viernes, 24 de febrero de 2012
Lecturas de la semana: Cereebros...
La mía hace lo mismo con una manta. Debería plantearme el traerle otro gato
Esta semana volvemos a una de las constantes habituales del Barrilete, después de los gatos: los zombies y las novelas de calidad dudosa pero divertidas. Al menos, si pongo de mi parte.
David Wong. John Dies at the End. Uno de los redactores de cracked.com (una página cómica con listas absurdas y hechos aún más absurdos) decidió probar suerte como narrador, y como suele pasar cuando en el trabajo se redactan cosas como “Los cinco animales más monos que pueden acabar con uno” o “Seis lugares abandonados que serían una buena guarida para supervillanos”, no iba a salir un M. R. James ni un Poe. Pero lo que sí salió fue una historia llena de referencias a elementos conocidos por los aficionados a la fantasía sin complicaciones, como las dimensiones paralelas, los investigadores paranormales o los ordenadores malvados, remezclada, llevada al exceso, y con un sentido del humor a prueba de bombas. En John Dies at the End los protagonistas, tras consumir una droga desconocida, consiguen el poder de ver espectros y entradas a otras dimensiones, y, aunque los primeros capítulos responden a casos aislados que estos deciden ir resolviendo, la segunda mitad es una historia más larga y algo más complicada. A diferencia de otros libros con intenciones cómicas, el sentido del humor de esta es bastante más bestia, y los personajes están tan pasados de vueltas como la propia historia: desde depresivos y fanáticos, hasta desempleados de larga duración.
Pese a lo inicialmente cutre y la falta de intenciones del libro (al menos, según el autor), el director Don Coscarelli se fijó en él y decidió adaptarlo al cine, lo que demuestra que donde menos se lo espera uno, salta la liebre. Y, tras ver el trailer, que este debe ser de esos libros en los que la película funciona mejor que el original.
Irish Ghosts. Sin autor mencionado, este es uno de esos libros sin más intención que recopilar historias populares, en este caso, sobre fantasmas irlandeses. Estos van clasificados por tipo, desde las banshees hasta los perros fantasmales o los jinetes sin cabeza. Tiene también su sección de apariciones supuestamente reales, pero los datos son bastante imprecisos: se menciona alguna que otra fecha, o en el mejor de los casos, hace referencia a testimonios que le contaron a escritores conocidos, como Yeats, pero poco más. De todas formas, tampoco va ir nadie a comprobarlo, la variedad y brevedad de cada relato hace que el libro sea muy llevadero para cualquiera que empiece a interesar por el tema de los fantasmas o la mitología irlandesa
Nueve de cada diez geeks aprueban esta portada
Tim Curran. Zombie Pulp. Encontré este libro por casualidad y con semejante título, es normal que me fijara en él. También es cierto que es un claro ejemplo de novela que está mejor en un ebook que en una estantería tras haber pagado por ella. Como esto no queda muy bien como opinión de un libro, diré que el tal Tim Curran conoce muy bien su trabajo: escribe razonablemente bien para el tipo de historias que trabaja y en sus relatos se nota la intención de crear algo original más allá de lo que se ha visto en la Noche de los muertos vivientes y demás clásicos del tema: desde grupos de zombies llamados Wormboys, controlados por un Lich (¡vivan los Lichs! Ejem), hasta alguna versión del zombie haitiano e incluso una historia de detectives como las de Raymond Chandler. Por desgracia, en otras se le va un poco la cabeza y empiezan a aparecer pirañas zombie, monos zombies, y hasta una copia (aunque él lo llama homenaje) de Herbert West en la parte es lo mismo que pasa en el cuento de Lovecraft, y otra parte, muy pequeña, se lo añade él. He leído bastantes libros de zombies y con este, no hay queja, aunque Hewl tenía razón sobre la poca calidad y esfuerzo que tienen la mayoría de piezas del tema. Una intenta ser algo crítica, pero mientras haya frikis que lean y paguen por cualquier cosa, nadie va a esforzarse en conseguir una novela más creativa.
viernes, 17 de febrero de 2012
Community. Nunca un ciclo de formación fue tan divertido
Aunque vaya por su tercera temporada, Community ha sido otra de las series que he comenzado a ver
hace poco. Tenía buenas recomendaciones, advertencias del frikerío de algunos
guiones, peeero también lo que suele pasarme con las comedias estadounidenses y
que siempre me tira para atrás: demasiados capítulos por temporadas y pocas
ganas de meterme a ver nuevas series (que quitan tiempo para leer y cine). Tras
ir terminando con South Park (sí, esa también la retomé), decidí seguir con
series más o menos de culto, por lo que la tomé con Community.
