jueves, 3 de octubre de 2019

Marianne (2019). Pesadillas, brujería y un caso de exoftalmos bastante grave


Empezar algunas series es tan difícil como no encontrar todo un revuelo alrededor de ella. Tanto, que a menudo acabo esperando a verla cuando este se ha calmado un poco, siendo imposible seguir un ritmo en el que cuando la gente se está pasando el susto de Hill House, se acelera con el estreno de Cristal oscuro, y empieza a emocionarse con la segunda temporada de Desencanto. Pero fue en un margen de horas cuando de nuevo, en un titular aparecía…¡La serie de la que todo el mundo está hablando! ¡Ha aterrorizado a miles de espectadores! ¡No la veas solo! También parecía bastante exagerado, aunque era imposible no quedar intrigado por  los fotogramas que acompañaban la noticia, y por tratarse de una producción francesa: desde Au-delà des murs no había vuelto a ver ninguna serie fantastique, y por desgracia, esta había pasado sin pena ni gloria por los primeros días del canal Dark. 




Marianne es el nombre de la bruja titular de dos historias: primero, la antagonista de la serie escrita por Emma Larsimon, quien la convirtió en la enemiga principal de la heroína Lizzie Lark como una forma de enfrentarse a las pesadillas recurrentes que la atormentaban desde su adolescencia, además de asegurarse una exitosa carrera como autora de novelas Young adult. Y también, la entidad, posiblemente real, que parece estar detrás del suicidio de una de las amigas de juventud de Emma. Es a partir de este suceso cuando decide regresar a Elden, su pueblo natal, e investigar sobre la existencia de Marianne. Lo que parecía un ente de ficción se convierte en un ser que pudo ser real y tuvo su origen en los procesos de brujería que vivió Europa durante el final de la Edad Media, y que parece mantener un vínculo con Emma que se hace más fuerte cada vez que esta escribe sobre Marianne. Algo que debe llevar a cabo si no quiere que la hechicera, espectro o quizá demonio, dañe a sus seres queridos, como hizo ya hace quince años. 


El revuelo que ha levantado la serie ha sido alabando el terror que esta es capaz de provocar y que viene recomendada por nada menos que Stephen King. Lo último no dice mucho (muchas veces este hombre recomendaba cada cosa…), y lo primero, es tan relativo como la percepción del propio miedo. Pero sí resulta novedosa en un área tan difícil como el fantástico en televisión. Concebida como una historia cerrada, aunque ya se habla de segunda temporada, se compone de un montaje muy rápido donde los cambios de plano bruscos se llevan a cabo con una serie de elementos vinculados a la trama: las páginas de un libro que se mueven velozmente, la presencia de un agujero en ellas que pasa a convertirse en uno en la tierra, a la manera, un tanto ilógica de los sueños, y planos muy breves, que se han calificado como imágenes subliminales, donde se puede atisbar la  monstruosa figura de Marianne, caracterizada por su silueta negra y ojos saltones. Y donde, como parece ser tendencia en los últimos años, también tienen cabida las referencias a obras posteriores, especialmente a It, guiño al impermeable amarillo incluido, o al videojuego de Alan Wake. Aunque de esta última no puedo estar segura al cien por cien porque me la han chivado.

Fuera de la expectación generada y de las referencias, la historia consigue ofrecer algo. No diferente, pero sí interesante. Pese a tratarse de un relato de brujería, errores del pasado y pueblos que ocultan un secreto, cuenta con una buena dosis de humor, negro a veces, y una de las protagonistas más insoportables que se han podido ver en mucho tiempo. Emma Larsimon caracterizada como alcohólica, egoísta y atrapada permanentemente en una adolescencia que no avanza, cambia radicalmente, o al menos, la percepción de esta, una vez llegada la parte final de la serie, donde su actitud se revela como algo impuesto por motivos altruistas y quizá por miedo. Esta no está hecha para caer bien a nadie, para eso están los secundarios y sobre todo, el inspector Ronan, todo un detective de manual y, como señala esta en un momento dado, aficionado a libros para adolescentes, sino para presentar una caracterización y desarrollo que acompañan a la historia. Y sobre todo, la propia Marianne, no como tal, sino en el papel de una de sus víctimas: la señora Daugeron, el personaje interpretado por Mireille Herbst Meyer ha sido capaz de ofrecer uno de los papeles de poseído más memorables de los últimos años…y unas sonrisas aterradoras que se recordarán en el fantástico durante mucho tiempo.

Marianne, sin duda, es una buena serie de terror. La historia atrapa, los personajes consiguen despertar algo en el público, sea miedo, simpatía, o en el caso de la protagonista, una irritación bastante persistente, utiliza las referencias de forma hábil y es capaz de jugar adecuadamente con las secuencias reales y las escenas oníricas que se convierten en una parte importante de la trama. Pero no es el fenómeno de horror e insomnio que anunciaron hace una semana, ni tampoco lo necesita para poder disfrutarla. 

Y como detalle curioso, el transfondo creado para  la serie incluye a un demonio cuyo sobrenombre es El rey de los Gatos. Es una suerte que se trate de mitología inventada expresamente, porque si no me estaba planteando en pedir una excedencia y dedicarme a la brujería a tiempo completo...

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