viernes, 14 de octubre de 2011

Lecturas semanales (con sus horrores varios)



Estas han sido las lecturas de los últimos días, y por aquello de ser octubre y el mes de los difuntos, van por el género siniestro. Bueno, por eso y porque me gustan las historias de terror.



He visto ediciones feas, pero esta se lleva la palma

Clive Barker. Libros sangrientos. Aunque esta edición en inglés es muy cutre, y da la sensación de que juntaron tres libros con su numeración independiente para encuadernarlos, cuando me sale por 90 céntimos, no voy a poner queja. Y porque los relatos en su momento, fueron una pequeña revolución: su imaginación se salía por completo de las historias tópicas que solía haber en las estanterías, tratando temas bastante gore y perturbadores, bastante más originales que cualquier sucesión de hachazos. Aunque tanto las premisas como sus descripciones son bastante buenas, a día de hoy la caracterización de algunos personajes es un poco lamentable. En un cuento de veinte páginas no da para mucho, pero cuando alguien cree que un personaje femenino es original por estar gordo y ser algo más inteligente que el resto, no se luce mucho, no.



Edward Gorey. La pareja abominable y otras historias siniestras. Aunque trabajara principalmente de ilustrador en los años cincuenta, Gorey cuenta con historias propias, también dibujadas por el mismo, que es donde está la gracia. Porque su estilo, con trazos de plumilla, un poco infantil y sobre todo, recargado (Tim Burton se inspiró mucho en él), acompaña a una serie de cuentos muy cortos en los que relata todo tipo de desgracias y crímenes: un matrimonio que se dedica a asesinar a niños y pierde las fotos de los crímenes en el tranvía, una niña sacrificada a un dios insecto, un bebé gigantesco...Ninguna de ellas tiene más sentido que el humor negro que destilan. El propio Edward Gorey era todo un personaje, y el que tuviera cinco gatos con nombres de personaje de ballet ya hizo que se ganara mis simpatías.



Jean Ray. Le carrousel des malefices. Lo confieso, si empecé a estudiar francés fue por culpa, en parte, de este hombre. Y ni siquiera es un buen escritor: sus cuentos iban dirigidos a revistas y folletines, y su estilo es muy básico, más centrado en contar algo de forma directa que en crear una atmósfera como haría Poe o Lovecraft. Y esta debe ser la gracia de sus relatos, porque además de imaginativos, sus protagonistas son lo contrario de una novela típica: disparan, dan puñetazos y se enfrentan a lo que haga falta, unas veces con más fortuna que otras. No son tan buenos como Malpertuis, su mejor novela, pero en textos de diez o quince páginas bastante hace.

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