jueves, 15 de junio de 2023

Messiah of Evil (1973). La sombra (setentera) sobre Point Dune

 


Los setenta fueron una década prolífica para el cine de terror. Junto a os títulos considerados como clásicos, también hay unas cuantas, menos conocidas, pero muy marcadas por el pesimismo que impregnaba la década. El agotamiento social de la convivencia continua con la guerra fría, el deterioro de las estructuras familiares tradicionales, del estado de bienestar, la decadencia de los entornos urbanos había derivado en una actitud desengañada que no tenía reparo en mostrar abiertamente el lado oscuro que podría encontrarse en los lugares más apartados.  Una forma de pensar, entre lo pesimista y lo innovador, que traería consigo producciones marcadas por esta filosofía y por una estética caracterizada, involuntariamente, por el aspecto granuloso del metraje y que se haría mucho más evidente e n las producciones más modestas. Alguna de las cuales pueden considerarse películas de culto... o incluso, olvidadas si se las compara con aquellas que han gozado reconocimiento, por minoritario que sea, durante las décadas posteriores.


Messiah of Evil es uno de esos casos. Una película que no solo se atrevía a desarrollar una historia de terror con tintes tradicionales, con un misterio en una localidad aislada a la que la protagonista acude sino a sugerir cientos tintes apocalípticos e incluso una crítica velada, casi surrealista, a la sociedad de consumo. Arletty, la joven protagonista encerrada en un manicomio, rememora los hechos que la han llevado a permanecer encerrada. Una carta de su padre, artista aquejado por una extraña enfermedad, y su posterior desaparición, la conducen a Point Dune, un pueblo costero donde todos niegan haber conocido a este. Su búsqueda de respuestas, casi a ciegas, la lleva a encontrarse con Thom, un bohemio cazador de leyendas y mitos populares, quien asegura tener sangre de aristócrata mediterráneo, y sus acompañantes, Laura y Toni. Pero también con uno d los residentes del pueblo, un vagabundo alcohólico que narra una y otra vez  lo sucedido en Point Dune hace cien años: una noche de luna de sangre, cuando esta parecía teñida de color rojo, un extraño llegó al pueblo. Las palabras y promesas que este susurraría a sus habitantes los cambiaría para siempre y haría que un siglo después, estos aguarden su regreso. Ahora, estos parecen ocultar el conocimiento de algo que está vetado a todos los extraños, alterados de algún modo por lo que sucedió a sus antepasados y que esperan que, un siglo después, se repita y que su visitante regrese de nuevo.



La película tiene una realización, más que amateur, casi de guerrilla: el presupuesto parece inexistente, los actores p parecen llevar a cabo su papel con cierta rigidez, bien derivado de su falta de capacidad o por un intento de ofrecer con su interpretación la sensación de extrañeza que impregna la película (y del que la cara más conocida sería Michael Greer como Thom, sobre todo en cuanto a cine minoritario). Los escenarios están completamente vacíos salvo por los figurantes que son necesarios en determinadas secuencias y todo ello hace pensar que era comprensible que la producción tuviera una distribución pobre, y una recepción tirando a negativa. También es la que hace que resulte igualmente extraña y marcada por una atmósfera de pesadilla donde cada una de las ideas planteadas consiguen funcionar y mantener esa lógica que parece darse en algunos sueños: las cartas, referencias muy vagas a una enfermedad familiar, unos personajes cuyo comportamiento parece extraño en todo momento, incluso ese trio de cazadores de leyendas que no dudan en apalancarse en casa de la protagonista sin motivo aparente. Pero también esa historia apenas sugerida sobre un heraldo de apocalipsis y un pueblo descrito como muerto hace mucho, cuyos habitantes parecen haber quedado aislados del exterior sin más objetivo que devorar, en sentido literal, a los intrusos y aguardar la llegada de un mesías oscuro, cuyo  rostro no llega a verse, y sus intenciones, salvo su vaga relación con un posible fin del mundo, no están claras.

Horror en el hipermercado



Es este último el que marca uno de los aspectos más interesantes de un guion, que, a veces, parece determinado por lo errático en las ideas de sus autores (o por algún que otro porro) pero que lo convierte en una de las  mejores películas de temática lovecraftiana.  Sin ninguna referencia a los mitos de Cthulhu, aparecen gran parte de los arquetipos de los relatos de H. P. L. : un pueblo asilado, la presencia de un mal antiguo que ha contaminado aun lugar y  sus habitantes, corrompidos de algún modo…incluso el personaje de Thom, ese diletante interesado en las leyendas parece un guiño a esos caballeros aficionados a lo oculto que   no salían muy bien parados en los relatos de Lovecraft. Aunque el cambio de década se nota, y a este aristócrata le va mucho más la marcha que a cualquier erudito de Nueva Inglaterra.




