jueves, 26 de agosto de 2021

Lecturas de la semana. Cualquier tiempo pasado no fue mejor

 


Hay libros y fechas que hacen pensar en el pasado, o incluso dar un poco de nostalgia. Cualquier relato sobre escolares trae de vuelta la época de las mochilas, las aulas y los recreos, el invierno hace pensar en nieve (aunque la hayamos visto en la ciudad os veces, y sin cuajar) y en todo lo que puede traer el año que empieza…la nostalgia es inevitable, aunque en este caso, también lo es pensar “ah, pues tampoco estábamos tan bien antes”.


Geoffrey Willans ¡Abajo el colejio! Esta es la guía para sobrevivir al colegio de san Custodio (St Custard en el original) que Nigel Molesworth ha legado a las generaciones venideras. Una exhaustiva descripción del tipo de profesor que puede encontrarse según la asignatura que imparten, como sacarlos de quicio y las actividades que se llevan a cabo periódicamente en el centro educativo. Que, a juzgar por la ortografía de Molesworth, no debe ser de los mejores de Inglaterra.

El libro de Willans es el primero de una serie donde se parodia la educación británica de los años cincuenta especialmente los internados en las áreas rurales. Aunque el estilo en primera persona, y el trabajo de traducción llevado a cabo para reflejar la escritura del que a todas luces es un alumno pésimo, refleja  de forma muy ácida a un profesorado anclado en una educación arcaica, donde los intentos por renovar el sistema se toman muy poco en serio, y para ser sinceros, estos tampoco parecen útiles. La descripción de los profesores y alumnos de San Custodio, done impera la ley de la selva y donde no dudan en burlarse de los estudiantes más remilgados o estudiosos se queda a día de hoy en una pieza muy marcada por su época. Por comparación, las novelas del pequeño Nicolás, con sus vivencias en la Francia de los 60, o las aventuras en la Inglaterra rural de Guillermo, tienen una cualidad más intemporal que el internado de Nigel Molesworth y su Inglaterra recuperada de la posguerra, donde padres y profesores todavía cuentan hazañas (en su mayoría, exageradas) de la pasada guerra.


La narración, acompañada por unas ilustraciones caricaturescas muy divertidas, se queda más en una historia vintage que podrá hacer más gracia a un lector adulto que a un niño. Que, además, será mucho más consciente de todas aquellas cosas que hoy hacen fruncir el ceño. Es probable que muchos acaben sintiendo más simpatía por el “barbilindo” de Fotherington-Thomas, que según su protagonista “lee rebistas y va al teatro”, que por el energúmeno de Molesworth.



Selma Lagerlöf. El carretero de la muerte. Cuentan que la última persona que fallece la noche de san Silvestre es condenado a tomar el lugar del carretero del a muerte y conducir las almas de todos los que mueren durante el año, hasta que otro desafortunado ocupe su lugar. Dos personas agonizan poco antes de la medianoche. Sor Edith, una de las hermanas del Ejército de Salvación, gravemente enferma de tisis, y David Holm, un conocido borracho y pendenciero que exhala su último aliento tras la puñalada de dos compañeros de juerga. Durante las siguientes horas tendrán lugar los últimos momentos de la hermana Edith, obsesionada hasta su último aliento en salvar el alma de Holm, aún a coste del bienestar de la mujer e hijos de este, y el recorrido que él realiza acompañado por el carretero, donde aún puede haber un resquicio de esperanza incluso para alguien tan irredimible como él.

Lagerlöf es conocida por ser una de los premios Nobel y autora de El maravilloso viaje de Nils Holgersson (que solo lei en las versiones del libro de texto de Lecturas. En cuanto pueda lo soluciono, ¡lo juro!). Y que en El carretero desarrolla una fábula fantástica acerca de la redención y las segundas oportunidades. A veces excesivas, ya que Holm es uno de esos personajes imposibles de redimir y con un extraño carisma capaz de arrastrar a todos consigo: la hermana Edith acaba anteponiendo la seguridad de la familia de este en favor del perdón y la unidad del matrimonio con un sujeto que…bueno, digamos que a todo el mundo le habría ido mejor si se lo hubiera llevado una cirrosis. Y que, pese a lo desconcertante en una lectura actual, no deja de ser un reflejo de una sociedad más propiciada por la moral y las convenciones que por el bienestar de sus miembros.

