El futuro ya está aquí
Atención: este es una entrada tremendamente nostálgico-egocéntrica-renaissanciana, y encima, copiada. Avisados quedan por si no quieren sufrir un ACV durante la lectura del siguiente texto.
Después de leer la descacharrante entrada en el blog de Sunne acerca de los bolis bic y las vhs, me vinieron un montón de cosas a la cabeza. Tantas que ocuparían párrafos y párrafos en un solo comentario. Así que me dije “Bueno, ya que siempre estoy hablando de series y cosas viejas, podría hacer una entrada de tecnología vieja, no?” Y a ello me puse.
Lo primero que debo decir es: yo no rebobinaba cintas de cassete con un boli bic. Tenía más picardía y las ponía en un radiocassete grande, de los que se enchufaban. Pero sí limpié muchos cabezales de dios. Con un palillo, una bolita de algodón en la punta de este, alcohol y la esperanza de, que, cuanto más marrón saliera la bolita, mejor se podría escuchar aquella cinta maltrecha que en un par de ocasiones había sido devorada por un radiocassette infame…Creo que esa extraña costumbre de comerse las cintas por parte de los aparatos estropeados daría como mínimo para una tesis doctoral. Estuve con el señor walkman más años de los que me esperaba, ahora que los recuento, en total debí gastar unos dos o tres, de puro machacar las cintas que compraba en discoplay y que unos años después me grababan las privilegiadas de mi clase que disponían de radiocassete de doble pletina. Menudo nivel, oyes. Estas ya tenían el futuro en casa.
De ahí conservo cintas de Queen herencia de familiares, una de Warlock, un grupo de epic metal alemán que no sé qué pintaría en la cajita de cintas de una niña de 11 años (para más señas, cantaba Doro), y de Indochine, un grupo de rock francés muy marchoso del que no tuve más datos hasta que se me ocurrió teclearlo en la wikipedia.
Ni APA defendiendo la integridad de los niños, ni cuernos. Metal, mucho metal…
Quien iba a decir que 15 años después iba a acabar por hacer tres años de francés por mi propia y libre voluntad…
Seguí con las cintas hasta bien entrada la universidad…eso del discman era un mal invento: parecía que desayunaba pilas todos los días y lo tenías que llevar en la mano en plan camareta. No salté al siglo XXI hasta que bien entrada la universidad, me regalaron un mp3 de 512 megas en el que me dediqué a meter música adquirida en E-mule Stores (sic).
El vídeo nos acompañó durante casi veinte años. Pasamos por el apogeo de los videoclubs, ese lugar en el que me fui curtiendo en el mundo del cine. Y digo curtiendo porque lo mismo me veía en una tarde una obra de arte como Dentro del Laberinto o alguna de Miyazaki que apenas llegaban a España, como una película italiana en la que te contaban cómo en el 2005 la guerra nuclear había devastado a la humanidad, y ahora los supervivientes deambulaban por las zonas industriales en motoretas de derribo y con el pelo cardado. O una película llamada Robovamp, acerca de los célebres vampiros chinos que iban a saltitos y que yo ni conozco, pero que mis señores padres recuerdan entre carcajadas.
A estas alturas de la película, el lector ya estará empezando a comprender las rarezas…
El pobre vhs también sufrió el exceso de cine, y eso que aguantó diez años, aunque de vez en cuando nos mandaba algunos chirridos inoportunos y risibles, especialmente si sonaban en medio de diálogos dramáticos tipo “Escucha el sonido del silencio, pequeño saltamontes..”. No es de extrañarse que ahora me mosquee un poco con lo del blu ray: el dvd no llegó por aquí hace ni 9 años, no creo que sea plan de inventarse otro cacharrito tan pronto…Menos mal que han descubierto eso que se llama compatibilidad y permite no tener que tirar de nuevo las filmotecas. Más que nada, porque en ese caso los señores de Investigación y Desarrollo se arriesgarían a tragarse un montón de dvds Por parte de una turba de usuarios enfurecidos.
Cuando no había vídeo, que tampoco iba a ser todos los días, tocaba tragarse lo que emitieran por la tele. Daba igual que el equipo A fuera repetitivo, era lo que había y no me extraña que ahora se recuerde con cariño. Suerte había con los programadores de las televisiones autonómicas, que debían comprar la series por paquetes y acabaron emitiéndose, tanto en la televisión gallega como la catalana, las producciones de ciencia ficción de la BBC: El enano Rojo, el Doctor Who y sus daleks de juguete, las comedias gamberras tipo The Young Ones…Y el telegato. No olvidemos al Telegato.
Y después de esta chapa, hemos llegado de golpe al 2009. Estoy escribiendo esto gracias a una conexión de 6 megas. Escucho música en un reproductor de unos 6 gigas, tarjeta incluída. Tiene una pantallita razonable con la que si tengo mucha prisa, puedo ponerme a ver un capítulo cortito. Podría ver series al ritmo de emisión en Estados Unidos, si quisiera (eso se lo dejo a Hewl), veo series antiguas en una cosa llamada youtube. Subo mis desvaríos para que los lea todo el mundo gracias a un lenguaje web a prueba de tontos y tanto yo como todo el mundo tenemos acceso a la información de casi cualquier serie que se emita, emitiera o se vaya a emitir.
Yo creo que es para pararnos un momento, coger aire, poner cara de señor viejito y decir “Madre mía, la tecnología evoluciona que es una barbaridad”
¿No?
Lo que nadie sabe es que en el pueblo conservo un enorme radiocassete, de pletina única y onda corta. De vez en cuando sintonizo las emisoras europeas que todavía se mantienen en el aire. Y os puedo asegurar que Radio Praga suena a un viejuno que no veas…