Este último también es un aspecto más de la amoralidad, o más bien, de como muestran el entorno y lo que va sucediendo de forma muy relativa, y como la película opta por sugerir, ante todo. La relación abierta que mantienen esos buscadores de leyendas es algo que se plantea en los primeros momentos, alejándose de las estructuras románticas tradicionales, y el secreto que existe en el pueblo nunca queda claro. Se habla de un lugar muerto, de una enfermedad que afecta a sus habitantes y al padre de la protagonista, sin quedar claro, más allá del comportamiento anómalo al principio, abiertamente hostil después, llegando a convertirse estos en una masca caníbal, anónima, que devora todo lo que es ajeno a ellos e intenta apresar a unos pocos a fin de perpetuar la condiciona que parece afectarles, de una forma muy similar a los primeros zombies de Romero.

El desarrollo de esta trama viene a acompañado de la voz en off de la protagonista, pero también la de la de su padre, que suenan independientemente y sin que quede claro quien la escucha (sin son los pensamientos de esta, o un reflejo de su progresivo deterioro mental) pero que, más que aportar una revelación o aclaración, son divagaciones, temores o una narración resumida de un desenlace que  al público en los últimos minutos, se le niega ver en tiempo real.  La alternancia entre ambas voces, grabado con reverberación y empleada indistintamente, hace que este, más que un hilo conductor sea esa sucesión de ideas relacionadas con el escenario, tan poco fiables como lo que percibe la protagonista.




Messiah of Evil se ha ganado por derecho propio ese título tan dudoso de tesoro oculto del cine de terror. Lastrada por sus  medios, sus interpretaciones un tanto acartonadas y por un estilo bastante lisérgico donde  ese metraje plagado de grano setentero hace que tenga una estética alucinatoria, cuenta también con una extraña coherencia interna, donde lo sucedido tiene su propia lógica y  ese pueblo, así como sus habitantes, esté tan maldito como la ciudad en la que transcurre Muertos y  enterrados o el doblemente ficticio Hobb´s End de en la boca del miedo. En ningún momento lo mencionan abiertamente, pero estoy convencida que ese extraño que apareció en Point Dune hace un siglo no era otro que un Nyarlathotep ataviado con patilla y pantalón de campana, llevando una vez más la locura a la tierra.

viernes, 9 de junio de 2023

Exegesis: Lovecraft (2022). Desmontando un mito. Una vez más

 


H. P. Lovecraft es ese escritor del que, además de sus libros, sus lectores hemos llegado a conocer su vida y empatizado con él más que con muchos familiares cercanos.  Su concepción del terror como un universo indiferente a algo tan pequeño como el ser humano, y sobre todo su capacidad para transmitir la sensación de reclusión, de estar fuera de lugar en un mundo  difícil de comprender, es algo  con lo que muchos  en su adolescencia encontrarían en un punto de conexión y que seguramente haría que la enésima  lectura de La sombra sobre Innsmouth diera paso a  a las biografías de su autor. Unos textos que también van del invento escrito por Sprague de Camp o la mitificación de Derleth, a estudios más serios como los llevados  acabo por S. T Joshi o el llevado a cabo por Roberto Garcia Alvarez en El caminante de Providence.  Bien por haber sido responsable de una rama del terror moderno, bien por la influencia que tuvo en muchos lectores y escritores a muy temprana edad, varios de estos han quedado fascinados  por su figura, llegando a establecer algo similar a un vínculo  con los Mitos de Cthulhu, pero también, posteriormente, teniendo que afrontar  una de las facetas más controvertidas del autor.


En Exegesis: Lovecraft, Qais Pasha analiza, a través de un documental, su relación con este a lo largo de los años, recorriendo sus primeras lecturas, pero también la vida de Lovecraft y como este  ha influido en muchos escritores que comenzarían su carrera en el siglo XXI. Pasha,  de origen paquistaní pero afincado en Quebec,  desarrolla junto a Joshi y con  la participación de Paul Tremblay y Silvia Garcia Moreno, entre otros, un análisis de la influencia de H. P. L. en su formación como lectores y escritores, y sobre todo,  cómo cambiaría esta  por uno de los aspectos más difíciles: su posicionamiento en cuanto al racismo y lo  que supondría para una generación de creadores que, pese a sentirse identificados con el desarraigo y la atmósfera de otredad reflejada en los Mitos de Cthulhu, están más cerca de  los recién llegados que aterrorizaban a H. P. L. que del ideal  de erudito de Nueva Inglaterra.