A lo largo de esa noche, se recorren momentos del pasado de Holm, así como lo que puede suponer un cambio en sus acciones, acompañados de la descripción, irreal pero vívida, de la carreta que lo acompaña y la naturaleza sobrenatural de sus destino. Hasta un desenlace que apunta, desde un principio, al concepto de redención y enmendar los fallos de un personaje que, por lo irredimible, queda lejos de la figura de Ebenezer Scrooge. Y es que este carretero no es una fábula navideña, ni tampoco para Halloween. Ni siquiera un relato esperanzador. Pero sí una narración fantástica a tener en cuenta.






jueves, 19 de agosto de 2021

Razas de noche (1990). Donde viven los monstruos

 


A principios de los ochenta Clive Barker supuso una pequeña revelación en la narrativa de terror. Sus Libros de sangre eran una colección de relatos que impactaron a muchos lectores, algo que también  sucedió en el ámbito cinematográfico cuando decidió adaptar su novela corta El corazón del Infierno, y que además de derivar en una saga que descarrilaría cosa mala, serviría para que Barker  pudiera continuar esta carrera audiovisual adaptando otra de sus novelas.


Razas de noche, Cabal en el texto original, comienza con las pesadillas que atormentan a Aaron Boone, un joven problemático que cada noche sueña con unas extrañas criaturas que habitan un lugar llamado Midian. Su psiquiatra, que antes consideraba estos sueños como delirios, teme que su paciente sea el autor de los brutales asesinatos de varias familias. Atormentado por esta posibilidad, Boone abandona su hogar y a su novia, y decide encontrar Midian en busca de respuestas. Aunque estas pueden llevarlo a una muerte segura. O a descubrir que el doctor Decker no sea el profesional preocupado por su salud mental y bienestar. Y que la muerte no sea el final, que Midian sea el hogar de los monstruos…o que esta sea solo una palabra  para referirse a todo lo que es diferente.


Aunque  el origen del guion fuera, igual que Hellraiser, una novela corta del propio Barker, este es uno de los casos en los que la adaptación es muy superior al material original. La novela, muy parca, se limitaba a hablar en varios párrafos de las criaturas, definirlas como “raras” y a incluir una serie de pasajes que salvo para recordar lo extremo y rompedor que era su autor entonces, hacían que se perdieran páginas para narrar una historia que era demasiado breve para todo lo que quería abarcar (algo muy distinto a lo que pasaría con sus mamotretos posteriores). Su adaptación audiovisual consigue convertir en imágenes todo lo que se limitaba a ser “raro”. Los minutos que dedican a recorrer Midian acompañados de la banda sonora de Danny Elfman recrean un universo en miniatura, construido en interiores, con cuerdas, puentes improvisados y ataúdes, unas catacumbas imaginarias pobladas por criaturas de las que no se sabe nada, salvo su aspecto, a veces monstruoso, a veces casi humano, cuya variedad de comportamientos adquieren un matiz tan amplio como el de los habitantes del mundo real. . o más, teniendo en cuenta que una de las tramas es contraponer  la naturaleza de lo diferente frente a una humanidad desprovista de empatía. En la mayor parte del metraje, de una forma un tanto burda y excesiva, tan exagerada como la caracterización de las Razas de noche, pero que recuerda mucho a la aproximación que George Romero hizo en la noche de los muertos vivientes.


Este es seguramente el motivo por el que la película hoy sea un clásico entre los aficionados al fantástico, porque en realidad, se trata de una producción con muchos aspectos fallidos. En su momento, una historia sobre lo diferente y los humanos en el papel de monstruos, donde la religión y lo mesiánico contaban con una presencia importante, no tuvo el visto bueno de su productora, que supondría el ser recortada y adaptada, perdiendo partes importantes que no se recuperarían hasta 2012 con el montaje del director, sumándose también el fiasco económico que supuso su estreno. Un obstáculo bastante difícil de salvar para un guion que contaba ya con el defecto de querer abarcar más de lo que podía: si bien a la recreación de Midian se le une un antagonista humano tan fascinante como Decker, que debe ser el primer asesino en serie antinatalista de la ficción, la trama sobre las profecías, la figura mesiánica del protagonista y el papel que juega en ella la religión, parecen más un trasfondo desarrollado a medias y un poco el intento de avanzar una posible secuela que no tuvo lugar (aunque esto si se desarrollara en los comics sin las limitaciones del ámbito cinematográfico).




