: todos tienen miedo de algo, incluso los propios aparecidos, y este puede llevar a una situación mucho peor que cualquier maldición. La película recuerda un poco a Tim Burton..pero al de su mejor época, y lo hace por su argumento y sus personajes raros o inadaptados, y no por abusar de estéticas góticas y espirales. Porque la ciudad del protagonista es bastante normalucha, tirando a fea y de derribo, y los personajes tienen un aspecto vulgar y un poco grotesco: hay cuerpos desproporcionados, brazos enormes imitando a los culturistas, tripas enormes y el aspecto más desvencijado se lo llevan, por supuesto, los muertos vivientes, aunque recuerda más a la caricatura que a una ilustración macabra.


El carácter de estos también es uno de los mejores puntos de la película: hay algunos estereotipos, como la hermana adolescente petarda, el matón y la empollona, pero no llega a ser demasiado tópicos y en el último caso, optan por apartarla a unas pocas apariciones en las que ayuda a los personajes principales. Estos son los mejores, y aunque el protagonista está muy equilibrado, presentándose como un crío normal, aunque algo taciturno (y al que le gusta el cine de terror), uno de los mejores es su amigo, que se salta el papel de gordito de la película para ser un chaval bastante valiente, razonablemente feliz y poco acomplejado con su situación. Incluso el hermano de este, un cachas no muy listo, es bastante entrañable y da para un gag final que no me esperaba pero que tiene sentido si se está atento a la forma de ser del personaje.


Incluso en la banda sonora, de la que no estoy muy pendiente (entre otras cosas, porque tengo menos oído musical que un gato de porcelana), hace sus guiños al cine de terror de serie B, con unos arreglos electrónicos que se oyen de vez en cuando y que me recordaron a muchas películas de los ochenta.

Será por la temática de terror, la nostalgia que supone ver una película filmada de un modo más artesanal o que la historia es realmente buena, pero El alucinante mundo de Norman es una buena opción para todos los públicos: los mayores podrán ver una buena película y los chavales más pequeños tendrán pesadillas para década ¿qué más hace falta?