El documental de Pasha es muy personal. No solo  por enfocarlo  en como ha influido  a lo largo de su vida sino por el nivel de realización. Este no se limita a ser una recopilación  de entrevistas y tomas de localizaciones, sino que mezcla distintas piezas de aanimación recreando momentos biográficos de la vida  de Pasha o de H. P. L, representado este último mediante una máscara que evoca los in evitables tentáculos asociados con su creación más famosa.



El aspecto personal es uno de los más importantes. Pasha , así como Joshi, mencionan su desarraigo cultural (hindú y paquistaní que se sienten mucho más cómodos en un país de adopción en el que también son foráneos), como nexo de unión  con los protagonistas lofecraftianas, por también analizan,  hacia la mitad del metraje, las consecuencias de sus opiniones xenófobas: estas, previamente  expurgadas de las ediciones que Derleth llevó a cabo de sus cartas (una cosa es unánime, a nadie le cae bien August Derleth), han sido  actualmente expuestas y condenadas, y, en el caso del director, matizadas. Primero, mediante una confrontación que podría resumirse en “se le ha caído un mito”, que  avanza a un análisis mucho más imparcial y alejado de la cancelación, en la que se contextualiza su forma de pensar según  su época y circunstancias, así como la evolución que en sus últimos años, antes de su fallecimiento, empezaba a entreverse.


Igual un poco intensito sí que es

La influencia de H. P. L. también es uno de los temas planteados: tanto en los autores que participan (en el caso de Silvia Garcia, describe la redacción final de su tesis como una ruptura), como en la cultura popular. Vencidos los derechos de la obra desde 2007, esta circunstancia, así como la generalización de internet, ha facilitado su expansión, siendo una fuente de inspiración  para múltiples juegos y referencias con un impacto mucho mayor que el que pudiera haberse alcanzado  entre el primer fandom o las primeras ediciones del juego de La llamada de Cthulhu. Teniendo en cuenta que también  se recogen testimonios de esos primeros aficionados que  desarrollaban trabajos amateur sobre los Mitos, y como se popularizaban sus relatos a partir de círculos muy aislados entre sí, se hace mucho más patente esa diferencia generacional entre los lectores de los sesenta, quienes lo descubrieron hacia los 80 y 90, y la expansión que tendría posteriormente, con la generalización de la cultura friki.

En Exegesis: Lovecraft, no va a encontrarse una biografía pormenorizada de este, pero si una aproximación muy interesante a la influencia de un escritor  en el mundo del ocio y de la ficción moderna, y sobre todo, en la formación de un relevo generacional de escritores que se han inspirado, analizado y asimilado su narrativa. Así como una prueba más  que, independiente de su calidad estilística, popularidad o falta de esta durante de su vida, su legado abarcaría  no solo el siglo XX sino el siguiente. No está mal para alguien que consideraba a la humanidad poco más que una mota de polvo en un universo inabarcable.


jueves, 1 de junio de 2023

Lecturas de la semana. Miña terra galega


 

E logho ti, ¿de quen ves sendo?


Me cuesta volver a los clásicos, y más a los que había olvidado desde mis años escolares, con todavía más ahínco que a Baroja o Valle Inclán, pero lo que tenía con algunos autores era algo más que una cuenta pendiente. varios de ellos se atrevieron a utilizar un idioma entonces mal visto, el de los labradores y los que se veían obligados a emigrar lejos. y que, encontraran en el fantástico una vía de escape  en un entorno opresivo, pero también una forma de poder  llevar a cabo una crítica al sistema impuesto. Mi deuda es con ellos. Con la ironía, con sus desfiles de aparecidos y sus referencias más que evidentes a los caciques, a la injusticia, a la resignación. Y no con los docentes que, en intento de convertirlos en una parte mas  del programa académico, los redujeron a un listado de fecha, biografías y a una calificación arbitraria. 




Álvaro Cunqueiro. Las crónicas del sochantre. Este libro recoge las andanzas del sochantre de Pontivi,  un hidalgo  a quien sus problemas de salud lo abocan a un a carrera en el coro eclesiástico en lugar del ejército, durante los convulsos años de la revolución francesa. Este, contratado para tocar en el  entierro del señor de Quelven, emprende un viaje acompañado por el resto de asistentes del cortejo fúnebre. Pero para sobresalto del sochantre, esta comitiva no son otros que un cortejo de difuntos, condenados a vagar por la tierra como parte de su penitencia, y durante la noche, a recuperar su verdadera forma de esqueleto animado. Durante el viaje conocer la historia de cada uno de ellos, relatos marcados por la muerte, la codicia o el orgullo, e irá descubriendo a través de estos, los particulares normas por las que se rigen las almas en pena  y los agentes del diablo que, sin que la gente común lo sepa, deambulan por el mundo. 