Chevy Chase, en el mejor papel de su carrera
¿Y qué cuenta esta serie? A grandes rasgos, la llegada de
Jeff Winger, un abogado sin titulación, que tras ser descubierto debe volver a clase
y conseguirse el certificado de estudios.
En un intento de ligar con una chica, decide organizar un grupo de estudio de
español, en el que se juntan personajes bastante variados: desde dos chavales
que no pudieron entrar en la universidad, hasta un ama de casa divorciada, un
jubilado intentando encontrarse a si mismo y un friki con la costumbre de
interpretar lo que le rodea como si fuera una serie de televisión. Sería un
poco la típica historia de pez fuera del agua y de cómo el día a día en el
politécnico, y el contacto con los distintos personajes, cada uno con sus
defectos y rarezas, lo vuelven mejor persona. Y a grandes rasgos, lo es, con la
diferencia de contar esto desde una perspectiva más cercana al humor absurdo que
a la comedia de escenarios habitual.
Para empezar, con el centro de estudios no tienen mucha piedad: explotan bastante el perfil de estudiantes que suele haber por allí, desde jubilados ociosos a quien no puede costearse una universidad privada, y sobre todo, la escasa calidad de la enseñanza que imparten: el profesor de español, conocido como Señor Chang, no tiene ni idea de la asignatura, ni de hecho, títulos, y en más de una ocasión los profesores acaban impartiendo materias con las que no tienen nada que ver. El decano se esfuerza en darle algo de nivel al centro, y funcionaría de no estar bastante loco y proponer todo tipo de iniciativas relacionadas con la corrección política o el medio ambiente: la mascota del equpipo, los Seres Humanos, es, además de inquietante, una muestra de su buen hacer.
La mayoría de episodios tratan alguna discusión entre el grupo de estudio, desde la más tonta hasta la más importante, o en cómo les afecta alguna de las actividades propuestas por el decano. Tampoco faltan los episodios de temporada, como Navidades o Halloween, en el que llegan a lucirse con un capitulazo sobre zombies, o los que homenajean directamente a los geeks y se dedican a narrar unicamente una partida de Dragones y mazmorras. Eso sí, este tipo de referencias no suelen faltar en ningún episodio gracias a Troy y Abed, aficionados a todo tipo de cine fantástico y de serie B, que consiguen los mejores gags.
El mayor problema de la serie, además de estar un poco ceñido a un esquema de problema-discusión-reconciliación en el grupo, es, sobre todo para los que preferimos series cortas, el número de capítulos: nada menos que 25 en la temporada, ¿¡Pero qué me están contando!? Con esa cantidad de guiones, es muy difícil mantener buena calidad e ideas en todo momento, por lo que siempre hay alguno que sea olvidable o en el peor de los casos, malillo. Además, tampoco ayuda el que la serie estuviera al borde de la cancelación, en parte por ser más de culto que por tener grandes audiencias, y en parte por el coste de la realización: no es una comedia con tres o cuatro escenarios, sino una historia más movida en la que los personajes y un montón de extras se mueven por un campus, y en episodios como el especial de Halloween, se nota.
Su tercera temporada empezó a finales de 2011, y, si respeta el punto de partida de la serie, que serían los años de estudio del protagonista (es un decir, a los dos o tres capítulos, se vuelve bastante coral), tendría que terminarse en la cuarta. Cosa que, en estos tiempos en los que las cadenas están a la que salta para recortar gastos, y con el buen nivel que ha mantenido la serie hasta ahora, es preferible a mantenerla en antena convertida en una caricatura.
martes, 7 de febrero de 2012
Being Human (remake americano), temporada 2. Abandonando el nido
Gatico fantasma. No van a ser todo vampiros...
