Muchos lectores empezamos como tal gracias a los tebeos. O, si el adulto que los mencionaba tenía más de setenta años, los “cuentos”. Entonces términos como comics, manga o novela gráfica quedaban muy lejos, pero la sucesión de viñetas con dibujos caricaturescos (¡lo del estilo realista todavía nos resultaba muy difícil!) fueron a menudo las primeras letras que pudimos juntar, con bastante dificultad y ayuda de las imágenes, y a menudo, sin comprender los chistes más allá de los porrazos.
Mortadelo, con sus disfraces inacabables, sus persecuciones finales, y su estructura serializada en las aventuras largas, fue no solo uno de los primeros responsables si no un personaje al que sí podría considerarse que nos acompaña toda una vida. Desde una copia casi indestructible, arrugada hasta extremos imposibles, de Los invasores, que comparte estantería con otra igualmente maltrecha de un tomo de los Especial Disney, pasando por los ejemplares, que recopilaban aventuras de forma aleatoria, de Super Humor, hasta la edición, más lujosa y cuidada, de Lo mejor de las historias cortas de Mortadelo y Filemón.
La mayoría conocimos a Mortadelo en su etapa de álbumes de 48 páginas, bien publicados de forma independiente, o por episodios, junto a otras tiras, de Super Mortadelo y Mortadelo Especial. Las aventuras independientes, de una o cuatro páginas a lo sumo, se quedaban para rellenar los álbumes largos o recopiladas en tebeos independientes bajo títulos genéricos como “los reyes de la risa” o “porrazos a mogollón”. Grijalbo, aprovechando el catálogo de Bruguera y tras la recopilación de 13 Rue del Percebe y Rompetechos, publica una antología donde se recogen estas historietas cortas, por una vez, en orden cronológico. Pero las más de mil planchas publicadas hace que la labor completa supusiera varios tomos, por lo que la decisión, por el momento, es la de hacer una selección con las más destacadas de cada época, y, si funciona, quizá poder disponer de entregas posteriores completando la labor. La decisión, además de responder a criterios de sentido común en cuanto a edición y costes, es también bastante adecuada de cara a los lectores: los primeros números, en blanco y negro, presentan a un Mortadelo muy distinto del que una gran mayoría de su público conoció en los kioskos: El Filemón de 1957, ataviado con un gorro de Sherlock, y su ayudante Mortadelo, que ocultaba sus disfraces en una chistera. Estas, reducidas a una sola página, dan paso a la evolución del personaje que se va acercando al que se haría famoso. Se aprecia, en el tomo, el cambio del blanco y negro al color, del número de páginas por aventura, la evolución del dibujo, de las características de los personajes y la aparición de los secundarios, porque en las primeras aventuras, La TIA, el Superintendente Vicente, el Profesor Bacterio y la Señorita Ofelia todavía quedaban muy lejos.
Las primeras páginas, en blanco y negro o bicolor como portada de Pulgarcito, también pueden resultar ajenas al lector que esperaba encontrar las viñetas que recordaba de la colección Olé. Estas llegarán un poco después, hacia los setenta, y la lectura de estas aventuras previas da la impresión de encontrarse con un “clásico”, y también con un personaje anterior al de la lectura nostálgica. Es, en cambio, uno de los aspectos más interesantes de la recopilación, ya que pese a existir muchísimos tomos con varios álbumes, la selección de estos era aleatoria en la mayoría de los casos, por temática (especialmente mundiales y olimpiadas) en las últimas, y el recurrir al orden cronológico era algo que todavía quedaba muy lejos, pero que muchos queríamos poder ver en papel.
Lo mejor de las aventuras Cortas de Mortadelo y Filemón acaba convirtiéndose en una compra que, al igual que los integrales de Rompetechos y 13 Rue del Percebe, los lectores del personaje acabamos viendo como necesaria: quizá esas primeras aventuras resulten desconocidas, pero las siguientes sí que cuentan con esa familiaridad que se buscaba, y quizá, con el personaje que se recordaba, mucho más centrado en el humor, en el golpe final que puede aportar una historieta de cuatro o cinco páginas, y sobre todo, mucho más intemporales, sin buscar las referencias a la situación actual que, en los álbumes de los últimos años, se han convertido en norma.
Si hay una obra que casi casi puedo decir que me conozco enterita es precisamente Mortadelo y Filemón. Bueno, especifico: hasta hace más o menos ocho añitos, cuando ya me pareció que la decadencia de Ibáñez no se podía disimular más. Aun así, no creo haberme reído tanto en mi vida como con él: me conozco de memoria muchas de sus mejores frases (es más, con algún que otro incondicional es broma recurrente). Por otro lado, y pese a algún fallo gramatical por la interferencia entre catalán y español (por ejemplo, el error de verbo en plural de las oraciones impersonales: "habían muchas personas...), el nivel lingüístico de sus tebeos es alto, y su predilección por palabras en desuso me ha hecho aprender muchas. Dominó tanto el formato corto como el largo, de tal modo que no puedo concretar episodios favoritos (aunque siempre tuve predilección por los deportivos, dedicados a mundiales y olimpiadas, sobre todo las primeras). Esas historias iniciales, lógicamente, tienen cierto sabor "prehistórico", y no se distinguen tanto de otros compañeros Bruguera a los que enseguida superó (Don Pío, Gordito Relleno, el Profesor Tragacanto, Carpanta...), pero su encanto es igualmente notable. Con Spiderman y el Capitán Haddock, Mortadelo sin duda es el personaje de tebeo de mi vida.
ResponderEliminarLo mejor de este tomo es poder ver como el personaje va evolucionando. ES cierto que no tenemos la sensación de estar leyendo al Mortadelo "de verdad" hasta que no empiezan a aparecer las páginas de los sesenta, y las anteriores dan una impresión un tanto genérica, donde esos chistes perfectamente podrían tener lugar en cualquier otra viñeta de bruguera.
ResponderEliminarSiendo sincera, Mortadelo también debería ocupar el lugar como personaje de tebeo de mi vida. Supuso, a lo largo de los años, reírse con las viñetas de porrazos, aprender una cantidad de vocabulario cuyo número de sílabas entonces me superaba, y de paso, tener que dejar para más adelante algunos juegos de palabras que entonces todavía me quedaban muy lejos. Tengo todavía mis dudas de si algunos de mis Mortadelos favoritos no serán algunos de los apócrifos, cosa que descubrí mucho después aunque ya entonces notaba que algunos albumes parecían dibujados de forma "rara".
También coincido con la situación actual del personaje: creo que el más reciente en orden de publicación que he leido ha sido Nuestro antepasado el mico, donde ya me pareció demasiado evidente que Ibañez estaba muy lejos de lo que habíamos conocido. Por suerte, ahora es mucho más sencillo poder acceder a los tomos clásicos de los que todavía me había quedado alguno sin leer.