miércoles, 7 de junio de 2017
Aitor Solar: La fuente de las tinieblas. Algo huele a podrido en Fontenebra
Además de haber una cantidad asombrosa de obras derivadas de Lovecraft, desde hace algún tiempo tambiéne s mucho más fácil acceder a ellas. No solo por las facilidades de compra o, ejem, "acceso completamente legal a través de vías de descarga autorizadas", ejem, sino porque los mitos ya no son patrimonio exclusivo del idioma inglés y muchos autores se han lanzado a hacer su propia versión, my lejos de las calles y puertos de Nueva Inglaterra. La idea es muy de agradecer en un género donde, igual que los zombies, tiende a estancarse en tópicos y escenarios muy concretos. A Aitor Solar se le pasó lo mismo por la cabeza, y decidió que sus relatos también versarían sobre los Mitos de Cthulhu, pero en una ambientación tan cercana y conocida para el lector como lo pudo ser Providence para Lovecraft.
La fuente de las tinieblas es un conjunto de cuentos cuyo subtítulo de "relatos suburbanos de los Mitos de Cthulhu" establece el punto de partida común de todos ellos: historias independientes entre sí, pero que comparten universo y probablemente, el momento en que suceden, caracterizadas por tener lugar en Fontenebra, una ciudad cualquiera donde suceden cosas muy extrañas. Pero que por su escasa repercusión en el exterior no pasan de ser noticias en el periódico local con una explicación racional. Dnde un artista local pretende emular a Pickman, el pintor de Boston, o un incendio en una discoteca causado por una invocación accidental de una criatura primordial. TAmbién es un lugar donde los profundos sobreviven a un entorno contaminado como pueden (pero no nos engañemos, siguen siendo igual de fastidiados que los de H. P. L. ), donde el fin del mundo es una custión de percepción y donde, tal vez algunas de las cosas que suceden sean solo contadas desde el punto de vista de alguien que ha leído demasiados cuentos de terror.
EN el prólogo el autor establece su idea de modernizar estas historias, hacerlas más cercanas a sus lectores y alejarlas de los escenarios que se han visto mil veces en Arkham Horror. Algo bastante ambicioso pero que consigue en su mayor parte gracias a la sencillez con la que lo afronta, el cariño y conocimiento que tiene de la obra de Lovecraft, y sobre todo, porque su escenario y el planteamiento de los relatos son todo un acierto.
En un momento dado describe Fontenebra como "un antiguo pueblo turístico reconvertido a aborto de ciudad dormitorio", un lugar que con esos datos, podría ser cualquiera: desde una ciudad dormitorio como tal, hasta una capital de provincia. Y esta amplitud hace que los escenarios sean muy próximos: han pasado casi diez años desde el comienzo de la crísis y en todos los núcleos urbanos son visibles sus consecuencias. Zonas que no han llegado a urbanizarse, áreas recreativas abandonadas, urbanizaciones sin servicios mínimos y polígonos industriales en desuso, que se convierten en un entorno adecuado para ocultar cualquier trama sobrenatural.
La aproximación que hace en cada relato también es muy curiosa: opta por no dar más nombre qu eel de la ciudad, y los protagonista en todos los casos permanecen anónimos. Ninguno de ellos tiene nombre y se limitan a vivir en primera persona cada uno de los episodios aislados que componen en libro, aunque en algún momento se hagan referencias a los eventos que se han narrado con anterioridad. Estos, en conjunto, más que originales, son una aproximación moderna a temas conocidos, pero realizados con bastante ingenio y en algunos casos, con muy mala idea, siendo más que terror, un humor negro muy sutil. El mejor ejemplo es el emplear el tema de las adopciones internacionales para hacer una referencia a los tcho-tcho, una de las razas malvadas por excelencia de los Mitos, sin concesiones a la corrección política y sin más intención que convertir lo familiar en terrorífico.
En algunos casos, los Mitos pesan demasiado. Es un poco raro considerarlos un defecto tratándose de una antoloía lovecraftiana, pero los cuentos funcionaban al hacer menciona a monstruos que el lector conoce, sin decir lo que estos son, en lugar de acercarse demasiado a las normas propias del pastiche. Los más sutiles son mucho más efectivos y creíbles que aquellos donde esta coherencia se rompe por situaciones un poco de manual, o que se hacen muy forzadas: como una pareja con el síndrome de Diógenes que se declara adoradora de un dios con más consonantes que vocales (y al que mencionan sin pasar ningún apuro) o donde un personaje dice que encontró un ejemplar del Cultes des Goules en la biblioteca municipal. Seguramente estaría al lado de los temarios de oposiciones. Es un lugar tan bueno como cualquier otro.
La fuente de las tinieblas no va a revolucionar el género. Son relatos un tanto anecdótico que circulan por caminos conocidos, pero tampoco era su intención aportar algo novedoso, sino el modernizar un poco un tipo de horror que hoy es un clásico y a veces, como le pasa a estos clásicos, un poco trillado y necesitado de nuevas aproximaciones. .Algo que en este caso consigue, con un estilo muy fluido, muy cercano y que no pretende emular a Lovecraft. Donde es curioso ver lo sobrenatural deambulando (o más bie, escondiéndose) en una ciudad de lo más normalito: Fontenebra puede ser cualquier sitio.
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