jueves, 22 de febrero de 2024

Deadstream (2022). Si os ha gustado, dadle a like, suscribiros, y enviad un exorcista

 


Por unos años de diferencia, muchos aspectos de la cultura popular más reciente me pillaron mayor como para tener  por ella el mismo afecto que por la década anterior. La entrada de Harry Potter en Hogwarts coincidió con el final del instituto, Los juegos del hambre, opositando (aunque este último, y quizá Battle Royale, es lo más parecido a un proceso selectivo de función pública que podamos encontrar). Por lo que aunque me parecieran buenas historias, ni de lejos tendría por ellas el mismo afecto que su público. Un caso completamente distinto fue el coincidir con la aparición de los youtubers y la cultura del streaming: a esos, directamente, no los soportaba. Abrir cajas opinando de su contenido, las reacciones exageradas ante el susto de cualquier videojuego, las interjecciones en inglés eran algo que no solo no comprendía, sino que me resultaba irritante (el desprecio al sistema tributario solo supuso el clavo en el ataúd). Un medio de comunicación que, pese al rechazo que generaba, sí que acabó aportando algo positivo: el renovar un género que empezaba a agotarse, como era el metraje encontrado y las cintas de vídeo, a una nueva forma de narración audiovisual, que igual que su aparición previa, se valía de métodos de narración nuevos. La cámara en mano daba paso a la gopro en la cabeza, y con ella, a técnicas como utilizar la videoconferencia o una filmación tan de guerrilla como un streaming para contar algo de manera directa. La figura del yotuber también se empleaba ahora  como personaje para este tipo de historias, y a menudo, señalando ese carácter  insufrible que se había  hecho más evidente con el paso del tiempo ahora  ya no es tan raro encontrar, como en este caso, la premisa de un streamer desagradable recibe su merecido en forma de encuentro sobrenatural. Pero en este caso, sí que es un streaming que me quedaría a ver sin duda.


Deadstream recoge punto por punto esta situación: Shawn Ruddy, un streamer especializado en vídeos de retos y bromas pesadas, prepara su regreso poco después de haber perdido a sus patrocinadores a causa de una actuación poco afortunada. Aprovechando  Halloween, decide prescindir de las bromas a terceros y pasar  la noche en una casa, conocida como el lugar más embrujado de Estados Unidos, a la que una serie  de suicidios y muertes han dado su fama hasta  hoy. Los primeros minutos en la casa, que Shawn intenta animar a base de gritos y sobresaltos falsos, dan paso a algo mucho más real: hay algo moviéndose ante las cámaras. Y los fantasmas están tan deseosos de atención como cualquier creador de contenidos.



Concebida en su totalidad como un comedia, esta dedica su primera parte a hacer todo un repaso de la cultura streamer y los tics que se repiten en la mayoría de ellos: la necesidad continua de atención y la deriva a hacia una falta de ética en favor de las visualizaciones, así como la actitud, entre patética y mendicante, una vez perdida la fuente de ingresos. Situaciones que debido al carácter global de este medio de comunicación, es muy fácil reconocer e incluso encontrar su equivalente local. Y que el actor principal, Joseph Winter, que codirige la cinta con su  mujer, recrea perfectamente durante los primeros minutos. No hay  ni un solo gag que no esté presente, desde la actitud payasa buscando mantener espectadores hasta las referencias a las limitaciones en cuanto a lenguaje malsonante propio de las plataformas. Un personaje principal al que  toca sufrir durante un buen rato hasta la segunda mitad, donde por fin llega esa comedia de terror que se esperaba, y a partir de la cual,  aparece una referencia reconocible y más antigua: los espectros de la casa, agresivos, faltosos, y con una cantidad de latex propia de una serie Z de los ochenta, son influencia directa de posesión infernal, donde no falta un protagonista pateado, vapuleado y convertido en héroes a su pesar, y donde se emplea también una explicación ocultista tomada muy a broma. Hay rituales sacados de la manga y una explicación a la maldición que pesa sobre la casa muy bien traída: si hay un streamer dispuesto a vender sus principios a cambio de likes, también hay una poetisa dispuesta a vender su alma a  cambio de público. Y el que la calidad de ambos sea más que dudosa solo lo hace más irónico.


Slenderman en pijama

La película aprovecha también esas dos influencias y su aparición gradual haciendo que sirvan de apertura y desenlace:  la primera estética de video  en vivo, con el comienzo de un directo, termina con unos créditos finales muy sencillos, con una textura anticuada, en la que las letras rojas sobre negro acaban de confirmar  de donde vienen cada una de esas fuentes de inspiración para una película que también toma prestada, seguramente  no de forma voluntaria, un elemento común a ambas: el presupuesto bajo mínimos. El streaming como modo de filmar sirve para poder sacar adelante proyectos como los de Fred Savage durante la pandemia (aunque el protagonista de Deadstream es mucho menos irritante y grotesco que la heroína de Dashcam) y estos medios se notan durante todo un metraje compuesto de carreras, tropezones y jumpscares, donde juegan mucho  con el tomarse la historia a broma a la hora de poder salirse con la suya  con unos maquillajes y monstruos tremendamente cutres. Una realización que queda muy lejos de propuestas más cuidadas, como Scare Campaign de 2016 o el Host de Savage, que ni el propio equipo parece tomarse demasiado en serio debido a su enfoque de película para pasar el rato (es una producción original de Shudder). Pero que se consigue salvar bastante bien gracias a centrarse, más que en el humor, en la ironía y en buscar similitudes entre ese youtuber caído en desgracia y esos fantasmas ávidos de nuevas víctimas. Después de todo, a ambos les sucede algo parecido: si no se les ve, no existen.

2 comentarios:

  1. Es verdad lo de Harry Potter. Además hay que tener en cuenta que los primeros libros son muy infantiles y eran los únicos publicados a principios de los dos mil cuando iba al instituto. Y los juegos del hambre también me pillaron ya mayor, aunque he de reconocer que me los leí de una sentada.

    No sé por qué pero esta película no me acabó de entrar bien. En la "Dashcam" de Savage que citas, con la protagonista loquísima pasada de vueltas y una historia sinsentido, me lo pasé mucho mejor. No le acabé de coger el punto a esta Deadstream. A ver si pasa un poco de tiempo y le doy otra oportunidad. Las partes más Evil Dead son las que más me gustaron.

    Lo que queda claro es que si hay algo peor que un tuno universitario es un streamer xD.

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  2. Los juegos del hambre también me duraron lo mismo, se leen rapidísimo y es una buena saga, pero me pilló mayor. Y ya lo de Harry Potter, más, que me pillaron entre trigonometría e integrales, no estaba yo para andar lanzando Patronus XD.

    Esta me hizo bastante gracia por el tono más ligero y el punto abiertamente patético, sin ser desagradable, de ese protagonista que parece no tener ni idea de nada. Y el rodaje abiertamente cutre con máscaras de latex. La de Dashcam, sí que le reconozco que está muy bien traida. La protagonista es todo un personaje, parece el tipico amigo crápula al que pasado un tiempo nos preguntamos por qué nos llevábamos bien con él, y al que hay que sacarle las castañas del fuego no por amistad, sino porque te ha acabado metiendo en el mismo lío. Y lo de la historia sin sentido también está bastante bien traido para la época: después de tres meses encerrados, y otros tres con el horario de las gallinas, cualquier cosa que veamos por la calle ya no nos va a parece rara XD.
    Y no sé, pero yo casi prefiero Clavelitos en bucle a un niñato con mechas gritando "guadafac" cada dos frases.

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