A pesar de sus limtiaciones, Razas de noche se convirtió en un pequeño clásico del fantástico en esa época todavía tan deudora de los ochenta como pudieron serlo los tres primeros años de la década de los noventa. Y que fue capaz, pese a todas sus limitaciones, de asomarse por un momento a ese lugar de la imaginación donde viven los monstruos.

jueves, 12 de agosto de 2021

Lecturas de la semana. Policiaco, modernismo, y todo un poco raro

 


Más de una vez me encuentro con un libro que, si apenas me dura unos días, acabo empatando con otro igual de breve, sin que estos puedan tener más en común que una extensión que hoy se consideraría novela corta. Aunque pueda considerarse una variante un poco extraña de la pereza lectora, al menos sirve para poder escribir sobre más de un libro a la vez. Algo que, cuando se trata de novelas más largas, o antologías de relatos, resulta un poco más difícil.





Fredric Brown. La noche a través del espejo. Es curioso encontrar que un mismo autor se dedique con soltura a géneros tan específicos y opuestos cómo el policiaco y la ciencia ficción. Y más, descubrir la otra faceta de este cuando lo primero que viene a la cabeza es Marciano, vete a casa, o Pesadillas y Geezenstacks.  Pero Fredric Brown también cuenta con varias narraciones de misterio que destacan, del mismo modo por su sentido de lo irónico. En concreto, esta noche a través del espejo hace referencia al accidentado turno del editor del periódico local en Carmel City, donde encontrar las noticias necesarias con las que rellenar un espacio parece una tarea imposible. Especialmente cuando además de la falta de actividad, los lectores son los propios vecinos y a veces, implicados en unas noticias cuya salida a la luz podría perjudicarles. O eso es lo que pasa hasta que la aparición de un extraño personaje ante  la puerta de Doc Stoeger, que además de ser el malogrado editor, es apasionado del ajedrez y de la obra más famosa de Lewis Carroll ¿Y qué hacer cuando un hombrecillo le habla de algo llamado el club de las Espadas Vorpalinas, del galimatiazo, y del papel que puede jugar en uan sociedad secreta? Esto es solo el comienzo de una noche en la que Stoeger se encontrará con delincuentes buscados en varios estados, un asesinato en una mansión vacía, cadáveres en el maletero de su coche…y varias sospechas que acaban recayendo sobre él.

El libro se convierte en cierto modo en un homenaje a A través del espejo (aunque su título original fuera La noche del Galimatiazo), donde las primeras páginas que describen a un protagonista  apocado, y con tan poca vida con su periódico, abocado a una serie de encuentros que se suceden de forma aleatoria, casi  al momento en que este decide moverse de un escenario a otro, y donde estos tienen algo que los vincula entre sí de una forma que podría considerarse improbable. De este modo, la narración, con su trama principal que se complica a cada capítulo, y su resolución, todavía más compleja, adquiere una cualidad casi fantástica, donde a su protagonista no le hace falta atravesar ninguna madriguera para encontrarse con lo que había imaginado.




Horacio Quiroga. Cuentos de amor de locura y de muerte.  El título de una de las colecciones de Quiroga puede llevar a confusión: este no lleva comas, pero en realidad cada relato tiene un poco de todo ello en sus páginas. En estos aparecen los primeros amores, que regresan reflejando lo que ya no pueden ser o en realidad, nunca fueron. La naturaleza de los animales, donde caballos, toros o perros toman la palabra en la narración. O escenas de una vida rural muy lejana para el lector en tiempo, espacio e incluso en referencias, donde se asisten  a los últimos momentos de la víctima de una mordedura de serpiente, del ataque de un animal rabioso o de la vida del mensú.

Aunque los más memorables sean aquellos donde se acerca al terror de una manera realista, o de forma que podría serlo: la descripción de los cuatro hermanos y sus acciones en La gallina degollada, que se acompaña de la narración  de la ruptura de una relación matrimonial, o lo que oculta el almohadón de plumas son un ejemplo de como crear una atmósfera inquietante con las mismas herramientas con las que desarrolla una trama romántica tan improbable como La meningitis y su sombra. Un último relato, al menos en su edición original, que podría resumir perfectamente la idea de un cuento de amor y locura.

jueves, 5 de agosto de 2021

El emperador y sus locuras (2020). Cuando Disney se soltó el pelo

 


Es difícil de hablar de etapas bajas en una productora como Disney, que se han mantenido presente desde hace 100 años (y desde hace algún tiempo, es posible vivir dentro de la compañía), pero esta tuvo sus altos y bajos, cuando los estrenos de Aladdin y El rey León quedaban un poco lejos y Dreamworks despuntaba. Pero, igual que en los ochenta, cuando sus cintas menos conocidas resultaban las más rescatables, en verano del 2000  lanzaron una alocada producción cuyo estilo y animación se alejaba bastante del dramatismo, e incluso de la comicidad más blanca a la que el público se había acostumbrado.



