Cuando se piensa en películas
navideñas la primera que debe venir a la cabeza, es Qué bello es
vivir, aunque sea más bien por la de veces que aparece de fondo como
lo que los personajes de otra ven en televisión. La segunda sería
Sólo en casa, un auténtico bombazo en su época y que en España sí
se convirtió en una habitual para cubrir parrilla en estas
fechas...y bueno, en la última década, el Señor de los anillos.
Desde hace cinco o seis años no faltan unas vacaciones sin
ella y sin que muchos nos echemos la
siesta post-comilona con Frodo y Sam de fondo.
Y después está Pesadilla antes de
Navidad, que es otro cantar. No solo lo mismo sirve para Navidad que
para Halloween sino porque es de esas películas que, al igual que
Gremlins y más recientemente, Krampus, la utiliza como trasfondo
para una historia menos melosa y con menos buenas intenciones que los
clásicos habituales. Además, tiene monstruos, y a raudales. En
concreto, todos los habitantes de la ciudad de Halloween y Jack
Skellington, el rey de la festividad, quien parece haberse hastiado
de dedicarse a buscar, año tras año, nuevas formas de asustar. Tras
descubrir que tras Halloween hay una nueva fiesta, donde no hay
gritos ni miedo, sino regalos e ilusión, decide embarcarse en un
propósito muy distinto: sustituir a Santa Claus, encargándose de la
Navidad y convertirla en algo inolvidable. Pero pese a sus esfuerzos
y buenas intenciones, la manera que tendrán de entenderla una ciudad
poblada por esqueletos, vampiros, fantasmas y resucitados será muy
distinta de la que los niños esperan.
Lo más paradójico de una película
como esta, que puede considerarse parte de la mejor época de Tim
Burton, fuera producida por Disney, quien durante muchos años tuvo
el sambenito de sacar producciones muy blancas y muy para todos los
públicos. Algo muy alejado de lo que puede verse en las primeras
secuencias donde se presentan los escenarios, personajes
principales,secundarios y sobre todo, la estética que entonces era
la característica habitual de Burton: espirales, gusanos a rayas,
más dientes de los que uno pueda contar y un desfile de todo tipo de
monstruos, desde algo tan reconocible como un vampiro a otros que no
tienen más referencias aparentes que todo aquello que da miedo. Cada
uno de los personajes se ha diseñado al detalle, y precisamente las
escenas que transcurren en la ciudad de Halloween sirven para
disfrutar de todos los decorados que se han creado, y para fijarse en
todos y cada uno de sus habitantes. Estas secuencias, donde prevalece
el gris y el sepia, contrastan de forma muy efectiva con la ciudad de
la Navidad y sus personajes, donde la luz es mucho más cálida, e
incluso con los escenarios realistas que aparecen, donde esta tiene
un tono más apagado y corriente. Aunque no se ha descuidado el
guión, toda la filmación es una obra de artesania donde el stop
motion brilla por sus propios méritos, algo que no se había vuelto
a recordar hasta las estrenadas por el Estudio Laika, quienes siguen
manteniendo esta tradición. Y también con una brevedad de la que
hoy se consideraría un mediometraje: unos setenta minutos, que
hicieron que en el estreno se completara la producción con alguno de
los cortos de Burton, como Vincent o Frankenweenie (de las que pude
ver ambas en su día. Porque sí, fui dos veces a verla...eh, en los
noventa el cine era mucho más barato).
Es precisamente el guión el que
también está a la altura del trabajo visual: planteada como un
musical, las canciones son una parte muy amplia del metraje y todo un
logro dentro de la banda sonora: hoy la pieza Esto es Halloween es
tan tarareable como podría serlo cualquiera de Cantando bajo la
lluvia. Pero para quien fuera esperando ver unicamente monstruos que
querían robar la navidad, se encontró con algo muy distinto: unos
personajes entrañables, entre los cuales, Jack, su protagonista,
actúa buscando algo que vuelva a darle un sentido de nuevo a su
vida, añadiendo con él y el resto de personajes de Halloween, una
trama muy curiosa sobre la sensación de encontrarse perdido, la
naturaleza de cada uno, o de aceptarla y sacar lo mejor de esta. A la
manera de Tim Burton, claro. Pero tampoco falta un hilo romántico e
incluso un antagonista, aunque quizá este último sea el que queda
menos claro que hace ahí si no es para darle tensión al último
tercio de la película, y sobre todo, de ofrecer una de las mejores
secuencias visuales de esta.
Aunque las canciones fueron dobladas al
castellano, y de manera muy fiel, también es uno de estos casos en
los que verla en versión original es un añadido que le aporta más
matices. El sentido de algunas frases se pierde al tener que buscar
la rima adecuada, y por el camino se han quedado detalles que en
cierto modo son importantes como que Jack Skellintgon no es el Rey
del Mal, sino el Rey de las Calabazas, el símbolo de Halloween. Que,
como cantan los monstruos en un momento dado, no son malos, sino que
es su forma de ser, o que Oogie Boogie es el boogey man (el hombre
del saco anglosajón). La historia sigue ahí, se comprende
perfectamente, pero, una vez conocida, casi es una novedad descubrir
estos pequeños detalles que en su momento se perdieron.
Breve, pegadiza y con unos personajes
inolvidables, Pesadilla antes de Navidad es una de esas películas
que hacen pensar “ya la he visto”, que con su simpleza parece
difícil no olvidar su argumento, a grandes rasgos, pero que en algún
momento, es imposible no volver a perderse por las calles de ciudad
Halloween y fijarse en todos y cada uno de los detalles que ofrece.
Además, hoy era un día tan bueno como cualquier otro, o incluso
más. A fin de cuentas, pocos días más anteriores a navidad puede
haber más que este.
Recuerdo haber contemplado con asombro esta película en los cines, con el mismo asombro que, unos pocos años atrás (en compañía de cuatro gatos), vi "Eduardo Manostijeras". Estas dos películas labraron mi culto a Tim Burton para muchos años... que el mismo director agotó a fuerza de tanta cansina repetición posterior. Aun así, las dos se mantienen como lo mejor de su director (solo "Big Fish", de las posteriores, me parece mejor), y siguen emocionando y fascinando lo mismo. ¿Cuántas veces no habré tarareado las canciones más famosas de esta "pesadilla"...?
ResponderEliminarPor cierto que en su día creo que todos preferimos ignorar que, aun cuando la apariencia visual, el argumento y la atmósfera son Burton en estado puro... él no firma la realización. Está claro que Henry Selick fue ninguneado. ¿Se lo merecía? Tres años después firmó otro film "burtoniano", producida por Tim pero sin la misma implicación personal, y el resultado es peor: "James y el melocotón gigante". Y mucho más tiempo después hizo otro film de "stop motion", éste mucho mejor, que también tiene mucho de burtoniano aunque ya este director nada tenga que ver, "Los mundos de Coraline".
En su época Burton era un cineasta único, el partidario de lo macabro y de los freaks en una época en que el cine para todos los públicos tenía que ser más luminoso y optimista. Big Fish debió ser un punto, no el más alto, sino aquel en el que se podía vislumbrar cierta evolución a la que renunció, y quizá Dark Shadows debió ser uno de sus momentos más bajos.
ResponderEliminarA Henry Selick, en cambio, lo tenía asociado más con Coraline que con Pesadilla antes de navidad, al haber visto la película en una época en la que los títulos de crédito no eran algo en lo que me fijase mucho. En cambio, cuando descubrí después que era su director, no me sorprendió tanto habiendo conocido ya sus otras dos películas.