jueves, 19 de octubre de 2017

It (2017). Desconfía de los payasos en los días de lluvia


2017 ha sido un buen año para Stephen King. En un espacio de tiempo tan breve, ha conseguido ver adaptados a cine y televisión varios de sus libros. Y aunque La Torre Oscura no fuera el éxito de crítico y público que esperaban (aunque a mí me gustó horrores) y la nueva serie de la Niebla acabara siendo cancelada (se lo merecía por prometernos criaturas de otra dimensión y darnos el cambiazo por un telefilme), quedaba todavía la más difícil de sus obras y la que podría considerarse la joya de la corona de todo lo estrenado.



It, pese a lo controvertido de su contenido, donde el horror cósmico se mezclaba con el más crudo y cotidiano, consiguió ver en 1990 una versión en miniserie más que digna, donde en parte por los medios, y en parte por las normas televisivas, muchos aspectos se quedaban fuera. Pero que a pesar de esto, consiguió ser una de las producciones de terror más memorables de la década, en parte gracias a la presencia de Tim Curry como Pennywise, el payaso cuya apariencia ocultaba una criatura que cada 27 años se llevaba a varios niños de Derry, una pequeña ciudad que ya sin la presencia de un ser así era un lugar de lo menos recomendable: llena de violencia oculta, secretos y silencio, es un grupo de chiquillos al margen, por distintos motivos, de la sociedad infantil, quienes tras la desaparición del hermano de uno de ellos, son conscientes de su presencia y deciden enfrentarse a ella. Y si la idea de enfrentarse con doce años a un ser prehumano parece difícil, lo es más cuando este es capaz de convertirse en todo lo que ellos temen.




Esta nueva versión no se trata de un remake, sino de otra versión de la obra de King, y aunque el contenido será similar, la forma de enfocarlo es muy distinta. Especialmente porque el presupuesto y el carácter del público ha cambiado, por lo que la película tiene muchos factores a su favor. En cambio, era difícil olvidar algo tan simple como la capacidad con la que Tim Curry podía infundir temor sin apenas efectos especiales, y sin más caracterización que un traje de payaso tirando a simple, como el que podría verse en cualquier fiesta infantil. El nuevo Pennywise toma un aspecto muy distinto, remitiendo a los payasos del siglo XIX con un traje y un aspecto de arlequín mucho más detallado, pero también mucho más ajado y de colores más opacos. Y en el que el encargado de darle vida, Bill Skarsgard, opta por interpretarlo de forma que su presencia sea una amenaza mucho más abierta, y donde ya en sus primeras apariciones su actitud transmite una mayor sensación de demencia y de ocultar lo que es verdaderamente.


 
En persona vs. foto de Tinder (atención: chiste mainstream)

Si bien el libro estaba ambientado a caballo entre finales de los cincuenta y finales de los ochenta, el guión da un salto para narrar unicamente la primera parte, centrándose en unos protagonistas infantiles hace treinta años: un salto de generación pensado, del mismo modo, para el público adulto que reconozca los escenarios de la película como parte de su infancia. Y aunque los ochenta que presenta están muy bien reflejados, estos carecen de la nostalgia con la que se pudo potenciar Stranger Things. O al menos, no demasiado: siempre conserva cierto punto donde se explota un poco la imagen de infancia idílica que hace pensar en esos años, como los paseos en bici, la impresión de las vacaciones que duran siempre o unas canciones que suenan en los momentos acertados. En cambio, procuran mantener ante todo la época en la que viven los protagonistas, con todos los aspectos negativos y neutrales que conllevaban: las comunicaciones limitadas, o el que todo lo que puedan descubrir los protagonistas se encuentre mediante bibliotecas.



Dentro de los matices más oscuros que se muestran, es la propia ciudad de los personajes: ciertas situaciones que ya en el libro eran muy controvertidas, y algunas que dudo mucho que se lleguen a ver nunca en pantalla, pero que aquí se trasladan con mucha sutileza: en la ciudad de Derry se entreven habitantes mucho peores que Pennywise, y si bien no se regodean en ella, un lugar marcado por la violencia, el secretismo, y donde cualquiera puede ser un psicópata, resulta más inquietante.



Por este motivo el desarrollo del guión se convierte en una mezcla de elementos sobrenaturales y horror real, de modo que en algunos momentos la película es una sucesión de sustos y escenas costumbristas. Un estilo que se hace un poco repetitivo,en el que el montaje hace que estas se alternen de una forma que parece puesta en orden. Pero que por separado son muy efectivas: al guión se le suman unos actores principales muy competentes pese a su edad (y uno de ellos reconocible por Stranger Things), mientras que las escenas macabras se desarrollan con un imaginario muy cuidado y donde detallan al milímetro lo grotesco de los miedos de los miedos de los protagonistas y lo que oculta verdaderamente el personaje de Pennywise.

Aunque esta versión de It se limite a rodar la primera parte de la historia, sin hacer referencia a su continuación treinta años después, la idea no ha sido mala: por un lado, han creado una historia independiente, aunque haga un poco que el resto de la narración pueda verse un poco como una secuela y no como un todo. Por otro, se aseguraban al menos poder cerrar esa primera parte en caso de no poder continuarse. Que, vistos los resultados esta vez, no va a ser el caso.




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