Debería hacerle una estantería virtual a mi gata, con todos los folios que se ha comido
Desde la semana pasada se terminó mi temporada de series habitual, que tampoco eran muchas, y además de un vacío tremendo en el disco duro, me ha dejado más tiempo (todavía más) para seguir con las lecturas. Que, exceptuando una, esta vez tampoco han sido muchas porque eran un poquito más extensas o densas de lo que solía tener a mano:
Como la colección era de ciencia ficción, los de Orbis le metieron brillitos a la portada
Ray Bradbury. Fahrenheit 451. De este señor solo sabía que había escrito un montón de novelas famosas, y que había dejado La feria de las tinieblas casi al empezarlo porque me había aburrido (tenía doce años...Era joven y no tenía ni idea de nada). Aunque Crónicas Marcianas es uno de sus libros más conocidos, a Fahrenheit 451 se le suele considerar la utopía negativa por excelencia, junto a 1984 y Un mundo feliz. De ella se puede decir que no son necesarias cientos de páginas para desarrollar un futuro pesimista, unos buenos personajes, y una situación extrema de esas que sirven para hacer pensar al lector, y sobre todo, que pese a haber sido escrita hace unos cincuenta años, muchas situaciones son perfectamente extrapolables a cualquier situación actual, ya que sin ser parte de la trama, el autor hace mención a la violencia juvenil, a las guerras en países lejanos que parecen no afectar, y un público completamente ajeno a lo que sucede en el exterior. Si es que no hemos cambiado nada...
Joseph Conrad. Nostromo. Conrad era un polaco muy peculiar: hijo de exiliados, marino de profesión, fabuloso escritor en lengua inglesa...y con una tremenda mala pata a la hora de hablar el idioma de la Pérfida Albión. Sus novelas de aventuras se caracterizan por el retrato que hace de los personajes, muy puntilloso y a menudo crítico, y que su forma de narrar ha hecho que muchas de las situaciones resulten intemporales: El corazón de las tinieblas tuvo su versión cinematográfica ambientada en Vietnam, y El agente secreto, sobre los atentados anarquistas a principios de siglo, no es muy diferente de cualquier plan terrorista reciente.
Nostromo es su aportación a las historias sobre las revoluciones en países sudamericanos, narrando sobre las vidas de los habitantes de Sulaco, y especialmente, Nostromo, capataz de una mina, de origen italiano, que decide conseguir su beneficio de las revoluciones que asolan el país. Su personaje principal responde más a las características de antihéroe que de protagonista al uso, pero como suele pasar en estos casos, su carácter decidido y ambicioso resulta fascinante.
Sue Towshend. El diario secreto de Adrian Mole. Primera parte de las aventuras, en forma de diario, de Adrian Mole, un adolescente intelectual e hipocondríaco, su disfuncional familia, y sus también disfuncionales allegados. En ella se narra cómo llega a ser un intelectual (decide serlo, así de claro), cómo comienzan los problemas maritales de sus padres, y cómo conoce al resto de personajes que aparecerán en The Growing Pains, la segunda novela: Bert Baxter, el veterano de Guerra, Pandora Braithwaite, el amor de su vida (eh, tiene trece años, a esa edad se es muy dramático) y especialmente, cómo empieza a desarrollarse su particular carácter y visión del mundo. Aunque también esá escrito con muy mala baba, no llega al extremo de esa segunda parte donde las malas situaciones alcanzan su máximo técnico (con nuevos divorcios, hijos ilegítimos, y su protagonista siendo beneficiario de la seguridad social), en parte debido a su carácter de presentación, y en parte por tratarse de un protagonista algo más joven que en el siguiente. En este tampoco pueden faltar las referencias reales, y si Growing Pains estuvo marcado por las Malvinas y el nacimiento del Príncipe de Inglaterra, en este el acontecimiento sonado fue la boda de Lady Diana, con fiesta en el barrio de los personajes, incluída.
Lo bueno de esta serie de libros es que pueden leerse un poco en desorden, dentro de lo que cabe: la autora da la suficiente información de cada vez como para que uno pueda ubicarse respecto quien es quien.
Honoré de Balzac. Les Chouans. Si buscara un punto de simpatía con el Señor Conrad y los idiomas, sería que comprendo el francés mejor de lo que lo hablo (o más bien, de lo que lo asesino), y de cara a repasar gramáticas y vocabularios, siempre me resulta más sencillo leer una novela que ponerme a estudiar de forma propiamente dicha. Generalmente me dio resultado aunque gracias a buscar narrativa relativamente reciente. Porque cuando intento ponerme con un tipo anterior a 1850, y con una novela que pretendía ser el Ivanhoe francés, puedo salir trasquilada. Aunque gracias a ella, o más bien, a las dos páginas que dedica a describir las pellizas de cabra que llevan los contrarevolucionarios, me he debido hacer una experta en el sector peletero. Ahí es nada.
Gatas que comen folios... eso no es nada comparado con los gatos de mi familia. Desde la primera generación hasta la última han pasado el día mordisqueando partituras. ¡Mozart triturado! ¡Beethoven troceado! ¡Brams hecho pedazos! Nuestra familia nunca se ha recuperado de ese destrozo, sigh... xDDDDD
ResponderEliminar¿Como queda Fahrenheit 451 comparado con la película? Tengo que revisionarla y leer el libro.
Y ya te dije que no me gustó Adrian Mole, ¿con cuántos tengo que releerlo para ver si cambio de opinión?
La mía se ha comido un tema entero sobre contratos civiles y unos cuantos documentos contables ¡Ja!
ResponderEliminarLa película de Fahrenheit 451 no la he visto, aunque es de Truffaut y ahora, con las herramientas de las que se disponen (ejem) casi es un pecado.
Yo creo que a partir de los 26, y conociendo un poco la situación de los ochenta, los de Adrian Mole son algo más disfrutables para quien no les gustara. Yo misma reconozco que si me los hubiera leído a los trece, habría echado pestes.
Bien, espero que dentro de 10 años me acuerde de que debo leer el libro. Lo apuntaré en mi libreta imaginaria.
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