jueves, 28 de noviembre de 2019

Lecturas de la semana. De saldos


¡Han vuelto! ¡Las reseñas de libros han vuelto! ...Bueno, en realidad no se habían ido, pero había ganado la costumbre de quedarme con libros más voluminosos o que era posible pasarse más tiempo escribiendo sobre ellos. También es cierto que había pasado tiempo desde que había vuelto por uno de los sitios donde conseguía la mayoría de lecturas breves: la segunda mano. De esta última visita he descubierto dos cosas: que las colecciones que podían encontrarse a montones hace unos diez años, están desapareciendo o alcanzando precios inesperados. Pero que es posible, sobre todo cuando están un poco maltrechos (no lo suficiente para acabar con ellos, porque parece que cualquier cosa editada en bolsillo durante los ochenta y setenta son indestructibles), encontrar alguno perdido.




Las mejores historias de terror II. Hay portadas con ilustraciones feas y después están las de la colección Super Terror de Martinez Roca. Las de ciencia ficción eran todavía más lisérgicas y la Gran Super Terror fue capaz de imprimir cosas realmente horribles, pero a los dibujos distorsionados, rostros grotescos y colores chillones de aquellos libros diminutos había que reconocerles una cosa: eran llamativos, y todavía no recurrían al truco, un tanto irritante de plasmar el nombre de Stephen King en letras grandes aunque su aportación se limitara a un solo relato a un prólogo.

En esta recopilación, titulada Nightmares en versión original, también cuenta con uno de sus relatos encabezándola. El resto corresponde a nombres relativamente conocidos, como Dennis Etchinson o Chelsea Quinn Yabro, junto a otros, que pueden resultar vagamente familiares en el mejor de los casos, o haber tenido una carrera muy breve, en el peor. Estos no tienen ningún tema en común entre sí, salvo el de la temática terrorífica y el haber sido incluidos en el mismo libro. Y es posible encontrar niños monstruosos, casas encantadas, criaturas provenientes de la mitología isleña e incluso uno, muy breve, sobre venganzas musicales. Ninguno sorprende demasiado, ni resultan tampoco demasiado memorables una vez cerrado el libro. Pero el estilo es bastante clásico e incluso comedido, si se los compara con lo que se estaba empezando a publicar por esas fechas, y al menos, acaba convirtiéndose en una colección de relatos breve, entretenida, y que parece haber sido pensada exclusivamente para aparecer en formato de bolsillo.





Kenneth Robeson. El hombre de bronce y La tierra del terror. Lejos de haber encontrado por ahí un original perdido en un cajón de a un euro, se trata de una edición en fascimil de las dos primeras novelas de Doc Savage, el héroe escrito por…desde luego Kenneth Robeson no, porque se trataba de un seudónimo, sino, al menos en las primeras entregas, por Lester Dent, que se encargó de escribir una gran parte de la saga.

Clark Savage Jr, brillante cirujano, químico, atleta incomparable, ejemplo ejemplar de la especie humana y benefactor incansable de esta…¿Qué suena redundante? Pues más o menos es la primera descripción que espera al lector en las primeras páginas de cada novela, junto a un breve resumen de su grupo de compañeros de aventuras, cada uno especializado en un campo científico pero que nunca, nunca sobrepasarían en capacidades al protagonista. El personaje, apodado también como El hombre de bronce por su tono de piel, es el personaje principal de una serie de peripecias en las que se ve envuelto de forma personal como excusa para poner en marcha una historia que entra de lleno en el terreno del pulp: invenciones científicas imposibles en el primer caso, y un viaje a lo más profundo del continente americano en el segundo.

Con ambas novelas es fácil comprender la popularidad del personaje y su posterior presencia en los comics: aunque la caracterización de este, en un principio, no haya envejecido bien y su descripción pueda definirse como la de una mary sue antes de que se inventara el término, pero los secundarios que lo rodean son carismáticos, y la narrativa acaba funcionando también hoy por el atractivo del pulp y cierta nostalgia. Ahora, puestos a contar con protagonistas con imposibles habilidades que son reverenciados por el resto de personajes, sigo prefiriendo el punto absurdo y algo más desvergonzado de Harry Dickson.




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