Si todas las grandes capitales de Europa están en horas bajas, París es sin duda la que refleja mejor esa situación. La ciudad de la luz es hoy, si escuchamos a sus habitantes y no a la alcaldía, una megalópolis donde las ratas son un vecino más, la inseguridad es una constante diaria e n la urbe y cuyo centro sufre el mismo destino que el resto de ciudades históricas: haber quedado reducida a un parque temático para turistas que deben vigilar sus carteras, tanto por los índices de delincuencia p como por los locales donde un café au lait puede costar siete euros. La vida en el extrarradio tampoco es mucho mejor, y el paisaje de las banlieues con sus gigantescos edificios, cada vez más deteriorados (gracias Le Corbusier por tu contribución al brutalismo arquitectónico. Espero que estés cociendo ladrillos con Pedro Botero) se ha convertido en un escenario para el cine, especialmente el fantástico. Un enfoque más incómodo, pero más real, que las secuencias amables que ofrecen las comedias francesas del verano o que esas avenidas del París cuqui que nunca existió. Esos mismos edificios, esos barrios que no saldrían en ningún vídeo promocional del ayuntamiento de París, son el escenario de brotes de virus zombie, de brutales crímenes, o irónicamente, después de que la ciudad fuera vapuleada por una oleada de chinches, una plaga de arañas.
La traducción al español de Vermines adelanta lo que sucederá en el edificio de Kaleb, un joven que vive de pequeños trapicheos mientras asimila la muerte de su madre y se vuelca en su mayor obsesión desde que era niño: los terrarios. Tras descubrir que en una tienda de objetos de dudosa procedencia han comenzado a vender animales exóticos, no duda en adquirir una araña que añade a la colección de su cuarto, donde cría en distintos vivarios un tanto precarios una variedad de insectos y anfibios. Esta, tras escapar, demuestra una capacidad de supervivencia y adaptación insólita para un animal proveniente el desierto. La primera víctima de su picadura mortal es descubierta pronto, y las autoridades, temiendo la aparición de una nueva enfermedad contagiosa, declaran la cuarentena en el edificio. Kaleb, consciente de lo que ha sucedido y su responsabilidad, decide sacar a sus amigos de un inmueble en que los arácnidos des han reproducido con una facilidad pasmosa, y en el que las nuevas crías se han adaptado a este entorno desarrollando una mayor toxicidad y tamaño.
Esta es una película que podría encuadrarse dentro del cine posterior a la pandemia. Tanto en fechas como a la hora de adaptar recursos y expresiones adquiridos durante los tres años anteriores a la trama. El descubrimiento del primer cadáver es llevado a cabo por un policía que lleva una mascarilla FFP2 como parte de su atuendo, y que es señalada por los vecinos como indicios de que algo pasa. La primera reacción ante el desconocimiento de lo que sucede es establecer una cuarentena, y que pese a la indignación es acatada por los residentes, pero todas las medidas oficiales llevadas a cabo no son sino palos de ciego mientras buscan solucionar el problema. Así como el origen de la plaga que se extiende a toda velocidad, que tiene un origen externo: en este caso, el tráfico ilegal de especies desconocidas.
Este punto de partida, aparentemente anodino, se aleja mucho de recursos abiertamente fantásticos como los virus zombie o cualquier cosa que pueda deambular por las catacumbas de París. Un animal venenoso, de gran capacidad reproductiva puede convertirse en un a amenaza igual de inquietante, pero más cercana. Del mismo modo, el escenario resulta también más familiar, o al menos, no tan hostil. Lejos del edificio ruinoso habitado por delincuentes e infectados de La horde, la vivienda de los protagonista es un bloque de extrarradio más poblado, pero en vías de abandono (en la primera parte del metraje asistimos a la fiesta de despedida de una vecina) donde los trapicheos conviven con los residentes más honrados y la prevalece la conciencia de unidad entre sus habitantes ante un exterior compuesto por autoridades n las que no confía o respecto de las que se sienten abandonados. Una percepción de solidaridad que se ve pronto rota cuando la plaga se extiende, quedando el p grupo protagonista ha reducido a Kaleb, su hermana, su mejor amigo, la novia de este y uno de los vecinos, quienes en aras de la supervivencia deben abandonar a todos aquellos que pretendían salvar, y muchos de los cuales han fallecido por la picadura o están a punto de hacerlo.
