jueves, 20 de agosto de 2020

Lecturas de la semana. Reinventando la península

 

Debo reconocer que los autores españoles tienen por aquí una presencia inmerecidamente escasa. Ahora esta ausencia no es tan grave, ya que poco a poco sí que van apareciendo y ya queda muy lejos esa especie de reparo a todo lo que no viniera traducido o que supusiera tomarse en serio la posibilidad de algo extraño sucediendo en cualquier calle de la geografía española. Algunos, los más recientes, se han ganado un hueco gracias a una saga de una detective sobrenatural con los pies en la tierra, y otros, casi un clásico, resulta un poco vergonzoso reconocer que no le había prestado atención hasta ahora.


Sergio S. Morán. El lingotazo (Mil novecientos y algo, I). El autor de Veronica Guerra, alias Parabellum empieza una serie nueva serie de corte fantástico ambientada en una Península Ibérica alternativa, donde la magia es real y la corona española sigue contando con colonias en ultramar...aunque el imperio donde no se ponía el sol esté muy venido a menos. A principios de un imaginario siglo XX, el Birreinato de Hispania y Lusitania viven, entre deudas, del oro enviado de unas Indias cada vez más revueltas y del que las riquezas comienzan a hacerse más escasas. Tanto, que es un lingote, o más bien, un lingotazo de 8 kilos de oro, el que se cruza en la vida de los protagonistas. Lo que parecía un golpe de suerte fortuito para una joven aztéxica, un periodista y un mecánico del Norte, acaba desvelando una trama de corrupción donde no faltan traiciones, persecuciones en varios medios de transporte (¿quién dijo que el autobús no podía ser un escenario de pasajes llenos de acción?) y unas cuantas pistas de cara al siguiente volumen.

Porque la idea tras el primer tomo de Mil novecientos y algo es desde el principio, crear una serie con continuidad y ofrecer como trasfondo un mundo creado entre sergio Moran y James Stapleton. Y del que puede decirse que es uno de los mejores aciertos dado que este parece estar desarrollado con mucho detalle, bastante como para que el autor cuente con los datos necesarios a la hora de trabajar con escenarios y situaciones, pero no como para que al lector se le haga excesiva la información por encima de la trama o los personajes. Dependen, en muchos casos, de que en todo momento sea fácil reconocer cada punto alternativo de la geografía española, desde Extremadura hasta la cuenca minera, pareciendo a veces un poco una guía en la que cada enclave tiene su versión real. Aunque, desde un principio, parecía que la intención era esta y la mezcla de magia y fantasía que han hecho es bastante efectiva e incluso tiene sus momentos graciosos, pero sin pretender que esto sea un chiste ni un entorno hecho a modo de risa, sino algo complejo y que funciona dentro del libro o de los próximos. Aunque sigue sin parecerme una elección muy acertada que una pirata haya decidido abandonar el barco para seguir una carrera como funcionaria de Hacienda, y no al contrario.


Pilar Pedraza. Mystic Topaz. Pedraza cuenta con una carrera bastante larga ya como escritora de relatos cortos, novelista e incluso ensayo, aunque para muchos lectores puedan ser los primeros los que más suenen o los que sirvieran para conocer a la autora. A partir de las brujas de Mater Tenebrarum, me quedé con su mezcla de fantástico, su visión muy poco amable y mística del mundo de la brujería, y un particular sentido del humor que está muy presente en los relatos que describen el día a día de Mystic Topaz, una tienda de artículos ocultistas donde pueden encontrarse los objetos más extraños y dotados de poderes, donde la dueña es una experta exorcista...y también las piezas de joyería más coquetas. A través de los relatos de Geles, una empleada que no duda en reconocer que curró mucho, cobró poco, y aprendió un montón, hace un recorrido por los incidentes que pueden tener lugar en la tienda regentada por Delirio Presencia pero también en los alrededores de una ciudad que podría estar situada en algún casco histórico de cualquier país mediterráneo y donde la mezcla de nombres y lugares españoles e italianos hace que este sea un lugar inidentificable, donde lo irreal es algo habitual para las protagonistas pero también para el entorno: en sus páginas se describe como algo normal la patrulla del ayuntamiento que recoge animales extraviados y cadáveres escapados de los subterráneos, los vampiros que se pliegan de forma geométrica desplazándose en las paredes de la catedral, exorcismos...pero también algo tan corriente como un mal corte de pelo, una clase de yoga impartida en el local o una propietaria que a ratos parece ocultar todo tipo de secretos ocultistas, y a otros, parece tan negociante como la encargada de una mercería. Y donde muchas veces, lo más macabro y extraño se ve cortado de golpe con una afirmación completamente mundana.

Los casi treinta relatos, muy breves e independientes entre sí, forman un mosaico en el que a veces se nota que han sido escritos a vuelapluma, y en donde más de una ocasión, se contradicen las referencias entre unos y otros, algo que acaba encajando bien con un tipo de narración anecdótica y muy personal, y en el que el último relato, con la despedida de su narradora, se cierra de forma melancólica junto a las puertas de la tienda.

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