Ese año, El emperador y sus locuras narraba la historia de Cuzco, el joven gobernante de un país dispuesto a cubrir todos sus caprichos. El ultimo supone destruir un pequeño pueblo de montaña donde instalaría su residencia de verano,  sin importar  lo que suceda con sus habitantes, pese a las quejas del representante de estos. Pero ubicar su palacio con piscina se convierte  en la menor de sus preocupaciones cuando Yzma, su consejera, decide avanzar en la jerarquía deshaciéndose del emperador y ocupando su lugar. Aunque su plan para sacarlo de en medio sea objeto de un error y Cuzco sea eliminado no por un veneno, sino por una poción que lo convierte en llama.  Perdió en la selva, y sin tener muy claro lo que ha sucedido, no tendrá más remedio que pedir ayuda a Pacha, a quien esa misma mañana no había dudado en echarlo de su hogar. Y con bastante esfuerzo, quizá consiga adquirir un poco de empatía por los demás.


Frente a otras producciones anteriores, la película opta por un enfoque cómico, y uno muy alocado. Su juego con los anacronismos y los diálogos rápidos. Recuerda mucho a las apariciones del genio en Aladdin, quien sigue siendo el más recordado de todos los personajes de la fábula, y que en este caso esta actitud se ve reflejada en todo el metraje. Los protagonistas, con su diseño y caracterización, son más cercanos a los secundarios cómicos previos que a los personajes principales que el público había conocido anteriormente. Y el tono de esta hace que el problema de su protagonista parezca algo muy poco grave, o más bien, una situación que él mismo ha provocado. Cuzco es un soberano egocéntrico, sin compasión y preocupado por si mismo, hasta el punto de no dudar en castigar a quien “le ha cortado el rollo” tropezándose con él o despachar sin miramientos a todas las candidatas a princesa. Si es traicionado por su consejera, se debe a que esta es despedida sin miramientos. Una actitud  que aunque reprobable y pensada para sentar las bases de la fábula moral de la trama, se plantea de forma tan exagerada, y al ritmo de una canción de Ton Jones, que es imposible verlo como algo serio y no hacer otra cosa que disfrutar de cada situación.  Incluso los antagonistas han sido caracterizados con una actitud más caricaturesca que amenazadora, donde  los venenos se cambian por pociones para transformar en animales, y las trampas del castillo, en un viaje digno de un parque de atracciones donde no falta una iluminación que roza lo psicodélico.


El tono, pese a lo ligero y abiertamente cómico, también es muy distinto a lo que Disney había acostumbrado. El humor es muy alocado, y desde el estilo de Aladdin va acercándose más a los cortos de Tex Avery y la Warner: hay caídas kilométricas, transformaciones, disfraces y porrazos, pero también una gran cantidad de sketchs anacrónicos (del que el mejor, sin duda, sería el restaurante de carretera en el medio de la selva) y de rupturas de la cuarta pared, que el protagonista emplea insistentemente para recordar que esa es su historia, y no la del resto. .


A este humor más alocado y libre se le une también un rasgo de comicidad adulta que, sin ser demasiado evidente, sí sorprende por el enfoque: en la primera aparición de la protagonista se plantea, sin otra lectura posible, acerca de la preferencia por la edad de sus ayudantes, y en concreto de su nuevo asistente Kronk, junto al resto de gags que no dudan en explotar el aspecto huesudo de esta, su carrera laboral y su particular dinámica con su asistente. Que, pese a su papel como secundario del malvado, su desarrollo y momentos en la trama hacen que se haya convertido en uno de los más queridos de la película, incluso por encima del que sería la conciencia y amigo del protagonista.

El emperador y sus locuras es una de las comedias más centradas en su género y con más libertad que Disney había producido en los últimos años. Sin el bombo de los estrenos más conocidos, sin números musicales  cantados por sus protagonista y con u aspecto más anárquico que otras cintas de animación, y aún teniendo el inevitable consejo moral sobre la amistad y mejorar como persona, es imposible no divertirse con ella.