Algunas obras han tenido tantas
adaptaciones a otros medios, o tan sonadas, que es posible que un
lector elija su versión favorita de las existentes. Se puede elegir
el Shakespeare de Welles, de Brannagh o de Justin Kurzel, el Sherlock
de Basil Rathbone o Benedict Cumberbatch, el Conan de Buscema o Barry
Windsor Smith.
La saga de Elric de Melnibone, uno de
los campeones eternos de Michael Moorcock, ha sido la última en
contar con una adaptación a un formato distinto que pueda suponer
una referencia a la hora de hacer una elección parecida. En este
caso, el cambio ha sido bastante drástico, sustituyendo el estilo de
cómic estadounidense por la bande desinée francófona. El
guionista, Julien Blondel, comenzó en 2013 con el guión en comic de
Elric, el último emperador de Melniboné, una civilización más
cercana a los dioses del caos que a los humanos, que parece vivir
recluida en una ísla, sus últimos siglos de decadencia, lejos de su
grandeza anterior y olvidando el avance de los reinos humanos. Elric
es un reflejo de su imperio: un albino, débil y enfermizo que
depende de los hechizos de su amada Cymoril para subsistir, mientras
que su primo Yrkoon ansía recuperar los días de gloria y hacerse
con el trono del imperio. Es una traición de este lo que lleva a
Elric a tener que recurrir a la ayuda de uno de los señores del Caos
para poder, al menos, salvar a la mujer que ama. Aunque esto lo
conduzca a tener que abandonar su isla, convertirse en un mercenario
errante en la sociedad humana y quedar permanentemente ligado a
Tormentosa, una espada de la que dependerá para sobrevivir.
Hasta la fecha, los tres primeros
álbumes adaptan uno o dos de los primeros libros de la serie (al
menos en orden narrativo. Moorcock llevaba un orden tan loco que
empezó escribiendo el final), un argumento que, por escrito,
parecería cualquier narración de fantasía heróica genérica, con
un protagonista quizá un poco más agonías por aquello de separarse
de los cachas de Robert E. Howard. El comic, al igual que los libros
de Moorcock, es mucho más. Y en algunos casos, podría considerarse
que mejora el material original, muy marcado por algunas tendencias
de la época o por unas ideas un tanto lisérgicas que han envejecido
bastante mal y que es difícil que no resulten ridículas al
plasmarlas en papel. El Elric de Blondel es igual de enfermizo y
sinsangre que el escrito por Moorcock, pero aquí se le retira en su
primera aparición de todo atisbo de humanidad o similaridad con esta
que pudiera tener: simplemente, es demasiado abúlico como para
disfrutar torturando esclavos, y con la marcha de su reino es mucho
más sencillo ir atisbando la evolución que el personaje sufrirá
más adelante. Quizá el cambio más interesante ha sido el de
Cymoril, quien se limitaba en los libros a tener una presencia
testimonial o a pasarse el rato secuestrada (cuando no la duermen con
algún hechizo. Nunca he visto un personaje que se eche tantas
siestas no voluntarias) a caracterizarla como, según el material
original, debería ser una noble de Melniboné: sin la menor empatía
hacia el resto de seres vivos, profundamente enamorada del
protagonista, pero también capaz de los actos más atroces y de
mostrar una sorprendente ambición y falta de piedad. Y, aunque
empieza a atisbarse en la trama uno de los elementos más
importantes, como es la idea del campeón eterno y sus encarnaciones,
o la posibilidad de cruzar a distintos mundos del multiverso, se ve
aquí minimizada a una breve viñeta que se limita a hacer referencia
a ellas. Podría ser que la idea sea hacer una versión en comic más
lineal de la historia, o centrada unicamente en el personaje de Elric
y no en el resto de héroes creados por Moorcock. O que, si ya en
papel ese capítulo era un poco desconcertante, más lo sería a la
hora de trasladarlo a imágenes.
En el apartado gráfico, las decisiones
tomadas han sido un tanto particulares, pero han funcionado: han
pasado más de 40 años desde el primer libro, lo que ha dado tiempo
para que existan distintos referentes visuales y estéticos que se
han tenido en cuenta a la hora de diseñar escenarios y personajes.
La más reconocible ha sido la del diseño de Melniboné y sus
habitantes. Los ilustradores en el anexo mencionan que su
inspiración fue la estética sadomasoquista, para después reconocer
lo que puede verse en la primera viñeta: que es una inspiración, o
quizá una evolución, de los cenobitas de Hellraiser. Del mismo
modo, recurren a elementos modernos para ilustrar algunos de los
parajes más extraños: el término “barcos con forma de zigurat”
se transforma en una flota de naves similares a submarinos. El resto
de viñetas, cada paraje, vestuario, escenas oníricas y reinos que
su protagonista visita, son cuadros que están a la altura de lo que
podría haberse imaginado cuando el autor de los libros ideó su
Multiverso.
Elric no ha sido un extraño en el mundo de los comics. Druillet realizó las primeras ilustraciones del personaje, llegó a tener un breve enfrentamiento con Conan (cosas de los comics y de que en el multiverso puedes acabar en cualquier sitio) y P. Craig Russell llevó a cabo la encarnación más conocida. Pero ha sido gracias a Blondel por el que he encontrado mi versión de Elric.
La de Craig Russeel me encantó.
ResponderEliminarÉsta no la conozco, tendré que hacerle un hueco.
La de Russell la lei en cómics de grapa sueltos que no le hacían mucha justicia, aunque como adaptación a cómic me quedo con la de Blondel.
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