En algún momento de los 70, Peter Cushing y Christopher lee abandonaron las brumas londinenses para subirse en un tren a Navacerrada, encontrarse con Silvia Tortosa y Telly Savalas y resolver un misterio digno de los investigados por el profesor Quatermass. Bueno, finjamos que el tren discurría por la estepa siberiana. Y que el entorno forma parte de una coproducción angloespañola que pudo contar con un reparto y una estética que la convirtió en un estreno de éxito fuera de nuestras fronteras.
Pánico en el transiberiano transcurre en algún momento entre el siglo XIX y el XX, en la línea que conectaba Rusia con Oriente y donde una serie de personajes (una condesa rusa y su fanático confesor, una mujer en apuros, un ingeniero y dos científicos británicos) comparten viaje con un cargamento que puede revolucionar el mundo científico tal y como se lo conoce hasta la fecha: el cadáver de una criatura de aspecto humanoide, sin relación con los hombres de las cavernas, que se ha conservado perfectamente en los hielos de Siberia. Pero el viaje se verá interrumpido, al igual que otra línea de tren famosa, por una serie de asesinatos en los que sus víctimas comparten una característica común: sus globos oculares han sido completamente borrados. En un entorno cerrado, y con los científicos debiendo actuar como científicos improvisados, cualquiera puede ser un sospechoso. Salvo por algo que no parece tener una respuesta lógica: el cadáver de la criatura prehistórica, que lleva varios millones de años muerta, ha desaparecido también sin dejar rastro.
La película, producida entre España e Inglaterra, fue filmada en plena época en lo que el llamado fantaterror (termino mucho menos ponderado que el fantastique francés pero donde se pueden encontrar alguna que otra sorpresa) contaba con variedad y bastante éxito fuera de territorio español…además de versiones dobles donde las destinadas al mercado internacional mostraban muchos más centímetros de escote que los estrenados de fronteras para adentro. Esta, en cambio, fue uno de los casos donde la intención del guion era mucho más cercano al cine de aventuras y seguramente evitara muchos cortes que hacían que estas producciones tuvieran cierto aire incoherente o montado de forma brusca. De hecho, evita muchos de los fallos que contaban con otras producciones de misma época y género donde la realización parecía torpe y los actores internacionales, desganados: la factura es todo lo limpia que permiten las restricciones presupuestarias, los personajes de Cushing y Lee no tienen nada que envidiar a sus trabajos realizados en suelo británico e incluso la irrupción de Telly Savalas, con un brevísimo papel como histriónico jefe de una banda de cosacos, resulta divertida y le da al conjunto un aire de película de aventuras y ciencia ficción muy clásica.
Una referencia que no va desencadenada, ya que el guion es una versión muy libre de El enigma de otro mundo, de John W. Campbell, que, si a Carpenter le sirvió para hacer la que sigue siendo la versión más aproximada a En las montañas de la locura que podemos tener, aquí se convierte en una trama de ciencia ficción de estilo muy antiguo, muy cercano a Verne o a Conan Doyle y donde la aproximación a la criatura y su origen se sostiene mediante el sentido de la maravilla, y no el rigor científico.
Comparada con otras producciones, esta resulta mucho más elaborada, y dentro de sus limitaciones, mucho menos torpe y mejor ejecutada vista al lado de la saga de los Templarios o algunas de las realizadas por Paul Naschy. No está exenta de momentos en los que los actores parecen no tener muy claro como tener que interpretar o de incoherencias en su guion (como el plantar por ahí a un villano con una mano peluda, o sacar un ejército de zombies al final…pero no seré yo la que se queje de que algo tenga zombies). Cosas, que en cierto modo, recuerdan que se trata de una película con la que hay que ser consciente de su naturaleza, medios y época en la que se realizó. Y que a pesar de todo consigue ser un ejemplo más que notable de cine de entretenimiento en una época en la que éxitos como El día de la bestia, REC o incluso 30 monedas, todavía estaban muy lejos.
Obra maestra!Entre mis favoritas de siempre de cine patrio,por cierto ,si te gustan las pelis de terror te invito a visitar mi web: wwww.artehorror.com
ResponderEliminar¡Gracias! Me la apunto.
ResponderEliminarDesde que la vi, hace una eternidad, en "Mis terrores favoritos", de Chicho Ibáñez Serrador, una de mis películas favoritas del género: ver a tanto intérprete hispano compartiendo plano con la genial pareja Lee-Cushing ¡y con Telly Savalas!, reinterpretando además el relato "¿Quién hay ahí?" de Campbell, como bien dices, es que no tiene precio. Y es que, además, todo está muy bien en ella: las interpretaciones, los decorados, el desarrollo del guion... y esas frases geniales que lo puntean, como cuando, a la insinuación de que si cualquiera en el tren puede estar poseído por el ente maligno, incluso ellos, el dúo protagonista exclama: "¿Nosotros? ¡Imposible, somos ingleses!".
ResponderEliminarCon todos los defectos que se podrían mencionar (los más criticos se quejan de momentos ilógicos pero ¡Hasta la Hammer los tiene!), me encantó desde un primer momento y fue de las pocas películas que pudieron conseguir ese Sense of Wonder con muy poco.
ResponderEliminarDel reparto, inmejorable, también Telly Savalas se lleva la peor parte por considerarlo un poco fuera de lugar, pero también me parece de las apariciones más divertidas, y su caracterización, cigarro y sable en mano al grito de "¡Campesinos!" es fantástica. Además, estamos atravesando la estepa con una criatura estelar en uno de los vagones ¿por qué nadie tendría que quejarse de la presencia de un cosaco?