Nunca le he terminado de pillar el chiste a las versiones estadounidenses de series recientes. Aunque dicen que The Office superó a la original, poniéndome delante un Life on Mars, me quedo mil veces con el Gene Hunt de Philip Glenister que con el comisario de Harvey Keitel. Cuando estrenaron el remake de Being Human, estaba segura que no le llegaría a la suela del zapato de su original inglés, y aunque empecé con su primer capítulo para poder ponerla verde a gusto, acabé viendo la temporada entera. Ahora le toca el turno a la segunda, con lo que empiezo a plantearme qué tipo de persona ve simultáneamente dos versiones de una misma serie…Seguramente, yo. Y los fans de Star Wars. Aunque en el caso de Being Human, está la disculpa de haber sido bastante más diferente que su original.
La primera temporada contaba, a grandes rasgos, lo mismo que su versión inglesa: la vida de los protagonistas, vampiro, hombre lobo y fantasma, y cómo acaban enfrentándose a un grupo de vampiros. Las diferencias empezaban a aparecer, además de unas cuantas tramas más, gracias a tener casi el doble de capítulos que su original: donde la fantasma inglesa era timorata, su versión americana tenía algo más de mala baba, y no dudaron en retorcer un poco la historia de su muerte para que diera algo más de sí. Los vampiros americanos no tienen ningún problema con la sangre embotellada (herencia de True Blood, supongo), y sí se reflejan en los espejos…y aunque Mark Pellegrino le puso ganas, Jason Watkins fue un villano grande, muy grande, vulgar e inquietante a partes iguales. Había también diferencias algo más culturales, como el enfoque de algunas historias (en las que evitan determinados asesinatos, para que los personajes sean más positivos), o que, en general, el reparto sea fisicamente más atractivo que los ingleses…aunque el término “atractivo” y el plasticoso Sam Witwer no peguen mucho, pero allá gustos. A pesar de todo, la historia no funcionó mal, y tuvo las suficientes diferencias como para mantenerme entretenida sin darme la sensación de haber destrozado ningún guión.
Jason Watkins vs. Mark Pellegrino
La segunda temporada ha sido como la metáfora del huevo y la patata: no se parece al original en nada. Porque, exceptuando la incorporación de Kristen Hager (la enfermera Nora) como fija, todo lo que ha pasado hasta ahora es una novedad: Sally, la fantasma, intenta reencarnarse, y Aidan, el vampiro, tiene que hacer de guardaespaldas para la hija de la reina de los vampiros…que así escrito queda un poco ridículo, y en pantalla tampoco es gran cosa (o sí: es Dichen Lachman, la china rara de Dollhouse), pero a estas alturas parece imposible hacer una historia de vampiros sin que sean todos antiquísimos y se pasen la mitad del día reunidos y hablando de cómo repartirse el mundo. Allá ellos. Las peores situaciones se han dado sobre todo en el primer episodio, con Sally yendo a la reunión de antiguos alumnos del instituto (no falta una en ninguna serie), o con Josh, el hombre lobo, proponiéndose encontrar una cura para la licantropía, propósito bonito donde los haya, pero bastante absurdo como guión.
La belleza: ese concepto relativo. Y esquivo
Con todos estos cambios que han metido en cuatro capítulos, este Being Human tiene toda la pinta de convertirse en una serie que empieza a ir por su cuenta, y que hasta ahora, va funcionando bien: se ha adaptado a los gustos y preferencias del público estadounidense, mantiene un buen ritmo y…desde luego, tras ver el giro que ha pegado su original británico, cada uno que haga lo que le de la gana, que diría Hewl.
Being Human, Temporada 4. Toby Whithouse, ¿¡qué has tomao!?
Un espectador cualquiera de Being Human, tras ver el nuevo episodio
En 2008, con una premisa tan absurda como un vampiro, un fantasma y un hombre lobo compartiendo piso, aparecía una de las series británicas más originales de la década. La idea consistía en tratar a los monstruos de la forma más ordinaria posible, enfrentándolos no a las situaciones clásicas que podían aparecer en series fantásticas, sino a problemas diarios como encontrar un piso, pagar las facturas…y de paso, una forma de controlar las ganas de beber sangre, o un lugar donde transformarse durante la luna llena. El éxito de la serie consistió en combinar con mucha originalidad una situación así con otras que se habían visto antes, como la típica sociedad de vampiros malvados o los cazadores de hombres lobo. Todos estos, tratados de una forma muy casera, sin dramatismos, ni épica. Y por supuesto, unos personajes que engancharon desde un principio: cada monstruo tenía sus propias particularidades, muy relacionadas con su situación o su forma de ser, e incluso los malvados de la serie eran tratados de esa misma forma: serían todo lo vampiros que quisieran, pero seguían teniendo sus manías y mezquindades.