La novela está ambientada en la Bretaña Francesa, descrita por Cunqueiro como un lugar muy similar a Galicia donde la frontera entre  los vivos y muertos es muy difusa, y donde las leyendas sobre aparecidos y huestes del demonio forman parte de la vida cotidiana, sin que estas tenga que ser necesariamente malvados.  Los muertos, descubre el sochantre, se rigen por sus propias reglas (como explican al comienzo de su viaje, no pueden tomar sal, trigo o entrar en una casa), lo que no les impide llevar una...bueno, una no vida. Del mismo modo el diablo, o varios de sus criados, hacen su aparición pero  su actitud está muy lejos de un Mefistófeles y más cerca de la de un pícaro. Incluso la condena a vagar por el mundo de los vivos por parte de los compañeros de viaje del sochantre  es asumida con naturalizad, como un trámite más que debe cumplirse. 

Cunqueiro  se inspira en fuentes populares, recurriendo a una mitología muy similar a la de Galicia pero también en el teatro  y la novela picaresca, a la que recurre para llevar a cabo una critica muy velada: la historia transcurre durante la Revolución, los personajes han sido condenados a vagar por causa de algún vicio, bien por envidia, codicia, o soberbia, y la compañía prosigue su viaje entre rumores de guillotina y traiciones. El estilo, que recurre a lo costumbrista, buscando a una cercanía con esos personajes de otro mundo que son compañeros de carruaje del protagonista vivo, vienen influenciados por el uso de Cunqueiro del idioma original: el gallego no había sido objeto de normativización lingüística (creo que por una vez lo que aprendí en clase me ha servido para algo), por lo   que  este emplea  giros y expresiones hoy suprimidas o modificadas. y que resulta muy distinto de los textos que podrían escribir Vicente Risco o Anxel Fole. 

El viaje del sochantre de Pontivi no es solo una de las piezas clave del fantástico nacional, algo imprescindible en una época en la que este resulta minoritario, o una vía de escape o una forma de crítica soterrada. una crítica de la que solo se puede echar en falta  saber que fue de esa mentora del joven Charles Anne Mathieu de  Crozon, futuro sochantre y compañero de los muertos que, consternada al descubrir que su pupilo no elegiría la vida militar, decidía regresar al frente disfrazada de soldado. 



Alfonso Rodriguez Castelao. Un ojo de vidrio (Memorias de un esqueleto) Castelao comienza, antes de transcribir una s notas encontradas en una tumba, con unas situación que podría resumirse como "el muerto al hoyo, y el vivo al bollo". El narrador, tras comprar un ojo de cristal y un fajo de  papeles garabateados a un enterrador, relata las memorias de un esqueleto, que al ser enterrado con su prótesis  cuenta con una capacidad de la que carecen sus compañeros de camposanto: la de poder ver, y por tanto, escribir su día a día. Las normas de etiqueta cadavérica según las cuales, no se pueden presentar ante el resto  hasta que sus huesos no se encuentren mondos, el día  a a día (perdón, noche a noche) de unos cadáveres que, según su observador, no son muy listos, igual que los vivos, y poco más hacen que bailar al ritmo de Saint Saens. Para  algunos, la llegada de la muerte ha sido inesperada, perdiendo  lo que valoraban en vida. Para otros, esta ha sido un alivio o incluso algo buscado por su propia mano. Aunque el cementerio, como descubrirá  este esqueleto observador, también tiene otros habitantes, tan improbables como estos difuntos que se reúnen cada noche, pero más nocivos para los vivos. 

A través de escenas muy breves, Castelao describe con mucha sorna lo que podría ser una ciudad cualquiera: avaros, señoritos, criadas caídas en desgracia, suicidas y  con ellos, una crítica a todos estos personajes; el protagonista no duda en señalar lo absurdo de muchos comportamientos  cuando el final de todos es ser un montón de huesos, o que  los enterrados en un cementerio urbano sean despojados de su ropa y piezas valiosas mucho más a menudo que en un cementerio rural. Y sobre todo, el ser que hace su aparición en el último acto: el vampiro como versión sobrenatural de ese personaje que  abunda en muchos pueblos y parece inherente a Galicia (José Luis Baltar, no miro a nadie): el cacique, ante cuyas tropelías este esqueleto no puede sino plantearse que es un problema que deberían resolver los vivos. 

El estilo, en ambas partes de la historia, es la de una narración muy pasiva: comienza con los hechos relatados por su protagonista, como un habitante más del cementerio, y termina con ese ojo de cristal, entregado como testigo por el transcriptor de las notas a un amigo cercano, ya fallecido, con la esperanza de que pueda relatar sus impresiones. Conociendo la retranca de Castelao,  es probable que  su sucesor  sus vecinos descarnados le parecerían igual de necios que los vivos.