lunes, 31 de octubre de 2011
Lecturas de Hall...de Día de Difuntos
Con diferencia, esto debe ser lo más adorable que he encontrado en lo que va de año
Con esto del Halloween, tengo opiniones contradictorias: por un lado, no le veo sentido a los niños disfrazados que empiezan a verse ahora por las calles, ni a la decoración en los locales. Por otro…es muy difícil resistirse a una fiesta consistente en monstruos y cantidades industriales de azúcar. Bueno, aquí tenemos los huesos de santo, que además de no estar tan maleados como el turrón, que lo comemos hasta junio, están muy buenos (este año voy por la segunda bandeja), y que han hecho que me incline por la primera opción. A ver si otro año saco tiempo y me leo el Tenorio.
Por aquello de no dejar nada fuera (y entre otras cosas, porque no me ha dado tiempo de ver ninguna película), hoy tocan algunas lecturas que, aunque no estén muy relacionadas con la fecha, sí lo están con el tema del horror y lo inquietante:
Ray Bradbury. La feria de las tinieblas (Something Wicked this Way comes). El clásico de las fechas por excelencia, y recomendado para todas las edades. Con un título en inglés bastante menos obvio que su versión en castellano, cuenta cómo dos chavales intentan acabar con una feria que, entre otras cosas, tiene el poder de rejuvenecer a la gente, y así condenarla a trabajar con ellos por toda la eternidad. Al libro le tenía cierta manía porque hace años había visto la versión de Disney y me había parecido muy Light, pero no tiene nada que ver, ya que este es mucho más inquietante, con una serie de personajes bastante amenazadores, y una explicación sobre esa feria ambulante bastante compleja y poética. Algunas partes se han quedado un poco rancias, como esa visión idílica de la amistad y la infancia, o que la gente de cincuenta años se consideren viejos (¿ein? ¡Pero si hoy es la edad que tiene la gente con niños de 14 años!). El resto, especialmente lo tocante a las intenciones de la feria, sigue funcionando, sobre todo según va avanzando la trama.
Robert Alexander. La devoradora de almas. Una familia se muda a un pequeño pueblo inglés, y casi por casualidad, el cabeza de familia comienza a investigar la historia de la iglesia local para descubrir que esconde algo más que secretos. La historia como tal es muy simple: una trama de investigación, con invocaciones satánicas y monstruos, que hoy no sorprende mucho (cualquiera que haya leído a Lovecraft ha dejado de temerle a las brujas y a Pedro Botero), pero que tiene en su favor estar escrita de una forma muy competente: en 180 páginas presenta a los personajes, que son un poco lo de menos, ambienta el pueblo y la vida de sus habitantes, y cómo el protagonista va descubriendo la historia de la iglesia de marras. Algo que hoy, tras haber tenido que bregar entre historias igual de simples que aumentan su tamaño hasta ochocientas páginas, aprecio muchísimo.
Joan Aiken. Doce relatos inquietantes. Este último ha sido toda una sorpresa, ya que siendo un libro infantil de la colección Austral, empecé a leerlo por tontería…Y resulta que me encuentro con doce historias que, si bien para un adulto se quedan en “buenos relatos para niños”, para cualquier chaval resultarían un poco más inquietantes. No son especialmente de terror, pero todos están marcados por algún suceso extraño: desde animales que predicen catástrofes, una historia de espías en la II Guerra Mundial muy peculiar, cantantes de villancicos fantasmas…hasta una sobre una solterona que fabrica una niña con piezas de muñeca robada. Empiezo a sospechar que si Thomas Ligotti dejara de deprimirse y escribiera libros para niños, le saldría algo por el estilo.
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