Después de ver el primer capítulo de la saga Evil Dead, me
faltó muy poco para salir a la calle dando voces de alegría y ponerme a
escribir sobre el regreso de Ash Williams y el Necronomicon. Preferí esperar a terminar
la serie, en el último caso, y en el primero, por suerte, me contuve. Habría
sido muy desconcertante para todo el vecindario…pero tres películas y un piloto
de cuarenta minutos que superaba mis expectativas lo hubieran justificado.
Han pasado 23 años desde el estreno de El ejército de las
tinieblas, donde el personaje de Ash se convertía en el héroe bocazas y muy de
dibujo animado que sería popular y donde aparentemente, no había ningún motivo
de guión para no continuar la serie. Hubo rumores y un montón de ficción
derivada de esta saga en forma de videojuegos y comics, pero esa cuarta
película no llegó a tener lugar. Lo que llegó en realidad fue una serie que,
pese a continuar la línea argumental, se saltaba por motivos de derechos todo
lo relativo a la narración para conservar únicamente a su protagonista como se
caracterizó entonces. Ash, el empleado de S- Mart (ahora Value Shop) conserva
de entonces su motosierra, una escopeta y un ejemplar del Necronomicon que
guarda en una caravana. Porque durante las últimas dos décadas y pico se ha
dedicado a mantener un puesto de trabajo que no va a ninguna parte, ligar con
todo lo que tenga faldas ya demostrar que el haber sido un héroe no implica que
sea inteligente, tras liberar de nuevo a los demonios al recitar unos cuantos
pasajes del libro intentando impresionar a una chica. No tan en forma como en
sus buenos tiempos, tendrá que abrirse paso disparando y troceando a todos los
cadáveres que intentan arrebatarle el Libro de los Muertos. Pero esta vez no está
solo: Pablo y Kelly, sus compañeros de trabajo, lo ayudan por distintos
motivos. Y una mujer, que asegura ser la hija del arqueólogo que descubrió el
libro, está convencida de que Ash es el causante de la vuelta de los demonios.
Cuando pasan muchos años desde la aparición de cualquier
ficción, sea película, libro o cómic, una secuela tardía no suele dar buen
resultado. O el original está demasiado idealizado por la nostalgia y parece
inigualable, o realmente estas continuaciones no están a la altura. Y, en
algunos casos, los propios autores evolucionan de forma distinta desde sus
primeras obras, de modo que su forma e intereses a la hora de contar una
historia va a ser muy distinta que hace treinta años. Por eso un trailer
bastante prometedor no era suficiente como para que confiara en una secuela que
había sido reconvertida a serie, hasta que el primer capítulo confirmó que, en
muy contadas ocasiones, estas secuelas funcionan. El guión ha sabido adaptarse
muy bien al hueco temporal, especialmente, en cuanto a su protagonista. El Ash
que aparece aquí es realmente el personaje original, que ha seguido una
evolución lógica, para la idea de la serie, durante este lapso de tiempo. El
personaje como tal fue desarrollándose mucho más en otros formatos, con lo que
el público tenía ya una idea de este a la que se ha respondido perfectamente: es
vago y desastroso desde un punto de vista cómico, sigue conservando sus frases
ingeniosas en todo momento y una actitud entre chuleta y rancia que a ratos
parece un poco de héroe de los cincuenta, y a otros, se hace evidente lo
absurdo de esta gracias a sus coprotagonistas. Es imposible imaginarse a otro
Ash que no sea el interpretado por Bruce Campbell, quien además de seguir en
forma para las secuencias más exageradas y de caricatura, demuestra sacarle
mucho partido a otros aspectos cómicos del personaje, como los años que le han
pasado por encima y la falta de luces que lo caracteriza.
La principal diferencia respecto a las anteriores secuelas
es el contar con más de un personaje principal. Si en las anteriores cualquier
otro parecía destinado a ser una víctima, esta es una entrega algo más coral,
donde además de cotar con dos coprotagonistas, hay otros personajes regulares
que aportan nuevos elementos a la trama. Resulta un poco difícil el que alguien
le de pie a un personaje como es Ash, sin caer en el papel de secundario
gracioso (porque en realidad, toda la serie es una comedia. Con muchas tripas y
sangre, pero comedia), o en comparsa para que el público más joven siga a un
héroe que pasa la cincuentena. Pero consiguen que tanto Pablo como Kelly tengan
caracteres dispares, útiles para la trama, y que se ganen la simpatía por
méritos propios. No pasa lo mismo con Fisher, la policía que parecía querer
servir un poco de nexo entre el mundo enloquecido de Evil Dead y el real, y que
al final se queda en un amago de interés romántico que no aporta mucho. El
papel de Lucy Lawless, exceptuando la diversión potencial que implica tener a
dos actores como ella y Bruce Campbell en una comedia gamberra, no es un aporte
contínuo: sus apariciones son más esporádicas, que bien sirven de enlace
también con las películas anteriores, y como posible giro de final de temporada
o enigma para la siguiente.
En cambio, hay algo que sí han mantenido y que ha sido el
mayor factor de éxito de la serie: es muy cercana al espíritu de las películas.
Estas empezaron como cine de terror al uso, y muy sangriento, y fueron
avanzando hacia el terreno de la comedia. El exceso de destripes, disparos y el
montaje acelerado sigue ahí, igual que el estilo mucho más artesanal de los
efectos especiales, que en ningún momento tienen un aspecto cutre pero sí
resultan mucho más tangibles y en consonancia con la saga. Y que hacen parecer
a los digitales, a los que recurren en algún momento, tremendamente
anacrónicos. Algo extraño, porque no es una producción que estuviera falta de
presupuesto.
Ha sido toda una sorpresa que la cuarta entrega de Evil Dead
no fuera una película, sino una serie. También con una distribución de la
duración un poco extraña pero acertada: el primer episodio de 40 minutos sirve
para interesar al público que, o bien estaba esperando esta secuela, o bien
tenía curiosidad por saber qué era. Y el resto, son episodios de media hora
escasa más propios de las sitcoms. Que, en algunos casos, saben a muy poco, en
la mayoría tienen la duración y dinamismo justo, y en algún momento aislado,
parecen un poco de relleno. Algo habitual en el formato de series, porque aún
contando con pocos episodios, es muy difícil que todos resulten brillantes.
Pero que no decepciona tras una espera muy larga, sino al contrario: el saber
que habrá una segunda temporada ha sido una gran noticia.
Vi otra saga cinéfila hecha serie, "Scream", y me pareció tan mala que no probé con este regreso de Ash. Me la apunto. Que sean capítulo de media hora también ayuda.
ResponderEliminarBueno, de Scream no pude ni con sus películas por recurrir a los chistes referenciales a un subgénero que no me gusta nada, como es el slasher.
ResponderEliminarEl caso de Ash Vs. Evil Dead es muy distinto. Te recomendaría verte al menos Terroríficamente muertos, el título en castellano de la segunda parte, al ser el que condensa toda la historia (también es cierto que tiene que gustarte mucho una forma de humor basada en la violencia cartoon y tripas, tripas por todas partes), y como secundaria, El ejército de las tinieblas, porque es donde terminan de desarrollar a Ash como personaje y porque...¡demonios, están muy bien!
De todas formas, esta temporada, de lo más recomendable. Mezcla de terror y comedia, pero nada que ver con Scream.
La primera que vi Evil Dead fue la de El ejército de las tinieblas. Hasta muchos años después no descubrí que formaba parte de una trilogía. Aún hoy me sigue pareciendo la más divertida. Me apunto la serie, a ver qué tal...
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