Más gaticos y menos balas. Da igual si estás leyendo esto en 1917 o en 2023
Después de la última visita a una librería de segunda mano, acabé saliendo de allí con un par de libros sobre la guerra. Bueno, no exactamente ( aunque aquí lo mismo leemos a Sven Hassel que a Remarque), sino que ambos tienen la guerra como trasfondo. La Gran Guerra, la que iba a terminar con todas las guerras pero inventó l a contienda moderna y cambió el siglo. En los dos casos, cada una ha sido escrito en un país que participó en ella, al menos en el bando “ganador”, y en momentos distintos, lo que los separa mucho entre sí en cuanto a contenido y contexto.
Jean Cocteau. Thomas, el impostor. A un improvisado hospital para los heridos, de guerra, en un Parías al borde de la evacuación, ante el temor a ser ocupados, se presenta un joven militar. La sola mención a los Fontenoy hace que todos se den cuenta que este no es otro que Guillaume, el sobrino del general. Madame de Borme parece encantada con la aparición del pariente de un héroe de guerra. El doctor Vernes tiene sus sospechas de un soldado que parece demasiado joven para quien dice ser. Henriette, la hija adolescente de Madame Borme, no tarda en enamorarse de Guillaume. Y en medio, Guillaume de Fontenoy, que no es otro que Guillaume Thomas, un chico de dieciséis años que, lejos de corregir la equivocación de la que ha sido objeto, juego con ella incorporándola a una nueva identidad que, va adaptándose a cada situación o a los nuevos intereses que este desarrolla.
Escrita en 1922, Cocteau utiliza un estilo muy conciso, de escenas variadas apenas conectadas entre sí y frases muy cortas, de forma que la narración resulta similar a un texto poético ,y muy cercano a las nuevas formas de estilo que venían desarrollándose.
La narración gira entorno a la figura de Thomas, que puede definirse como un personaje amoral_: sus acciones no responden a ninguna intención egoísta sino al juego que este, sin motivo aparente, desarrolla en su cabeza. La línea que separa la verdad y la invención es tan fina como podía ser la de un niño, llegando a considerar toda su creación como algo verídico e incorporando nuevos aspectos a su fantasía una vez los anterior lo aburren. Su papel principal en el hospital da paso a un romance con Henriette, este, al deseo de ir al frente donde su juego encuentra el mismo final que el de tantos otros soldados refugiados en una trinchera. El resto de personajes se mueven y actúan en un escenario del que el texto no escatima en refleja la crudeza de la guerra: los pueblos vacíos, el traslado de un convoy de heridos donde la muerte se convierte en algo inevitable, la cercanía de un enemigo que solo se distingue por estar al otro lado de una trinchera… son una parte, la más real, del escenario en que se mueve su protagonista.
John Buchan. Los treinta y nueve escalones. Cuando Richard Hannay, poco después de regresar a Inglaterra, acoge en su casa a un personaje que asegura ser perseguido por una organización secreta, y de cuya supervivencia depende la seguridad de Inglaterra ante la guerra que acaba de estallar, no imaginaba que el asesinato de este a manos de sus perseguidores lo llevaría a atravesar escocia huyendo de las fuerzas del orden, acusado de asesinato, pero también perseguido por agentes mucho más peligrosos y dispuestos a que su plan pueda llevarse a cabo. A lo largo de varios días, Hannay a que su plan pueda llevarse a cabo. A lo largo de varios días, este solo contará con su ingenio para poder descifrar un misterioso código, y la ayuda de unos pocos paisanos a los que su historia, pese a lo descabellado, resulta igual de posible que la que el escuchó hace solo unos días.
La novela, quizá más conocida por la adaptación cinematográfica, esta, también muy libre, fue escrita en 1915, por lo que la Gran Guerra era un evento relativamente reciente y ficcionaliza los eventos que llevaron a Gran Bretaña a entrar en el conflicto. Esta consiste en un viaje accidentado por la geografía británica, en la que el peligro es un factor externo (en este caos, una organización de espías) pero en la que e el protagonista también tiene un carácter ajeno a la vida de la isla: esta acaba de regresar de África, por lo que para su entorno, también es e un recién llegado y sospechoso principal del asesinato. Aunque también los conocimientos adquiridos fueran son los que le sirven para sobrevivir e incluso detener a los antagonistas, sean estos científicos o sociales, como el recordar personajes que había conocido durante su trabajo en el extranjero.
El ritmo es muy rápido, en 1520 páginas que comienza con un asesinato, continúan por un recorrido de Inglaterra y los distintos secundarios que sirven de aliados improvisados, y terminan resolviendo el código que da título al libro, deteniendo a sus conspiradores. Una situación que contrasta con esa primera parte, la huida del protagonista, donde sus encuentros se producen con todo tipo de personajes que representan el ideario rural británico: dueños de una pensión, carretero, granjeros o pequeños aspirantes a político.
La atmósfera, pese a su sensación de carrera contrarreloj, también tiene cierto aire de inevitabilidad: si bien se habla de lo que está en juego, el lector sabe como va a terminar este, suponiendo para los personajes solo un pequeño adelanto en su conocimiento, y la impresión de estos de haber evitado un mal mayor.
Como curiosidad, la edición que encontré, una publicación de J´ai lu, es una edición promocional en colaboración con una marca de cervezas. A ver si a los de estrella Galicia y Valdemar se les ocurre hacer algo así, y si no, ahí lo dejo…
¡Vendidos! Luego que por qué me miran raro cuando estoy leyendo un libro xD.
ResponderEliminarHace tiempo que no leo a Hassel, y a Remarque todavía lo tengo pendiente. Me apunto estos dos libros que comentas en la entrada. Todavía no sé cuál me llama más la atención xD. La trama de "Los treinta y nueve escalones" bien podría ser la de una película de Hitchcock, y el protagonista de "Thomas, el impostor" bien podría habitar en una novela de Lernet-Holenia. Yo no sé que tiene la ficción de esos años pero me llama muchísimo la atención. A nada que rascas un poco empiezas a descubrir a autores y obras. En el último Todo tranquilo en Dunwich hablan de Ion Minulescu y su "La casa de las ventanas de color naranja", otro que se va para la saca y del que no conocía su existencia.
Muy a favor de que Estrella Galicia empiece a patrocinar editoriales y libros xD. En la hora feliz de cualquier discoteca al pedir 3 Jägermeister te llevas gratis un libro de Ursula K. Le Guin y la entrada de la rave del sábado incluye un cupón descuento para libros de La Biblioteca de Carfax xD.
Desde la selección de burradas que venían en un capítulo de la Trilogía Iluminatus que me encontré leyendo en un metro atestado, escojo mucho mejor las cosas que llevo al transporte público. Estas son de las menos raras XD.
ResponderEliminarLo que se escribió durante esos años es sorprendente, y se nota que el siglo XX empezó con la guerra y no en 1901. Desde el fantastique en los países francófonos, Capek, y el resurgimiento del fantástico alemán, cuyas narraciones son bastante perturbadoras. Solo hace falta pensar en el escenario de Guerra descrito por Strobl en uno de sus relatos.
Lo de regalar libros en las discotecas lo veo. Me lo imagino con el meme del chico habándole al oido a una chica con expresión resignada al grito de "¿Te gusta la fantasía? Tienes que leer a Sanderson, yo me estoy leyendo ahora un libro suyo de mil páginas que..". XD