Russell Tovey está en la esquina por estar
Las dos primeras temporadas siguieron esta línea: si en la primera tuvimos a Mitchell, el vampiro, enfrentándose a un amago de conspiración de vampiros para dominar el mundo, aunque un poco de andar por casa, en la segunda aparecieron los investigadores de monstruos, que para el grupo protagonista, acabaron resultando mucho peores que cualquier vampiro enviado por el Herrick interpretado por Jason Watkins. La tercera temporada supuso un nuevo comienzo: la grabación se trasladó a Cardiff, en parte por el guión, y en parte, porque además de salir más barato, hace menos frío que en Bristol. Y este fue bastante difícil: no solo habían perdido a Annie, la fantasma, sino que Mitchell, el vampiro, dejaba atrás una masacre que había trascendido los medios de comunicación y que no había Mascarada que la disimulara. Como suele pasar cuando empiezan a manejarse tramas demasiado complicadas para lo que era la serie, esta fue en picado: de la sociedad de vampiros más o menos discreta y sin complicaciones que explicaban en las primeras temporadas, pasan a un grupo más organizado, malvado, y todo eso que suele haber en las series de vampiros. Aparecen dos nuevos hombres lobo, Nina, uno de los protagonistas, y licántropo desde la segunda temporada, se queda embarazada, el propio Toby Whitehouse deja de respetar las bases del guión (especialmente en cuanto al tema de los vampiros y la sangre) que él mismo había creado…y todo empezó a desmandarse cosa mala, hasta el extremo de dar lugar a situaciones bastante absurdas y que no pegaban mucho con los personajes, especialmente para la pobre Annie, que de ser un poco timorata, acabó comportándose de una forma un tanto gilipuertas.
Con esta situación, además de con un cliffhanger y la marcha de dos protagonistas (Aidan Turner y Russell Tovey. O tres, si contamos a las orejas de este último), empezaba la cuarta temporada. Y tras ver el primer episodio, empecé a sospechar si el guionista no habría sufrido un golpe en la cabeza, porque este nuevo Being Human promete ser un batiburrillo entre Daybreakers, el Doctor Who, Stakeland y las películas postapocalípticas. Vamos, que si se hubiera propuesto pasarse por el forro todo lo que había filmado hasta entonces, no lo hubiera hecho mejor.
El capítulo comienza con un cartelito informativo: no estamos ni en Cardiff, ni en Bristol, sino en Londres en 2037, donde hay una guerra entre la resistencia y los vampiros…¡¡Yuhu!!…pero…¿me habré equivocado de serie? Parece que no, porque tras esa introducción, volvemos a ver a los protagonistas de la última temporada: una recien nacida, un George muy perjudicado por la falta de sueño, y una Annie preocupada. A Nina la han sacado de circulación, pero no llegamos a saber qué pasó tras el último capítulo de la temporada anterior, sino que los personajes lo van contando, y a ser posible, tampoco hablan mucho del tema, que fue un trauma muy gordo. El resto de personajes van apareciendo: un grupo de vampiros espera a otro grupo de vampiros más malvado y más antiguo, se descubre que la hija de George y Nina va a cumplir nosequé profecía que acabará con ellos, aparece otro grupo de vampiro, fantasma y hombre lobo que vivían juntos desde hacía años y…como diría Saran Montiel ¿¡Pero qué invento es este!? ¿Dónde está el humor negro, y la particular lógica de la serie?
El vampiro historiador, uno de los personajes nuevos, preguntándose qué demonios está pasando
Si este nuevo capítulo de Being Human ha sido raro, más raro será lo que viene: la hija de George, en el futuro, viaja al pasado para acabar con el bebé y evitar una guerra. Yo no sé lo que habrá tomado Toby Whithouse este año, pero no le ha sentado nada bien.