A partir de este punto, la película evita con buen criterio gran parte de los tópicos del cine de invasiones: ninguno de los protagonistas descubre un ingenioso sistema para acabar con la plaga, sino que la trama principal de estos consiste en salir con vida. Del mismo modo, las referencias a las redes sociales se ven minimizadas comentando la escasa repercusión que su situación ha tenido en el exterior e incluso despacha con rapidez el tópico del secundario violento o traidor que impide la huida de estos, sacándolo de la escena en apenas unos minutos. Este plant4emiento hace que la historia resulte más original, con cierta atmósfera de cercanía, y que no se queden un “aracnofobia con franceses” al menos, lo consigue hasta su desenlace.
Si hasta entonces esta procuraba mantener cierto minimalismo, entre lo probable y lo exagera do de unos pasillo tapizados con telarañas monstruosas, en su última parte cede a las convenciones del cine de terror con invertebrados, retorciendo la excusa de la capacidad de adaptación evolutiva y acabando con esa suspensión de la credibilidad que habían podido mantener hasta entonces. El público puede creerse que una especie invasora pueda reproducirse como la plaga del título, pero cuando esta empieza a crecer en el plazo de unas pocas horas hasta alcanzar el tamaño de un centollo adulto, ya es pedir mucho..y tampoco ayuda que esta última venga acompañada por una secuencia de acción final que parece la reinterpretación francófona del dicho “matar moscas a cañonazos”.
Un desenlace bastante fuera de lugar en esos últimos minutos, y que se intenta corregir con un epílogo, más comedido en el que de nuevo, juega con la elipsis y hace referencia a esas soluciones a los que los protagonistas, salvo huir, no tienen acceso_: destruir, reconstruir, una breve referencia a una tragedia controlada, y seguir adelante.
Sin ser la película de terror del año, como parece que debe ser cada estreno, Vermines es una propuesta interesante al cine de plagas y contagios, alejándose un podo de los escenarios fantásticos más trillados y ofreciendo una visión un tanto cínica de ese París tan poco luminoso. Aunque las chinches y a no sean el problema más reciente, no es mala idea revisarla ahora que uno de los miembros del gobierno ha tenido la feliz idea de nadar en las transparentes aguas de ese Sena olímpico. Solo espero que haya tenido la prudencia de haberse vacunado.
Aunque a veces se peca de sobrelecturas, creo que la peli tiene bastante subtexto. Un edificio de una barriada habitado principalmente por la clase trabajadora blanca francesa y los hijos y nietos de la inmigración en Francia. Una pandemia/plaga en la que sólo aparece el estado como agente represor. Más allá de ser una entretenida película de plagas, hay chicha.
ResponderEliminarSí me falla ese tercer acto más fantástico donde la plaga de arañas se convierte en un monstruo casi indestructible. Y cómo no, con los protagonistas corriendo de un lado a otro del edificio buscando una salida como pollos sin cabeza. Pero en términos generales y a falta de un buen remate, la peli me gustó bastante. El epílogo es bastante bajonero y un reverso de ese París que nos quieren vender. Espero no encontrarme con ninguna especie invasora en mis vacaciones en Normandía xD.
A mí también me pareció que tenía muchas lecturas, y quizá más sutiles que si se hubiera recurrido a la trama de zombies. El desenlace, con ese sencillo mural improvisado por los supervivientes y un cartel que anuncia una nueva promoción de viviendas, describe muy bien ese tono de abandono y de no poder contar con unas fuerzas del orden vendidas a los intereses económicos. Además desde que subí la entrada han salido más noticias de atletas echando la pota después de las competiciones en el Sena, y solo puedo pensar "salvo por las arañas centollo, lo han clavado" XD.
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