A H. P. Lovecraft muchos empezamos
leyéndolo como escritor y lo terminamos como personaje. Bien como
referente histórico en alguna aventura de época, bien como
protagonista. En algunos casos como el propio escritor que se
enfrenta a una situación inesperada. En otros, plantado nada menos
que ante sus propias creaciones. Pocas veces se ha dado una unión
parecida entre un autor y el mundo creado por este, quizá empezando
esto desde el momento en el que se le ocurrió crear el Necronomicón
e incluso dotarlo de un trasfondo histórico. Entre todas estas
invenciones, pastiches y variaciones, nos quedaba pendiente la novela
más peculiar que llegó a protagonizar: su propia vida.
De las biografías escritas sobre
Lovecraft la más conocida en España era la de Sprague de Camp, que
en los años siguientes quedaría bastante desprestigiada por la
inexactitud de los datos y por convertir a H. P. L. en poco menos que
una caricatura del escritor recluso e incapaz de funcionar por si
mismo. Además de haber aparecido material suficiente como para poder
dar una visión mucho más completa de este. Esta es la idea
principal de Roberto García Álvarez, quien desde un principio
expone su intención de separar al “personaje”, la imagen que sus
primeros lectores nos hicimos y fue postertiormente popularizada, de
la persona. Que en realidad es muy distinta: comenzando por unas
referencias bastante amplias a sus antepasados cercanos, y terminando
por lo que sucedió con su obra unas décadas después, cubre de una
forma muy exhaustiva sus primeros años, o en su caso, las
circunstancias que entonces afectaron a su familia, su etapa escolar,
su carácter, un poco particular y a veces neurótico pero también
muy lejos del ermitaño que se esperaría. Su fallido matriomonio con
Sonia Greene, su trato, por carta o en persona, con distintos
escritores que formarían parte de su círculo o se distanciarían
del fantástico, e incluso, los recovecos legales y sucesorios que
tuvieron lugar para que los lectores de décadas posteriores
conocieran los Mitos de Cthulhu.
El trabajo realizado por García Álvares a nivel de lectura es más que satisfactorio: el libro es muy ameno, directo y no se pierde en teorizaciones, sino que expone los hechos tal cual. O, en algunos casos, expone las distintas versiones, sin optar por ninguna y sin más objetivo que el lector las conozca. E intenta, ante todo, mantener un tono objetivo, sin que se hagan evidentes sus opiniones personales. Algo lógico siendo una biografía, pero es muy difícil que en las páginas no quede solamente el estilo como parte de su autor. En este caso, sus menciones al libro de De Camp son muy críticas, y algo menos a la figura de Derleth, quien sorprendemente, tuvo bastante importancia como editor póstumo de Lovecraft pero no como uno de sus amigos más cercanos.
La visión que da tanto de Lovecraft
como de sus allegados también es muy completa: no solo queda lejos
del estereotipo popular sino que consigue el objetivo que se había
propuesto: retratar a una persona, y no a un personaje. Con unas
neuras que quizá lo convirtieran en alguien un poco extraño, pero
no tan victima de las circunstancias como se lo retrató previamente.
Algo que también puede aplicarse a su familia, donde si bien no se
excusan los trastornos que marcarían a los Philips, también están
muy lejos de ser unas figuras dominantes o negativas: en la vida,
como en las mejores novelas, nada es blanco y negro.
El momento Sálvame que estábamos esperando: H. P. L. y Sonia Greene
Además de su valor biográfico, el
libro es toda una fuente de información sobre ciertos aspectos poco
conocidos en la vida diaria de la época de preguerra y los
posteriores. El aislamiento, tanto en la figura de H. P. L. como en
la de muchos lectores y escritores aficionados, no era tal, como se
demuestra la extensa red de prensa aficionada con la que este trabajó
durante gran parte de su vida. Un conjunto de personas, asociaciones
y redes de contacto postal que poco tendrían que envidiar a internet
en el próximo siglo (y que de paso, hacen pensar que Lovecraft se
sentiría más que cómodo ante un teclado de ordenador. O viendo
vídeos de gaticos).
Como biografía para interesados en H.
P. Lovecraft, El caminante de Providence es posiblemente una de las
mejores lecturas de las que se pueden disponer hoy, además de ser de
las más recientes (aún sin haberla leído, empiezo a sospechar que
la de Sprague de Camp entra más bien en el terreno de la novela). Y
lo del spoiler del principio era broma: Howard no muere al final. Ni
Robert E. Howar, ni Clark Ashton Smith. Permanecen, como muchos
otros, con sus lectores.
Tenía este libro pendiente de lectura desde que me lo compré hace unos meses, y había reservado este mes para leerlo, porque la editorial La Biblioteca del Laberinto sacaba precisamente dos títulos sobre HPL, uno de Lin Carter sobre los relatos de los Mitos de Cthulhu y otro que contiene una miscelánea con artículos del mismo Solitario de Providence o de gente que lo conoció. Esta entrada tuya me ha terminado de decidir, y ya voy por la mitad, devorándolo con deleite. En efecto, aborda a HPL sin dejarse llevar por el "mito" del misántropo extravagante que tan atractivo resulta (al ser en sí mismo un tipo de personaje literario digno de sus cuentos), tratándolo con profunda comprensión y, eso sí, confrontando las distintas fuentes. Aunque yo en particular le tengo mucho cariño a la biografía de L. Sprague de Camp, he aquí una obra independiente y con personalidad. Espero sumergirme después en la relectura de los cuentos del autor; hace años que tengo especiales ganas de volver a los relatos de Randolph Carter.
ResponderEliminarA nivel de lectura, su autor triunfa: pocas veces he devorado una biografía con tanto interés como el que se puede leer a golpes una novela. Támbién se ha cuidado mucho de no ensañarse con nadie, aunque fuera para mí una sorpresa descubrir que August Derleth no fuera el amiguísimo de H. P. L. que pensaba cuando descubrí al autor. Y sobre todo, que esa faceta suya como personaje se quedara poco menos que en una chiquillada de la veintena. Me ha picado la curiosidad sobre los dos libros nuevos que mencionan. Este último año he retomado mucho todo lo relacionado con los mitos de Cthulhu, y aunque están cayendo las antologías más peregrinas, también me gustaría leer algo un poco más cuidado.
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